Presentación de su libro "Diario de José de Anchieta y Alarcón (Volúmenes I y II)"

A cargo de Daniel García Pulido  (Salón de Plenos de las Casas Consistoriales de San Cristóbal de La Laguna, el 16 de febrero de 2012).

 

                    Excelentísimo señor Alcalde de esta emblemática ciudad de La Laguna, señores concejales, estimados profesores, queridos amigos y amigas.

          En primer lugar, gracias, de verdad, gracias, por acoger esta obra con vuestra presencia en este acto, lo digo de corazón. Hay muchas dosis de entrega, mucho tiempo, mucha ilusión volcadas sobre este trabajo y que todo ese esfuerzo se vea arropado de esta manera tan emotiva me pone la piel de gallina. Esas sensaciones se incrementan después de palabras tan exquisitas como las expresadas por los profesores (para mí maestros) Manuel de Paz y Rafael Padrón, a quienes no tengo expresiones por tantos detalles, por tanto tan bueno, por tanto tan especial. En este punto debo tomar el testigo para ocupar ese hueco en el tiempo que me sirva para plasmar, por un lado, las causas, el porqué de haber luchado por hacer realidad esta publicación; y por otro, hablar sobre el procedimiento de trabajo y sus pautas principales, definiendo los puntos fuertes o fortalezas de este Diario. Terminaremos con los agradecimientos, que en este caso son mucho más que eso. Puedo afirmar que son el soporte vital que ha hecho que todo surta efecto.

          En la vida de todos y cada uno de nosotros existen y tienen lugar instantes en los que coinciden diversos factores, como si fueran piezas de un mecanismo invisible, que hacen realidad proyectos o ilusiones de antaño dormidas, sencillamente postergadas; momentos en los que se dan esas coincidencias que acaban por cristalizar en testimonios, en ejemplos de una pureza a prueba de contrastes. Para mí hoy es uno de esos momentos especiales, una encrucijada de circunstancias que han tomado forma en algo distinto, diferente a lo que estamos acostumbrados a encontrar dentro del panorama histórico y documental, e incluso yo me atrevería a afirmar que dentro del patrimonio de nuestros sentidos.

          La primera de esas premisas que convierten estos momentos en algo distinto, inusual, la brindan estas paredes, este mismo espacio, un escenario ideal para presentar el legado que nos entrega Anchieta y Alarcón. Estamos convencidos de que no podía haberse elegido un lugar mejor que este: hace 250 años este mismo edificio, esta sala que hoy nos acoge, recibía el eco de la voz de nuestro personaje y estos muros eran el objeto donde se perdían sus miradas cuando escuchaba o meditaba acerca de los discursos del Cabildo de la isla. Esta sala era la sede capitular de la isla de Tenerife y Anchieta, uno de sus más apasionados regidores. Quisiera pensar que ese eco, esas miradas sin rumbo, se revierten en este momento en el tiempo para llegar a nosotros y plasmarse en este libro, que desde hoy mismo pasa de ser de Anchieta para ser de todos y cada uno de nosotros. Justamente aquí, en esta afirmación, descansa la clave de uno de los principales mensajes que quisiera enfatizar: quien les habla solo ha querido ejercer de "puente" entre el testimonio de aquel Anchieta y Alarcón que escribiera en tinta y papel sus vivencias, sus avatares, sus pesares y alegrías; entre él y todos nosotros, a quienes -aunque suene extraño escucharlo así- yo estoy seguro que Anchieta sabía que iban a llegar sus palabras. Mi papel se ha centrado en tratar de reunir su legado deslavazado, recuperar esa esencia de ternura y de apego por esta ciudad de La Laguna volcada en el contenido de este diario, así como buscar el instante y el rincón adecuados para llevarlo todo a buen puerto.

          Otro de esos factores indispensables para convertir este instante en algo inusual lo conforma la inmensa suerte de haber podido consultar de primera mano esos manuscritos del Diario, el hecho de poder perderme en su letra original, en todas sus anotaciones y remiendos incontables, todo lo cual no hubiese sido posible sin el respaldo de este ilustre Ayuntamiento -con el empuje y entusiasmo personales de su alcalde, don Fernando Clavijo- y sin el apoyo notable de Ediciones Idea. Sin ambos soportes, ese caudal de vida enmarcada en viejos folios, tersos por el paso de los siglos, no se habría convertido en lo que hoy es una publicación ágil, al alcance de todos, práctica... y todo viendo la luz, como hemos dicho, en el mejor marco imaginable: ese antiguo Cabildo que fue su segunda casa, donde Anchieta traducía en gestos y en opiniones todo su fervor por Tenerife, por La Laguna, por su gente.

          En esa línea de factores curiosos hemos de afirmar que, aunque la existencia de diarios de tipo personal aporta siempre una oportunidad privilegiada para acercanos al pasado, al ayer, a esos secretos que habría sido imposible descubrir por otros cauces, es muy difícil encontrar testimonios de ese tipo en nuestro patrimonio documental. Esta clase de material nos permite tener acceso a esa vertiente desconocida, subjetiva y crítica de un individuo que vive en una determinada época, con una interesante ojeada a esa faceta humana que en todo momento aporta constantes registros sobre los valores y reglas de la convivencia de siglos pasados. En las páginas de un diario íntimo el protagonista, su autor, se desprende de todo ese conjunto de formalismos presentes en toda obra impresa y habla llanamente, con sus expresiones y su lenguaje cotidiano, plasmando además sus ideas, sus temores, de una forma intensa y sincera, con la intención de perpetuar en el tiempo sus convicciones, sus anhelos y sus metas.

          No es fácil, como decimos, encontrarse con registros históricos de este calibre, y no hablamos solo del ámbito canario ni peninsular sino incluso universal. Este matiz y esta circunstancia avalan que el diario del regidor don José Antonio de Anchieta y Alarcón sea una auténtica joya, al tiempo que una de las fuentes más aprovechadas y utilizadas por parte del colectivo historiador que ha estudiado la historia de La Laguna y, en líneas generales, la historia de Tenerife en el siglo XVIII. Su carácter peculiar, incluso familiar, así como la tremenda variedad de materias y temáticas que toca en sus apuntes lo han convertido en un auténtico vademécum de referencias, una cita que podríamos afirmar como obligada para toda investigación que quiera hundir sus raíces en el Setecientos tinerfeño.

           En este punto debemos afirmar que en el último siglo han sido muchos los intentos por reunir este conjunto de factores que rescatasen la voz de Anchieta y Alarcón, esa voz que decimos que debe escucharse en la memoria callada de estos muros, una voz que permanecía en silencio y que únicamente había llegado a nosotros a través de fragmentos de su testimonio rescatados por estudiosos de la talla de don Manuel de Ossuna Saviñón, don José Rodríguez Moure, don Buenaventura Bonnet Reverón, don Leopoldo de la Rosa Olivera o don Luis Diego Cuscoy, entre otros... Mi propósito al acometer este trabajo ha sido reintegrar a su origen, devolver al discurso intelectual y a la vida, la memoria, la huella y el legado de un cronista en mayúsculas del ayer de esta encantadora ciudad. Ese cometido lo he intentado efectuar desde la admiración y el reconocimiento más sinceros hacia este personaje y hoy, ante ustedes, puedo afirmar que este diario personal es una obra que trasciende su notable valor histórico para alcanzar a tocar las fibras íntimas de nuestra vertiente humana y familiar.

          Sin embargo, desde la distancia que me otorga el conocer todo su legado y con tan solo un breve repaso a la realidad del mismo, se advierte que la Historia en mayúsculas y sus valedores en Canarias no han sido lo suficientemente agradecidos con el testimonio de Anchieta. Su Diario ha sido revisado una y otra vez por un gran número de estudiosos e historiadores, entresacándose de su contenido múltiples e interesantísimas referencias que se han constituido en auténticos paradigmas dentro de diferentes ámbitos de estudio. A pesar de ello, su nombre, el nombre de Anchieta y Alarcón, no figura entre los cronistas principales de Tenerife. Como prueba de lo que digo puedo aportar que, por ejemplo, la primera cita conocida de los habitantes de Santa Cruz de Tenerife bajo el apelativo de "chicharreros" proviene de este Diario que hoy tienen en sus manos; que las mejores noticias sobre las plagas de cigarrón que asolaron los campos tinerfeños en aquel siglo nacieron de la pluma de nuestro Anchieta; y que algunas de las referencias más antiguas que existen sobre los Carnavales (que mañana mismo tenemos encima) descansan en estas páginas.

          Las causas que pudieran explicar este agravio deben buscarse en la propia naturaleza del Diario de Anchieta y Alarcón, víctima de su propio destino al haber llegado a la biblioteca de la Universidad de La Laguna desde el convento de San Agustín en un estado totalmente desordenado, con una encuadernación facticia que no solo ha perpetuado ese aparente caos sino que ha desanimado a multitud de estudiosos para afrontar su publicación. Las páginas del Diario reunían apuntes inconexos, en ocasiones auténticos caos que quizá solo podían ser comprendidos por el propio autor, y todo ese conjunto de referencias adolecía de ese rigor cronológico para que se convirtiese en un testimonio fiel y valioso tanto de procesos cotidianos como de momentos trascendentales del pasado.

          Junto a esta tarea de ordenación de su contenido era a todas luces igualmente necesario luchar de forma firme contra esa mirada negativa o pesimista sobre el contenido del Diario, un Diario que se diferencia muchísimo de los parámetros usuales de este tipo de literatura y que sin duda también ha dado pie para su arrinconamiento. Las páginas personales de Anchieta deben ser leídas atendiendo de forma preferente a extraer ese componente personal, ese «tuétano» de costumbrismo, de mensaje sociológico y de identidad que guardan. Detrás de ese sinfín de anotaciones rutinarias o sencillas se esconden múltiples detalles de un valor impresionante -solo a la espera de una lectura sosegada e inteligente-, y puedo asegurarles que las palabras de Anchieta no les dejarán indiferentes y les asomarán a una realidad del siglo XVIII que está muy alejada de lo que actualmente pensamos, en un reflejo incalculable de ese ayer de hace casi trescientos años.

          Entrando en el propio germen del trabajo, he de reconocer que la labor para acabar con ese lastre negativo no ha sido fácil... Aparte del laborioso proceso de transcripción, con una base de letra humanística que no dejaba de cambiar de estilo, forma, tamaño o intensidad según pasaban los años de vida de Anchieta, las páginas del diario estaban repletas de anotaciones en los márgenes superior, inferior o en los laterales, entre líneas, en el revés de los folios, en cualquier rincón donde pudiese escribir…, con una tinta que por momentos desaparecía… Vamos, una transcripción integral que nos ha obligado a varias revisiones para certificar la mejor de las lecturas.

          Tras esa fase siguió la de numeración y clasificación de todos y cada uno de los apuntes resultantes, ordenando el material suplementario (listados, cartas personales, citas de libros, cuentas de gastos…) para una publicación posterior. El siguiente paso fue si cabe aún más exigente: se trataba de la ordenación cronológica de dichos textos, ya que muchos apuntes habían llegado a nosotros desordenados, sin fechar, tan solo indicando en ocasiones el día de la semana o el santoral de esa jornada y para ello tuvimos que echar mano a los calendarios perpetuos... y a nuestra paciencia.

          Con todo, este impresionante caudal de referencias, acumuladas en casi 2.600 apuntes independientes, algunos de ellos compuestos por varios folios mientras otros solo ocupaban una sencilla línea, no tendrían valor ni serían accesibles sin la presencia de unos índices que casi podría definir como integrales, que serían la llave para acceder al contenido. Quien les habla reconoce que ambos elementos (por un lado, las fechas, y por otro, los temas tratados en los apuntes) son la auténtica columna vertebral de este Diario. Como historiador y como lector sé que esta no es una obra de lectura continua, y que descansa en buena manera en ese índice donde poder acudir a la busca y captura de esas referencias, de esos datos ansiados para los investigadores y estudiosos... Esa y no otra ha sido nuestra motivación para haberle dedicado una atención preferente a los índices onomástico, toponímico y de materias. Este último, de materias, ha sido efectuado incluyendo no solo los términos sustantivos de posible interés (tales como los vocablos "mesa", "trigo", "ventana" o "altar", entre infinidad de muchos otros) sino los verbos, acciones y elementos que pudieran interesar a todo aquel que se quiera acercar al Diario desde cualquier parcela del estudio humano. Por ejemplo, si alguien tiene interés en conocer las costumbres de descanso de Anchieta solo debe buscar los vocablos "soñar" o "dormir" en este índice para tener cumplida noticia de los apuntes donde se habla sobre ese aspecto.
Justo en este punto quisiera diferenciar de manera clara la realidad de este Diario (objeto de nuestra publicación actual), conformado hoy en día por dos tomos encuadernados y propiedad de la Biblioteca Universitaria de La Laguna, respecto de los conocidos como Cuadernos de citas, seis volúmenes (sobre un original de ocho) que guardan infinidad de apuntes de todo tipo, en su mayoría genealógicos, cuadernos de propiedad particular y material que será objeto de una próxima edición que complementará la de este Diario.

          Entrando ahora en los "puntos fuertes" o fortalezas de esta obra quisiera incidir en el hecho de que este conjunto de referencias reunidas por Anchieta y Alarcón, al haber sido ser escritas en un lenguaje cotidiano y exquisitamente íntimo, se configura asimismo como un auténtico tesoro gramatical para todo estudioso del lenguaje castellano practicado en las Islas a lo largo del siglo XVIII. En esta edición hemos sido exquisitamente veraces y fieles al esquema gramatical de Anchieta, tan solo actualizando su ortografía y la puntuación para agilizar la lectura de los textos. El legado que nos brinda este cronista con su riqueza semántica, con momentos en los que asoma su acento tradicional canario, son una auténtica delicia para el lector.

          Todo el Diario, como decimos, es una fuente inagotable de testimonios antropológicos, en ocasiones con valiosas referencias hacia costumbres perdidas, como la de "ir a la amiga", "echar saetas", "echar hilos de compadres", "hacer membrilladas", "quitar el millo" o "irse a dormir a las eras". A través de los apuntes de Anchieta observamos multitud de otras útiles referencias, entre las que destacamos que uno de los lugares de la casa de charla usual, o al menos, de reunión cotidiana eran las ventanas de las viviendas; que asomarse "a ver la luna" parece que era uno de las costumbres predilectas para las noches de verano laguneras; y que la música, los naipes y los bailes no eran ajenos al ayer de Aguere.

          Otra de las características interesantes y únicas de este Diario de José Antonio de Anchieta y Alarcón, muy difíciles de encontrar en cualquier otro tipo de soporte documental, incluso personal, ya que son producto de un carácter muy inquieto y observador, lo constituyen las descripciones físicas que realiza sobre multitud de diferentes personajes de su tiempo.  En unos casos no duda en comentarnos que un fraile "era gordo, muy blanco, no muy alto y muy afable, y en todo muy buen hombre", sino que se aventura a decir de otro que "era muy pequeño de cuerpo pero de muy razonable eco de voz. La barba, algo cana y el rostro de muy buen tamaño y presencia. Andaba descalzo con un pedazo de cuero por encima; el hábito, remendado. Era muy despierto y andaba muy aprisa", "no decía misa pero era muy sencillo; dormía vestido sobre cualquier banco".

          Todo este conjunto de descripciones, que suman casi el centenar largo de perfiles, viene acompañado, como era de esperar, por un sinfín de apodos a cual más curioso: “Espanta ratones”, “Macarandón”, “Parterrecio”, “Fandango”, etc…

          Todas estas consideraciones que he ido desgranando apoyan esa creencia que he querido transmitir desde el principio: el Diario de Anchieta es una obra diferente, a todas luces valiosísima por su carácter inusual, y su contenido va más allá de su valor meramente histórico -que lo tiene, y mucho- para pulsar las teclas de nuestra sensibilidad.

          Finalmente, en el apartado de agradecimientos, es de justicia y lógica que cite en primer lugar a la Biblioteca Universitaria de La Laguna, institución que guarda con especial cuidado en su Fondo Antiguo el original manuscrito de este Diario de Anchieta, y de manera personal, a su director, D. Gonzalo Rey Pinzón, y a las responsables de los Fondos Especiales y Antiguo, María Luisa Morales Ayala y Paz Fernández Palomeque respectivamente, por su trato para conmigo y especialmente por la calidad y eficacia de su trabajo profesional.

          A renglón seguido no puedo dejar de manifestar mi agradecimiento más sincero al Ayuntamiento de La Laguna, en especia a través de su alcalde, D. Fernando Clavijo, por patrocinar de forma tan intensa y sincera la edición de esta joya de Diario. Estoy seguro que estos dos tomos darán a la ciudad un ápice de excelencia al esconder en sus páginas multitud de secretos, de noticias, de datos sobre sus edificios, sus rincones y sus personajes más relevantes.

          A Ediciones Idea (con D. Francisco Pomares al frente) mi reconocimiento de enorme gratitud por apoyarme sin condiciones en todo momento para hacer realidad esta edición. Soy consciente de las enormes dificultades que vive actualmente el mundo editorial y ese apoyo incondicional ha sido y es un tesoro.

          Por supuesto, palabras de sincera reverencia hacia los profesores Manuel de Paz Sánchez y Rafael Padrón Fernández por haber confiado en mi trabajo para que ahora se convierta en una realidad en papel. Al primero de ellos, Manuel de Paz, agradecerle el entrañable prólogo que ha escrito como prefacio para este trabajo, y al segundo, Rafael Padrón, darle mi sincero agradecimiento por su labor de revisión y corrección del Diario en su camino a la imprenta, en una labor digna de un auténtico escultor de la edición y del lenguaje.

          En un ámbito más personal, agradecer el apoyo continuo de todos mis amigos, compañeros y conocidos, muchos de los cuales hoy me acompañan en esta presentación, a quienes he hecho testigo y parte en cierta forma de los avatares de este libro. Que sepan que este trabajo en gran parte les pertenece porque esos amigos, todos y cada uno de ustedes, esa familia elegida por el corazón y la costumbre, la que rodea a uno en el día a día, es el principal remanso de paz para que una persona como yo pueda trabajar en lo que le apasiona.

          Por último, en la esfera más íntima que conforma el paisaje de mis desvelos e inquietudes, darle las gracias a mi tía Angélica por venirse desde Gran Canaria solo a verme, y expresar el testimonio de afecto más grande a quienes llevo siempre dentro, a quienes tengo más cerca, a mis queridos padres, Cristina y José Luis, a quienes soy consciente de que estaré en deuda perpetua para darles siquiera la mitad de todo lo que me han brindado con su ejemplo, su amor y sus valores como equipaje para esta increíble vida. Para los dos, la dedicatoria de este trabajo; para ustedes, mi agradecimiento por su asistencia y su apoyo.

         Buenas noches y muchísimas gracias.

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