Presentación del libro de José María Sánchez de Toca Catalá "Los profetas del bosque"

 

A cargo de Emilio Abad Ripoll (En el Club Deportivo Militar Paso Alto, Santa Cruz de Tenerife, en mayo de 2003).

 

          Tengo que reconocer paladinamente dos cosas: la primera es que, de manera similar a lo que me ha sucedido en otras ocasiones, cuando me he quejado por lo difícil que era presentar a algún conferenciante amigo o a alguna de sus obras, ante el temor de no ser totalmente ecuánime y pasarme en los elogios o no llegar a lo que realmente se merecía, hoy también estoy preocupado y quejoso porque al General Sánchez de Toca no lo conocía, ni pensaba que en nuestro entorno militar pudiera haber gente que se dedicase al estudio de un tema como el de las profecías o los vaticinios. Y la segunda es que, aunque creyente en cuestiones de fe católica, he “pasado” siempre de estos asuntos proféticos o adivinatorios, de las historias del Sr. Nostradamus, etc., no sé si por no interesarme, por desconocimiento, por no creérmelo, o por todo lo anterior reunido.

          Al autor, el General Sánchez de Toca, lo conocía, como es normal, a través del Diario Oficial y del Boletín Oficial de la Defensa, y en varias ocasiones había leído artículos suyos. Hasta ahí llegaba nuestra relación. Pero ahora, hoy, tras haberme metido a fondo en el libro que nos reúne esta tarde en Paso Alto, tengo que aclarar que me da la sensación de que lo conozco desde hace mucho tiempo, pues, creo que, además del indestructible lazo fraternal de “vestir el caqui”, he descubierto en su obra el carácter de una persona trabajadora, minuciosa, detallista, con sentido del humor, como es normalmente la gente con la que congenio, y como corresponde a un gran investigador e historiador, gente a la que admiro.

          Y de ese trabajo preciso y detallado nace este libro. Seguramente el mismo autor nos explicará en sus palabras cómo se le ocurrió la idea, peregrina podíamos pensar en un principio, de recopilar profecías (a él no le gusta esa palabra y prefiere decir vaticinios) sobre el destino de Europa según las tradiciones populares de los países del centro del viejo continente. Y él también nos podrá decir cuánto tiempo, mucho sin duda, le llevó la búsqueda, recopilación y expurgo de los vaticinios y leyendas, y su cotejo con los hitos históricos para determinar cuales de aquellos se habían hecho realidad y cuales otros quedan aún pendiente de realizarse o no se han producido en las fechas anticipadas. Naturalmente, en lo anterior habrá que incluir el tiempo dedicado a la traducción al español, por vez primera en muchos de los casos, de tantos pronósticos y vaticinios. Por lo que he trabajado en este tema de las traducciones, conozco que bastantes veces es muy difícil expresar en la propia lengua el pensamiento que el autor plasmó en otra. Pero ese problema se acentúa cuando se emplean expresiones o refranes propios de un idioma y de una cultura distintas a las del traductor (recuerden ese gracioso libro, que recomiendo a los que sepan algo de inglés, que se titula From lost to the river, es decir, la traducción directa de nuestro “De perdidos, al río”, pero que en el idioma del Sr. Blair no significa absolutamente nada, y que recoge de idéntico modo muchas de nuestras expresiones más corrientes). Y la dificultad alcanza cotas insospechadas cuando se quieren traducir, como seguramente ha sido el caso, frases, párrafos y páginas del idioma extranjero “antiguo”, pues no en todos los lenguajes ha ocurrido como en el español, en que las variaciones no han sido tan importantes a lo largo de los siglos.

          No es nuevo que yo diga que soy un gran aficionado a la Historia. Pues bien, con el libro del General Sánchez de Toca he disfrutado, porque explica de manera magistral cada uno de los períodos históricos en que va enmarcando los vaticinios. Y con cada uno de los “profetas del bosque” hace algo similar, aclarando, concisa, pero con toda exactitud, quién era el personaje, o quién pudo ser en aquellos casos en que el paso del tiempo ha borrado su identidad, pero no la estela de su pronóstico. Ese “enmarcado” histórico y esa pequeña biografía de los vaticinadores añaden un gran valor al que ya de por sí tendría la labor anteriormente expuesta de recopilación, traducción y cotejo de las leyendas, conjeturas y vaticinios.

          La verdad es que, cuando el Coronel Izquierdo me habló de la presentación del libro, esperaba encontrarme con una obra de carácter histórico- militar, o quizás con una novela, pero, desde luego, no con un trabajo sobre profecías y futuribles, aunque bien mirado, en ciertas ocasiones, como nos explica el autor en el libro, el futuro puede ser presente en otra parte. Ilustra lo anterior con el ejemplo de la gente que vive en el fondo de un valle y que no sabe que en su futuro próximo van a encontrase con una enorme riada que se está produciendo ahora mismo, en el presente, pues se ha roto la presa que existe más arriba, a unos cuantos kilómetros de sus casas. O también como es el caso del presente de una semilla que, sembrada hoy, será mañana, futuro, una planta o un  árbol.

          Pero en ambos casos existen unos “indicios”, y el trabajo de los Servicios de Inteligencia consiste en diseñar un “escenario”, como nos dice el General Sánchez de Toca, partiendo de aquellas pistas. Ese escenario, palabreja tan de moda en la terminología militar de hoy en día, es el posible futuro que podría derivarse del indicio conocido. Así, en los ejemplos puestos antes, si se rompe la presa es fácil adivinar, para quien conozca el hecho de la rotura, que se va a producir una catástrofe allá abajo; o quien siembra una semilla, espera razonablemente que germine y nazca una planta o un árbol. O si un determinado político o empresario adopta en el presente una determinada decisión, estará dibujando uno o varios escenarios, con resultados que hoy son sólo futuro.

          Pero, ¿y si no existen los indicios claros de la rotura o de la plantación de la semilla? ¿Y si no se produce el hecho volitivo de adoptar una decisión o seguir una determinada línea de acción? ¿Cómo puede entonces diseñarse el escenario, presentir el futuro y predecirlo? Y está probado documentalmente, en el libro lo vemos, porque este es un libro serio, no un artículo aparecido en cualquier revista de poca monta sobre extraterrestres o la vida y milagros de los antiguos egipcios, que hubo, y hay, personas que tuvieron, y tienen, esa ¿facultad? ¿capacidad? ¿habilidad? ¿iluminación? ¿premonición? para aventurar un futuro lejano cuando, en los momentos de su existencia en que aventuraron su vaticinio, ni el más remoto indicio permitía diseñar el escenario que, con trazos más o menos gruesos y con mayor o menor detalle y colorido, nos presentaron.

          Así, en el capítulo primero, el que se titula “Señales en el tiempo” se recoge una estrofa de un poema de una tal Madre Shipton, que nació en 1488 y falleció en 1561, en el que se lee:

                    "Cuando las imágenes parezcan vivas con libres movimientos, (¿qué son si no la televisión y el cine?)

                    cuando barcos como peces naveguen bajo el mar, (¿qué son los submarinos?)

                    cuando los hombres como pájaros recorran el cielo, (¿qué diremos de los paracaidistas, los que se lanzan en parapentes, los aviones y los helicópteros?)

                    entonces medio mundo morirá completamente empapado en sangre (¿nos anunciaba la Segunda Guerra Mundial? ¿o la Tercera?)

          ¿Cómo pudo aquella señora, nacida cuando aún no se había descubierto América, imaginar o soñar que la figura humana representada en algún cuadro de su casa algún día se movería libremente dentro del mismo cuadro? ¿Donde estaba el indicio para predecir que alguna vez existirían submarinos y aviones? ¿Cómo podía conocer que cuando eso fuese real se produciría una catástrofe a escala mundial?

          Y no queda ahí la cosa. Leyendo el libro verán que hay gentes que, con siglos de antelación, predicen la existencia de ferrocarriles, la aparición de las grandes autopistas que cruzarán lo que, entonces, en su presente, eran sólo bosques, los bombardeos aéreos, los ataques con gas, los cambios en las comunicaciones, ... No sé ni el cómo lo supieron, ni el por qué fueron ellos los “elegidos” para transmitir el mensaje, ... pero ahí están esos vaticinios, escritos desde hace centurias, para que el que supiera leer leyera y el que quisiera entender entendiera.

          Dije hace unos minutos que el General Sánchez de Toca estudia esas conjeturas y vaticinios encajándolos en determinados períodos históricos, pero dedica antes un capítulo a  las “Tradiciones en estado puro”, recopilación y explicación de anónimos que, en algunos casos fueron recogidos por escrito mucho después de que se empezaran a difundir, y en otros han permanecido como tradiciones orales. Entre ellos se encuentran varios vaticinios sangrientos que se cumplirán “cuando las mujeres lleven pantalones como los hombres”, y que, en ocasiones, como señala el autor, se ajustan admirablemente a lo sucedido en la Segunda Guerra Mundial.

          Sigue luego el estudio de los vaticinios medievales, de entre los que me han impresionado los de Santa Odilia (383), con una descripción bastante ajustada de la Segunda Guerra Mundial, puesto que desde sus comienzos nos dice que “Germania será llamada la nación más belicosa de la tierra” y que “surgirá de su seno el terrible guerrero que iniciará la guerra mundial”. También parecen de enorme precisión la predicciones de un pastorcillo ciego al Emperador Carlos IV, y de las que, según Sánchez de Toca, más de la mitad se han cumplido escrupulosamente.

          Al siguiente período se le califica como el de “Los hombres beligerantes”, y transcurre entre 1521 y 1700. Obvia es la denominación ante los años de guerras y catástrofes que vivió Centroeuropa en esa época, como consecuencia, en buena parte, de la rotura de la unidad religiosa por Lutero. En este espacio de tiempo se recogen visiones y predicciones de personajes tan conocidos y célebres como Alberto Durero, quien una noche de 1525 soñó con una especie de explosión atómica, que incluso dibujó, Paracelso o Leibniz. En los vaticinios de la época se habla, además de las predicciones sobre guerras, de la revolución de los transportes, con la aparición de las autopistas, las vías de ferrocarril, los aviones y los helicópteros, y de las modificaciones en las costumbres, como pueden ser la longitud y forma de la cabellera en hombres y mujeres, y los cambios en la moda de vestirse o calzarse y en las relaciones entre las clases sociales.

          Se pasa luego al “Siglo de la Razón”, el XVIII, con profecías que recogen hechos que ocurrirán cuando esa centuria esté llegando a su fin, entre los que se incluyen las consecuencias trágicas de la Revolución Francesa, o en siglos venideros, como, por ejemplo, el bombardeo de Colonia en la Segunda Guerra Mundial. Es curioso que se prevén modificaciones incluso en objetos de uso diario, como la predicción de la aparición en los billetes alemanes de un “murciélago de alas tristes”, hecho que tendrá lugar, efectivamente antes de la caída, también prevista, de un “señor severo” fácilmente identificable, por la época en que se pronostica su existencia, con Hitler.

          Llegamos luego a la que Sánchez de Toca califica como “La época turbulenta”, que abarca de 1800 a 1830. Napoleón, cuya vida ya había sido retratada fielmente en predicciones anteriores, hace desaparecer el Sacro Imperio romano (hecho pronosticado también mucho antes). De esta época data un curioso Anónimo del Benedictino que recoge una relación anual de hechos que pronosticaba ocurrirían entre 1965 y 2000, encontrando el autor, en su cotejo histórico, ciertos defasajes (atrasos y adelantos) entre los vaticinios y la realidad. Incluye también el capítulo una visión que atañe directamente a España, fechada en julio de 1820.

          Y se inicia el camino “Hacia la Primera Guerra Mundial”, período comprendido entre 1830 y 1914. Es impresionante el relato de un Obispo que sueña, en la noche del 23 al 24 de junio de 1914, que horas después se va a producir el asesinato de los Duques de Sarajevo, detonante, como todos sabemos , de la Primera Guerra Mundial. También son muy curiosas las llamadas “cartas del frente”, escritas por un soldado francés, padre de familia, y en las que se predice la Segunda Guerra Mundial y muchos otros hechos relacionados con ella.

          El período 1914-1950 lo titula Sánchez de Toca “El lobo gris”, y en el capítulo correspondiente encontramos al “señor severo”, previsto hacía muchos años, al igual que se habían pronosticado los cambios que anunciarían su aparición (acortamiento de la longitud de las faldas, los zapatos de tacón alto, el uso de pantalones por las mujeres, entre otros). Recoge el capítulo testimonios de muchos personajes de entonces, como Spengler. Particularmente me ha llamado la atención la figura de un tal Irlmaier, soldado en la Primera Guerra, rabdomante y colaborador de la policía. Es uno de los muchos que en esa época, y en las pretéritas, anuncian el Primer y el Segundo Acontecimiento Mundial (las dos Guerras) y también una Tercera, pero que es descrita más detalladamente por Irlmaier, puesto que asegura que en ella se emplearán toxinas y armas nucleares. Esta guerra, según varios vaticinadores, solo terminará con un ataque de la Naturaleza y la destrucción de determinadas grandes ciudades cuyos nombres encontrarán en las páginas del libro.

          Y la recopilación histórica termina con el período que va de 1959 hasta 1994. Al repasar lo ocurrido entre esos años, el autor comprueba que mucho de lo que ha sucedido ya estaba previsto en épocas muy lejanas, pero también que los vaticinios contemporáneos sobre el futuro que nos espera están plagados de advertencias. El capítulo incluye, como no podía ser menos, el Tercer Secreto de Fátima.

          Culmina el libro con dos capítulos en los que se estudia y aclara algo sobre la mística alemana y se llega a unas conclusiones provisionales derivadas del cotejo o comparación entre lo vaticinado y lo realmente sucedido; conclusiones que no voy a desvelar porque para eso estamos aquí: para meterles  en el cuerpo el gusanillo de la inquietud acerca de la lectura de esta obra, que, por cierto, no he dicho aún a estas alturas, tiene una excelente presentación, un magnífico papel y un tipo de letra que facilita esa lectura. El volumen se cierra con varios índices de vaticinios (ordenados tanto cronológica como alfabéticamente), personajes y topónimos, que son de estupenda ayuda, junto a un glosario de términos en español y otro en alemán, no sólo para favorecer la lectura sino también para la búsqueda rápida de determinadas conjeturas o nombres.

          En resumen: cogí el libro con escepticismo, pues ya dije al principio que no soy proclive a creer en “esas cosas”, y, sin embargo, apenas lo ojeé el primer día que lo tuve en las manos, empezó a interesarme. Y en casa saben que me lo “zampé” en muy pocas fechas. Estoy de acuerdo con su autor en que presenta una buena colección de vaticinios y en que no es un libro teórico, ni mucho menos exotérico. Tampoco pretende el General Sánchez de Toca especular con las profecías, por eso no le gusta emplear ese sustantivo, ni discutir sobre la inexistencia del futuro, ni estudiar la facultad de precognición o los misterios de la imaginación humana. Él quiere presentar una selección consistente y significativa de los vaticinios recogidos en las tradiciones de la Europa Central y que recogen predicciones sociales, económicas, bélicas y cósmicas que giran alrededor de tres acontecimientos mundiales: dos que ya han tenido lugar y un tercero que aún no ha sucedido o que, quizás, ya está sucediendo. A fe que su objetivo lo consigue plenamente.

          Personalmente encuentro el libro muy interesante para todos. Para los que como yo se consideran poco o nada crédulos en estos temas, porque te hace pensar si no será uno el equivocado; para los que crean que lo expuesto en la obra puede tener una explicación supranatural (¿o natural y nosotros no lo sabemos aprovechar?) porque verán reforzadas sus posiciones en el asunto. Y para todos, porque en el alma y la letra del libro subyace una importante cuestión: ¿No serán esos vaticinios unos avisos de lo que podría suceder en el futuro?

          En lo más remoto de ese futuro siempre se pronostica una “edad dorada”, pero para llegar a ella, si la Humanidad sigue incurriendo en los errores políticos, sociales, ecológicos, etc. que todos conocemos, quizás habrá que pasar por tremendos dolores y atrocidades, por ese Tercer Acontecimiento Mundial que sólo se detendría mediante una catástrofe cósmica.

          Hay que tomarse en serio este gran libro, fruto de muchos años de estudio e investigación. Y creo que también merece la pena tomarse en serio esos avisos, pues esa postura quizás nos lleve a evitar el sufrimiento que, como una espada de Damocles, parece deducirse que pende sobre el destino de la Humanidad.

          Enhorabuena, de corazón, mi General, por tu trabajo y gracias también por haberme confiado esta torpe presentación. y buenas noches a todos.

 

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