El agua en T.V.E. en Canarias

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en la Hoja del Lunes el 5 de febrero de 1979)
 
 
          El pasado miércoles, el día 31 de enero, y alrededor de las once y media de la noche, T.V.E. en Canarias nos ofreció en su espacio Documento, un reportaje realmente interesante como refrescante, tan oportuno como vivificador. En todo un alarde de filmación –impecable en todos los aspectos-, guión, sonido, montaje y selecciones musicales –acertadísimas de forma muy especial al final de dicho reportaje-, se nos ofreció escenas insólitas de una isla –Las Palmas de Gran Canaria- con sed de desierto pero convertida ahora en un espectacular oasis por obra y gracia de unas lluvias con el sello de maná, que en vez de alimentar a israelitas alimentará a isleños.
 
           Ya se ha escrito –y bien escrito- la dignidad perdida de un aparato que, hoy por hoy, se ha ganado sobradamente –y no precisamente a niveles regionales-, gracias al esfuerzo de sus máximos responsables, el exacto apelativo de “caja idiota”, léase T.V.E., pero en esta ocasión la mentada “caja” ha sido receptáculo de sorpresas, de oportunidad, de auténtica televisión y de imágenes que ha sonrojado a los que viajan al extranjero para conocer nuevos parajes y comprueban desconocimiento supino de lo más próximo, de la propia tierra.
 
          Secuencias bellamente captadas con la fuerza de un fondo musical entre bucólico, esperanzador y lozano, donde lenguas, cortinas, cascadas y borbotones de agua en tierras otrora cuarteadas por la sequia irrumpía ahora, la mayoría de las veces, para canalizarse en presas que hasta ahora era todo un secreto para los profanos en planes hidráulicos, con esa auténtica vedette de la Presa de Soria, soberbia, majestuosa, ahora sonriente y compensada con niveles y rasantes de riqueza y prosperidad, escenas que para el tinerfeño, con absoluta orfandad de estas obras previsoras, más de hormigas que de cigarras, constituyen imágenes de amargura y desconsuelo, que seguimos y seguiremos vertiendo en el lamento de un mar abierto y salitroso por carecer de estos sostenes de hormigón armado y capacidad técnica para almacenar lo que el tópico ya se ha encargado de bautizar como el preciado líquido elemento.
 
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