Pinceladas del pub inglés

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 16 de septiembre de 1990)
 
 
Desde los tatuajes, “esos pecados de la juventud”, hasta la corrección, flema inglesa y “hooligans”
 
 
          A nosotros, por encima de todo, siempre nos ha llamado la atención su iluminación: suave, intimista, casi sensual. Aquí, como en ningún otro sitio, prevalece el conservadurismo británico: los mangos blancos de los grifos de cerveza, los sifones, las sillas, los sofás rinconeras, las banquetas, las lámparas de quinqué…
 
          Ellos, los británicos, como para distinguirse del resto de Europa, conducen por la izquierda, que para ellos “es la parte más noble de la carretera”; y en los pubs (abreviatura de Public Houses), colocan botellas hacia abajo, como para seguir llevándonos la contraria.
 
La principal atracción y diversión
 
          Nos ha recordado Manolo Sarmiento que a finales del siglo XIX, los establecimientos más populares en Londres eran los pubs, que desempeñaron la principal atracción y diversión de los londinenses. Probablemente nunca fue superado por el teatro o el music-hall; en estos años, los pubs atraían más que nada a un público flotante y foráneos que acudían de las afueras a divertirse por la noche. En el Londres victoriano, anterior al cine o la radio, los pubs resultaban a los residentes en la capital el único medio de distracción. Se podía comprar alcohol a todas horas y no era raro ver a los obreros acudir a esos locales para tomar una copa de ginebra antes de iniciar el trabajo, a las seis de la mañana. Había también aspectos positivos como la camaradería y alegría.
 
          W. Jacobb nos dejó una descripción de uno de esos lugares: “Un pequeño pub a la vuelta de Mile End Road, limpio como un alfiler nuevo, y tranquilo y respetable como una sala de visitas. Todos llamaban “Ma” (madre) a la patrona; y ella, a su vez, los llamaba por sus nombres de pila y les preguntaba por sus familias." En estos lugares (como en tantas otras partes de Londres), lo mejor –la compañía, el carbón que ardía en la chimenea, las jarras y vasos limpísimos, los rincones acogedores–, era gratis.
 
La luz de la individualidad humana
 
          Los clientes habituales han sido muy descritos por un superviviente de esos días: “A pesar de ser camaradas, ninguno de nosotros sabía nada de la vida de los demás. Nos conocíamos por sobrenombres, y únicamente cada cual sabía dónde iba tras despedirse por la noche. Nos reuníamos sólo para poder mostrarnos tal cual éramos, durante un rato; para despojarnos de las capas que, por necesidad, habíamos de aportar en medio de la sociedad civilizada, para hablar de cosas del día, a veces para hacer muy groseros unos con otros y por un rato a todos nos iluminaba la luz de la individualidad humana”.
 
La espuma horroriza
 
          Ahora, en nuestros días,  y mientras la espuma de la cerveza sigue siendo el más habitual adorno de ésta, cuyo cosquilleo en los labios es un rito más, “a los británicos no les agrada que les sirvan la cerveza con espuma: una cerveza con head (espuma) les horroriza”, como afirma Hans Lajta, en “Londres”, una recomendable guía de viajes e itinerarios.
 
Todo el tabaco del Reino Unido se consume en los pubs
 
          Se oye música, se fuma, se fuma muchísimo. Hay quien cree que todo el tabaco de las inflexibles campañas hace desparecer prácticamente de todas las instalaciones con techo del Reino Unido, se consume aquí, en los pubs. Y también se habla mucho, pero con una exquisita cadencia, donde los decibelios casi no existen. Se asegura que cuando “el inglés no está en casa, está muy feliz en su “local”. Local es el nombre que toma el pub cercano a la casa del cliente. Allí, entre humo, musiquilla y una conversación que parece murmullo, el inglés va al encuentro de sus amigos “para hablar de su esposa, de sus vacaciones, de lo que dicen los periódicos y ¡cómo no! del tiempo”. Si su amigo o amigos aún no han llegado, el cliente no pierde el tiempo y se pone a hablar con el barman o la barmaid. O se llena de valor o convivencia para hilvanar el diálogo con el primer forastero despistado, al que se le ha reconocido inmediatamente porque ha pedido un “cup of tea” ante la contenida hilaridad de la clientela.
 
La consumición de cuentagotas
 
          En Gran Bretaña no es habitual que los camareros sirvan a los clientes en las mesas. Son los propios clientes quienes van a la barra para retirar el pedido, que paga inmediatamente. No es costumbre dar propina a los pubs. Y menos cuando el foráneo comprueba que la bebida –casi con medida molecular, y que sale de aquella invertida botella, parece más una muestra que una consumición, máxime, por ejemplo, si se trata de whiski, a pesar de que han sido ellos los pioneros de esta “agua de la salud”, que parece despacharse, insistimos, por cuentagotas.
 
Las señoras sin acompañamiento masculino son muy apreciadas
 
          Los pubs tienen un olor muy peculiar, que no desagrada, a pesar de la multitud de ceniceros que permanecen cubiertos de colillas en todos los rincones del recinto, casi siempre con dos entradas. La una conduce al public bar, de decoración e instalación más sencilla y en la que sólo están, o suelen estar, los hombres. Las parejas o señoras sin acompañamiento masculino van al salón bar o la lounge bar, en la que hay mejor mobiliario, alfombra, y a veces hasta leña ardiendo en la chimenea. Una curiosidad: las señoras sin acompañamiento masculino son unos huéspedes muy apreciados, a diferencia de lo que sucede en otros países, aunque ya la imagen va cambiando.
 
Los tatuajes, esos "pecados de juventud"
 
          En épocas de calor, los más encopetados pubs británicos abren su Beer Garden, donde se compagina el sabor de la cerveza con ese olor reciente, virginal, fresco e inconfundible del césped acabado de cortar. Y donde, por eso del calor, menudean no sólo los shorts sino las camisetas que nos delatan ese “pecado de juventud” de una gran mayoría de británicos: los tatuajes. ¡La de tatuajes que existen en Gran Bretaña! Puede ser una simple coincidencia pero son ellos, los tatuados, los más frecuentes seguidores de los dardos. En casi ningún pub falta el rincón para el tablero de juego de dardos, pasatiempo sumamente popular. Una pizarra en la pared y una línea en el suelo (el límite de tiro) completan “la cancha de juego”.
 
El tamaño de los vasos de cerveza
 
          Si el Támesis discurre por Londres, la cerveza también lo hace, de forma muy generosa, por las sedientas gargantas de los súbditos de Isabel II. Al extranjero, lo primero que le sorprende es que esta cerveza no esté fría; y lo segundo, el tamaño de los vasos en que se sirve. En Gran Bretaña existen muchas más clases de cervezas que en el resto de Europa; el huésped no puede solicitar sencillamente “one beer”. Para solicitar una cerveza que se parezca algo a la Pilsen deberá pedir una lager; la cerveza oscura y fuerte se llama stout. Muy apreciable es la  bitter, una cerveza de color castaño claro, casi sin gas carbónico.
 
          Al encargarse la cerveza deberá indicar al mismo tiempo el tamaño que se desea; podrá elegir entre una pint media o entera (un poco más de medio litro). Para encargarla como mandan los cánones hay que decir: “half a bitter” o “a pint of bitter”.
 
 
La ceremonia del cierr
 
          El cierre de los pub tiene algo de rito, algo de ceremonia. La primera campanada de aviso se oye a las once menos diez de la noche, Last order, please!, exclama el barman. Y la mayoría de los clientes apuran la última gota de la consumición e, inmediatamente, piden otra… A las once en punto, la campanada postrera: Time, gentlemen, please!, exclama ahora la barmaid. Y se apagan todas las luces de la barra. Y a toda velocidad, los barmen recogen todos los vasos vacíos; se permite que el cliente termine con su última consumición. Entre aquella parcial penumbra se oye como una especie de música celestial. Vuelven a encenderse las luces “pura y exclusivamente para terminar de recoger y limpiar todos los vasos”.
 
Corrección, flema inglesa y "hooligans"
 
          A pesar de la cantidad de cerveza ingerida, al inglés no le da por cantar. Sin aspavientos, muy ceremonioso y cogiendo su paquete de cigarrillos y su encendedor, se despide así: Good night!.
 
          Esto, en líneas generales, es lo que hemos visto y analizado en los pubs de la campiña británica, primordialmente en las localidades de Hatfield, Ware, Hemel Hempstead, Weling Garden City, etcétera, donde la corrección y la flema británica es notoria y latente y que nada tiene que ver con esa horda de indeseables “hooligans”, amantes de las gamberradas salvajes y broncas descomunales que, desgraciadamente, son perfectamente conocidos en los complejos turísticos de Playa de las Américas y Los Cristianos por sus borracheras de delirium tremens.  
 
 
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