Presentación del catálogo de la exposición "Entornos" de Delia Mireles

A cargo de Ana María Díaz Pérez (Club Prensa Canaria, Las Palmas de Gran Canaria, el 20 de noviembre de 2007).

 
Delia Galindo Mireles. Entre la Medicina y el Arte

           A lo largo de los siglos, las páginas de la Historia del Archipiélago Canario se han enriquecido con  biografías de profesionales de la medicina que han abordado otros campos del saber, tal es el caso, por citar un par de ejemplos que vienen en estos momentos a mi memoria, de dos relevantes figuras, en primer lugar, en el siglo XIX,  el lanzaroteño don Tomás Zerolo Herrera, grabador, escultor, y el primer médico de una renombrada saga de facultativos, y,  posteriormente, el lagunero don Carlos Pinto Grote,  Premio Canarias de Literatura (1991) y eminente galeno en el complicado mundo de la psiquiatra durante varias décadas de la centuria pasada, no obstante, seguimos disfrutando de su facilidad de expresión en el foro intelectual de Las Islas.

          Entre el grupo de médicos-artistas de estos primeros años del siglo XXI, nos ocupamos hoy de la neurocirujana y pintora, Delia Galindo (Telde, Gran Canaria, 3 de julio de 1952), quien al igual que prefiere responder por su segundo nombre de pila, también decidió que su quehacer en el marco de la plástica sea conocido por su apellido materno, Mireles, el cual se registra en Gran Canaria a raíz de la Conquista, mientras que la Heráldica lo representa, según un estudioso de esta Ciencia, don Lino Chaparro D´Acosta, “en campo de plata, una estrecha, de gules”.

          Analizar la obra de la artista Mireles en pocas líneas no es una tarea fácil, si tenemos en cuenta que su producción pictórica individual (anteriormente ha participado en exposiciones colectivas, a partir de 1998), desarrollada en breve espacio de tiempo, es, cuando menos, digna de admiración, pues tan sólo un par de muestras, “Hedonismo siglo XXI” y “Ambientes” anteceden a esta tercera,  que presenta, bajo el título “Entornos”.  A grandes rasgos  podemos observar distintas peculiaridades que  caracterizan su trabajo.

          El motivo que inspira a esta pintora teldense es el paisaje urbano cosmopolita por fuera y por dentro, de manera que guarda en la retina todas aquellas imágenes que le llaman la atención durante los viajes, al objeto de fijarlas en sus cuadros, en los que podemos vislumbrar desde los rascacielos neoyorkinos, pasando por distintos bares y restaurantes localizados en su isla natal, de la que se aleja para visitar los del vecino continente africano, concretamente alguno de Marrakech, hasta  hacernos llegar a algún otro de los situados en la  Plaza Roja de Moscú, e incluso nos introduce en el de un trasatlántico; los centros comerciales, en esta ocasión matritenses y tinerfeños, así como hoteles de países del Este tampoco están ausentes en sus creaciones.

          La autora de la muestra que hoy se inaugura huye de la abstracción, de modo que sus pinturas nos mantienen en la realidad cotidiana, haciéndonos participar  de la colectividad humana que transita por las calles, o de la que se halla en el interior de uno de esos restaurantes, charlando al tiempo que disfruta de la bebida y de la comida; sin embargo, no se le escapa la soledad, que transmite una joven pensativa que contemplamos en una mesa próxima al antedicho grupo. Retrata a hombres y mujeres, familiares o amigos, desdibujando sus rostros en algunos casos, aunque sin llegar a desvirtuarlos, lo que permite reconocerlos a primera vista; sirva de paradigma la imagen de su esposo, el traumatólogo don Sebastián Rodríguez Hernández, en el que no sólo captamos sus facciones, sino también su habitual postura  mientras permanece sentado.

          La grancanaria Mireles profundiza aún más, descubriéndonos, de un lado, la intimidad de la habitación de un establecimiento hotelero de Lanzarote, al mostrarnos un cuerpo masculino en el instante en que se ducha, y, de otro, abundando en el detalle; así pues, de total acuerdo, en ésta y en otras cuestiones, con la opinión de los que me han precedido en anteriores inauguraciones, los Sres. Hodgson Ravina, Celestino Hernández y Arozarena Doblado, la minuciosidad es una constante que deja patente en elementos arquitectónicos, del mismo modo que en el interior de esos comercios,  cuyas cristaleras se reflejan en el pavimento, relegando a un segundo plano las estanterías y los productos que están a la venta, en los precios de los zapatos que se exhiben en el escaparate de una tienda de S/C de Tenerife, ciudad en la que Delia reside, en las etiquetas que indican los gélidos sabores de una heladería de Montecarlo, etc…, pormenores éstos últimos que, salvo excepciones, la vista percibe, pero no logra leerlos.

          Se trata de una pintura figurativa de alegre cromatismo, en la que respiramos tranquilidad, a pesar de que, en determinadas escenas, la población se desplace hacia uno y otro lado en lugares de por sí bulliciosos, como el conocido Covent Garden, en la capital británica, acordándonos entonces del plácido carácter de su creadora.

          Por último, en lo que respecta a la técnica utilizada, emplea acrílicos y óleos, juntos o por separado, sobre lienzos de variadas dimensiones; así los de menor tamaño no descienden de los 45 cm., en tanto que el mayor, en el que aparece la londinense estación de trenes Victoria, se aproxima a los 200 cm.

          Sin lugar a dudas, Delia supone una gran aportación a la línea investigadora acerca de los galenos-artistas, porque si echamos una mirada retrospectiva, podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la mujer ha escaseado en el panorama artístico, y, aunque, si bien es verdad que en los últimos tiempos ha aumentado esta nómina (doña Eva Fernández, ya desaparecida, doña Lola Massieu, doña Elizabeth Friend, etc…) es mucho más escueta todavía la relación de féminas que a la vez se hallan inmersas en el contexto sanitario.

          En definitiva, la labor de la autora de esta exposición, consiste en que el cerebro de la Dra. Galindo, órgano que ella conoce perfectamente, en su estructura y en sus funciones, da la orden a la pintora Mireles para que con los pinceles traslade a la tela las emociones y sensaciones que el alma de Delia, médica y artista  al unísono, experimenta.

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