Relatos de Santa Cruz, siglos XVIII y XIX (V). Un viaje al Mar del Sur

 
Por José Manuel Ledesma Alonso (Publicado en El Día el 26 de noviembre de 2023).
 
RELATOS  DE  SANTA  CRUZ  (V)
 
 Un Viaje al Mar del Sur
 
Por William Bligh (*)
 
 
William Bligh
 
 
William  Bligh
 
 
          El 23 de diciembre de 1787, Zarpamos del puerto de Spithead, en Inglaterra, a bordo de la fragata HMS Bounty de 215 toneladas, 27 m. de eslora, y 44 tripulantes.
 
          Habíamos sido contratados por la Royal Society de Londres, con el fin de buscar brotes del árbol del pan que crecían en abundancia en Tahití, para luego transportarlos a nuestras colonias de las Antillas, en el mar Caribe, con la finalidad de conseguir un alimento nutritivo y económico para el mantenimiento de los esclavos. 
 
          Fondeamos en la rada de Santa Cruz a las 9:30 horas del domingo 6 de enero de 1788, después de doblar una cadena de montañas rocosas, estériles y muy altas. En la bahía se encontraban un paquebote español en ruta para Coruña, un bergantín norteamericano y varios buques más. 
 
          Al mediodía, nos acercamos a su magnifico muelle en el que se puede desembarcar sin dificultad cuando el mar no está muy agitado. Allí existe una tubería de agua para el servicio de los buques, por la que todos los mercantes tienen que pagar la cantidad estipulada.
 
          Mandé a tierra al oficial Christiam para que le notificase al Gobernador que habíamos llegado para repostar y reparar averías sufridas por un temporal a los pocos días de haber salido de Inglaterra, a lo que dio respuesta muy amable, ordenando que nos suministrarían de todo cuanto hubiese en la isla. En su nombre vinieron a saludarme el capitán del puerto y otros oficiales españoles, en cuya lancha baje a tierra a cumplimentar a las distintas autoridades. 
 
          El Gobernador le concedió permiso a David Nelson, botánico de la expedición, para que pudiera herborizar por las montañas inmediatas a la ciudad.
 
          La ciudad de Santa Cruz esta construida de forma regular y mide aproximadamente un kilómetro de extensión en cada sentido. Las casas son en general amplias y aireadas, pero las calles están muy mal pavimentadas. 
 
          Me han dicho que están sometidos a ataques de epidemia de viruela, traída por los barcos, y que ahora tratan de contrarrestar mediante la inoculación. Por esta razón son muy perspicaces y solo dejan entrar a buques que dispongan de un certificado sanitario; precisamente, a la corbeta The Chance, proveniente de Londres, al mando del capitán William Meridith, que entró en puerto un día antes de salir nosotros, no se le permitió bajar a tierra a ninguna persona a menos de que yo diera fe de que en el momento en que había salido de Inglaterra ya no existía la epidemia; gracias a esto, recibieron los suministros que necesitaban y no estuvieron obligados a realizar la cuarentena.
 
          El aprovisionamiento del buque lo comenzamos el lunes y estuvo a cargo del consignatario Collogan e Hijos. Dadas las malas condiciones de la marejada reinante, el traslado del agua en las barcazas se estipuló en 5 chelines por tonelada de carga transportada hasta el barco. 
 
          También hicimos acopio de 865 galones de vino de excelente calidad, a 10 libras esterlinas la pipa, mientras que otro de clase superior lo pagamos a 15 libras la pipa (480 litros). Este vino no tiene nada que envidiar a los mejores Madeira que se venden en Londres. Las facturas se las hemos remitido a Sir Joseph Banks para que sean incluidas en la contabilidad de la Royal Society.
 
          Las exportaciones anuales de vino en Tenerife son de 20.000 pipas anuales, y los buques frecuentan la isla para llevarse gran cantidad a las Indias Occidentales.
 
          Para los otros productos que necesitábamos: maíz, patatas, calabazas y cebollas, la estación no era la propicia, por lo que sólo pudimos conseguir unos pocos higos secos y naranjas de baja calidad, pagados al doble precio que en temporada estival; por ello, en época de escasez, Santa Cruz recibe provisiones de otras islas, pues la producción de cereales no alcanza para sus necesidades. Por fortuna encontramos bastantes limones los cuales nos servirán para evitar el escorbuto en la tripulación. 
 
          Como nos fue difícil conseguir carne de vacuno de mediana calidad, la tuvimos que pagar a 6 peniques la libra. Escasas fueron también las aves de corral, tanto que conseguir un buen pollo equivale a desembolsar 3 chelines.
 
          Tuve el honor de que su Excelencia me mostrara el asilo, ellos lo llaman Hospicio, construido en una gran extensión de terreno, con cabida para 120 niñas y otros tantos niños pobres que aparentaban tener un semblante alegre. Esta esta institución representaba un esfuerzo sumamente loable.
 
          En una estancia espaciosa, mujeres jóvenes y niñas, con una vestimenta decente y pulcra, organizaban admirablemente sus ruecas y telares. Una institutriz inspeccionaba y coordinaba todos sus trabajos de fabricación de cintas de colores de seda y ropas de abrigo hechas de lino, incluso el teñido de las propias prendas la realizaban ellas. Los hombres jóvenes y los niños se dedicaban a los trabajos más laboriosos, como el blanqueo de prendas confeccionadas con lana común, también cuenta con inspector que les ayuda en todo lo que haga menester.
 
          El Gobernador les visita cada día mientras que un clérigo les asiste por las noches. En el caso de enfermar, reciben toda clase de ayudas y cuidados hasta el resto de sus días. El tiempo de estancia de las acogidas, de acuerdo con los estatutos, se limitaba a una permanencia de cinco años, al cabo de los cuales se podían casar o independizar ejerciendo el oficio aprendido.
 
          Gracias a esta humana institución, un buen número de personas se vuelven útiles y laboriosas en un país donde los pobres, por la indulgencia del clima, son demasiados propensos a preferir una vida de inactividad. Tengo que resaltar que la materia prima era donada por los comerciantes de Santa Cruz, y con las limosnas y donaciones se sufragaban los gastos de alimentación. 
 
          Después de haber terminado nuestros negocios en Tenerife, el jueves 10 de enero, con nuestro barco en buen estado de salud, con bebidas espirituosas a bordo, y una decena de embudos de piedra (destiladeras de agua), emprendimos la navegación con el viento sureste.
 
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(*) William Bligh (Inglaterra, 1753-1817)
 
          Ingresó en la Marina Real Británica a los 17 años y seis años más tarde  serviría como teniente de navío del H.M.S. Resolution, a las órdenes de James Cook en su tercer viaje de exploración por el océano Pacífico (1776), llegando por primera vez al puerto santacrucero.
 
          Nombrado comandante de la fragata HMS Bounty de 215 toneladas, 27 metros de eslora y 44 tripulantes, el 23 de diciembre de 1787 zarpó del puerto de Spithead, en Inglaterra, enviado por la Royal Society de Londres a buscar brotes de plantas del “fruto del pan”, que crecía en abundancia en Tahití, con el fin de trasplantarlas en sus colonias de las Antillas para alimentar a los esclavos.
 
          Después de su estadía en Tenerife y, tras una larga y relajada estancia en Tahiti, debido a que tuvo que esperar cinco meses para que las plantas madurasen y pudiesen ser transportadas en macetas, partió hacía las Indias Occidentales con las bodegas llenas de plantas vivas. 
 
          La mañana del 28 de abril, cerca de la isla de Tonga, nueve miembros de la tripulación, al mando del contramaestre Fletcher Christian, se amotinaron y se apoderaron del navío, abandonando a su suerte al capitán Bligh y a 18 de sus hombres, dejándoles un bote de 7,60 metros de eslora, aparejado con remos y una vela, tablas náuticas, un sextante, un reloj, algunas herramientas, escasos alimentos y un barril de agua potable. 
 
El capitán Bligh y 18 marineros son abandonados a su suerte
 
El capitán Bligh y 18 marineros son abandonados a su suerte
 
         
          Bligh realizó una auténtica hazaña de navegación pues arribaron a la isla de Timor, en Indonesia, después de haber navegado durante 42 días y recorrer 3.618 millas (6.500 km).
 
          Este episodio sería fuente de inspiración para literatos, con la edición de la novela El motín de La Bounty, de la que se hicieron cinco películas, entre ellas Rebelión a Bordo
 
          Ascendido a Comodoro, Bligh sería gobernador de Nueva Gales del Sur. Retornado de nuevo a Inglaterra, sería nombrado Contralmirante y, en los últimos años de su vida, recibió el rango de Vicealmirante.
 
          Bligh murió en Londres, en 1817, siendo enterrado en el jardín de la iglesia de Santa María, hoy Museo de Historia. Su tumba, con una leyenda que ensalza sus servicios a la patria, está coronada por un árbol del pan. 
 
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