Gladys vuelve a lucirse con la muestra

Por Agustín Quevedo (Publicado en El Día el 26 de marzo de 2013).

  

          Aprovechando una corta estancia por estos lares de imborrables recuerdos, que, para mal y para bien, marcaron profundamente nuestra alma, hemos tenido la afortunada ocasión de asistir, en la Sala MAC, antiguo edificio de la Elder en la calle Robayna de la capital tinerfeña, a la nueva y luminosa exposición de nuestra gentil amiga Gladys, que se clausuró el pasado fin de semana y cuyo título, “Nada es eterno”, simboliza el tan filosófico axioma de la discontinuidad en todos los órdenes existenciales.

          Y nos llevamos una agradable sorpresa al apercibirnos de los cambios y progresos, si cabe, significados en el quehacer artístico de nuestra Gladys, toda una artista forjada bajo las sapientes enseñanzas de maestros de tanto renombre como el centroeuropeo Jakimek, de quien, en los albores de su aprendizaje en el arduo terreno de las artes plásticas recibió las mejores técnicas de dibujo y de desarrollo pictórico; así como, sucesivamente, los encumbrados creadores canarios Guillermo Sureda  y Néstor Santana, quienes, en tareas de perfeccionamiento, le infundieron superior amplitud cualitativa al mismo tiempo que consolidaron en su espíritu las auténticas virtudes que la han acompañado a lo largo y ancho de su largo devenir exitoso en el terreno pictórico: enmarcado, empero, en una azarosa vida (porque, todo hay que decirlo, Gladys ha sido una sufridora en el más amplio sentido esta palabra: su decurso vital ha experimentado traumas tan acusados, tan dolorosos, que únicamente personas de muy arraigado temple, de muy sólidas convicciones morales, son capaces de afrontar).

          Hemos advertido, a nuestra llegada a la sala de arte, un ambiente de esplendidez, de de claridad signada por la policromía de los veintisiete cuadros de distinto formato, tan parecidos y tan disímiles a su vez unos de otros, que conforman, entre todos, un canto a la naturaleza, un canto a la vida, un canto a la esperanza, un canto a la laboriosidad de esta gran mujer que es Gladys, capaz de compaginar sus labores domésticas con su docencia pictórica y su realización artística.

          Luego, al observar más detalladamente cada una de las obras, nos ha parecido, en unas más que en otras, que el consustancial dominio que Gladys ejerce sobre el color y sobre la luz se ha hecho más patente en esta ocasión debido al delicado manejo de una amplia gama de azules, en contraste con el blanco, el marrón y otros colores pastel que otorgan especial significado a una obre en general signada por el buen hacer de su autora, a una obra que transmitiendo sus afanes vitales a través de los sugestivos peldaños, óvolo mediante explicitados mayormente en el cuadro principal, nos incita a transportarnos desde el nacimiento y a través del decurso de la vida hasta el más allá.

          Felicitamos a Gladys por este nuevo y hermosos encuentro con sus admiradores y la emplazamos a que prosiga por los innatos derroteros a los que de continuo la conducen su indesmayable voluntad, su férreo tesón sus inimitables ansias vitales.

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