Entrevista a Emilio Abad Ripoll

 

 

Por Sol Rincón Borobia   (Publicado en La Opinión el 25 de julio de 2011)

 
          El general Emilio Abad Ripoll llega a la cita con La Opinión con un libro bajo el brazo: La historia del 25 de julio de 1797, de Luis Cola Benítez y Daniel García Pulido. Narra la gesta que tuvo lugar ese día en Santa Cruz de Tenerife contra los ingleses, hoy hace ya 214 años. El general explica que trae el libro por si tiene que consultar algún dato. Pero lo cierto es que no le hace falta. Este militar retirado, miembro de la Tertulia Amigos del 25 de julio, sabe mucho de lo que pasó la oscura madrugada de aquel caluroso día.

          - ¿En los colegios canarios se enseña esta parte de la historia del Archipiélago?

          -Hay un programa que se llama Conoce tu Puerto, que dirige José Manuel Ledesma, de la Autoridad Portuaria, que incluye una visita al Museo Militar de Almeyda, donde a los estudiantes se les cuenta el 25 de julio. Pero, a su pregunta, y en general, tengo que contestar tajantemente que no.

          -Vaya.

          -Y la historiografía española también ha olvidado este hecho. Y es un hecho muy importante porque, si no hubiera sido por la victoria española, probablemente hoy estaríamos hablando inglés en Canarias. Y, además, hubiéramos tenido muy pocas posibilidades de recuperar las Islas. Estamos hablando de finales del siglo XVIII y en aquel momento la flota española estaba bloqueada por los ingleses en Cádiz y no hubiera podido venir a socorrer Canarias.

          -Imagínese que puede viajar en el tiempo y trasladarse al día de la gesta. ¿Qué lugar elegiría para verlo todo?

          -La casa de un comerciante que se llamaba Forstall, desde donde, según escribió, vio parte del combate. Está bajando la calle San José, a la izquierda, frente a la Alameda. De todas formas, poco se pudo ver porque tuvo lugar durante la noche más absoluta, una noche cerrada, una noche sin luna.

          -¿No le hubiera gustado estar en el barco del famoso Nelson?

          -No porque el barco de Nelson estaba a tres millas y ni se enteró. Precisamente esa fue una ventaja que tuvimos aquella noche. Las mareas, las corrientes y la falta de viento impidieron a los buques ingleses acercarse lo suficiente para cañonearnos. Hay que tener en cuenta que nos ganaban en número; ellos tenían 390 cañones y nosotros sólo algo más de 80. Hubieran bombardeado todo un pueblo de madera; Santa Cruz hubiera ardido.

          -De todas formas, usted tiene pinta de ser de los que violaría la norma de los viajes en el tiempo: sólo observar y nada de intervenir. Seguro que le costaría no meterse en la batalla…

          -Lo cierto es que hubo momentos preciosos...

          -¿Se puede calificar de preciosos los hechos de una batalla?

          -Sí. Por ejemplo, el momento en que a una persona se le ocurre una gran idea dos días antes del 25 de julio. Me refiero al teniente de artillería Francisco Grandi. Frente a la Alameda había una playa, un sitio perfecto para desembarcar. Pero el castillo, que estaba donde ahora está el charco de la plaza de España, tenía todos los cañones apuntando al mar. El teniente Grandi se dio cuenta de esto y rompieron la muralla, abrieron una tronera y colocaron un cañón apuntando hacia la playa. Ese cañón, que la tradición dice que fue el cañón Tigre, fue fundamental porque impidió el desembarco de los que habían llegado a la playa.

          -¿Ese es uno de los momentos en los que le hubiera gustado participar?

          -Hay otro momento fundamental, que es el hundimiento del cúter Fox. Un barco así no sólo trae hombres, sino también materiales, como cañones y municiones. Cuando lo hundieron, se ahogaron 101 hombres. Ese fue otro golpe enorme contra los planes de Nelson.

          -Es decir, fueron muchas las claves de la derrota inglesa.

          -Los ingleses tenían cuatro navíos de alto porte, con 70 cañones cada uno; tres fragatas con 30 o 40 cañones; el cúter, una bombarda... La victoria española fue gracias a muchas cosas. La preparación de la defensa del general Gutiérrez fue fundamental. Desde que se declaró la guerra con Inglaterra empezó a poner en marcha un plan que contemplaba el refuerzo de la plaza. Aquí había una unidad profesional, el Batallón de Infantería de Canarias, que en teoría tenía 600 hombres, de los cuales siempre andaban fuera 100. El resto eran milicianos, gente del campo o dedicada a otros oficios que se reunía una vez al mes para hacer instrucción militar.

          -No eran experimentados.

          -Muchos de ellos no habían disparado un tiro en su vida. Había cinco regimientos de milicianos: Abona, Güímar, La Laguna, La Orotava y Garachico. Y cada regimiento tenía diez compañías. Una era de los granaderos, que tiraban granadas; otra era de los cazadores, los que mejor disparaban; y luego quedaban ocho compañías de fusileros, que los pobres eran los que peor preparación tenían.

          -Y el 25 de julio...

          -De hecho, el primer desembarco fue el día 22. El plan de ataque inglés era tomar la ciudad por detrás, para evitar los cañones. Su idea era desembarcar por Valleseco y subir a la montaña que hay en Paso Alto. Pero tuvimos suerte. Cuando estaban desembarcando a las cuatro de la madrugada, una mujer que iba a vender los productos de su huertita de San Andrés a la recova de la ciudad oyó ruidos y voces raras y empezó a dar gritos para alertar a los centinelas de Paso Alto. Éstos dispararon unos cañonazos y con esta acción rompieron la sorpresa del ataque. Los ingleses tuvieron que recular. Nelson se enfadó con ellos y reintentaron el desembarco a las nueve de la mañana, pero Gutiérrez ya había mandado gente a la montaña de Paso Alto.

          -Ya no era un ataque sorpresa...

          -Los ingleses desembarcaron y se subieron a la montaña de la Jurada. Así, los españoles estaban en un lado, los ingleses en el otro y Valleseco en medio. Allí se pasaron el día, un día de mucho calor. Los nuestros tenían a las aguadoras de Tenerife que, ese día, en lugar de suministrar a la ciudad, cargaron agua en la fuente de la Pila, en la plaza de Candelaria, y subieron la montaña para abastecer a nuestros soldados. No contentas con eso, bajaron y volvieron a subir con frutas y otras comidas. Y las más jóvenes, por la tarde, volvieron a hacer un tercer viaje. Subir cargadas un peñasco con semejante pendiente debió ser horrible.

          -¿Y los ingleses?

          -Los ingleses no tenían agua y la mayoría llevaba ron en sus cantimploras. Se desesperaron e incluso bajaron a Valleseco a comer higos de las higueras. Algunos se pusieron malos por beber de un charco.

          -Y otra vez retirada, de vuelta a sus barcos.

          -El enfado de Nelson fue tremendo y entonces cometió su gran error: ponerse al frente de la fuerza que iba a desembarcar otra vez.

          -Me extraña de un inglés que pierda los nervios así.

          -Pues los perdió.

          -Vendría con la idea de que iba a ser coser y cantar.

          -De hecho, un capitán inglés trajo a su mujer porque pensaban que aquello iba a ser un cachondeo. Nelson escribió a su jefe: "No entraré en el asunto de por qué no estamos en posesión de Santa Cruz; su parcialidad le hará creer que se ha hecho hasta este momento todo lo posible, pero sin efecto, esta noche yo, humilde como soy, tomaré el mando de todas las fuerzas destinadas a desembarcar bajo las baterías del pueblo, y mañana mi cabeza será coronada probablemente de laureles o de cipreses".

          -Vaya humildad. ¿Es cierto que tras la victoria, los tinerfeños se portaron con caballerosidad?

          -Hay una carta de Nelson a Gutiérrez en la que le da las gracias por cómo se comportó con los prisioneros y los heridos. El general Gutiérrez le contestó que no merece ningún laudo el hombre que se comporta con corazón cristiano y le dijo algo así como que, cuando se termina el combate, todos somos hermanos. Entonces, Nelson le mandó un queso y una barrica de cerveza y Gutiérrez le envió dos garrafas de vino.

          -Eso no se da hoy en día.

          -Eran caballeros. Imagínese a Bush y a Bin Laden comportándose de este calibre.

          -¿Hay algún aspecto de la gesta que pocos conocen?

          -Hay una cosa interesante. El general Gutiérrez le envió una carta al rey Carlos IV para informarle de que habíamos ganado. En una segunda carta, el ministro de la Guerra le contesta a Gutiérrez dándole la enhorabuena y preguntándole el motivo por el que dejó marchar a los ingleses sin embarazar, es decir, sin desarmarles. El general Gutiérrez le respondió con una tercera carta, desaparecida hasta hace pocos años, a la que el ministro le contestó que, si era así, había hecho muy bien en dejar ir así a los ingleses. Los historiadores siempre se han preguntado qué pudo decirle Gutiérrez al ministro para convencerle de que había obrado bien.

          -¿Y?

          -Yo estaba de director del Centro de Historia y Cultura y un compañero, director del Archivo Militar, me llamó una mañana y me dijo: "Mi general, voy a bajarle un papel que le va a costar por lo menos cinco cervezas". Y me trajo la carta de Gutiérrez explicando al ministro porqué dejó marchar a los ingleses sin desarmarles.

          -¿Cuál fue la explicación?

          - En resumen, Gutiérrez le explica en esa carta que los ingleses tenían 900 hombres en tierra y 900 más en los barcos; que, por el contrario, él tenía menos de trescientos hombres con armas; que los artilleros llevaban tres noches sin dormir y que los ingleses se habían creído que él tenía 8.000 hombres. Además, si cambiaban las condiciones del mar y los barcos se acercaban a tierra, Tenerife se perdería. Así que, si los ingleses querían irse, ya se sabe: A enemigo que huye, puente de plata.

          -El general Gutiérrez era un hombre sensato.

          -Es el único militar que conozco del mundo que haya derrotado tres veces a los ingleses. De teniente coronel tomó una de las Malvinas. De coronel reconquistó Menorca y de general ganó a Nelson.