La actuación de "The Swingle Singers" en el Casino de Tenerife

 
Por Antonio Salgado Pérez (Publicado en El Día el 12 de noviembre de 1988).
 
 
           Resulta difícil., muy difícil, conseguir que el auditorio salga con la sonrisa en los labios al final de etapa de una “Semana de Música”, donde, primordialmente, los pianos y los violines gestan rostros de seriedad y de concentración. Pero el gentío que en la sesión inaugural de la citada Semana abarrotó los salones del Casino de Tenerife, por cierto de formidable acústica, lo hizo así, riéndose. Con risas y maravillados porque, entre otras cosas, habíamos oído el sonido del contrabajo, del clarinete, del saxofón, de la trompeta, de la flauta y de los platillos y allí, sobre el escenario, no había hecho aparición ninguno de estos instrumentos musicales…
 
          ¿Qué había ocurrido en el Casino? Pues sencillamente que había interrumpido uno de los más genuinos octetos de solitas corales, “The Swingle Singers”, insólito conjunto vocal, que extasió a la concurrencia por su impecable técnica y su musicalidad, donde la sincronización, adornada con rictus y gestos de notable e histriónica interpretación, impactó en aquella variopinta y democrática audiencia que aplaudió aquella extraordinaria conjunción artística; el refinamiento de la mayoría de lo expuesto en aquel escenario, así como la utilización de los más sofisticados recursos del arte vocal, donde autores de la prosapia de los Bach, Rossini, Granados, Berlín, Porter, Mancini, Beatles, Debussy, Tcaikovsky, etcétera, por nombrar a los más conocidos y populares, cobraron otras tonalidades y otros matices en las ocho gargantas de estos alegres británicos que, incluso al final y como propina, nos ofrecieron un breve e inolvidable “Vuelo del Moscardó” que hubiese entusiasmado al mismísimo Rimsky-Korsacov, no sin antes descubrirnos, sus fibras de comerciantes al ofrecernos, en gracioso castellano, la oportunidad de comprar sus discos y cassettes “al otro lado del salón".
 
           El Casino, repetimos, nos dio la sorpresa de ofrecer una especie de orquesta sinfónica sin instrumentos. La audiencia agradeció vivamente el detalle y comenzó el fin de semana con la risa en los labios y con el ánimo lleno de interrogantes porque incluso aquellos jóvenes no habían brindado los compases de esa flauta de los indios del Perú, Bolivia y el norte argentino, “que desprende sonidos lúgubres” y que responde por quena, ¿de acuerdo, Elfidio?
 
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