El Mando Económico

Pronunciada por Emilio Abad Ripoll (mayo-junio de 2006 en el Casino de Tenerife -Santa Cruz de Tenerife- y la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria -Las Palmas-).


          Hace poco leí una frase atribuida a Cicerón que reza así: “Si ignoras lo que ocurrió antes de que tu nacieses, siempre serás un niño”.

          Ello me hizo pensar que, para Cicerón, uno siempre sería un niño, ¡pues son tantas las cosas que sucedieron antes de que yo naciera y que desconozco! Naturalmente no hay que ser maximalista y tomar aquella frase al pie de la letra, sino aplicarle el sentido que, seguramente, quiso darle don Marco Tulio, y que se corresponde con una de las quejas que expresé en la charla que, por estas mismas fechas y el mismo motivo, pronuncié el pasado año: Hay que conocer la Historia, empezando por la de la familia de uno, la del lugar donde se nace y donde se pace y la de la Patria a la que se pertenece. Y si sobra tiempo, o si se tiene más capacidad que la media, la del resto del mundo.

          Entonces, para no incurrir en el defecto o el error que reconvenía el escritor romano, y en el que parecen refocilarse los planes de enseñanza en España desde hace varias generaciones, vamos a hablar un poco de la Historia de algo que tenemos muy cercano. Vamos a hablar de nuestro Archipiélago y de su relación con Organismos y Unidades de nuestros Ejércitos, que han estado o están de guarnición aquí y que, cuando hizo falta, defendieron la españolidad de estos roques; que contribuyeron, y contribuyen, al bienestar y la tranquilidad de sus habitantes y echan una mano en lo que se les solicite, como, por ejemplo, estos días en la acogida de los pobres inmigrantes ilegales que llegan a nuestras costas. Vamos a hablar, pues, de cosas fundamentales para la Historia de Canarias, que ocurrieron cuando algunos de los que estamos aquí esta noche “ya habíamos nacido”, y que, sin excusa, debíamos conocer, o, a lo peor, conocimos y olvidamos. En todo caso, merece recordar lo que sucedió. Y para los que no habían nacido entonces, a aplicarse la frase de Cicerón si no quieren seguir siendo, como el cursi de Peter Pan, niños toda su vida.

          Lo saben ustedes; para eso han venido. Vamos a hablar del Mando Económico de Canarias (MEC).

La situación histórica

          Quiero empezar diciendo que en los tiempos recientes no es la primera vez que se habla del MEC. El Centro de Historia y Cultura Militar (CHCM) de Canarias organizó el año 2001, cuando lo dirigía el Gral. Santos Miñón, un ciclo de conferencias en la Universidad de La Laguna (ULL) -y creo recordar que también se impartió alguna en La Palma- bajo el título general de “Canarias en la Segunda Guerra Mundial. Capitán General García-Escámez”. Aquellas 12 conferencias se recopilaron en un libro que editó el CHCM en colaboración con la Universidad de La Laguna, y versaban sobre temas tan variados como las Artes, la Arquitectura, el Cine, la Música, la Iglesia, la Medicina, la Economía, la Sociedad, la Geopolítica y la Política nacional y la personalidad de García Escámez. Eché de menos entonces un apartado dedicado a la Defensa, pero ese hueco ha quedado suficientemente cubierto con la próxima publicación por el Ministerio de un libro recogiendo la espléndida tesis doctoral sobre la historia de la Defensa de Canarias de un profesor de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, don Javier Octavio Márquez, y la recientísima y brillante presentación de otra tesis doctoral a cargo de don Juan José Díaz Benítez, también profesor de la misma Universidad, sobre la defensa, o mejor dicho, la indefensión de Canarias en la II. G.M. Para los interesados en la arquitectura del Mando Económico quiero decirles, por si no lo supieran, que existe un buen libro sobre el tema, del que es autora doña María Isabel Navarro Segura; y, finalmente, nuestro compañero el Coronel don Juan Arencibia publicó una obra glosando la figura del General García-Escámez titulada Un sutil y encantador andaluz, frase que Juan toma prestada del historiador Hugh Tomas que calificó así a nuestro General. Pero para mí es fundamental leer la Memoria del Mando Económico, libro editado tras su desaparición, y que ha sido la principal fuente de la que he bebido para redactar estas páginas.

          En mis tiempos de Director del CHCM pensé en organizar algún ciclo de conferencias -como acaban de oir son muchos los temas que podrían tocarse en relación con el MEC- acompañado de una gran exposición de fotografías de sus realizaciones sociales, con entrega a los asistentes de reproducciones facsímiles de la citada Memoria, y que hiciese un recorrido itinerante al menos por 4 ó 5 islas; pero el poderoso caballero del que hablaba nuestro clásico impidió que se realizara el proyecto. Ojalá, sé que lo tiene metido entre cejas, el General Labalsa lo pueda convertir en realidad.

          No obstante considero, -consideramos, pues es de justicia reconocer que fue el propio General Labalsa quien, mientras estábamos en su despacho barajando temas apropiados para la conmemoración del Día de las Fuerzas Armadas, sacó a relucir el MEC, y fue nuestro Capitán General quien aceptó inmediatamente la idea cuando se lo comentamos-, que pese a esa proximidad en el tiempo de la realización de estudios sobre el MEC, tenemos la obligación, todos, de difundir lo mucho y bueno que une para contrarrestar el rencor, la maledicencia, la envidia y la ignorancia de aquellos que -quien sabe el porqué-, sólo buscan lo poco y malo que separa. Y entre lo mucho y bueno se encuentra la labor del MEC. Indudablemente, como obra humana, el MEC tuvo que cometer errores, lesionaría algunos intereses, no pudo alcanzar todo lo que se propuso, pero el balance es tan positivo, la mayoría tan absoluta de lo bueno sobre lo menos bueno o lo malo, que merece la pena recordarlo. Además, este año, a principios de febrero se han cumplido los 60 años justos de la desaparición del MEC; muchos años que, si por un lado implican que, desgraciadamente, ya no están entre nosotros bastantes de los que fueron testigos de la época, también parece marcar un lapsus de tiempo más que suficiente para juzgar con objetividad la labor de aquel organismo.

          Vamos a empezar encuadrando en el tiempo el período de existencia del MEC. Va a extenderse, como veremos luego con un poco de más detalle, entre la segunda mitad de 1941 y comienzos de 1946, es decir, unos cuatro años y medio. Y, muy brevemente, vamos a encuadrar también el período en la situación histórica que da origen a su creación.

          Cuando nació el MEC, el 5 de agosto de 1941, hacía sólo 28 meses que los españoles habían oído con alivio a través de los micrófonos de Radio Nacional de España que “la guerra ha terminado”. Pero también únicamente habían transcurrido 23 meses desde que, que, por el mismo medio, escucharon, con preocupación y temor, que los tambores de guerra resonaban de nuevo en Europa. La recuperación española, tras la devastadora guerra civil, podría haber empezado a producirse mucho antes en una Europa en paz, pero, por desgracia, no fue así. La situación en España y en las Islas fue empeorando, llegándose a niveles extremos de pobreza, pues ni podíamos exportar, porque producíamos muy poco y no podíamos importar casi nada, porque ni teníamos divisas, ni la vida era ya normal en el resto del mundo.

          El gobierno de España intentaba mantener un dificilísimo equilibrio para evitar la entrada en una guerra que hubiese sido desastrosa para el pueblo español; y entre las amenazas que se cernían sobre el país, además del incremento de las citadas penurias, estaba la posibilidad, y la alta probabilidad, de un intento de ocupación de las Canarias, bien por Inglaterra, bien por Alemania (que parecía conformarse con sólo una isla).

          Y si hoy, en el 2006, nos quejamos de lo lejos y lo aislado que está el Archipiélago, imaginen lo que tenía que ser entonces. Y teniendo, como factor  añadido, que cruzar unos mares (la aviación ni soñaba ser lo que es) infestados de submarinos de uno y otro bando y de buques de guerra que detenían el tráfico marítimo, exigían certificados de navegación y, a veces, confiscaban las cargas. Y al aislamiento y al alejamiento había que unir, a lo peor, la posibilidad de una entrada de España en la guerra. En este caso, la cosa estaba clara: Canarias tendría que bastarse por sí misma, tanto en la Defensa como en los demás aspectos de su existencia.

          Eso suponía que habría que plantearse la faceta económica de modo muy distinto a la diseñada para una economía de paz. Ya el Gobierno había promulgado las primeras disposiciones a escala nacional para el desarrollo de lo que se llamó la “autarquía económica”, pero en las Islas las circunstancias eran mucho peores que en la Península.

          Por ello, las tres circunstancias citadas -lejanía, aislamiento y posibilidad de guerra- llevaron a la Jefatura del Estado a promulgar un Decreto el día 5 de agosto de 1941, documento que en mis años de destino en el Estado Mayor Conjunto del Mando Unificado de Canarias busqué con ahínco en el Boletín Oficial del Estado, pero que nunca encontré: sencillamente porque tenía carácter de “Secreto” y no apareció a la luz pública. En resumen, ordenaba que, respetando la legislación general del Estado, pero buscando la mejor adaptación a las necesidades de las Islas, se centralizaran en una sola persona todos los resortes de Mando, Vida y Organización Económica del Archipiélago. Se establecía de iure, lo que hubiera podido suceder de facto: un régimen excepcional que, al fin y al cabo, no era más que un anticipo o un ensayo de lo que habría que hacer si se entraba en el conflicto.Quiero incluir aquí, que don Ángel Rodríguez Martín, en el libro que cité antes, destaca que también el vértice del poder político recayó en el Capitán General, “en clara yuxtaposición del Gobernador civil, que quedaba muchas veces en una posición de cajón de sastre con los aspectos que le delegaba, o en los que no intervenía, la autoridad política del Capitán General. Tendencialmente, a medida que trascurrieron los años, las posiciones se fueron decantando y el Mando fue quedando como órgano de emergencia, sabiéndose provisional, mientras los Gobiernos Civiles irían asumiendo la representación de la Administración Central.”

          En el mismo decreto el Jefe del Estado, al crear el Mando Económico de Canarias, ponía a su frente al Capitán General, don Ricardo Serrador Santés, destinado aquí desde julio del 40, poco más de un año, pero tiempo suficiente para estar ya empapado de las necesidades y los recursos, de los problemas y las posibilidades del Archipiélago.

          ¿Quién era el General Serrador? Había nacido en 1877 en Talavera de la Reina, e ingresó con 20 años en la Academia de Infantería. Se había distinguido en las guerras de África, especialmente en la campaña del 21. En 1932, por participar en la “sanjurjada” fue separado del Ejército por el gobierno de la 2ª República y deportado a Villa Cisneros. De allí se evadió, viajó a Portugal, donde permaneció en el exilio hasta que, al producirse el Alzamiento del 18 de Julio, entró en España y puso su experiencia al servicio de los nacionales. Por su actuación en el Alto de los Leones recibió la Medalla Militar Individual. A cargo de este hombre corría, por tanto, la organización y puesta en marcha de aquel nuevo ente: el MEC.

          Cuando escribía estas líneas iba a poner “aquel enorme nuevo ente”, como para enfatizar su gran importancia. Pero recordé que la Memoria del MEC, que como he dicho es el documento que me sirvió de base para el trabajo, recogía un listado nominal de las personas que habían formado la cabeza y las delegaciones en las 7 islas. Lo busqué y lo resumí; y me quedé perplejo. En el MEC, con 8, llamémosles oficinas, abiertas (la “central” y las insulares), y durante 4 años y medio, trabajaron un total de 30 Oficiales -no todos al mismo tiempo- (5 Generales, 7 Coroneles, 9 Tenientes Coroneles, 5 Comandantes, 3 Capitanes y 1 Teniente) y 36 funcionarios civiles (incluyendo auxiliares mecanográficos, ordenanzas, conductores, botones y motoristas). Es decir, 66 personas.

          Aquella misma mañana, la prensa destacaba que al cesar el Presidente de la Comunidad Autónoma de Cataluña a 6 Consejeros de un determinado partido político, el hecho arrastraría también el cese en sus puestos de ¡200! altos funcionarios. Me pregunto cual sería el total de “bajos funcionarios” afectados asimismo por la medida. Pero bueno, dejemos a un lado las odiosas comparaciones y sigamos a lo nuestro.

          Queda dicho: 66 personas para reparar y engrasar la maquinaria económica y social de una región empobrecida, aislada, sin apenas recursos naturales y abocada a una posible invasión por fuerzas extranjeras.

          El General Serrador puso en marcha el sistema, esos siempre difíciles momentos iniciales, pero cuando se podían empezar a ver los primeros frutos de su labor, falleció el 23 de enero de 1943, a los 66 años de edad, en Santa Cruz de Tenerife. Durante muy poco más de dos meses, se hizo cargo del Mando Económico, con carácter interino, el General don Eugenio Sanz de Larín, que el 26 de marzo iba a entregar la Jefatura al General don Francisco García-Escámez Iniesta, quien la desempeñaría hasta la disolución del organismo por Decreto de la Jefatura del Estado de 7 de febrero de 1946.

          Del General García-Escámez podríamos hablar largo y tendido. Me honro en conocer a sus hijos: Francisco, Coronel de Infantería, y Antonio, caballeros de los pies a la cabeza (la rama al tronco sale) y de cuyos labios he escuchado anécdotas y vivencias de su padre. Pero me van a permitir que yo les cuente una, de mi propia cosecha y relacionada con el General, que incluso puede que ellos desconozcan. Apenas llegado a Canarias con mi familia, sería el año 81 u 82, uno de mis hijos, a la sazón de 7 años, se enroló en el potente y renombrado equipo de fútbol Atlético Guanche, de la Barriada de los Gladiolos de Santa Cruz de Tenerife.. Ya saben que en estos caso la labor fundamental de papá consiste en llevar y recoger al niño del entrenamiento, y si hay partido aguantar la horita de encuentro con una sonrisa en los labios, como un caballero. Claro que la flamante “Directiva”, a veces, tras algún partido, reconoce el impagable sacrificio e invita a los progenitores, la mayoría del tipo A, aunque a veces también hay alguno del tipo B, a acompañar con un vasito de vino a los retoños mientras estos se toman un buen bocata para compensar las energías consumidas en el terreno de juego y poder seguir luego dando la lata en casa en plenitud de facultades. Un día de esos fuimos a un bar en las cercanías de donde habían jugado nuestros hijos, un pequeño y oscuro local, de menos de 30 metros cuadrados y sin más hueco que la puerta; las paredes se adornaban con algunas viejas fotografías, y en una de ellas, tras el mostrador, me pareció que aparecía el busto de un militar. Un tanto intrigado, pregunté al dueño que quién era aquel señor. Me miró él, también sorprendido, y me espetó: “Caballero, usted no es de aquí, ¿verdad?”. Un tanto avergonzado tuve que reconocer que no, que era de Melilla; entonces él dogmatizó: “Se nota”, para añadir a continuación: “Por eso no sabe usted que ese señor era el General don Francisco García-Escámez, y tampoco sabe lo mucho que los canarios le debemos”.  Luego he comprobado la gran verdad que encerraba la sentencia de aquel humilde tabernero.

          El General García-Escámez era gaditano y había nacido en 1893. Con 16 años ingresó en la Academia de Infantería y con 19, como Segundo Teniente ya partía voluntario para África. Estuvo en Regulares y La Legión, ascendiendo por méritos de guerra a Comandante y Teniente Coronel. El 9 de septiembre de 1925, siendo Comandante y Jefe de una Bandera del Tercio, ante la difícil situación creada por la tremenda resistencia de los rifeños refugiados en el poblado de Dar Gas, que impedían la progresión para la liberación de la famosa posición de Kudia Tahar, García-Escámez pidió 1 oficial y 25 legionarios voluntarios, y al frente de ellos, atacó el poblado; tras media hora de lucha, quedaba el camino expedito para que, al día siguiente se liberase la heroica guarnición de Kudia Tahar, hecho en el que él, y sus legionarios supervivientes, también participaron. El 21 de mayo de 1930, el Rey Alfonso XIII firmaba la concesión al Comandante García-Escámez de la Cruz Laureada de San Fernando por aquella acción. Y el propio monarca se la impondría en Barcelona.

          Del resto de su vida militar sólo retazos: estuvo en Alhucemas; estaba, ya de Coronel, en Pamplona, el 18 de julio de 1936, tan cerca del General Mola que, al día siguiente, éste le iba a encargar ponerse al frente de la primera columna motorizada que salió de la capital navarra; estuvo en Somosierra, donde ganaría la Medalla Militar Individual (denominación geográfica ya perennemente unida a la familia, pues se le concedió el título de Marqués de Somosierra). Apenas terminada la guerra visitó Italia presidiendo una Comisión Militar, y, en 1947, cuando era Capitán General de Canarias, Franco le puso al frente de otra Misión que visitó Santo Domingo, Cuba y EE.UU. En ese viaje, el General Eisenhower invitó a García-Escámez a la Academia de West Point, dentro de los actos encuadrados en la primera visita que un General español realizaba a los EE. UU. tras la finalización de la II G.M. -cuando España era, desde el punto de vista de la ONU, una nación apestada y separada del concierto mundial-. Allí, en una comida con los cadetes, un Oficial americano presentó a nuestro General a los alumnos leyendo su Hoja de Servicios, al parecer conseguida gracias a los oficios del Servicio de Información americano. Cuando terminó la lectura, según cuenta su propio hijo Francisco, el General García-Escámez, con humor y modestia, comentó: “¡Caramba; no sabía yo que hubiese hecho tantas cosas!”. Luego Eisenhower le pidió que dirigiera unas palabras a los futuros Oficiales de EE.UU. y García-Escámez dijo solamente: “Queridos cadetes: Yo lo único que he hecho en mi vida ha sido cumplir con mi deber de soldado y llevar a buen fin las órdenes y objetivos que se me han ido encomendando”.Creo que, ni con muchas más palabras, es posible dar una mejor lección a unos alevines de Oficiales.

           En agosto de 1939 fue nombrado Gobernador Militar de Barcelona y en septiembre del 40 para el mismo puesto en Las Palmas. Ascendió a General de División en 1941 y marchó a Sevilla, para volver a Canarias, como hemos visto, a la muerte de Serrador.

          Y empezará su etapa de Jefe del Mando Económico; una etapa en la que su actuación al enfrentarse a los problemas y en la búsqueda de soluciones, en los que llegaba a empeñar su propio prestigio personal, se resume mucho mejor que con mis palabras con uno de los párrafos que don José María Pemán, el gran poeta gaditano, tan injustamente silenciado hoy día, escribiera sobre él en cierta ocasión: “hay un tipo de héroe culto, humano, constructivo, cuya laureada parece que se enreda tanto con hojas de laurel, como con ramos de olivo. García-Escámez es ese tipo de héroe. Duro y cerradamente militar en África, Navarra y Somosierra. Ágil proyectista, de aire constructor y civil en la Capitanía de Canarias. Es un tipo de jefe que, al día siguiente de ser el gran General en la batalla, parece que se vuelve alcalde, gobernador, ingeniero o contratista: toda la gama pacífica de la vida administrativa y civil”.

          El 12 de junio de 1951, a los 58 años de edad, fallecía el General García-Escámez en Santa Cruz de Tenerife. Los españoles somos muy dados a decir que el difunto era muy bueno, aún cuando dos días antes lo estuviésemos despellejando con nuestras opiniones. Quizás el fallecimiento de García-Escámez sea la excepción que confirma la regla. Se le respetó y quiso mientras vivió. Lo respetaron y quisieron tras su muerte. (Leer poesía del final). Al día siguiente de su fallecimiento, el ataúd que contenía sus restos, a hombros de los miembros de su Estado Mayor y sus Ayudantes, salió de Capitanía y fue trasladado a la Plaza de España, donde Santa Cruz entera, y esto no es una hipérbole, le dijo el último adiós. Su cuerpo fue trasladado a la Iglesia de San Fernando, en una de las barriadas para obreros levantadas por el MEC, y allí enterrado. Y allí sigue. Cuentan que la gente se disputaba el honor de introducirlo a hombros en el templo. Pero aún faltaba la cúspide al inmenso edificio de su prestigio. Días después se supo, y la noticia voló de boca en boca entre los santacruceros: la familia del hombre por cuyas manos había pasado todo el dinero del Archipiélago durante más de 4 años…, no podía afrontar los gastos de su sepelio, que corrieron a cargo de la Comandancia de Obras.

          ¡Qué pena que esas lecciones se olviden!


EL  MANDO  ECONÓMICO  DE  CANARIAS

          Quiero advertir que quizás a través de mis palabras, cuando cité el estadillo de las personas que trabajaron en el MEC, alguien haya podido deducir que todo lo hicieron los militares en aquellos 5 años. Y eso no es exactamente así. Aquellos 30 Oficiales organizaron, dirigieron, gestionaron, etc. cada uno en sus esfera geográfica y de responsabilidad, pero Serrador y Escámez, hombres inteligentes, pidieron el buen consejo de Ponencias Asesoras, constituidas por personas integras y con conocimiento del respectivo tema al que tuvieran que enfrentarse. Luego la decisión sería, como siempre, del Jefe, pero que conste que esas decisiones se basaron en  el asesoramiento y atinado juicio de quienes sabían de qué iba el caso.

Antecedentes.

          Si vamos a hablar de la Economía de Canarias, tendremos que repasar en qué factores se basaba. En cuestión de exportaciones los tres productos principales eran el plátano, el tomate y el pescado. Y para cubrir sus necesidades, Canaria importaba mucho, pero contaba con la gran ventaja que suponía el régimen de Puertos Francos. El resultado era que, antes de todo lo relatado, en Canarias se podía vivir relativamente bien en comparación con la Península.

          Pero tras el retroceso económico que supuso nuestra guerra, y cuando se confiaba, como dije antes, en iniciar la recuperación con el apoyo de la comunidad internacional, empezó la 2ª G. M. y se produjo un casi total aislamiento del Archipiélago entre 1939 y 1945. En ese período llegaban a Canarias muy pocos barcos, con lo que se producían importantes fallos en la cadena importadora, aunque, por otra parte, tampoco abundaban las divisas para pagar los productos de importación. Había que pensar en autoabastecerse, para lo que había que decidir primero qué teníamos que producir, y luego olvidarse del precio al que se producirían esos bienes. Y, ¿cómo se producía, si faltaban semillas, aperos, abonos, y dinero para comprarlos; y luego más dinero para compensar a los productores?

          Vamos a repasar, en un dramático decálogo, la gravedad de la situación para que podamos hacernos una idea, 65 años después, de las consecuencias que el aislamiento debido a la G.M. traía consigo.

               1.- Al no llegar casi nada del exterior se perdían los beneficios derivados del régimen de puertos francos.

               2.- Al faltar trabajo en los puertos, se incrementaba el paro obrero y la pobreza, pues eran muchos los trabajadores portuarios y las familias de ellos dependientes.

               3.- Desaparecieron los antiguos mercados a los que se exportaba, pues no se contaba con medios para transporte, ni ajenos ni propios.

               4.- Al no exportar, se produjo una grave crisis en la Agricultura (recordemos que el sector primario era el básico en la economía de las islas). Consecuencia inmediata: más paro obrero y más pobreza.

               5.- Tampoco llegaban semillas, abonos ni maquinaria agrícola, lo que acrecentaba el problema anterior.

               6.- Graves problemas internos de transporte. No llegaban nuevos vehículos, ni ruedas, ni repuestos, ni accesorios, a lo que había que añadir la escasez de combustibles, pues venían pocos barcos a la Refinería.

               7.- No se recibían materias primas para la industria (grasas para la jabonera; hojalata, estaño y aceite para la conservera; tabaco extranjero para la tabaquera). Consecuencia: paralización industrial, más paro y más pobreza.

               8.- La citada escasez de combustible afectaba también a la pesca, llevando a amarres, limitaciones en la distancia a que se pescaba, y en los días de duración de las campañas, etc. Más paro.

               9.- Si aumentaba el paro (en la agricultura, la industria, la pesca, los puertos), disminuía el dinero en circulación. Y si no hay dinero, no hay comercio. Cierre de establecimientos y… más paro y miseria y hambre.

               10.- Y alguno se preguntará: ¿Y por qué no se podía traer de la Península lo que nos faltaba? Por dos razones: la primera, porque que en la Península tampoco andaban sobrados de nada; y la segunda, porque los costes de los fletes hacían que los precios fueran aquí muy superiores a los de allí.

          Y esos 10 puntos, que algún economista podría explicarnos con detalle, mucho mejor que lo he hecho yo, se resumían en uno y trágico: Canarias corría un gravísimo riesgo de desabastecimiento total, y una tremenda hambruna amenazaba a los 650.000 habitantes de las Islas.

          Y esa era, con toda crudeza, la situación del Archipiélago cuando, además, algunas potencias pensaban invadirnos, y cuando, el 5 de agosto de 1941 el General Serrador se hacía cargo del MEC, nacido en el mismo Decreto de su designación.

¿Cómo actuó el Mando Económico?

          Vamos a ir repasando los distintos campos de actuación en que incidió el MEC, citando con rapidez situaciones, problemas, remedios, éxitos, soluciones a medias y fracasos.

               1.- Recursos indígenas y foráneos.

                    Se podía resumir diciendo que antes había abundancia y bajos precios. Pero ahora (1941) predominaban la escasez y la carestía, lo que conducía al estraperlo y el mercado negro. Las líneas de acción básicas del MEC en este tema fueron tres:

                       a) Incremento de la producción local (aún cuando el coste fuera algo elevado).

                        b) Subvencionando artículos de primera necesidad, para que pudieran ser adquiridos hasta por las familias de menores rentas.

                       c) Incrementando las importaciones nacionales.

                    Hubo que compaginar la “ética oficial” con “la realidad”. Se aceptaban mercancías que llegaban en buques, no como exportaciones legales de otros países, sino como “sobrantes de víveres de su consumo” o “sobrantes de gambuza”. Se ofrecían al Consorcio de Almacenistas (ya hablaremos de los Consorcios), que contrastaba calidades y fijaba precios. Este sistema se limitó, en principio, a víveres de primera necesidad, pero luego se amplió la modalidad a materias de las que no teníamos aquí o no nos llegaban de la Península, como los aceites industriales y el tabaco en rama.

                    El resultado fue que el coste de la vida en el Archipiélago se situó por debajo de la media nacional y el nivel medio de abastecimiento superó al peninsular.

               2.- La política de abastecimientos

                    El MEC asumió la tremenda responsabilidad de abastecer Canarias en lo referente a:

                       a) Artículos de racionamiento para personas y ganado.

                       b) Materias primas para agricultura e industria.

                    El problema no era una nimiedad y las dificultades enormes, porque…

                       a) Las importaciones de la Península eran caras (precio de origen más fletes) y escasas.

                       b) Las importaciones extranjeras no eran seguras, pues dependían de las relaciones internacionales y la situación de la guerra.

                       c) La escasez de divisas, unida a la de barcos, llevaban a una enorme lentitud en el abastecimiento, cuando no al desabastecimiento. La imaginación y la iniciativa del MEC le llevaron a fletar “por su cuenta” un vapor, el Habana, para la importación de artículos de primera necesidad.

                 El MEC, siguiendo las directrices de la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes, fijó módulos de racionamiento -como ocurrió en toda España-, pero consiguió que fuesen más altos los de cereales y azúcar, e incluso hubiese café para las cartillas de las clases inferiores.

               Otra dificultad añadida era la imposibilidad del “trueque”, que se efectuaba en la Península entre regiones limítrofes o cercanas; por ejemplo, Alicante cambiaba a Murcia zapatos por verduras. Aquí, obviamente, eso era irrealizable.

               3.- La franquicia portuaria

                    Sin existir legislación ni intención alguna de que desapareciese el régimen de puertos francos, la cruda realidad era que ese sistema había desaparecido en la práctica. El MEC consiguió autorización de la Dirección General de Aduanas para disponer el “levante” de todos los productos que transportasen los buques que pasasen por nuestros puertos o por cerca de nuestras costas y que resultasen interesantes para el consumo de la población o la actividad industrial. Y, muy curioso, contabilizó como recursos propios los obtenidos del “cambulloneo”, del que subsistía una parte de la sociedad y que, además, ayudaba a buscar, y encontrar artículos de primera necesidad.

               4.- La política de precios

                     No hay que ser un lince para darse cuenta de que, en las circunstancias del año 41 y siguientes, el poder adquisitivo de la gran mayoría de la población canaria era escasísimo, muy por debajo de la media nacional. En las clases empresariales abundaban las “protestas de letras”, o hablando en román paladino, las quiebras. Pero en la clase obrera la situación era angustiosa. La miseria se extendió hasta un punto que había familias que, por falta absoluta de medios económicos, no podían ni retirar los suministros mensuales de las cartillas de racionamiento. Y, por si fuera poco, la inflación era galopante.

                    El MEC, para paliar la tragedia, adoptó las siguientes soluciones:

                       a) Estimular la competencia comercial, con la política de abastecimientos expuesta. Así, a mayor abundancia, precios más bajos y menor estraperlo.

                       b) Establecer rígidos topes de precios a ciertos artículos. Se puede resaltar a este respecto que el precio del café se marcó en 12 pts/kg, menor que en la Península y que el precio de la carne resultaba inferior al existente en Galicia. Se incluyeron en esta lista de productos básicos el pan, el gofio y la leche, y se favoreció la apertura de bollerías, churrerías y tiendas de caramelos, que proporcionaban un aporte alimentario a costo de un pequeño gasto y daban trabajo a grupos de personas. En esa rebaja, y para compensar a los productores, el MEC invirtió varios millones de pesetas de sus fondos. 

                    Sin embargo, no fue posible contener la carrera inflacionista, pues para eso se hubieran necesitado muchos más millones de los que se disponían. Se decidió que:

                       a) Dentro de lo posible, se pagarían precios remuneradores a los productores y se subvencionarían los artículos de primera necesidad.

                       b) Llevar a cabo todo tipo de obras en el Archipiélago, que además de satisfacer necesidades de viviendas, educación, sanitarias, etc. garantizaran trabajo a miles de obreros y jornales dignos para aumentar las posibilidades económicas de sus familias.

               5.- El autoabastecimiento de patatas.

                    La escasa producción de legumbres y cereales determinó que se debía ser autosuficiente en el sector de la patata para conseguir el abastecimiento de la población. Se buscó estimular a los agricultores, para lo que se dictaron normas y regulaciones, como la tarificación de aguas para el regadío, requisas de aguas, concesión de premios, pero la realidad se imponía: la producción de Canarias era renombrada por sus cultivos especiales que se exportaban a otros mercados. Había que tomar medidas partiendo de dos principios ineludibles:

                       a) Permanencia en el abastecimiento, o lo que es lo mismo, que hubiera patatas, y en abundancia, durante todo el año.

                       b)  Economía en el abastecimiento, o sea, que la patata llegara al público al menor precio posible.

                    Para cumplimentar el primero de los dos principios, el de la “permanencia”, había que:

                       a) Garantizar al agricultor la venta o colocación del producto y a un precio que compensara gastos y esfuerzos.

                       b) Crear un organismo regulador que almacenara en lugar de exportar.

                    Y para el principio de “economía” fue necesaria la supresión de la figura del intermediario. Ese trato directo productor-comprador, trajo para el primero la ventaja de saber que su cosecha, grande o pequeña, se colocaría íntegra, mientras que el consumidor se beneficiaba de la desaparición de fluctuaciones en los precios, que, casi siempre, actúan en perjuicio de su bolsillo.

                    El MEC compraba toda la cosecha a 1 peseta/kg. A veces hubo problemas. Por ejemplo, la enorme cosecha de 1944, superior a 50 millones de kilos, llevó a contratar la exportación de 30 millones (lo que hubiese supuesto un refuerzo importante para las arcas del MEC), pero las ya expuestas dificultades de la falta de buques para el transporte hicieron que fracasase el proyecto. Y en 1945 ocurrió exactamente lo contrario: la sequía que asoló toda España hizo que no se pudiera mantener constante el abastecimiento de la población.

               6.- Los Consorcios de almacenistas.

                    Fue esta una organización peculiar del MEC. Las Delegaciones de Abastecimientos intervenían en el vital asunto de los recursos básicos reglando su distribución, pero se hacía sentir la necesidad de contar con un ente que enlazara con la Delegación y se encargara de la distribución de aquellos recursos.

                    Nacieron así los Consorcios de Almacenistas con el objetivo de financiar, almacenar, transportar y distribuir todos los avituallamientos. Su principal ventaja la constituía el contar con una gran base que permitía operaciones de envergadura y volumen, pero su desventaja nacía de las limitaciones comerciales y de la intervención oficial, si bien, hay que recordar la situación, los recursos disponibles y la vital importancia de los productos a distribuir.

                    Pero su máxima eficiencia se materializó gracias al “crédito”. Los consorcios eran garantes de las operaciones del MEC, lo que permitía a éste abastecer el mercado con llegadas accidentales de mercaderías. En resumen, los Consorcios fueron un éxito.

               7.- El abastecimiento de tejidos.

                    Con el sistema de puertos francos, las Canarias se abastecían de tejidos exclusivamente en el extranjero, no en el mercado nacional. La interrupción del sistema y la escasa producción textil en la Península, unido a que la industria catalana, la principal productora, no tenía interés por abrir el mercado canario, pues ya tenía toda su producción “colocada” en los mercados tradicionales peninsulares, crearon grandes dificultades en las Islas. Tras dos años de esfuerzo, el MEC consiguió cupos especiales que se distribuían entre los comerciantes del sector. Pero siguieron existiendo carencias durante el resto del mandato.

               8.- El transporte terrestre.

                    El factor principal en la limitación en el transporte terrestre fue la carencia casi absoluta de caucho. Había muy serias dificultades en el mercado nacional y pasaron muchos años sin importar ni un solo kilogramo. El desgaste de los neumáticos obligó a reducir al máximo el transporte por carretera y a recurrir a la navegación de cabotaje, utilizando pequeños veleros y motoveleros. A nadie se le escapa el aumento de costes que ello conllevaba.

                    Se crearon “Secciones de camiones” controladas por las respectivas Delegaciones Provinciales de Abastecimientos y Transportes, que abastecían los pueblos y, a su regreso, transportaban frutas. Aquí jugó un importante papel el Ejército, no sólo colaborando en esos transportes, sino también con la puesta en marcha de una idea imaginativa: la creación de una Fábrica de Productos Recauchutados, dirigida por el Teniente Coronel de Artillería don Manuel Pardo Ochoa. Esta instalación reparó miles de ruedas, que permitieron el transporte de miles de toneladas y el abastecimiento de decenas de miles de personas.

                    Se llegaron a “levantar” algunas partidas de caucho, e incluso se aprovecharon restos procedentes de naufragios. Al final de su período, el MEC había contratado la importación de 40.000 ruedas. En resumen: fue un gravísimo problema que se resolvió en parte gracias a la actuación del MEC.

               9.- La industria tabaquera.

                    La tantas veces citada falta de importaciones condujo a que, en este aspecto, los manufacturadotes hubieran de recurrir al tabaco indígena o local; pero, además de que la calidad no era tan buena como la del que antes se importaba, los agricultores iniciaron una estrategia de elevar la producción en cantidad, sin cuidar la mejora de la calidad, además de subir los precios. El resultado era que se dificultaba la producción económica de cigarrillos y cigarros puros, pues los fabricantes habían también de subir los precios para un producto de menor calidad que el que ofertaban antes.

                    El MEC intentó resolver el problema creando una comisión mixta de agricultores e industriales, cuyas reuniones terminaron en un estrepitoso fracaso por la incompatibilidad de intereses. Entonces el Mando decidió intervenir ante las quejas de unos y otros, y del público en general:

                       a) Fijando cupos de producción en el campo -para evitar el paro en el sector- y subvencionando a los agricultores para que su trabajo resultara rentable. Asimismo marcó precios fijos de venta a los industriales.

                       b) A los industriales también les marcó precios fijos de venta al público.

                    Pero hemos citado el problema de la calidad. Antes se mezclaban en una determinada proporción tabacos autóctonos y foráneos, pero ahora al ser eso imposible, o casi, el público se quejaba de la mala calidad de los productos. Los industriales solicitaron del MEC la importación de un millón de toneladas de tabaco brasileño. El MEC consiguió eliminar todo tipo de trabas a esa importación por parte de la Administración Central, tras elevar un detallado informe a los Ministerios de Industria y Comercio y de Hacienda y logró la firma de un convenio entre los fabricantes canarios y Tabacalera Española.

                    Desgraciadamente el gran problema de las reservas de divisas sólo permitió que se comprara medio millón de toneladas a Brasil. Pero además se “levantaron” partidas y, y esto fue importante para los fondos sociales del MEC, se impuso un arbitrio de 3 pesetas por kilo de tabaco importado.

               10.- La industria jabonera.

                    También hablamos al principio del frenazo en la importación de grasas para la industria jabonera. Sólo estaba disponible para este fin el sebo resultante de la carne que se consumía en Canarias. El resultado fue el paro total en casi todas las fábricas.

                    La solución pasó por fabricar sustitutos jabonosos, no muy eficaces, pero dada la necesidad del artículo, por cuestiones de higiene y sanitarias, se propuso oficialmente, y se autorizó, la importación de jabón común.

                    El propio MEC, en su Memoria, reconocía que el abastecimiento al público fue casi siempre escaso y el jabón, tanto el importado como el producido aquí, de no muy buena calidad. La importación supuso una carga para los fondos del MEC.

               11.- La industria conservera de pescado.

                     Dos vectores confluyen en  esta industria: el sector naval, encargado de la pesca de los productos, y las factorías en tierra, en las que se prepara y enlata. Y en ambos vectores había gravísimos problemas.

                    En el sector naval consistían en:

                       a) las reducciones de cupos de gas-oil, carbón, aceite, etc., lo que llevaba a la forzosa casi inactividad del sector (no se podían programar campañas largas en distancia o inciertas).

                       b) el racionamiento mensual de víveres para las tripulaciones, que también impedía navegaciones a largas distancias o inciertas.

                       c) el incremento del precio de todos los elementos necesarios para la pesca y la navegación: cuerdas, lonas, cadenas, repuestos de motores, etc. y…

                       d) la necesidad de conseguir mucho de lo anterior en el mercado negro.

                    El resultado era obvio: debía ser un verdadero osado quien se aventurara a negociar en el sector.

                    Por lo que respecta a las Industrias en tierra:

                       a) faltaban materias primas: aceite, hojalata, estaño,…

                       b) se carecía de mercados donde colocar los productos y…

                       c) había grandes dificultades para el transporte.

                    Por ello, ¿qué industrial podía ofrecer garantías a algún armador? No hace falta que les diga que la actividad industrial conservera en Canarias se redujo de un modo drástico.

                    Como en todos los aspectos, el MEC buscó el asesoramiento de expertos en el tema, y el propio General García-Escámez “movió” su prestigio personal en Madrid. El MEC gestionó con la Comisaría General de Abastecimientos y Transportes que las conservas de pescado se incluyeran como artículo de racionamiento natural, lo que volvió a abrir un importante mercado local y nacional. Además importó, o “levantó” si hizo falta, las materias primas que antes hemos detallado.

                    Tras citar las tres industrias básicas de Canarias en aquella época, tabaquera, conservera y jabonera, quiero resaltar que nunca el MEC se inmiscuyó en la esfera interna de cada industria, y que cuando intervino, sus gestiones fueron siempre a solicitud de los interesados, bien para complementar acciones que se estuvieran realizando, o bien para evitar el desastre, si era posible, o al menos paliar las consecuencias del fracaso.

La política social del Mando Económico

          A modo de resumen recordemos de lo dicho que la crisis de la Agricultura y de la Pesca; la falta de actividad portuaria; las dificultades de transporte; los problemas en las escasas industrias; y la paralización de buena parte del comercio, repercutieron en la sociedad con la más terrible de las palabras para el trabajador: PARO.

          El MEC podía haberse limitado a administrar y distribuir los víveres de racionamiento, es decir, lo que hemos ido comentando hasta ahora, puesto que ni los organismos insulares podían solucionar el problema del paro por falta de fondos,ni el Gobierno tenía presupuestos para dar trabajo ytampoco se le encomendaba otra misión en el Decreto de creación. Sin embargo -recuerden lo de no contentarse con hacer lo preciso de su obligación que nos indican nuestras Reales Ordenanzas- decidió conseguir fondos para realizar obras de interés general que, por una parte, diesen trabajo y por otra creasen riqueza, tanto material como espiritual, a la vez que se luchaba contra el serio problema de la precariedad y escasez de la vivienda, agravada por la emigración del campo y de las islas menores a las mayores.

          Así, casi desde el principio, se diseñaron dos líneas de acción, que parecían ir en distintas direcciones, pero que confluían en busca de aquella finalidad.  La primera consistió en estudiar las necesidades más perentorias por cada una de las islas; y la segunda en idear fórmulas para allegar recursos.

          En este segundo aspecto, el de conseguir dinero, se llegó a la conclusión de que era absolutamente necesario imponer pequeños arbitrios a todos los artículos importados que:

               a) no fuesen de racionamiento y...

               b) no se considerasen de primera necesidad.

          Y, con esos impuestos, nació el FONDO DE OBRAS SOCIALES.

          Antes de seguir les voy a leer a ustedes la perla que he encontrado en Internet. Preparando este trabajo pregunté a ese monstruo, y a la vez maravilla, que es la Red por “Mando Económico de Canarias”. Aparecen, por lo menos en mi engendro, entre 50 y 60 voces de entrada a artículos o estudios relacionados con el MEC. Pues bien, en varias de ellas se repite (a veces me pregunto cómo es posible que haya medios de comunicación, que yo considero serios, e incluso algún que otro importantísimo organismo oficial se hagan voceros o portavoces, sin más verificación de muchas cosas que se dicen o se escriben) lo que se puede leer en la página webb de un minoritario grupo político canario:

                “Para obtener el agradecimiento popular, el MEC impulsó la actividad constructora, que fue sufragada con una despiadada aplicación de sucesivos impuestos. En esta etapa se intentó dotar a la ciudad de una nueva imagen que constituyera un fiel escaparate del régimen totalitario.”

          Bien, pues voy a hablarles de los "despiadados impuestos" con los que Serrador, García-Escámez y sus colaboradores, sin duda de ninguna clase buscando el agradecimiento del pueblo canario, porque su sufrimiento, según el redactor de esa nota, les importaría un pepino, gravaron la vida en el Archipiélago durante aquellos años.

          El Fondo de Obras Sociales se constituyó con:

               a) Una aportación del Servicio Nacional del Trigo al MEC para compensar lo que de más había pagado éste por cereales importados durante los primeros meses de su andadura.

               b) Con redondeos centesimales en todos los artículos de racionamiento. Es decir, que si un producto valía, por ejemplo, 2,23 pts., se redondeaba a 2,25. Hay que recordar a los más jóvenes que la moneda de menor valor que circulaba entonces era la de 5 cts., conocida popularmente como la “perra chica”, por lo que había que redondear forzosamente a un número de céntimos terminados en 0 o en 5, y el MEC buscó en ese redondeo, al alza, un suministro al Fondo.

               c) Diferencias entre el precio del kilo de café importado y el de venta al público (12 pts/kg).

               d) Impuesto de 3 pesetas por kilogramo de tabaco importado.

               e) Impuesto a los combustibles líquidos que varió entre 2  y 15 céntimos de peseta.

               f) Recargo de 0,50 pts. por litro de alcohol importado.

               g) Recargo de 1,15 pesetas por litro de gasolina suministrado a coches particulares de turismo.

          El resultado fue que, a lo largo de los 4 años y medio citados, se recaudó un total cercano a los 100 millones de pesetas, que se dedicaron, íntegramente, a obras.

El Procedimiento.

          Los Cabildos, Ayuntamientos, o sociedades-entidades, elevaban las peticiones al MEC, que reconocía, o no, la necesidad, y priorizaba la obra correspondiente. El MEC encargaba entonces al Ingeniero o Arquitecto de la Entidad la redacción de los correspondientes Proyecto y Presupuesto y su remisión en el menor plazo de tiempo posible.

          El MEC designaba un Ingeniero o Arquitecto para estudiar ambos documentos y, si les daba el “visto bueno”, el MEC sacaba la obra a concurso entre Empresas constructoras del Archipiélago, imponiendo en las bases del contracto rígidas condiciones económicas y de plazos de realización.

          De las ofertas recibidas, se abrían  plicas ante notario y se seleccionaba el mejor postor. Cuado la obra estaba finalizada, y tras la aprobación del Ingeniero o Arquitecto del MEC, se hacía entrega, mediante acta, al organismo solicitante y se rendía cuenta a la Subsecretaría de la Presidencia del Gobierno y al Ministerio relacionado con la obra.

          Las subvenciones no se limitaron sólo a las obras de construcción de carácter social (públicas, hidráulicas, sanitarias, de enseñanza, de abastecimiento de aguas, de abastecimiento de energía eléctrica, benéficas, barriadas obreras, religiosas, hoteles) sino que también sirvieron para conceder becas a estudiantes y artistas modestos (p.e. a César Manrique), subvenciones al folklore, adquisición de sillas de ruedas para inválidos, sufragar algunas operaciones quirúrgicas y anticipos a modestos empresarios, especialmente a los relacionados con el sector de las obras hidráulicas.

          Además de la importancia de lo realizado, quiero destacar, como curiosidad, la celeridad en el planeamiento y desarrollo de las obras, de unas obras que incrementaron en gran manera el patrimonio de Canarias.

Opiniones en contra.

          Hubo detractores de esta política social, además de los de “los despiadados impuestos”. Los más destacados fueron quienes opinaban que las obras encarecían el coste de la vida en el Archipiélago, pues se costeaban con arbitrios al racionamiento. Mentira flagrante, como hemos visto hace unos minutos, pues ya repasamos los artículos a los que se aplicaban los impuestos. Si hubo un impuesto importante, para mí fue el que afectó a las gasolinas de los vehículos particulares de turismo; pero entonces no era como ahora, que todos tenemos coche; era un objeto absolutamente de lujo, siendo, pues, las clases más pudientes la que sufrieron ese mayor recargo que, desde luego, no afectó a la inmensa masa de los canarios, sencillamente porque no tenían vehículo de motor. Además, para demostrar la falsedad del aserto, cuando el MEC se disolvió, pese a la desaparición de esos arbitrios especiales, subieron los precios de casi todos los artículos y se paralizaron obras por falta de fondos.

          Algunas objeciones partieron también de ciertas autoridades civiles que consideraban que era mejor emplear el Fondo de Acción Social para rebajar los precios de los artículos de racionamiento.  Pues bien, hagamos una pequeña cuenta matemática que no requiere mucho esfuerzo mental.

          Es curioso, e impresionante, pues nos habla bien a las claras de cual era el alimento básico de los canarios de aquel entonces, que las estadísticas de la época nos digan que la media de consumo de gofio por persona en el Archipiélago era de 12 kilos al mes. Pues bien, si el MEC hubiese subvencionado sólo con 10 céntimos (una perra gorda) el kilo de gofio, para el canario medio hubiese supuesto un ahorro mensual de 1,20 pesetas. Es decir, una nadería. Pero si multiplicamos por el número de meses que tiene el año y el número de canarios (más de 650.000) que residían en la fecha en el Archipiélago, resulta que al MEC le hubiese costado esa pequeñísima subvención un total de más de 9.600.000 pesetas al año. ¿Saben ustedes lo que costó la Barriada García-Escámez (301 viviendas, con Mercado, Iglesia y Grupo Escolar de 14 unidades)? Pues 10.064.302,84 pesetas. ¿O la Generalísimo Franco de Las Palmas? (176 viviendas, más Grupo Escolar con 8 unidades). Pues 7.087.702,09 pesetas. Y el valor de 1 peseta de aquellos años se acerca a las 100 de hoy día.

          Creo que el razonamiento detractor se cae por su peso, pues piensen ustedes que si se hubiesen hecho subvenciones similares a los artículos de primera necesidad (pan, leche, aceite), los canarios ni se hubieran enterado de las “rebajas”, y la pobreza hubiera sido mucho mayor, alcanzando niveles ya dignos de la Edad Media. Porque hay que añadir otro dato fundamental: de los casi 100 millones de pesetas (algo menos de 10.000 millones de hoy) de que dispuso el Fondo, 40 millones (unos 4.000 millones de 2006) fueron directamente pagadas en salarios a los obreros de la construcción, además de otras cantidades no contabilizadas pero aportadas por el Instituto Nacional de la Vivienda o el Subsidio del Instituto Nacional de Previsión Social. Y esos 40 millones, pagados a personas que, de otra manera hubieran estado en el paro, irían sin duda, a las tiendas, al comercio, creando, como pescadilla que se muerde la cola,  más riqueza, menos hambre,…

Conclusión

          No quiero seguir con más datos ni aburrirles más.  Espero que si el CHCM logra el ansiado objetivo que expuse al principio, podamos todos oir, leer y asombrarnos de lo que aquellos providenciales hombres (y cuando los califico de esta manera soy consciente de su significado), convencidos de que era posible una Patria mejor y unas Canarias más dignas hicieron por nuestros antepasados. Una vez oí en la ULL a un profesor de Historia decir ante el público que, con el MEC, "Canarias había entrado en la modernidad".  E incluso me han contado que el General Franco, al recibir a las autoridades canarias que se hacían cargo de la administración del Archipiélago, al desaparecer el MEC por cesar la causa primordial que había motivado su creación –la posibilidad de un total aislamiento- y retornarse a la normalidad administrativa, y oir de labios de esas autoridades “el agua que, de un pozo vacío, habían sacado aquellos hombres” dijo algo así como “si lo llego a saber antes, no lo disolvemos”.

          Y termino. Sólo he querido con mis palabras, en este Día de las FAS, recordar un trabajo honrado y eficaz, una durísima labor, dirigida por militares, que se desarrolló en las peores condiciones sociales y económicas posibles; un esfuerzo colectivo que, a escala regional, supo crear la ilusión que, hace un año reclamaba, recordando que siempre que en nuestra Patria nos ha sonreído el éxito ha sido porque nos hemos empeñado en sacar adelante un sugestivo proyecto común. Como lo fue el Mando Económico de Canarias.

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EN  LA  MUERTE  DE  GARCÍA – ESCÁMEZ
(Publicado en EL DIA, el 13 de junio de 1951)

Hacia la noche, nuncio de alborada,
ya se nos fue, por el fatal sendero,
el de la mano abierta y derramada,
el impar, esforzado caballero.

Cantad ahora, en una estrofa alada,
mientras late un clarín de romancero;
cantad, sí, cómo duerme al fin su espada
sobre la cota ardiente de un lucero.

Cantad, sí, cantad, oh linfas, flores,
al que prendió su corazón amante
en esta isleña barca de fulgores,

y cómo, por su influjo florecida,
la isla es una viuda sollozante
en el cortejo de la despedida.

                                                  Emeterio Gutiérrez Albelo