Esa "amenaza" llamada auditor...

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en Jornada el 1 de marzo de 1988).
 
 
          La auditoria es a la economía como un hijo a sus padres, Sin economía  no existe auditoría. Por ello en España sin economía, o mejor dicho, con una economía tercermundista, hasta 1960 practicamente no existió la auditoría.
 
          (Sólo puede recordarse algunos auditores ingleses que se desplazaban a España para auditar las inversiones inglesas en nuestro país, y aquí, concretamente en Canarias, tuvimos claros ejemplos).
 
          Ante esta venida, algunos expertos españoles crearon asociaciones o colegios denominados de contadores jurados, que en 1945 dieron lugar al Instituto de Censores Jurados de Cuentas. Su vida era lánguida, similar a la de la economía española. No hay menor duda de que la mayor parte de sus componentes no llegaron a realizar una sola auditoría. No obstante, debemos recordarlos aquí con reconocimiento, pero también con realismo.
 
          En 1960 se inicia el milagro económico español, y la auditoría procede a su despegue. Primero con el desarrollo de las firmas anteriormente existentes, y que toman personal español para formarlo en sus países de origen, Inglaterra, Estados Unidos, Francia, por lo que constituyeron y constituyen verdaderas escuelas de auditores; en segundo lugar con el establecimiento; en tercer lugar con la publicación de una serie de disposiciones, de poca o nula aplicación, pero que reconocen la existencia de los censores jurados de Cuentas, formados, primordialmente, por titulares mercantiles, intendentes y profesores mercantiles.
 
          En los últimos tiempos con este tema delicado, apasionante y dramático y aún no debidamente esclarecido llamado Rumasa, y con la intervención del entonces ministro Miguel Boyer en su famosa rueda de Prensa de expropiación del holding privado, se puso tan de moda el vocablo auditoría como tan de moda se puso la firma Arthur Andersen, “los Arturos”, pionera en exámenes de estados financieros, en un periodo determinado, de acuerdo con principios contables generalmente aceptados.
 
          Arthur Andersen, junto a las Price Waterhouse, Arthur Young, Cooper and Librand, Deloitte, Ernst and Whinney, Peat-Marwich Mitchel y Touche Ross, son “las ocho grandes”, las multinacionales más poderosas e influyentes que asesoran en la actualidad al mundo empresarial. Conjuntamente dan empleo a 160.000 personas, en más de 2.500 oficinas y en más de 100 países. Asesoran al 80 por 100 de todas las compañías que se cotizan en la Bolsa de Nueva York e ingresan más de 5.000 millones de dólares al año.
 
          Estos últimos datos se han venido a reflejar muy recientemente en el Congreso de los Diputados, donde se viene debatiendo el proyecto de ley de Auditorías que, según algunas opiniones ajenas al hemiciclo, “esta ley sólo beneficiará, si no se modifica su contenido, a las firmas multinacionales que actualmente controlan esta actividad en España en régimen de oligopolio y hasta en un 90 por 100 de la misma”.
 
          En un libro fascinante y exhaustivo, Mark Stevens nos confiesa, entre otras cosas, “que estas multinacionales necesitan tener oídos en sus espaldas”.
 
          Realizar auditorías es uno de los negocios más prósperos del momento, ya que como se ha resaltado en El Periódico, “la supervisión y control de las cuentas de una sociedad por profesionales independientes se ha puesto de moda en España de la mano de las multinacionales, a medida que han aumentado las exigencias de garantía y transparencia económica”.
 
          Hasta hace un par de años, las empresas de auditoría facturaron más de 9.000 millones de pesetas en España. El mayor porcentaje, sin embargo, fue para las mencionadas anteriormente, que en total facturaron unos 8.000 millones.
 
          En la actualidad, en España trabajan cerca de 3.000 auditores, una gran parte de los cuales prestan sus servicios como socios o empleados de empresas multinacionales. Esta cantidad de profesionales, según los medios del sector, resulta claramente insuficiente para atender la gran demanda de auditorías que se producirá cuando entre en vigor la ley que ahora se debate en el Congreso. Según algunas estimaciones que se han efectuado serán necesarios en España unos 20.000 auditores más. Hoy existen en nuestro país tres organizaciones profesionales de la auditoría: Registro de Auditores del Instituto de Actuarios de España, Instituto de Censores Jurados de Cuentas de España y Registro de Economistas Auditores.
 
          La necesidad urgente de formar profesionales de auditoría es un problema serio, dado que no se pueden improvisar, La garantía del trabajo de los auditores es clave para mantener la confianza en las auditorías,
 
          Nos asalta una duda. Para el pueblo llano ¿qué puede significar el vocablo auditor? Posiblemente que se trata de un inquisidor, de una amenaza, de un juez, de un acusador. Pero no es nada de eso. No debe serlo. Es, debe ser, tanto como se trate de un auditor externo como interno, un simple colaborador que, en y fuera de la empresa, puede, incluso, no sólo prevenir sino curar graves enfermedades de tipo comercial, económico o etc.
 
          Para terminar este comentario no nos resistimos a transcribir el concepto de auditor que, en 1922, expuso Elbert Hubbard: “El auditor tipo es un hombre más allá de la edad madura, flaco, arrugado, inteligente, frio, pasivo, reacio a comprometerse, con ojos de bacalao, cortés en el trato, pero al mismo tiempo antipático, calmado y endiabladamente como un poste de concreto o un vaciado de yeso; una petrificación humana con corazón de feldespato y sin pizca de calor de la amistad; sin entrañas, pasión o humorismo. Por fortuna nunca se reproducen y finalmente todos ellos van a parar al infierno”.
 
          Si en el año 1922 Elbert Hubbard nos proporcionó la “imagen” de lo que él consideraba un auditor, más adelante, en 1970, Williams G. Pillips, vio evolucionar la “imagen” del auditor así: “El auditor tipo es una bella persona, inteligente, cordial, considerado, con habilidad para ponerse en lugar de los otros y comprender sus problemas, educado en su trato con los demás y servicial, pero al propio tiempo objetivo, sereno y compuesto como Stravinsky en noche de estreno; humano y con corazón de oro, amistoso como un encantador caniche; cerebral y agudo para los negocios y con gran sentido del humor. Felizmente crea otros a su imagen y semejanza y todos ellos van al cielo”.
 
          Amén para todos los auditores
 
 
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