Tres Generales históricos en los bailes del Casino

 
A cargo de José Manuel Padilla Barrera (Pronunciada en el Real Casino de Tenerife el 7 de mayo de 2015).
 
 
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          Desde el mismo momento de su fundación el Casino, haciendo honor a su primer nombre, Gabinete de Lectura y de Recreo,  tenía dos funciones principales que cumplir, una: poner a disposición de  sus socios un lugar donde reunirse para tertuliar y  leer las publicaciones locales, pocas, y las de la Península y extranjero que llegaban en los barcos que arribaban al puerto,  y segunda: proporcionar a esos mismos socios y su familia actividades de recreo. Por eso, aparte de los juegos legales, el Casino organizaba frecuentes bailes, muchos bailes; cualquier acontecimiento era buen pretexto para ello, bailes que se anunciaban en la prensa diaria así: “Mañana a las diez de la noche dará la Sociedad del Casino un gran baile a todos sus socios, en cumplimiento de uno de los artículos de su Reglamento”.
 
 
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          En las fechas de los bailes que son el objeto, diría mejor el pretexto de esta conferencia, el Casino, que a partir de 1849, ya se denominaba así Casino de Santa Cruz, estaba justo enfrente de donde nos encontramos (segundo edificio de la izquierda), era la segunda sede que tenía porque la primera esquina con la calle de Candelaria se perdió en un incendio, y la sociedad se vio obligada a trasladarse a la casa contigua, la nº 2, de esta plaza. 
 
          Para ponernos en situación les muestro unas pinturas de cómo debieron ser esos bailes en plena época  del  romanticismo.
 
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          Romanticismo que destilan los cuadros de este pintor ruso de apellido impronunciable: Vladimir PERVUNINSKY.
 
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          Es, diría que enternecedor, contemplar un carné de baile como el que les muestro gracias a la gentileza de Juan Carlos Cardell. Es del lunes de carnaval de 1913 En ese espacio de tiempo que mediaba entre la llegada hasta que comenzaba el baile era una lucha sin cuartel entre los  jóvenes, encorsetados en sus negros fracs, para conseguir de las damiselas anotar sus nombres como pareja en las distintas piezas de baile en su carné, a la vez que ellas lo hacían en el suyo. El joven portador de este carné , no se estrenó hasta la 5ª pieza de la noche, al fin logró bailar el segundo rigodón del programa con Deisy, el tercero con Fanni, Lanceros con Lolita, el cuarto rigodón que era la pieza más repetida con Juanita y Eternal Primtemps, la eterna primavera, vals lento, con Lolita de nuevo, bailó aquella noche otro rigodón pero no se lee bien el nombre de su pareja. Como digo, enternecedor. 
 
          Pero aparte de los bailes de puro esparcimiento también los había de homenaje  y agasajos,  a autoridades locales, o a personas que por alguna razón se habían distinguido o  aquellas que visitaban nuestra isla . De dos de esos bailes vamos a tratar esta noche, uno en marzo de 1854, otro en febrero de 1859 que se hicieron en obsequio, de dos capitanes generales de Canarias, ambos mariscales de campo y al primero de ellos asistió como invitado un capitán general, que lo era, no por cargo sino por grado.
 
          Hubo más fiestas de este tipo como las que de forma tan amena nos relató Emilio Abad, antes de ayer, aquí en Canarias, antier,  como fueron las ofrecidas a los generales Prim y Weyler, o por ejemplo la llegada del cable telegráfico que también se celebró con un baile, cómo no.  
 
          Los protagonista de los bailes de que hablamos fueron:
 
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Manuel de la Concha e Irigoyen
 
 
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Narciso Ametller y Cabrera
 
 
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Jaime Ortega y Olleta   
 
          Tres generales dichos por orden de edad de mayor a menor, los tres incluidos en una horquilla de 8 años. El primero nació en 1808, el segundo en 1810 y el tercero en 1816. En esa misma horquilla caben casi  todos los generales que hicieron  historia principalmente en el turbulento reinado de Isabel II: Ros de Olano y Domingo Dulce 1808,  O´Donnell 1809,Serrano 1810 y Prim 1815, Diego de León casi entra en ella, nació en 1807 y Narváez es la excepción porque  era de 1800, dejando aparte, claro, a Baldomero Espartero que era de otra generación,  nacido en 1793 y había participado en la guerra de la Independencia. Las vidas de nuestros tres protagonistas se  entrecruzan entre si y con la de todos ellos, unas veces para bien y otras no tanto. 
 
          De los tres el  que más suena  es Gutiérrez de la Concha,   no por su nombre sino por su título, porque es el que lleva un monumento  que tiene en Madrid. 
 
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          ¿Quién no conoce en la Castellana, en la plaza doctor Gregorio Marañón, la estatua ecuestre del marqués del Duero? 
 
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          A los tres, la primera guerra carlista, les marcó sus vidas, los tres la empezaron de tenientes. De la Concha y Ameller participaron en ella desde su mismo comienzo. Ortega en el año 1838, año en que fue teniente. Cuando la guerra acabó, en 1840, con el abrazo de Vergara . De la Concha era mariscal de campo, Ameller  coronel y Ortega había sido condecorado con la Laureada de San Fernando de II clase.
   
          En 1840 al acabar la guerra Ortega, felizmente casado con una rica heredera se retiró de la milicia y se dedicó a administrar sus bienes y  a la política.
 
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          En  octubre de1841 O´Donnell, de la Concha  y Diego de León se conciertan para derrocar a Espartero de la regencia. O´Donnell se subleva en Pamplona el día 4, y tres días después de la Concha y de León , protagonizan un asalto al Palacio Real con el fin de secuestrar a la reina niña, y devolverla a su madre María Cristina a la que pretendían reponer como regente. La decidida defensa de los alabarderos con su jefe al frente el coronel Domingo Dulce hace fracasar el intento.
 
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Los defensores de Palacio, con Domingo Dulce al frente
 
 
          Diego de León es capturado en Colmenar  y después de un Consejo de Guerra que no fue precisamente sumarísimo, duró 7 días, fue fusilado en la Puerta de Toledo el día 15 de ese mes de octubre. Ametller, que estaba en Gerona, pretendió participar en la defensa de Espartero pero su presencia no fue necesaria.
 
          Gutiérrez de la Concha, salvo su vida, logró huir de España al que sería su primer exilio, eligiendo para ello Florencia, centro político y económico de primer orden en la Italia del XIX, donde se dedicó al estudio, especialmente  sobre nuevas técnicas en agricultura, porque  su boda en el año 40 con la heredera del marquesado de Revilla, le había convertido en un gran propietario agrícola.
 
          En mayo de 1843, en Málaga, una nueva sublevación contra Espartero. A los progresistas descontentos se unieron los moderados, entre estos estaban los generales que formaban la “Orden Militar Española” que conspiraban desde París. El general  de la Concha se unió a ellos, llegó a Valencia procedente de Italia y posteriormente pasó a la capital malagueña, donde fue nombrado general en jefe de Andalucía y luchó contra las tropas esparteristas hasta lograr la victoria, victoria que le valió  el ascenso a teniente general.
 
          Por su parte Ortega, aunque retirado del Ejército, tomó parte en el pronunciamiento y con su natural vehemencia recorrió los partidos de Calatayud, Tarazona, Borja, Daroca y Cinco Villas, él era de Tauste una de las Cinco Villas.  Con paisanos de estas localidades formó una gran partida, de más de 2000 hombres y se dirigió a Zaragoza.
 
          Narciso Ametller  jefe del Ejército y la Milicia Nacional de Cataluña y desobedeciendo las orden del gobierno de ir a Madrid, se dirigió también a Zaragoza, pero no se encontraron porque Ortega después de un simulacro de ataque a la ciudad, se retiró a Almunia y a otras villas cercanas donde continuó sublevando el país y aguardó a servir de auxiliar al ejército que  el gobierno envió a la ciudad. Se presentó entonces a la cabeza de sus tropas, integrado de nuevo en el Ejército, ostentando las insignias de coronel, empleo que le otorgó el Ministerio de la Guerra y poco después  ascendió a brigadier.
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          Ametller regresó a Cataluña, uniéndose a los llamados centralistas, partidarios de la Junta Central de Cataluña, enfrentada con el nuevo gobierno, acusando a Narváez  y a de La Concha  de absolutistas y de ser los únicos que mandaban en la Corte. Al mismo tiempo  estalla la llamada  la revuelta radical conocida como  la Jamancia( de jamar en caló, comer), la primera revolución radical en Cataluña. Para reprimir la revuelta y a los centralistas es enviado el brigadier  Prim, que derrota a Ametller, jefe  del ejército catalán en San Andrés de Palomar, que ahora es un barrio de Barcelona, el 26 de septiembre. Aquí fue donde Prim dijo aquello de “caja o faja” que resultó ser faja, porque fue ascendido a mariscal de campo. Sometida Barcelona Ametller se  hizo fuerte en Gerona y hasta allí le persiguió Prim para obligarle a que se rindiera al gobierno. Después de un sitio  que duró mes y medio, la ciudad capituló por falta de víveres el día 8 de noviembre. Ametller continuó su repliegue hasta el castillo de San Fernando de Figueras, donde esperaba que se le unieran más tropas, pero no fue así y finalmente capituló y se entregó el 1 de enero del siguiente año. Prim ordenó que fuera conducido a Francia. 
 
          En este enfrentamiento entre los dos generales se da una circunstancia curiosa, que  quizás no tenga valor histórico alguno,   pero que en el lugar que nos encontramos , el Casino de Tenerife, creado a imagen y semejanza del de Madrid, cobra  una especial relevancia, porque ambos eran socios de ese Casino.
 
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De la Revista del Casino de Madrid  
 
 
          Quizás  el que la rebeldía de Ametller se saldara simplemente con el exilio tenga algo que ver con esto. Más adelante los caminos de Prim y Ametller volverían a encontrarse pero, como veremos, con otro signo muy distinto. En 1847,  acogiéndose a un real decreto de amnistía, Ametller regresó a España.
 
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          Este mismo año de 1847 confluyen las vidas de  Gutiérrez de la Concha y Ortega. El primero fue nombrado general en jefe del cuerpo expedicionario que entraría en Portugal, en alianza con tropas inglesas, para apoyar en el trono a la reina María Gloria; sus aciertos  militares , que culminaron con la entrada victoriosa en Oporto, le valieron la gran Cruz de la Torre y la Espada por parte de Portugal y el título de marqués del  Duero.
 
          Una de las brigadas del  Ejército Expedicionario de Gutiérrez de la Concha estaba mandada por el brigadier Jaime Ortega, que por esta campaña ascendió a mariscal de campo.
 
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          De la Concha también se cruzó en el camino de Narciso Ametller: En 1849, Ametller se encontraba de nuevo en Francia, desterrado por un enfrentamiento con autoridades civiles, pero en febrero de ese año participó en la II guerra carlista, pero como en él era normal en el sentido contrario de lo esperado, intervino en lo que se llamó la coalición carlo progresista en contra del gobierno de Narváez. Cruzó la frontera con Francia al frente de 150 hombres y se alió con los carlistas de Marsal, llegó hasta su pueblo natal Banyoles, como siempre esperando nuevas adhesiones y medios, pero le salió al paso nuestro conocido el teniente general de la Concha y al igual que Prim  le  derrotó y le obligó a retirarse  a Francia, donde fue detenido y estuvo preso en Perpiñan y Tolón. 
 
          De nuevo se dio la circunstancia de enfrentamiento entre dos socios del Casino de Madrid, de la Concha era más antiguo como tal, había ingresado en febrero de 1841.A los dos meses Ametller fue liberado, se retiró a una casa de campo en Marsella. En cierta manera de la Concha le debió su ascenso a Capitán General a Ametller  porque el haberlo derrotado fue lo que le valió para llegar al más alto grado de la carrera de las armas.
 
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De la Revista del Casino de Madrid
 
 
          Unos años más tarde, en 1853, Jaime Ortega es destinado a Canarias como Capitán General y desembarca en Santa Cruz el 21 de noviembre. No tardaría mucho en llegar también a Tenerife, su antiguo jefe el marqués del Duero. El malestar, contra el conde de San Luis aumentaba entre el grupo de liberales que encabezaba O´Donnell, y en el cual estaba de la Concha que pertenecía al Senado por designación real desde 1845, y en esa cámara pronunció un discurso explosivo  en el que criticó duramente las irregularidades en las concesiones de las líneas ferroviarias, cuya sombra de corrupción llegaba hasta la madre de la reina, María Cristina y su marido el marqués de Riansares, se mostró muy duro, acusando al marqués de Salamanca de especular con fondos públicos, y defendió la necesidad de recuperar la moralidad pública. La consecuencia de este discurso fue el destierro de todo el grupo de generales enfrentados con el conde de San Luis. O´Donnell  no acató la orden y se refugió en una modesta vivienda de un barrio popular de Madrid. De la Concha llegó a Tenerife en los primeros días de enero de 1854.
 
          Pero a ambos no les quedaba mucho tiempo en Tenerife. Como en todo el siglo XIX español, los acontecimientos se precipitan con una velocidad vertiginosa. A finales de junio, el 26, se produce la Vicalvarada, encabezada por O´Donell y dos días después el 28, 30 militares, generales, brigadieres, coroneles y jefes firman un documento dirigido a la reina que se conoce como el Manifiesto de Alcalá. De esos 30, 3 de ellos eran canarios, de Tenerife, el propio O´Donell que firmó el primero, el brigadier Juan Moriarty y Delgado y el coronel y diputado en cortes Domingo Verdugo y Massieu. 
 
          El documento es una fuerte denuncia contra la corrupción del gobierno del conde de San Luis: “No han concedido ninguna línea de ferrocarril sin que hayan percibido antes alguna crecida subvención, ni han despachado ningún expediente sin que hayan tomado para si alguna suma”. A los pocos días el 7 de Julio, un nuevo manifiesto el de Manzanares, redactado por Cánovas del Castillo y firmado por O´Donell como jefe del Ejército constitucional, acabaría por hacer dimitir al conde de San Luis, más que dimitir abandonar, porque tuvo que huir de Madrid a toda prisa para no ser capturado por las enfurecidas masas de Madrid.
 
          A  los pocos días de la Concha estaba en  Barcelona, allí se hizo cargo de la Capitanía General de Cataluña, donde tuvo una gran actuación pacificando el país muy revuelto después de la vicálvarada. Estabilizada la situación pidió la dimisión de su cargo y se trasladó a Madrid para dedicarse a la política.
 
          El general Ortega que había sido nombrado Capitán General por Luis José Sartorius, conde de San Luis fue pronto cesado por el nuevo gobierno de Espartero y O´Donnell. Salió de Santa Cruz la tarde del día 22 de agosto, la despedida es  solo comparable a la que 29 años más tarde se le dio al general Weyler. Luego sabremos el por qué de ese entusiasmo. 
 
          Conociendo que no iba a ser bien recibido se fue directamente a su tierra y el 7 de septiembre se encontraba en Calatayud, y de allí  emigró a Francia. Hombre simpático, elegante y de porte aristocrático, trabó amistad con Napoleón III, su esposa la emperatriz Eugenia y Carlos VI de Borbón, conde de Montemolín. Amistades, que resultaron ser peligrosas, porque  unos años después le traerían muy malas consecuencias.
 
          En cuanto a Narciso Ametller, el gobierno del conde de San Luis, por su pasado político el 28 de junio ordenó detenerle. El 10 de julio desde la prisión le escribió a O´Donnell y éste le contestó invitándole a unirse al movimiento  y ofrecer su influencia. Ametller se integró formando parte de de la Junta de Defensa y Armamento de Madrid y logró atajar los desórdenes y levantamientos en la capital. Conseguida la pacificación de Madrid fue ascendido a mariscal de campo el 1º de agosto de 1854, tres días después de la entrada de Espartero como presidente del Consejo de Ministros. En 1858 fue nombrado Capitán General de Canarias. El domingo 15 de agosto, llegaba a Tenerife a bordo del Ter, curiosa coincidencia siendo de Gerona.
 
          Al final del bienio progresista, en el enfrentamiento entre Espartero y O´Donnell, el marqués del Duero apoyó a este último, y durante el llamado gobierno largo de O´Donnell, 1858-1863, como miembro destacado de la Unión Liberal, el marqués del Duero ocuparía la presidencia del Senado durante todas las legislaturas correspondientes a esos años.
 
          Jaime Ortega, que había regresado acogiéndose también a una amnistía, después de pasar por diversos destinos, fue nombrado en 1859 capitán general de Baleares, las amistades adquiridas en París y al parecer su gran repulsa al fusilamiento de la madre del general carlista Cabrera  le lleva a participar en una gran conspiración, en combinación con el famoso banquero don José de Salamanca y Mayol, que pretendía llegar a la instauración de Carlos VI en el trono de España  en un momento en que el gobierno estaba volcado hacia  la guerra con Marruecos, con O´Donnell y Prim como grandes triunfadores. 
 
          El 1 de abril de 1860,  Jaime Ortega, en compañía del que pretendía ser Carlos VI y el infante don Fernando, embarcó en Palma con 4.000 hombres y arribaron al puerto de los Alfaques, en San Carlos de la Rápita. Sin embargo, el día 3 había fracasado ya el pronunciamiento. Presos el conde de Montemolín y el infante, fueron expulsados de España, tras obligarles a firmar una vergonzosa renuncia a sus derechos, y el general Ortega, que se había retirado a Aragón en busca de ayuda, fue hecho prisionero en Calanda, por la Guardia Civil. Trasladado a Tortosa fue condenado a muerte por un consejo de guerra, compuesto por militares de inferior graduación a la suya, pero se daba la circunstancia que en un decreto anterior la reina le había desposeído de todos sus títulos y honores.
 
          A nuestro conocido, el defensor de Palacio, Domingo Dulce, entonces Capitán General de Cataluña, le tocó ordenar la ejecución de la sentencia. El 18 de abril a las tres de la tarde fue fusilado. No le permitieron vestir el uniforme militar y hombre arrogante y presumido hizo que le  confeccionaran para ese momento un elegante terno negro con pantalón de montar y bota alta. Quiso como Diego de León dar la orden de fuego al pelotón de ejecución, pero tampoco se lo permitieron. 
 
          Antes de morir, Ortega recomendó a su ayudante de campo que guardara el mayor secreto sobre las personas que habían estado complicadas en la conspiración y lo habían traicionado.  Se había consumado una gran paradoja: Ortega que había logrado la laureada luchando como liberal contra los carlistas, moría fusilado por los liberales, como carlista. 
 
          Ametller estuvo en Canarias como Capitán General hasta el día 1 de mayo de 1861 en que embarcó en la fragata de guerra Ferrol, con destino a Cádiz. El motivo de su partida fue su delicada salud, razón por la cual pidió su dimisión que autorizó la reina en septiembre del mismo año. Estuvo alternando períodos de actividad con otros de frecuentes visitas a balnearios para restablecerse. En 1865 fue presidente del Casino de Madrid. Durante la Gloriosa en 1868, la revolución que derrocó a Isabel II, tuvo una brillante actuación lo que le valió que su antiguo enemigo Prim, ministro de la Guerra del gobierno provisional, le ascendiera a teniente general, por sus distinguidos servicios a la causa del alzamiento nacional. Sus últimos años, retirado ya de toda actividad, los pasó en su Bañolas natal,   murió en 1877 y  en su entierro recibió grandes honores militares.
 
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          El marqués del Duero  seguía en la actividad política y, considerado uno de los militares de mayor prestigio, sus libros sobre la utilización de las Armas de Infantería y Caballería eran muy apreciados en Europa. Fue nombrado por la I República en la 3ª guerra carlista, general en jefe del Ejército del Norte, mientras preparaba en secreto bajo la dirección de Cánovas del Castillo la proclamación como rey del exiliado Alfonso XII. Desoyendo presiones para el pronunciamiento, quería resolver antes el problema carlista  y para eso pretendía conquistar  la capital carlista, Estella,  pero en la batalla de Monte Muro una bala perdida acabó con su vida el 27 de junio de 1874. Así, en el campo de batalla acabó su vida Manuel Gutiérrez de la Concha, al que se le rindieron honores de héroe nacional. Sus restos descansan en la actualidad en el Panteón de Hombres Ilustres de la Basílica de Atocha.
 
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JAIME ORTEGA Y OLLETA
 
          En la noche del 23 de marzo de 1854, jueves, el Casino celebró un baile de etiqueta en obsequio de S.E. el Capitán General de Canarias, mariscal de campo, Jaime Ortega y Olleta. La recepción de invitados comenzó a las diez de la noche. A las 10 y media llegó el homenajeado que fue recibido por el presidente del Casino Juan Manuel de Foronda acompañado de una comisión de socios nombrada para la ocasión.
  
          El general seguido de la comisión de recepción hizo la entrada en el salón de baile a los sones de una vibrante marcha militar. Allí le esperaban hasta 400 personas.
 
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(Eso al menos decía la prensa aunque viendo la casa que alojaba al Casino, lo veo muy difícil.)
 
         Entre ellas estaba, otro militar de gran prestigio, nuestro conocido, el capitán  general Manuel Gutiérrez de la Concha, marqués del Duero, al que un grupo de socios  había visitado para invitarle expresamente a la celebración.
     
          A las 11 y media como era costumbre en las fiestas del Casino, dio comienzo el baile  A la una, había que reponer fuerzas y el presidente condujo a su invitado hasta el ambigú. Hasta allí se desplazaron casi todas las señoras y señoritas, quedando muy pocas en el baile, porque hay que decir que el general Ortega gozaba de gran predicamento entre el sexo femenino. Benito Pérez Galdós, en su novela Carlos VI en La Rápita asegura que su brillante carrera militar se debía en gran parte a lo atractivo que era para las señoras.
 
         Concluido el refrigerio, llegó la hora de los brindis, obligados en  esta clase de bailes homenaje. Dado el romanticismo imperante en aquella época siempre había un vate dispuesto a improvisar, o eso decía él, unos versos en honor del agasajado.
 
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          Esa noche se encontraba presente un poeta, Fernando Final, juvenil y ardiente como el mismo se define en su Brindis al Excmo Sr D. Jaime Ortega.
 
          Terminados los brindis, el baile continuó con la habitual animación de siempre en el Casino y como siempre también terminó a las 7 de la mañana.
 
         Pero, ¿por qué el Casino hacía este homenaje y se muestra tal entusiasmo por la figura de Ortega? No era un recibimiento porque hacía cuatro meses que se encontraba en Canarias. La respuesta nos la da Fernando Final en el primer terceto de un soneto de su pluma que elegantemente impreso había circulado entre los asistentes al baile:
 
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 “Es porque Ortega en venturoso día  //  Viendo a las islas viudas solitarias  //  Desplegó en su favor tanta energía."
 
          La energía que Ortega desplegó la empleó en conseguir la publicación de los dos decretos que les muestro.
 
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          En el primero de ellos se dice: 
 
                    "En atención a las razones que me ha expuesto el Presidente de mi Consejo, vengo en decretar-
 
                     Artículo 1º: Se suprimen los distritos administrativos  en que fue dividida la provincia de Canarias por mi Real Decreto de 17 marzo de 1852. 
 
                     Artículo 2º -Para la administración y gobierno de toda la provincia habrá un gobernador que residirá  en Santa Cruz de Tenerife."
 
         Termina el decreto con el
 
                   "Artículo 6º- Queda derogado en todas sus partes mi Real Decreto de 17 de marzo de 1852.
 
                   Dado en Palacio el 3 de marzo de 1854.Está rubricado de la Real mano. El presidente del Consejo de Ministros – Luis José Sartorius"
 
           El segundo, de la misma fecha, dice: 
 
                 "De conformidad con el parecer de mi Consejo de Ministros y en atención a las circunstancias que concurren en el Capitán General de Canarias D. Jaime Ortega, vengo en nombrarle Gobernador en comisión de la misma provincia",
 
          y al igual que el anterior está rubricado de Real mano y con la firma del presidente de gobierno.
 
        Estamos por tanto ante uno de los tantos episodios del pleito insular. Ortega a su llegada a Canarias pudo comprobar que la división administrativa no había logrado lo que pretendía,  la paz social entre islas occidentales y orientales, sino más bien todo lo contrario, seguían aumentando las rivalidades y los agravios mutuos. 
 
        Ortega siguió derrochando energía, y a golpe de decretos y bandos fue intentando mejorar la situación de las islas. Por cierto que en algún caso a instancias  de su antiguo jefe el marqués del Duero, como  lo fue el del Jardín de Aclimatación de la Orotava, por sus conocimientos sobre plantas, en seguida comprendió que sin un sistema de regadío el Jardín tendría poca vida. Y eso es lo que Ortega consiguió en gran parte por suscripción pública, en la que colaboró generosamente el marqués del Duero.
 
          José Desiré Dugour, en su Historia de Santa Cruz de Tenerife expresa muy bien lo que Ortega significó para esta ciudad:
 
                “El desvarío del general Ortega, no ha podido aminorar el reconocimiento de que le es acreedor el vecindario de esta población; a su iniciativa se debe el estado actual del Camino de los Coches, preciosa alameda que hizo empalmar con la carretera de ronda. A su incansable actividad se debe los primeros pasos de la red de carreteras que ponen en comunicación las principales poblaciones de esta isla.” 
 
          Otros proyectos de utilidad pública maduraba en su mente el General Ortega que, sin duda, hubiera llevado a cabo, si fatalmente para él no hubiera sido depuesto el año 1854, y decimos fatalmente para él, porque quizás de haber permanecido en estas apartadas islas no hubiese abrigado el descabellado proyecto que le llevó a las puertas del sepulcro.
 
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          Antes de hablar del baile en el Casino en honor de Ametller, no estará de más que tratemos de otro baile el que el propio Capitán General organizó para celebrar su santo, San Narciso, patrón de Gerona, el 29 de octubre de 1858, solo dos meses y medio después de su llegada, baile que le sirvió para darse a conocer  y ganarse a la sociedad santacrucera.
 
          Lo celebró  en su casa palacio, aquí al lado en el palacio de Carta,  los encargados de organizar la fiesta consiguieron dar cabida en tan limitado espacio a la multitud de invitados que estuvieron presentes, todos lo que por una u otra razón cultural, profesional o social destacaban en la isla, todas  las primeras autoridades, todos los cónsules extranjeros, entre ellos Sabino Berthelot, todos altos cargos militares, con sus respectivas señoras como es natural y por añadidura el capitán y los oficiales de la corbeta de guerra americana Marion
 
          Hubo primero un concierto,  y a continuación una cena baile  que duró hasta las cinco de la mañana. Según el programa el segundo número  del concierto era: Fantasía para guitarra, se trataba, se trata, porque sigue interpretándose en la actualidad, de una versión para guitarra de temas de La Traviata de Verdi,  una obra que se había hecho muy famosa en aquellos años, de la que era autor Julián Arcas, que tenía la fama de ser el mejor guitarrista de España, y esa noche los invitados del general iban a tener el privilegio de  escucharla interpretada por un guitarrista que le disputaba esa fama a Arcas. 
 
          Y según el programa ese interprete no era otro que el Sr. General Ametller.
 
         Y así era.Cuando se despidió de Madrid, para venir a Canarias, hubo un concierto en su honor y allí se tocó la guitarra por los más afamados profesores, intervino en último lugar Ametller y decía una nota de prensa que todos convinieron que era uno de los más sublimes guitarristas de Europa.
 
          Pero no era solo guitarrista, también cantaba ópera, el último número del concierto era un dúo de barítono y soprano del Asedio de Corinto de Rossini, que el general  interpretó con una aficionada local la señorita Cifra, que esa noche, según las crónicas, mejoró notablemente su nivel interpretativo gracias a la dirección y enseñanzas del gran músico que era  Narciso Ametller. 
 
          Como músico, fue autor de una ópera titulada El Guerrillero, que fue traducida al italiano, y nunca llegó a estrenarse, pero sí que sus piezas hayan sido interpretadas en conciertos.
 
          Pero aún existe otra faceta de su personalidad: fue un gran escritor, sobre temas históricos, en artículos de prensa y en su libro “El Monge Gris: Catalanes y Aragoneses en Oriente. Estudio de Costumbres de la Edad Media”. Se editó el primer tomo en 1862 y el cuarto en 1865. Tuvo un gran éxito en su tiempo. Recientemente en 2010, se ha reeditado. En librerías de viejo de Madrid, los cuatro tomos de la primera edición en buen estado valen 2.500 euros, algo deteriorados 1.500.
 
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          Bueno, pues salgamos del Palacio de Carta, bajemos un poco  y crucemos la plaza para acudir a otro baile, porque el Casino  menos de cuatro meses después el domingo 20 de febrero ofreció  un baile homenaje al Capitán General, que más bien era una despedida, Ametller partía para Madrid para ocupar su acta de diputado en Cortes que había ganado en representación de Baleares, la ausencia no fue muy grande, el día 13 de noviembre desembarcaba de nuevo en el puerto de Santa Cruz.
 
          Como era tradicional en todos los bailes, el Casino abrió sus puertas a las 10 de la noche. Antes de llegar el Capitán General, hacia las diez y media el salón ya se encontraba repleto de  invitados. El baile propiamente dicho lo abrió el general con el primer rigodón, no dicen las crónicas cual fue su pareja, porque, creo que era soltero, o al menos yo no he encontrado ningún documento que diga lo contrario. El baile del Palacio de Carta lo abrió con la señora del brigadier Cavana. 
 
          Hacia las dos de la mañana, para reponer fuerzas se pasó al ambigú, y allí tuvieron lugar los momentos más importantes de la noche: Los brindis, que en este caso fueron unos verdaderos juegos florales. Nada menos que tres poetas participaron en los brindis improvisados, pero en este caso se unió el propio Capitán General que también tomó parte en la competición poética, con sus contestaciones a los brindadores. 
 
          Los tres vates eran Final, al que ya conocemos con ocasión del homenaje al general Ortega, Antequera y Neda. Sobre este último hay que detenerse un poco porque fue un importante poeta romántico tinerfeño; su nombre completo era Rafael Martín Fernández Neda. Era de La Orotava y cuando versificaba  esa noche en el Casino tenía 26 años.  
 
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          En 1865, residiendo ya en Madrid, publicó su gran libro de poemas titulado Auroras, que mereció una entusiasta crítica de Benito Pérez Galdós en el periódico La Nación. Llevando al extremo su condición de poeta romántico, pues cuando murió su mujer se quitó la vida sobre su tumba. 
 
          Este fue brindis que Rafael Martín Fernández Neda dedicó al General. 
 
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          Y esta la contestación de Narciso Ametller.
 
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          Y  dejando flotar en el aire estos versos, que  han tardado 166 años en saltar de lado a lado la plaza de la Candelaria para llegar hasta aquí,  termino.
 
         Muchas gracias.
 
 
 
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Coda a la conferencia
 
         Justo el día después de pronunciada mi conferencia, investigando otro asunto, de modo casual, me encuentro que Prim y Ametller, no sólo coincidían en haber sido socios del Casino de Madrid, sino que eran amigos íntimos. En julio de 1841, ambos eran diputados a Cortes. Un discurso del primero fue  criticado en un  artículo muy duro por Fray Gerundio, seudónimo de Modesto Lafuente. A Prim no le molestó la crítica sino que se modificara su apellido, llamándole el señor "Pringue", tanto que retó a duelo al autor del artículo y los padrinos que envió fueron Espronceda, el poeta, y nuestro conocido Narciso Ametller, pero Lafuente no aceptó el reto, alegando que era desigual, porque no tenía ninguna experiencia en el manejo de las armas. Ante ello Prim lo localizó, esa misma noche, en el teatro Príncipe, hoy Español, y a las puertas del mismo la emprendió a bastonazos con él, pero gracias a la intervención de Espronceda, Ametller y otros diputados que allí se encontraban, logró salir más o menos ileso. 
 
        Otra información que también afecta al general Ametller, y que también me ha saltado después de la conferencia es la frase que el general Baldomero Espartero dirigió a la reina Isabel II cuando regresó de su largo exilio de 5 años en Francia:
 
                "Suplico a Vuestra Majestad me llame siempre que necesite una espada para defenderla o un corazón para amarla"
 
       Son las mismas palabras, cambiando espada por brazo, que utiliza Ametller en su contestación al brindis de Neda. Mi opinión es que Ametller hizo de “negro”, para don Baldomero Espartero, porque éste tenía bien poco de poeta romántico.
 
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