1874: La festividad de Santiago Apóstol se celebró en San Francisco y no en la Concepción

 
Por Ana María Díaz Pérez  (Publicado en El Día el 16 de agosto de 2023).
 
           
          Hace unos días se celebró la festividad de Santiago Apóstol y a un tiempo el 226 aniversario de la Gesta del 25 de Julio de 1797, de modo que los actos tuvieron lugar en la iglesia de la Concepción, consistentes en una misa concelebrada oficiada por el Sr. Obispo de la Diócesis Nivariense -a la que asistieron el Sr. Alcalde, el Sr. Jefe del Mando de Canarias, el Cuerpo Consular, Autoridades militares y civiles, la Tertulia Amigos del 25 de Julio, etc…- y  la consiguiente procesión de la imagen del citado discípulo de Jesús, incluso tres días después, el 28 de julio, en el teatro del centenario Círculo de Amistad XII de Enero el Grupo de Teatro Amistad, con la pasión que los caracteriza, puso en escena El castillo parlante. Testigo de la victoria del Gral. Gutiérrez sobre Nelson, una obra didáctica, novedosa y con una escenografía propia del siglo XXI, escrita, con su inmensa creatividad, y dirigida, con sus muchas aptitudes, por el Dr. Gerardo Fuentes Pérez, quien incidió en la errónea destrucción de la citada defensa principal. Se tiene el propósito de efectuar una segunda representación, el próximo mes de septiembre, en la mentada Sociedad santacrucera presidida por D. Francisco José Perera Molinero, caballero, muy reflexivo y conciliador, que facilita de manera extraordinaria el desarrollo de las actividades culturales del Recreo, con el generoso apoyo a las mismas de los componentes de su Junta Directiva, con la eficiente organización del  Sr. Gerente, con la colaboración  de sus numerosos socios, que son el motor imprescindible que impulsa el progreso del entrañable Club y,  por último, con el excelente desarrollo de las funciones de su personal, sin duda, ¡un completo equipo social!.
 
          Hasta aquí los actos conmemorativos de este 2023, sin embargo, en el año 1874 no reinó la concordia, pues en varias actas del valioso Archivo municipal de Santa Cruz de Tenerife se relatan unos desacuerdos  que se prolongaron a lo largo de casi 5 meses (7/04-25/08) y que principiaron cuando el Alcalde de esta ciudad, D. Juan García Álvarez, reclamó la “Corona  Real de Oro “que timbraba el Escudo de Armas  y que los federales le habían quitado al Pendón, puntualizando que  ignoraban su paradero y también el del lienzo, sin soslayar que no se podría procesionar con ese estandarte, en la fiesta de la Cruz y del Apóstol Santiago, debido al estado en el que se encontraba, de modo que luego se acordó comunicarlo al que había sido Alcalde en aquellos tiempos, D. José Suárez Guerra, al objeto de que diese razón del lugar donde se hallaba lo que había desaparecido.
 
          A continuación se cambió de escenario, pues  de la esfera política se pasó a la cívico-religiosa por desavenencias entre al Alcalde capitalino, Sr. García Álvarez, y el Párroco de la Concepción, D. Claudio Marrero, discrepancias que transcurrieron de la siguiente manera: El Primer Edil dictó un bando en el que invitaba al vecindario, el día seis de mayo a las ocho en punto de la noche, a la iluminación, acompañada de tres repiques de campanas en las dos parroquias de la ciudad, al objeto de celebrar la entrada del Ejército Nacional en la invicta Bilbao. Se refieren aquí a la Tercera Guerra Carlista (1872-76), durante la que los partidarios de Carlos María Isidro de Borbón fueron derrotados. Era la época de la Primera República Española (1873-74).
 
          Los documentos son muy precisos y D. Claudio, mediante un oficio, expresaba al Alcalde su rotunda negativa al toque de las campanas de su parroquia, ya que la Iglesia no estaba afiliada a ningún partido político, por lo tanto, jugaba un papel mucho más sublime, el de Madre de todos sus hijos y, por tanto, debía mantenerse neutral.
 
          La situación se fue complicando cada vez más, pues ahora el Sr. cura apuntó que el Prelado podría ordenar llevar a cabo rogativas para implorar por los desastres de la Nación, lo que contrastaría con aclamar la victoria de unos hermanos sobre otros; acto seguido el mandatario municipal  aclaró que él no pretendía que la Iglesia tomase parte en ese asunto, sino que las campanadas indicasen al vecindario la hora de la iluminación, y seguidamente alegó que el Sr. Marrero con su rechazo sí la estaba afiliando a uno de los bandos y la estaba ciñendo a su personalidad.
 
          No obstante, la discordia fue mucho más allá todavía, ya que D. Claudio, como Arcipreste, prohibió al sacerdote de San Francisco que ejecutase el mandato del  Primer Edil, pero este religioso dispuso que los guardias municipales hiciesen sonar las campanas de la Torre de San Francisco, dado que al estar esta construcción dentro de las Casas Consistoriales y al poseer estas una llave de su puerta se hacía fácil cumplir con el edicto.
 
          Pero el cura de la parroquia concepcionista desobedeció el edicto del Alcalde, de tal forma que éste tomó el acuerdo de que la conmemoración de Santiago el Mayor no se celebraría en la iglesia de la Concepción, como venía siendo habitual, sino en el templo dedicado al santo seráfico. 
 
          El Ayuntamiento participó al Sr. Obispo la determinación tomada y las razones por las que se había llegado a tal acuerdo, de manera que el Mitrado respondió a aquel de un modo que consideraron  impropio de su dignidad, argumentando, además,  que la orden del tañido de las campanas por  los guardias municipales en la Torre de San Francisco no había constituido “ el atropello de un templo”, pues para ello tenía que haberse forzado la puerta, lo que no sucedió, porque estaba abierta, aclarando asimismo que se hallaba situada dentro del Consistorio -tal y como apreciamos en la pintura-, no obstante, prosiguió precisando que el sacerdote tenía la obligación de aceptar el precepto del Alcalde y, en caso negativo, este podía hacerlas sonar valiéndose de su única autoridad sin estimar la protesta del beneficiado de San Francisco.
 
 Ana Santiago
  
Plaza de San Francisco. Óleo sobre lienzo. J. Lafuente. Año 1901.
Propiedad de D. Juan Carlos Cardell Cristellys
 
         
          Los Sres. Concejales se reunieron para dar lectura a la comunicación del Párroco de San Francisco, quien les respondió que no le era posible autorizar la petición de que su templo acogiese la ceremonia del compatrono de la ciudad a menos que se justificase el mencionado cambio al Gobernador eclesiástico, de modo que el Consistorio realizó sin dilación el trámite oportuno. 
 
          Así las cosas, el Sr. García Álvarez había decidido que mientras D. Claudio Marrero estuviese al frente de este recinto mariano no se celebrarían allí las funciones de la Cruz y de Santiago, y también resolvió que la Corporación no asistiría a las festividades que tuviesen lugar en esa Iglesia Matriz. El Sr. Gobernador eclesiástico del Obispado tinerfeño, tras el reproche al Ayuntamiento por el segundo acuerdo adoptado, consintió solo en este año 1874, dada la renuncia de D. Claudio a su derecho, lo dispuesto por el Consistorio capitalino, si bien este no reconoció esa legitimidad del Sr. Marrero para obligar a que los actos de la Corporación municipal se realizasen en dicha parroquial, por ello, tenía libertad absoluta para llevarlos a cabo en la iglesia de su elección, al tiempo que correría con los gastos que ocasionaban esas celebraciones.
 
          Sin embargo, los desacuerdos no terminaron aquí, porque, cuando concluía el mes de julio, D. Claudio sacó de sus vitrinas las dos banderas inglesas que se exhibían en la capilla de Santiago con el fin de colocarlas a su capricho. Así fue como, en la última semana de agosto, el Regidor Síndico aprobó la idea del Primer Edil de trasladar dichas oriflamas a las Casas Consistoriales donde estarían mejor custodiadas, y devolverlas a su lugar tan pronto como el Sr. Marrero dejase de guiar ese curato.
 
          Para concluir, dejamos que el lector piense para sí quién tenía razón, ahora bien, hay que tener en cuenta que el periodo histórico en el que aconteció lo narrado fue convulso desde el punto de vista social y político, con el proyecto constitucional de separación entre Iglesia y Estado. La historia es pasado, aunque debe de tenerse siempre presente para evitar repetir en el futuro casos como este que les hemos contado y del que nos separan 149 años.
 
          Afortunadamente, en la actualidad tenemos la inmensa satisfacción de que estas dos parroquias santacruceras son conducidas por sendos sacerdotes con criterios eclesiásticos adaptados a los tiempos que corren, pero sin apartarse de la esencia religiosa, nos referimos a D. Miguel Ángel Navarro (Iglesia de San Francisco de Asís) y a D. Juan Manuel Yanes (Iglesia de Ntra. Sra. de la  Concepción), a quienes, desde las páginas de este rotativo, les expresamos nuestra más sincera y respetuosa gratitud por la extraordinaria e impagable labor cultural y social que llevan a cabo en pro de la ciudadanía.
 
AMSCT: Actas Nº 14, 19, 21, 22, 25, 30, 32 y 33. Año 1874.
 
 
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