Feliz cumpleaños (Puerto y puerta - 60)

Por Rafael Zurita Molina  (Publicado en el Diario de Avisos el 15 de abril de 2012).

 

          Hace unos meses me referí a la tradicional cena que, como anticipo a la Navidad, convoca anualmente la Fundación Correíllo La Palma. Dije entonces que en tales reuniones se pretende cooperar, en la medida de lo posible, en el proceso restaurador del buque. Además de expresar su solidaridad con las personas que llevan a cabo tan extraordinaria obra, se percibe que en torno al objetivo que nos anima parece avivarse una mayor cercanía a nuestro puerto; inmejorable ocasión para hablar de todo cuanto le afecta, de sus carencias y proyectos. Instalados en un ambiente distendido, se vierten opiniones e ideas en las que participan voces comprometidas, tengan o no vinculación directa con el sector portuario, porque interesa a todos los que aquí vivimos.

          Situados en la actualidad, tal percepción se afirma en la fecha del centenario del vapor La Palma, que nos convocaba el pasado día 12 en el muelle Norte. En su cumpleaños, el ancestral correíllo, oportunamente empavesado, se mostraba atracado en el lugar que se le tiene reservado desde el 14 de junio de 2008; su clásica estampa se hace cada vez más familiar en el paisaje de este puerto, que tan bien lo acoge.

          La conmemoración de señaladas efemérides, como ésta, nos proporciona la facultad de razonar la historia; bien conociéndola o, también, activando la memoria, constituye una elemental  referencia al pasado. En este caso, a raíz de celebrarse el centenario de la botadura del vapor La Palma, que, resbalando por la grada de los astilleros británicos de Leith, se echó al agua el día 12 de abril de 1912. Por primera vez, inopinadamente, advertí una cierta analogía entre aquellos entrañables correíllos con la idea de la insularidad.

          Fue el general Weyler, al poco tiempo de tomar posesión como capitán general de Canarias, en 1878,  quien planteó de forma diáfana el problema de las comunicaciones entre las Islas, tal  como expresan sus palabras: “La dificultad de las comunicaciones me impedía atenderlas por igual como era mi deseo... “; obtuvo del Gobierno la inclusión en el presupuesto de una cantidad para subvención de vapores.

          Fue la base para la creación de la Compañía de Vapores Interinsulares Canarios, cuya actividad puede sustanciarse a grandes rasgos: se confió a astilleros británicos la construcción de dos vapores bautizados con los nombres Viera y Clavijo y León y Castillo, entregados entre julio y agosto de 1888. Y saltando al año 1912, en los primeros meses fueron botados y entregados a la compañía propietaria los seis nuevos barcos que habían encargado; eran los familiares correíllos negros.

          Hasta aquí quería llegar. Cuatro de aquellos seis flamantes buques fueron bautizados con los nombres de cinco de las islas: Lanzarote, Fuerteventura, La Palma y Gomera-Hierro; y los otros dos, queriendo aludir a Tenerife y Gran Canaria, repiten la denominación de los anteriores, Viera y Clavijo y León y Castillo. Y sabemos que en este mismo año se crean los Cabildos Insulares (Ley de 11 de julio de 1912), cuya idea, en palabras de José Antonio Duque, “puede identificarse con la administración única en cada territorio insular”. Como los barcos, en su soledad compartida.

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