Presentación de la conferencia audiovisual "María Mérida, cantante" de don Rodrigo F. Díaz Machín

A cargo de Ana María Díaz Pérez (Salón de Actos del Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos el 23 de noviembre de 2005).


                   Dignísimas autoridades, Excma. Sra. Dª María Mérida, Iltmo. Sr. Vicedecano de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna, Sr. Presidente del Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos, Sres. Colegiados, Sras.y Sres, Estimados Amigos.

          En la proyección que acabamos de ver, la número 23 de las realizadas por su autor, se aúnan una tierra y dos de sus hijos: El Hierro, doña María Mérida y don Rodrigo Díaz, por consiguiente, encierra unas connotaciones especiales: Primeramente, porque tiene como base a la bellísima Isla de El Hierro, un espacio que presenta peculiaridades geográficas que la distinguen, y que hacen su reducida superficie grande en el sentimiento.

          En segundo término, en este audiovisual la biografía que se ha analizado, es la de una herreña de gran relevancia, la de doña María Mérida, ya que con su peculiar forma de cantar ha dado a conocer, por los cinco continentes, una de nuestras señas de identidad, la música folclórica, dejando el pabellón de Canarias muy alto, logro mucho más meritorio si tenemos en cuenta que en su época la condición de mujer hacía mucho más difícil que tocara la cumbre y tan dignamente como ella la ha alcanzado. En esta disertación su comunicador ha sabido sintetizar muy bien su dilatada labor y en breve tiempo ha efectuado un recorrido por su niñez, su juventud, su madurez, con sus alegrías y sus penas, pasando por su formación vocal y sus éxitos, hasta llegar a la actualidad, en la que nos encontramos con una canaria fuera de serie, que constituye todo un referente para los estudiosos y los melómanos de esta parcela musical.

          Es obvio, que nada puedo añadir que el señor Díaz Machín no haya comentado, no obstante, quisiera destacar aquellos aspectos más importantes de su dilatada trayectoria profesional y, paradójicamente, menos conocidos, así pues, ha sido la primera mujer canaria que grabó un disco, estuvo en el legendario Hollywood donde se relacionó con afamados artistas, está en posesión de merecidos galardones, sirvan de paradigma, la flor tinerfeña por antonomasia, la Violeta del Teide, el albino y ciego crustáceo lanzaroteño, el Cangrejo de los Jameos del Agua y, cómo no, el herreño árbol sagrado que destilaba el cristalino líquido por sus hojas, el Garoé de Oro, mas todos estos premios desembocan en los dos de mayor prestigio, el Premio Canarias y la Medalla de la Orden de las Islas Canarias, sin olvidar que esta distinción lleva aparejado el nombramiento de Excma. Sra., una dama a la que el tiempo no ha borrado los rasgos más expresivos de su bello rostro canario, por citar alguno de ellos, su viva mirada, figura y personalidad que el escultor Medín Martín ha perpetuado en un busto. Podemos asegurar, sin lugar a dudas, que doña María Mérida ha sido profeta en su tierra.

          En tercer lugar, el autor de ese trabajo es un herreño que ama profundamente su patria chica, don Rodrigo Díaz Machín, el cual ha venido desarrollando un ingente quehacer, consistente en un catálogo de documentales inmersos, preferentemente, en las distintas facetas del mundo del Arte, acercándonos, de esta forma, a unos cuantos personajes que han destacado en el campo de la arquitectura, de la escultura, de la pintura o de la música, de este último apartado ha dado hoy sobrada muestra, al relatarnos el interesante perfil biográfico de la señora Mérida. Pero, además, esta tarea ha coincidido con su jubilación en la Seguridad Social, por supuesto, anticipada, y es por todo lo expuesto, y también como muestra de gratitud a nuestra invitada de honor por hacernos vibrar con su extraordinaria cadencia musical, por lo que hemos decidido convertir al biógrafo en biografiado, con el fin de tributarle nuestro exiguo reconocimiento por difundir distintos aspectos de nuestro acervo cultural a lo largo de más de tres décadas, ya que como investigadora valoro en gran medida, porque sé el esfuerzo que ello conlleva, la ardua labor de realizar una tarea de estas características, máxime cuando los datos recopilados se aúnan en un soporte audiovisual, y, por si fuera poco, el texto va acompañado de sublimes pensamientos que invitan a la reflexión.

          Retrocedemos en el tiempo para trasladarnos a la primera mitad del siglo XX y a la Isla del Meridiano. Aquí hallamos, de un lado, a don Ramón Díaz Gutiérrez, que tras instruirse en la Academia de Infantería de Toledo, desempeñó la profesión de juez militar, y, de otro lado, a doña Esther Machín Sánchez, única hija de doña Manuela Sánchez Ávila, renombrada maestra y muy apreciada, de la que debemos destacar, por ser algo insólito para la época, que estudió magisterio en la parisina Universidad de La Sorbona.

          Ambos jóvenes, Ramón y Esther, sintieron una mutua atracción y llegó el momento en que decidieron contraer matrimonio; fruto de esta unión fueron cinco bebés: el 1º Esther, el 2º Manuela, a la que llaman cariñosamente Malela, el 3º Octavio, el 4º Rodrigo y el 5º Concepción, más conocida por Conchi.

          Rodrigo Díaz Machín nace, como ya hemos apuntado  en la capital de la Isla de El Hierro, Valverde, el 18 de julio de 1945, día y año coincidentes con dos hechos que marcaron la Historia contemporánea de nuestro país y del mundo, respectivamente; el 18 de julio, por coincidir con el pronunciamiento militar que inició la fratricida Guerra Civil Española; el año 1945, fecha jubilosa puesto que se firmó el armisticio que puso fin a otro suceso bélico, la Segunda Guerra Mundial.

          Transcurrido casi un año, el 13 de julio de 1946, el recién nacido recibió las aguas bautismales en la Iglesia de Ntra. Sra. de la Concepción de la capital de la Isla, imponiéndosele los nombres de Rodrigo Federico.

          A medida que crecía, el niño iba adquiriendo una formación integral que le proporcionaron tres personas: su abuela materna, que fue la encargada de enseñarlo a leer y a escribir en la escuela que había abierto en Valverde y a la que su nieto acudía a diario; a su padre debe el haberlo educado en la responsabilidad en sus estudios, haciéndole comprender tanto a él como a sus hermanos que el cumplimiento del deber debía ser el principal objetivo para labrarse un futuro profesional, mientras que de su madre heredó el gusto por las actividades artísticas y las letras, ya que era una señora muy activa a la que le cautivaban la poesía y la filosofía.

          Aquella criatura vivió una infancia tremendamente feliz en su Isla natal, tanto es así, que cuando en octubre de 1953, su familia decidió fijar su residencia en Santa de Tenerife, este cambio supuso para el pequeño, que contaba entonces ocho años de edad,  una constante añoranza de su patria chica por los imborrables recuerdos de esa tierna etapa de su existencia allá vividos.

          En el mencionado año, ya en Tenerife, sus padres lo inscribieron en el Colegio de San Ildefonso, en el que cursó los distintos niveles educativos hasta concluir en 1963 el Bachillerato Superior y un año después el Preuniversitario; a continuación, Rodrigo, que ya tenía claro lo que quería ser en la vida, se matriculó en la Escuela de Aparejadores de la Universidad de La Laguna, obteniendo en 1970 el título de Arquitecto Técnico en Ejecución de Obras con la calificación de notable, de la misma manera también descolló su proyecto de fin de carrera, al haber sido distinguido con el número 1 de su promoción, inscribiéndose luego en el colegio en el que nos encontramos, del que es miembro, con el número 515, desde 1971, hace ahora 34 años, por consiguiente, tiene en su haber la medalla de plata que es impuesta al cumplir los 25 años de profesión.

          De aquellos años de estudiantes, cuando yo apenas era una adolescente, recuerdo las asiduas y conjuntas entradas y salidas de nuestra casa de tres jóvenes que no eran otros que Rodrigo Díaz, Norberto Méndez y, mi hermano, Antonio Díaz, a los que oía hablar de los contenidos de materias tan difíciles como la geometría descriptiva, terrible asignatura muy temida por el alumnado, en tanto que otras veces los pude observar atareados preparando sus individuales proyectos para terminar la carrera; el frecuente trato de compañeros se tornó en amistad, una relación que se forjo en los años sesenta de la centuria pasada y que en la actualidad perdura.

          Pero llegó el momento en el que Rodrigo además de ocupar su mente con su inspiración, llenó su corazón de    romanticismo y tras un noviazgo de cuatro años, el 6 de junio de 1976, en el santacrucero templo de San Francisco de Asís se celebró el enlace matrimonial de Rodrigo y su prometida Elisa Thovar Gómez de Agüero, quienes agasajaron a los invitados en el agradable y sosegado marco de los jardines del Hotel Mencey, boda y banquete nupcial de los que fui fiel testigo y de los que conservo una grata memoria, en grado superlativo, del agradable y divertido ambiente. No obstante, sería injusto por mi parte no mencionar a Elisa, mujer de gran entereza, pero capaz de respirar las más hondas emociones en su interior, porque en ella tiene Rodrigo una leal esposa y un pilar fundamental, contando siempre con su incondicional apoyo en cualquier iniciativa.

          Hombre polifacético, a finales de la década de los setenta inicia una trayectoria en la que dedica las horas de ocio a otros menesteres, de modo que participa (1978) en la I Muestra de Expresión Plástica organizada por el COAAT en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife; a mediados de los ochenta (1985) se le concede un accésit en el Concurso de Postales Navideñas, obteniendo el primer premio en una convocatoria posterior, la de 1987. En su afán de superación, ese mismo año se especializa en “Vaciado y Moldeado”, al concluir esta clase de estudios en la Escuela de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos. Su dinamismo es una constante y una vez que adquiere unos saberes, los encadena con la asimilación de otros, así que, un par de años más, en 1989, y concluye el Master de Rehabilitación de Edificios, impartido por el Primer Centro Docente de Las Palmas de Gran Canaria, otorgándosele la nota de Sobresaliente Cum Laude.

          Si los Ochenta fueron activos los Noventa no fueron menos. El 18 de abril de 1992 lo encontramos en Cuba, en cuya capital presentó en el Seminario Internacional sobre Rehabilitación Urbana y Arquitectónica, una ponencia audiovisual acerca de la Cala del Tamaduste del Hierro. De 1992 a 1995 se hizo cargo de la dirección de obras, junto a don Ángel Farinós Said, del nuevo Palacio de Justicia de la capital tinerfeña; en ese contexto de devolver a su estado primitivo la estructura interna y la fachada de las construcciones, en los primeros años del nuevo siglo y milenio (2000-2002) se ejecutó su proyecto de Rehabilitación de una Casa Canaria para albergar la sede del COAAT de Valverde.

          Actualmente está estudiando Filosofía en la UNED, lo que no sólo demuestra su tenacidad en abordar otros conocimientos, sino también la herencia genética materna al interesarse por esta disciplina que tanto atraía a su progenitora.

          Rodrigo pone el máximo empeño en todo lo que hace, tanto es así, que lo mismo traza los planos de un proyecto, que elabora una conferencia, en definitiva, es un hombre que compagina una parcela con la otra, es por ello, que en el apartado histórico-artístico su creatividad se ha plasmado, desde 1974, en una serie de interesantes audiovisuales; inició el periplo en Asia, concretamente  en Japón, y a partir de esa fecha la producción ha sido imparable, dedicando su tiempo libre a examinar la labor de personajes de la talla del dibujante a plumilla don José González Falcón, del escultor don Eladio de la Cruz, del fundador del colegio en el que nos hallamos, don Joaquín Amigó de Lara, del caricaturista don Harry Beuster, etc...; en otras ocasiones, se ha referido a su querida Isla de El Hierro, unas veces, denunciando aquellas cuestiones que la perjudican, y, otras, exaltando su arquitectura; además, debemos hacer hincapié en que siempre se las ingenia para dedicarle unos párrafos en todas sus producciones en señal del valor que para él encierra; pero todo esto va más allá, de manera que Rodrigo cruzó el Atlántico y efectuó un recorrido por las 19 Naciones Hispano-Americanas, de esta forma en Argentina nos condujo hasta los descendientes y la obra del arquitecto, fallecido en plena madurez, don Fernando Lecuona de Prat.

          Analiza cada asunto con rigor, con minuciosidad y con elegancia en la redacción, sin embargo, como ya hemos apuntado, es crítico cuando tiene que serlo, sirva de ejemplo su exposición bajo el epígrafe “Antonio Torres (El olvido de un pintor tinerfeño)", en la que reveló la desidia de los responsables de la conservación de nuestro patrimonio, mientras que se emociona cuando sus sentimientos así se lo dictan, sobresaliendo entonces una de las cualidades más preciadas de un ser humano, su sensibilidad.

          La faceta de conferenciante ha sido ya valorada por distintos grupos, de tal manera que la Asociación de Vecinos “Luz y Vida” del Barrio de El Toscal lo designó “Toscalero de Honor” en 1997, y más tarde, en marzo de 2002, el Club de “Montañeros de Nivaria” le hizo entrega de una distinción por sus aportaciones a nuestra cultura.

          Esperemos que a partir de ahora nuestro biografiado, se dedique a todo aquello que había postergado por falta de tiempo, y continúe efectuando estas realizaciones, porque como le manifestaron sus compañeros, el 22 de julio pasado en el Hotel Mencey, con motivo de haber dejado atrás su actividad cotidiana, no se trata de una despedida, sino simplemente de la finalización de una de las etapas, y de la continuación o el inicio de otras; en este aforo brotaron muestras de afecto, a las que el homenajeado correspondió con una magnífica glosa sobre la amistad, en la que afloró su vena filosófica y literaria; en ese sentido, puedo afirmar que Rodrigo es un buen amigo, siendo su trato afable, cariñoso, abierto y familiar, al igual que el de su señora, aunque nos encontremos después de haber permanecido en la distancia temporal por diversas circunstancias, en síntesis, son siempre Rodrigo y Elisa.

          Clausurar un acto cultural de estas características constituye para mí un placer, pero si el contenido se refiere a una cantante de excepción y a la primera fémina biografiada en una serie de documentales, cuyo artífice es una persona a la que me unen grandes lazos de amistad, pues, supone, además de una satisfacción, un orgullo.

          Para concluir quiero expresar mi agradecimiento a la Excma. Sra. doña María Mérida por compartir esta noche su intimidad con nosotros y por habernos legado una colección de canciones interpretadas con la maestría de su privilegiada voz; al Iltmo. Sr. Vicedecano de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna y gran amigo, el Doctor don Gerardo Fuentes Pérez, por haber hecho un hueco en su apretada agenda, al objeto de aceptar nuestra invitación, ya que su presencia prestigia este encuentro, no solo como autoridad académica universitaria, sino también como indagador en la Historia del Arte; al mismo tiempo deseo manifestar mi gratitud a este Colegio de Aparejadores y Arquitectos Técnicos por su acogida, en especial a su Presidente por el apoyo incondicional a esta clase de eventos, y, en particular, porque yo, que no pertenezco a este colectivo, me encontré con todo un caballero, dialogante, sencillo, muy cercano a sus colegas y a sus congéneres, comedido y sereno, tranquilidad que transmite a su interlocutor; asimismo, mis más sinceras gracias a Elisa, porque confieso que sin su complicidad y estrecha colaboración hubiese sido imposible escribir estas líneas en un corto espacio de tiempo, puesto que me facilitó un dossier con el que pude reconstruir esta semblanza de su marido; y, por último, me resta únicamente felicitar a mi amigo Rodrigo Díaz Machín por su brillante y entrañable disertación y dedicarle el siguiente pensamiento que una vez leí y que aplicado a su persona dice así: “cuando estabas en activo trabajabas para vivir, ahora que estás prejubilado, vives para trabajar”.

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