Juan L. Quintero Pérez, ejemplo de honradez, capacidad y lealtad

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en la Hoja del Lunes el 28 de mayo de 1979)
 
 
          Algunas veces entro en las habituales juntas generales e inmersas en el protocolario orden del día con sus invariables y estáticos apartados de lecturas de acta anterior, aprobación de las mismas, ruegos y preguntas, etc., etc., surgen escenas desacostumbradas, insólitas, que no hacen meditar que sobre este mundo cruel y despiadado que nos ha tocado vivir, con sus miserias y grandezas, con sus egoísmos y rencores, anida aún el hueco de la compresión, del cariño y, de forma muy especial, del reconocimiento.
 
          Como simple asociado de la Cooperativa de Viviendas Sansofé no podría jamás perdonarme en dejar en el olvido, en marginar y soslayar, en no dejar patente con las limitaciones de mi penuria literaria las escenas sufridas y gozadas en la última junta general extraordinaria que celebramos recientemente. Allí un hombre de probado carisma, un presidente de anaquel, don Juan Luis Quintero Pérez, tras disculparse de sus lógicos, inevitables y posibles errores pedía con el contenido nudo del llanto se le concediera su dimisión anticipada ya que consideraba que su gestión, por argumentos que exponía, no había –según su particularísimo criterio- producido los frutos que él soñó.
 
          Y aquel hombre vilipendiado y zarandeado por opiniones foráneas y sin fundamentos de base,  que muchas veces tuvo que soportar conclusiones sin el vital apuntalamiento de los razonados principios; aquel personaje siempre como cabeza de turco de una sociedad que tuvo los lógicos bandazos de toda empresa que intenta la superación; aquel presidente desecho por la incomprensión de algunos y viendo cerradas las puertas de umbrales otrora proclives a las máximas facilidades, recogía ahora, en medio de una unanimidad sincera, apabullante, sentimental y realmente modélica la férrea, la autentica amistad, esa unión que hace la fuerza de aquellos que desde el principio comprendieron no sólo su honestidad y honradez sino su capacidad intelectual y laboral.
 
          No son puras palabras gestadas por la comprobación de unos inolvidables escenas sino basadas en las imperturbables realidades; son realidades plasmadas en una riqueza patrimonial, de régimen cooperativo, que existe con toda clase de garantías para los que un día seguimos los impulsos de un personaje de tanta iniciativa como idealismo práctico; son realidades plasmadas en la creación de dos colegios donde más de mil niños acuden a desintoxicadas aulas de Geneto y Vistabella que han creado cerca de los cien puestos de trabajo en un panorama donde el paro sigue siendo pesadilla ambiental.
 
          Estas líneas no pretenden ensalzar la figura de Juan Luis Quintero Pérez porque quienes hayan tenido la suerte y oportunidad de tratarle y conocerle a fondo sería contraproducente tal intento. Pretenden, eso sí, dejar constancia de que aún en esa masa (que la mayoría de las veces es dragón de mil cabezas con distintas inclinaciones) hay algo que bulle al unísono que ruega y hasta implora que se reintegre –como lo hizo- al timón de una nave que con su presencia seguirá tal periplo que todos hemos soñado; cooperativistas que se emocionan con la lealtad y has vibrado de entusiasmo con el reconocimiento hacia una figura que como tal ha sufrido las vejaciones de esa otra masa ajena a nuestra cooperativa y a nuestros actuales cooperativistas que cualquiera de nosotros podría bautizar.
 
Cooperativista número 56
 
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