1898 y las Islas Canarias (2)

 
Por Alastair F. Robertson  (Traducido del inglés por Emilio Abad y publicado en el Diario de Avisos el 19 de noviembre de 2023).
 
 
          El 7 de mayo se declaró el estado de guerra en Tenerife, a la vez que se informaba de que había 7.000 soldados en la isla, de los cuales 1.000 eran artilleros. Sorprendentemente, a pesar de todos los preparativos militares, el negocio comercial en Canarias se desarrollaba con normalidad: se anunciaban vacaciones y cruceros y el transporte de mercancías seguía su curso habitual. Sin embargo, a la vez en Las Palmas continuaba la intensa actividad militar, se levantaban tiendas de campaña en las cimas de las colinas y se montaban grandes cañones, lo que podía observarse desde los barcos de pasajeros en el puerto. Un distinguido almirante británico comentó que podría haber guerra en Canarias, donde la gente era profundamente patriótica, como se había demostrado en el rechazo al ataque de Nelson.
 
La amenaza americana a Canarias
 
          En España cundió la alarma cuando se difundió el proyecto americano de tomar las Canarias y las Baleares. Un telegrama expedido en Washington aseguraba que:
 
                 "La Junta de Estrategia Naval ha recomendado formalmente que se deberían ocupar las  Canarias, junto con alguna de las islas Baleares”
 
          Esto podría haber sido un farol para engañar y confundir, debilitando así la capacidad de defensa española, pero la noticia se dio como cierta. Se extendió el rumor de que si los Estados Unidos conquistaban las Canarias las cederían a Gran Bretaña, pero fue desmentido. Se enviaría un buque de guerra británico a Canarias. Debido a unos informes que aseguraban la existencia de minas en aguas de Gran Canaria, el transatlántico africano Bathurst no aceptó cargamento para ese destino y no se sabía a ciencia cierta si el barco haría escala en Canarias.
 
          Cuando se declaró el estado de guerra en Tenerife, las mujeres y los niños fueron enviados a poblaciones del interior de la isla, continuaron los trabajos de fortificación y se implantó el servicio militar obligatorio para los hombres de entre 18 y 35 años. Además de la comida, recibían un salario diario de 7½ peniques ingleses (unos 3 euros actuales).
 
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Soldados construyendo una carretera en La Isleta.  
 
 
          Las autoridades se hicieron cargo de la central telegráfica de Gran Canaria y se cortaron las comunicaciones con el exterior. Como consecuencia, había una enorme demanda de periódicos a los barcos británicos que hacían escala en la isla.
 
           Durante años España había tenido problemas en Filipinas y Cuba, pero la situación era completamente diferente en Canarias. Un corresponsal de un periódico británico que vivía en Tenerife escribía que nunca había escuchado ninguna queja contra el gobierno español, porque en general, a diferencia de Cuba y Filipinas, en las Islas Canarias reinaba la paz, junto con un sistema de gobierno “moderadamente bueno”. De hecho, probablemente habría algún resentimiento en el archipiélago hacia Cuba, porque sólo en el período 1896-1897 se habían enviado allí 1.397 reclutas, lo que suponía en la demografía insular una sangría de población laboral joven, mientras los isleños que regresaban de Cuba contaban historias de la mala situación que se vivía allá.
 
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Un grupo de oficiales y soldados en La Isleta, Las Palmas
 
 
          En mayo, con las Islas Canarias en un estado de profundo temor y mientras continuaban los trabajos de fortificación en Las Palmas, se temió un estallido hostil antibritánico por el supuesto apoyo inglés a los EE.UU.; se produjeron algunos casos que patentaban ese rechazo contra varios residentes británicos, algunos de los cuales portaban revólveres para protegerse. Un alarmista anticipó “una terrible masacre de ingleses” lo que sería refutado vehementemente por otro residente inglés. Aunque en realidad las cosas estaban en general tranquilas en las islas, el HMS Dido hizo acto de presencia para tranquilizar a los británicos. Pero aun así, los pasajeros británicos no desembarcaban en Las Palmas en prevención de algún acto hostil contra ellos. 
 
          Los trabajos de defensa de Canarias proseguían; un crucero auxiliar español había sido enviado a La Palma; los reservistas todavía estaban movilizados y recibían sus 7 peniques y medio al día y comida; había toque de queda, con luces apagadas al atardecer, incluidas las portillas de los barcos que había que cubrir. Pero hubo ciertos fallos en el suministro de municiones y armamento; por ejemplo, se informó que se habían enviado a las islas cañones sin sus cierres. Se rumoreó que los únicos buques de guerra españoles en Canarias eran dos torpederos, pintados de negro, que se encontraban en reparación.
 
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La hora del desayuno en La Isleta
 
 
          El almirante Cámara, al frente de la escuadra de reserva, zarpó de Cádiz, y aunque se desconocía su destino y misión, era seguro, sin embargo, que se dirigiría a Canarias a cargar carbón, - carbón británico-. Unos pensaban que no iría más allá de las Canarias, otros que podría navegar directamente a través del Atlántico para bombardear ciudades en la costa oriental de América, y otros que su destino podrían ser las Filipinas.
 
          En mayo, una propuesta que instaba al presidente estadounidense McKinley a apoderarse de Canarias encontró oposición, pero ésta fue derrotada. El cónsul británico en Canarias recibió garantías de Estados Unidos de que, para proteger los intereses británicos, mientras Gran Bretaña permaneciera neutral, Estados Unidos no bombardearía las Islas Canarias. Los problemas entre Estados Unidos y Gran Bretaña eran ya un asunto remoto. Se creía firmemente que si España no se rendía, la armada estadounidense iría indudablemente a por Canarias, y que, para lograr la paz, España probablemente tendría que renunciar a todas sus posesiones lejanas, así como a las Canarias, que pasarían a ser una estación de carboneo para Estados Unidos si el archipiélago se convertía en colonia estadounidense.
 
 
Continuará…
 
 
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