El deporte en la tercera edad

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en Jornada el 17 de octubre de 1989)
 
Primer premio del  “I certamen Isla de Tenerife de Fotografía, Video, Caricatura, y Artículo Periodístico sobre temas deportivos”, instituido por el Cabildo de Tenerife, correspondiente al año 1990.
 
 
perico 
 
El famoso ciclista español Perico Delgado hace entrega, en el salón noble del Cabildo Insular de Tenerife, del premio Artículo Periodístico que recoge Antonio Salgado Pérez.
 
 
          Se ha dicho repetidas veces que la vida del hombre, desde un punto de vista meramente biológico, se podría resumir como un camino de ida y vuelta. Al primero se le ha dado en llamar de evolución o desarrollo; al segundo, de involución o plegamiento, pero afortunadamente para algunos, la curva ascendente o descendente, el vértice de la trayectoria, como bien apunta Alpuse, no está marcada claramente. Se envejece a distintos ritmos, dependientes de la constitución física del individuo y del régimen de vida que haya observado. Por todo ello, el momento en que los signos regresivos de la involución, la temida vuelta, hacen su aparición, se le ha denominado “la tercera edad”. Quiere ello decir que los que se acercan o hayan sobrepasado la cota de los cincuenta años han llegado a esa “tercera edad”, etiqueta que muchos no aceptan.
 
          Pero, por favor, no se asusten. A esta edad todavía no tienen el certificado de inutilidad, ni se puede hablar de senectud, ni mucho menos de vejez. Y si no que se lo pregunten, por ejemplo a ese medio centenar de jubilados que con una asistencia que ellos desearían incrementar, como luego explicaremos, acuden, muy de mañanita, a “Las Teresitas”.
 
Cuando hay que gozar la playa
 
          En el otoño y en el invierno la arena de “Las Teresitas” es diferente. Ahora es una arena de agradable frescor, suave, como polvo, que nos transmite una sensación muy especial.
 
          En esta playa, prácticamente desierta al amanecer, que es cuando hay que gozarla –como la gozan nuestros entrañables jubilados, y amén de otros atletas más o menos dispuestos–, se pone en prueba nuestros sístoles y pulmones con el moderno “jogging” o el veterano “footing”, que todo, paseo, marcha o carrera, resulta altamente tonificante, con la rúbrica, eso no puede faltar, de ese baño viendo elevarse el sol.
 
          El agua está fresca, muy fresca, pero usted “debe calentarla” con la mente. Jamás se arrepentirá. Saldrá del agua como nuevo y siempre exclamando: ¡está buena!
 
Un monitor llamado Valentín
 
          Valentín Jorge Sosa, al que todo el mundo en “Las Teresitas” conoce como Valentín, es el monitor de gimnasia; el que pone a punto a senadores y diputados; a funcionarios, amas de casa, jubilados; el que oculta su empacho de calendario con una atildada figura de cinematográfico cincuentón; curtido con el yodo, con el salitre y sol de esta playa a la que viene acudiendo con estricta puntualidad desde hace ocho años, excepto los domingos, “que se los dedico a mi mujer”. Valentín nos dice con una evidente desazón:
 
El hombre necesita moverse : y el movimiento es vida
 
          - Me da mucho remordimiento comprobar que la férrea voluntad de este medio centenar de jubilados que tengo bajo mi custodia viene tropezando, una y otra vez, con obstáculos que podrían subsanarse con facilidad. El hombre, como ser biológico, necesita moverse y el movimiento es vida. El déficit de movimientos disminuye la capacidad de rendimiento, eleva la vulnerabilidad a las enfermedades y por consiguiente acorta las posibilidades de vida en el hombre, de forma muy especial cuando éste se encuentra en lo que se conoce como “la tercera edad”, o sea, jubilado. Para ellos, para mis queridos jubilados –yo también, cuidado, soy uno de éstos– he pedido por instancia al ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y por escrito al consejo de administración de “Playa de Las Teresitas, S.A.”, que nos instalen, con la provisionalidad que estimen oportuna, una caseta para que este grupo de personas, de escasa renta, no tengan que pagar diariamente los servicios de vestuario de playa. Hemos pedido y escrito, en efecto, pero hasta ahora con resultados totalmente negativos.
 
Ese terrorismo acústico conocido por ruido
 
            El agua de “Las Teresitas” es transparente, de inmaculada limpieza. Y su quietud forma un descomunal espejo donde el incipiente sol, casi de lujuriantes matices, le ofrece un aspecto de insólito amanecer, que puede incluso confundirse con un anticipado y precoz crepúsculo. Ahora, a primeras horas de la mañana, no sufrimos esa plaga actual, ese terrorismo acústico que responde por ruido. No hay público, no hay masa humana ni tampoco transistores con rock duro ni “heavy metal”. Los kiosquitos, con nombres tan familiares como “Sevilla”, “Lucas”, “Carmelo”, “Sara”, “El Ultimo”; los bares-restaurantes de los Ramos e, incluso esa pomposa “Cantina Internacional”, aún dormitan; y los motores de sus neveras y frigoríficos parecen estar en las últimas etapas de sus respectivos sueños reparadores. Ahora, sin esos decibelios, se puede oir los graznidos de las gaviotas en esa especie de charla que entablan con sus congéneres en la barra artificial de la playa, donde sus siluetas se recortan con una gran perfección en el horizonte. Esos graznidos se atenúan cuando las gaviotas se domestican en la orilla, o cuando se desplazan por aquel mar que ahora es lago; y se sublevan y revolotean como locas cuando irrumpe inmisericorde ese mastodóntico “tractor limpia-playa”, que nos deja la arena “como para comer sobre ella”.
 
Una popular saga de futbolistas
 
          Dicen que las comparaciones son odiosas, pero Valentín Jorge Sosa, perteneciente a una popular saga futbolística –su hermano Gabriel, tuvo el alto honor de vestir las camiseta internacional; y su otro hermano, Manolo, fue un notable “colchonero” del Atlético de Madrid– nos sigue diciendo:
 
          –¿Por qué el ayuntamiento de Santa Cruz y “Playa de Las Teresitas, S.A.” no han sido generosos con nuestras peticiones? ¿Se puede tratar de esta manera a los que solamente desean cultivar el músculo y el deporte para no terminar ni en una silla de ruedas ni en la cama de un hospital?
 
El piragüismo con mejor suerte
 
           ¿Por qué –nos preguntamos nosotros ahora–, por ejemplo, no corre nuestra “tercera edad” la misma suerte que ha tenido –y nos alegramos muchísimo– la Federación Tinerfeña de Piragüismo, a la que se le ha permitido instalar en plena playa una caseta para goce y disfrute de sus atletas, que  allí ubican sus utensilios deportivos? Allí, al lado del puesto de socorro de la Cruz Roja del Mar, los piragüistas tienen su flamante caseta. ¿Sería tan difícil conseguir otra para estos jubilados ávidos de luchar contra la invalidez precoz? No hay que olvidar que el ejercicio físico es la mejor previsión de una vejez en mejor estado.
 
Erradicar el ostracismo, la resignación y el abandono total
 
          Son directas y simples las interrogantes que nos hace Valentín, que siempre ha predicado con el ejemplo del deporte, porque como futbolista estuvo doce años jugando en el equipo del Granada, y sus hijos, Roby y Javi, en el Atlético de Madrid y Lérida, respectivamente. Son directas y simples, decíamos, porque a “nuestros mayores”, a nuestros padres e, incluso, abuelos, había que darles toda clase de facilidades para que no constituyan un estorbo para sus familiares, ni para la sociedad en que habitan. La gimnasia y el deporte; la motivación y el entusiasmo por vivir, erradicación, sin ningún género de dudas, el ostracismo, la resignación y el abandono total, un trío de pesadilla que puede estarles acechando y amenazando a cada momento.
 
"El Club del Barranco"
 
          Los jubilados a los que nos estamos refiriendo, se reúnen habitualmente en ese modélico edificio que se ha instalado en la vera del Barranco de Santos, bajando de la ermita de San Sebastián, en la Urbanización Montesdeoca, que se conoce por “Club de la Tercera Edad”, aunque ellos, los beneficiarios, cariñosamente le denominan el “Club del Barranco”. Allí, entre un amplísimo abanico de tipo cultural y recreativo, reparten bien su ganado ocio.
 
"Queremos hacer deporte, pero..."
 
           -Queremos hacer deporte, pero no nos dan facilidades. Ni una simple caseta nos quieren poner en “Las Teresitas” para que nos cambiemos de ropa y atuendo. Para nosotros resulta un gasto muy importante desembolsar, por persona, setenta y cinco pesetas, por este concepto. Y también nos resulta gravoso y molesto tener que ir a la parada de guaguas para venir aquí tempranito. ¿Sabe usted? No pedimos castillos en el aire. ¿No existe en Santa Cruz una firma comercial o una entidad clínica-sanitaria que nos envíe con cierta frecuencia un autobús a las puertas de nuestro club para facilitarnos el traslado? Vamos a ver si alguien nos echa una manita. Sabemos que nuestro pueblo es generoso y abierto. Sin ir más lejos puedo decirle que días atrás pedimos ayuda a la Compañía Cervecera de Canarias S.A., y nos llenó de camisetas deportivas que ahora portamos con mucho orgullo.
 
Maratonianos, paseantes, minusválidos, yogistas, mormones
 
          Inmersos en tanta tranquilidad, hasta resulta soportable observar a aquella gente madura dándole pataditas, “jugando un partidito”, con una pelota de goma, a la orilla de esta playa irrepetible, que acoge a un variopinto desfile de maratonianos, simples corredores, paseantes, minusválidos, yogistas… Aquí, en este mar, se bautizan algunos mormones. Este mar tiene algo de sensual e insinuante, que nos invita, que nos incita a la zambullida, donde la descontaminación y el olor a puro marisco son sensaciones que ahora se nos ofrecen como plato único y difícil de saborear en otros horarios.
 
          “Las Teresitas”, despertando al día, y desde cualquiera de sus extremos, tiene un encanto, un reclamo especial, con aquella majestuosa cordillera de Anaga que mira con admiración la línea esmeralda de los flamboyanes que festonean los aparcamientos de la playa; y con San Andrés, que ahora, como siempre, presenta unos frondosísimos laureles de Indias, muy difíciles de encontrar en otros contornos isleños.
 
219403: El teléfono de la esperanza
 
          Allí, cuando el sol, en el horizonte, pugna por salir en una increíble bola de fuego, podemos ver  con cierta frecuencia –no la deseada por ellos– a nuestros entrañables jubilados, alegres, optimistas y dicharacheros, a pesar que, por el momento, sigan soñando, primero, con una caseta; y luego con un generoso autobús.
 
           Valentín Jorge Socas, desde el teléfono 219403, sigue manteniendo las esperanzas.
 
                                    
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