¡Qué gran adelanto el telégrafo! (1) (Retales de la Historia - 222)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 26 de julio de 2015).
 
 
 
          Polifacético y polémico personaje fue Arturo de Marcoartu y Morales (1827-1904), graduado en 1844 como Ingeniero de Caminos, Canales, Puertos y Faros, y en 1853 nombrado comisario europeo para “caminos de hierro”, como se llamaba entonces a los ferrocarriles. Sus avanzadas ideas político-sociales como partidario de la intermediación internacional le costaron la expulsión del cuerpo de ingenieros, aunque él aseguraba que antes de la expulsión ya había presentado su renuncia. 
 
          El telégrafo eléctrico había aparecido en América y en Europa en la década de los cuarenta y, una veintena de años después,  Marcoartu fue aquí la cabeza visible de un proyecto conocido como Empresa Telegráfica Universal. Líneas submarinas telegráficas de Europa a las Américas y del Atlántico al Pacífico, motivo por el que en 1865 se dirigió al alcalde de Santa Cruz, Patricio Madan, para que solicitara apoyo ante el Gobierno de S. M. al objeto de establecer un cable telegráfico submarino que partiendo de Cádiz uniera Europa con América, con escala en Santa Cruz. En la sesión municipal del 14 de febrero de este año se acordó elevar representación a S. M. en dicho sentido.
 
          Comenzó entonces un largo proceso y, catorce años más tarde, en vista de las dificultades surgidas, se nombró a Luis J. Duggi para gestionar lo necesario para la instalación del cable, que se retrasaba de forma que parecía incomprensible. Hasta que, tres años después, el alcalde accidental Federico Úcar informaba que tenías noticias sobre la intención de cambiar el amarre del cable telegráfico a Las Palmas y se acordó representar al Congreso “lo perjudicial que ello sería para toda la provincia”.
 
          En mayo de 1882, ante la situación creada, el alcalde accidental Eladio Roca convocó una reunión con todos los ayuntamientos de la isla, representantes de la prensa y de sociedades para tratar de tan importante asunto, en la que se acordó enviar una comisión a Madrid. El Ayuntamiento pidió la colaboración de todos, dejando bien claro que le era materialmente imposible asumir en solitario los gastos que se ocasionaran y, si las gestiones no alcanzaban el fruto apetecido, como por ley estaba prohibida la dimisión de la corporación municipal en pleno, los tenientes de alcalde y concejales se comprometían a renunciar a sus cargos. Se comisionó también a un representante de la Sociedad Económica de Amigos del País y, ante la renuncia del nombrado por el Ayuntamiento, Luis J. Duggi, se nombró como representante a Miguel H. de Cámara, que residía en Madrid.
 
          Habían transcurrido dieciocho años desde que se empezó a hablar de la posibilidad de instalación de un cable telegráfico y, entretanto, Santa Cruz avanzaba lentamente en su desarrollo. Por ejemplo, el viejo puente de madera que comunicaba con el barrio de El Cabo se encontraba en tal estado de ruina que se pensó hacer uno nuevo, cuya obra se sacó varias veces a subasta sin que se presentaran licitadores. Los escasos recursos hacían que el bajo tipo establecido en las condiciones de la subasta no despertaran interés alguno en los posibles contratistas. 
 
          Si algo se lograba era más por iniciativa particular, lo que a su vez obligaba a la municipal a actuar. Por ejemplo, la sociedad de socorros mutuos “La Benéfica” que presidía Lorenzo Filpes, había comprado un coche fúnebre -el primero de que se tiene noticia- para el entierro de sus asociados por lo que pidió se arreglara el camino del cementerio de San Rafael y San Roque para que pudiera transitar el carruaje. El mal estado del camino había provocado alguna vez la caída del cadáver, aunque algún mal pensado opinaba que el accidente en realidad se debía a las acostumbradas paradas que el cortejo hacía en las ventas del itinerario para refrescar las gargantas de los que transportaban a hombros el féretro. En sesión de 20 de septiembre de 1883 se aceptó la propuesta de mejorar el acceso, con la condición de que la sociedad se comprometiera a responder de los posibles daños en el arbolado del camino.
 
          En la misma sesión, presidida accidentalmente por Pedro Tarquis, se habló por primera vez de la necesidad de programar una serie de festejos para conmemorar la puesta en servicio del cable telegráfico, y se formó una comisión con el encargo de recabar la colaboración de entidades, sociedades y comercio que ayudara a alcanzar la mayor brillantez de los festejos, así como de todos los ayuntamientos de la isla al considerarse que el cable era un adelanto para todos.
 
          En octubre se recibió con satisfacción la noticia de que el obispo de la diócesis accedía a bajar a Santa Cruz para oficiar de pontifical el Te Deum y bendecir la inauguración del cable. Los preparativos se aceleraban y hasta el gobernador pidió prestados al ayuntamiento “las bombas y quinqués de cristal” que existen en el teatro municipal para adornar la fachada del gobierno civil.
 
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