José Murphy y Emilio Abad

Por Antonio Salgado Pérez   (Publicado en El Día el 14 de julio de 2010)

 

 
          De aquí en adelante pasaremos, si cabe, con más respeto y admiración, por la estatua que le han erigido al tinerfeño José Murphy y Meade en el corazón de la plaza de San Francisco, porque... 

         Tras la magistral conferencia con la que, el 27 de enero pasado, nos deleitó el general de Artillería Emilio Abad Ripoll, en el Palacio Municipal, con motivo del 188 aniversario de la Designación de Santa Cruz de Tenerife como capital de Canarias, quien suscribe tendrá en su mente el nombre de Murphy, no de forma tan documentada como Marcos Guimerá Peraza, que le dedicó un espléndido libro, pero sí, insistimos, en el futuro estará en nuestro recuerdo de una forma muy especial por facetas que intentaremos exponer más adelante.

            La solemne velada dio comienzo con los afinados acordes de nuestra centenaria Banda Municipal de Música, que bajo la experta dirección de Felipe Neri Gil Marrero nos ofreció de forma impecable, retazos de la suite Peer Gynt, El amanecer, del compositor noruego Edvard H. Grieg y, a continuación, La flauta mágica, del austríaco Wolfgang Amadeus Mozart. Alguien, muy cercano y avezado en la materia, aseguró que aquella noche nuestra Banda había interpretado tales piezas como una orquesta sinfónica.

            Tras la citada catarsis musical, cuyos sones habían sido, justamente, muy aplaudidos, surgió la voz, timbrada y nítida, del citado militar que, como había dicho el alcalde en la presentación del acto “le brillan los ojos cuando tiene que hablar de algo relacionado con la Isla”. Y, una vez más, nuestro ínclito castrense impactó a todo el numeroso auditorio por su enjundia, erudición y, sobre todo, por la valentía que vertió en su extraordinaria intervención, donde su labor de investigación y estudio pormenorizado iba a quedar plenamente justificado. No olvidó, en su alocución, y le honra, las fuentes en que bebió: Cola Benítez, Doblado Claveríe, José Arturo Navarro, Coriolano Guimerá, José Luis García Pérez, Daniel García Pulido..., muchos de éstos, integrantes de la Tertulia del 25 de Julio, que sigue ofreciéndonos historias apenas conocidas.

           Emilio Abad Ripoll recordó la vocación de capitalidad del municipio santacrucero; que entre 1833 y 1927, la ciudad tinerfeña fue la única capital de Canarias, donde la figura de José Murphy (1774-1841), miembro de la Junta Suprema de Tenerife y diputado a Cortes, entre otras de su cotas, se agigantó, en parcelas peninsulares, para obtener tal privilegio en beneficio de la isla que le vio nacer, y que en la actualidad le ha querido recordar en la estatua ya mencionada, inaugurada el 30 de septiembre de 2003, realizada por Roberto Barrera Martín e inspirada en bocetos de Francisco Borges Salas y fundida por Esculturas Bronzo.

           Destacó el general Abad la importancia de que la ciudad tuviera entonces un proyecto común y gran ambición; y que era la única plaza fortificada. A renglón seguido recomendó a la Corporación que jamás se olvidara del binomio Cultura-Historia; y que a pesar de los ímprobos e infructuosos esfuerzos realizados por determinados estamentos en recuperar los restos mortales de José Murphy,  allá en Méjico, sí se debería modificar en la referida estatua, ubicada en la referida y céntrica plaza santacrucera, la ambigua y cicatera placa de identificación que hoy ostenta, donde no se explica ni la grandeza, ni los sacrificios y desvelos desplegados en aras de que Santa Cruz de Tenerife fuera, durante más de noventa años, la capital de Canarias.

 

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