Palabras de agradecimiento al Teniente General Jefe del Mando y Zona Militar de Canarias

 

Por Luis Cola Benítez (Club Deportivo Militar Paso Alto, 22 de mayo de 1997)

          Permítaseme un breve introito.

          Don Antonio Miguel de los Santos fue un ilustre palmero del siglo XVIII, médico de profesión, de cuyos vastos conocimientos científicos nos han llegado valiosos testimonios, y que ejerció en su isla natal y en Tenerife, a donde, precedido de justa fama, vino contratado por el Cabildo. Don Antonio Miguel se dedicó, también, a la política y a la literatura. Formó parte del primer Ayuntamiento democrático de España, el de Santa Cruz de La Palma, fue miembro fundador de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, y tenía tal facilidad para versificar, que un enemigo político y literario decía de él que vomitaba versos.

          Don Antonio Miguel nos dejó una magnífica relación de la Gesta del 25 de Julio, de la que el alcalde don Domingo Vicente Marrero dijo que era la más verídica y ajustada a los hechos, por haber sido escrita a los pocos días. Su relación comenzaba:

               "Ojalá el Númen Divino, // que inspiraciones reparte, // sobre mi labio y mi pluma // sus influencias derrame."

          Pues bien, lo mismo digo yo, salvando las distancias, ante el compromiso en que me han puesto los compañeros de la Tertulia, al encomendarme este honroso menester.

 

               Mi General, mi Coronel, amigos:

          Cuando en octubre del 95 fuimos al Museo Militar Regional de Canarias para proponer nuestra “Tertulia”, no sabíamos muy bien en qué manos íbamos a caer. Para nosotros, civiles tan alejados en nuestras trayectorias personales del ámbito militar, sólo buscábamos acogernos a alguna institución a cuya sombra poder encauzar nuestras modestas iniciativas, alarmados como estábamos entonces por lo que para nosotros constituía una inexplicable inoperancia de los organismos públicos, ante la importante efeméride que ya teníamos a la vista.

          Seguramente influyó en nosotros, tal vez sin que fuéramos totalmente conscientes de ello, el hecho de que en nuestro fuero interno consideráramos al Museo, no como un Museo exclusivamente del Ejército, sino como una institución propia de Canarias, de nuestra tierra; algo que a todos, incluso a los más alejados del entorno castrense, nos concernía y, de alguna forma, nos implicaba. Si es cierto que la Historia es Vida, allí, en el Museo, veíamos que se trataba de reflejar, de custodiar, yo diría que hasta con mimo, parte de la nuestra como pueblo y como comunidad.

          Si nosotros, entonces, no estábamos muy seguros de lo que hacíamos, sinceramente creo que el Coronel Director, sorprendido por nuestra propuesta, tampoco las tenía todas consigo, y que algún cierto reparo le embargaba por lo que de allí pudiera salir. No obstante, no sólo nos escuchó, sino que nos prestó su confianza. Desconozco, mi General, si Ud. está al tanto -seguramente lo está-, pero nuestra primera reunión tuvo un cierto aire de clandestinidad. En un acuartelamiento nos reuníamos civiles y militares para tratar, con total alejamiento de la política, de poner las bases de la “Tertulia de Amigos del 25 de Julio”. Pero en algún lugar teníamos que hacerlo, y ahora sabemos que acertamos plenamente. Allí se nos acogió y se nos abrió una puerta a la esperanza.

          Nuestro único bagaje entonces, igual que ahora, eran el desinterés y la buena voluntad. Era lo único que podíamos aportar. Y con ello comenzamos. Tuvimos la suerte de encontrar un moderador, exigente, pero dialogante, que ha realizado muy positivas aportaciones y ha sabido encauzar muchas de las ideas de la Tertulia, aunque en algunos casos -como suelo decir a los compañeros-, nos ha hecho trabajar a toque de corneta.

          No somos nosotros, los miembros de la Tertulia, los llamados a valorar, en absoluto, lo poco o mucho que hayamos podido avanzar. Sin proponérnoslo expresamente, hemos formado un pequeño equipo, en el que jamás, en tantos meses de reuniones y debates, -y ello sí que es raro en los tiempos que corren y en ambientes cercanos- hayan surgido protagonismos personales o posturas encontradas. Si algo hemos podido aportar, mejor; si alguien dice que no es así, nos queda la satisfacción de haberlo intentado, desinteresadamente y con total honestidad.

          Hemos pasado, eso sí, momentos difíciles, y sabemos que aún pueden llegar otros. Pero hemos contado, mi General, con su inestimable apoyo y comprensión, que no sabemos cómo agradecer, y que nos ha ayudado en gran manera. Y, si me permite decirlo, esperamos seguir contando con tan valioso puntal. Todavía queda mucho por hacer. Concretamente, me atrevo a recabarlo, en nombre de la Tertulia, para culminar los dos proyectos que constituyen el primer objetivo de la misma, casi, casi, su razón de ser: el monumento a los Héroes del 25 de Julio, y el busto al general don Antonio Gutiérrez.

          Por otra parte, cuando terminen, esperamos y deseamos que muy felizmente, los actos conmemorativos de la Gesta, sería nuestra ilusión poder continuar aportando otras iniciativas y proyectos relacionados con muchos de los hijos de Tenerife y de Canarias con los que aún estamos en deuda, y que han dado gloria a la Patria. Y no hago distinción entre la chica y la grande, pues ambas son la misma cosa. Además de continuar colaborando con el Museo, permítaseme decir con nuestro Museo, en lo que estoy seguro de que todos estamos de acuerdo, hay cosas por hacer e iniciativas que lanzar, a modo de piedras a un lago de aguas estancadas, para intentar que dichas aguas se muevan, incluso que algo se alboroten, y que sus ondas alcancen objetivos que, en el fondo, todos desearíamos ver realizados.

          Mi General: su amable invitación de esta noche, que puedo asegurarle que ha constituido una gratísima sorpresa para nosotros, nos honra enormemente y nos llena de satisfacción. Nos sentimos ahora más orgullosos que nunca, no de nosotros mismos, sino de la Tertulia. Gracias, muchas gracias, mi General, y permítanos una modesta correspondencia a su atención, como recuerdo de este grupo de “tertulianos”, un poco idealistas, un mucho Quijotes, que seguimos pensando que con buena voluntad y -como dice la copla referida a nuestra lucha canaria-, con “limpieza en la mirada”, aún puede hacerse alguna cosa en este mundo.

          Aquí tiene, mi General, a uno de sus ilustres antecesores en el cargo que tan dignamente Ud. ocupa. Un castellano recio, caballeroso hasta lo insólito, de quien los historiadores dicen que fue de los más prudentes en su cometido y, sus contemporáneos, que su estilo era conciso, sin dejar de ser por eso elegante y florido, y que aborrecía la pluma y los médicos. Aquí culminó su gloriosa carrera con el mayor de sus triunfos, y aquí se quedó para siempre descansando en esta bendita tierra, que tan bien supo defender.

          Una vez más, mi General, en nombre de la Tertulia, muchas gracias.