La Compañía Nacional Española de Telégrafos Submarinos (IV)

 
Por Alastair F. Robertson  (Traducido del inglés por Emilio Abad y publicado en el Diario de Avisos el 16 de julio de 2023).
 
 
Más temas financieros
 
          En términos generales, 1891 debió haber sido un buen año. En julio, la Compañía Nacional Española anunciaba una importante reducción en el costo de sus telegramas desde Tenerife. El precio de los telegramas para Europa sería de 0,60 pesetas por palabra, en lugar de las 1,50 que se cobraban hasta el 30 de junio. En el Diario de Tenerife, desde finales de 1891 hasta principios de 1894, y ocasionalmente en El Liberal de Tenerife, se publicaba un listado de todas las conexiones por cable de la Nacional Española, junto con el anuncio de esta gran rebaja de tarifas. La tasa interinsular pasó a ser de 2 pesetas por 15 palabras o menos, y 15 céntimos por palabra adicional, y se fijaba una tabla de tarifas para el extranjero.
 
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          El hecho de que el dinero se invirtiera en la comunicación submarina con ultramar y no en la comunicación terrestre dentro de cada isla, se evidencia en la Guía de Madeira y las Islas Canarias (3ª ed.), 1894 de A. Samler Brown donde se menciona a la Compañía Nacional Española, pero comentando que, en el caso de Tenerife, desde 1883 “todavía no se ha tendido ningún cable en la costa sur”, y “la comunicación interior requiere ampliación”.
 
          La última noticia financiera encontrada en los periódicos lleva fecha de 24 de noviembre de 1892, cuando el London Evening Standard anunciaba que 89 Bonos, por valor de 8.900 libras esterlinas (730.250 libras o bien  840.000 euros actuales) de la Compañía Nacional Española de Telégrafos Submarinos (Seis por ciento. Obligaciones Hipotecarias), estarían dispuestas para su pago a la par el 31 de diciembre, en el domicilio de la sociedad. Era aquel un momento en que se había producido una  depresión en el comercio mundial y en la prensa aparecían informes decepcionantes relativos a varias industrias, a la minería del carbón, el transporte marítimo, la construcción naval, la agricultura, las finanzas, etc., además de que había problemas económicos en España, donde el gobierno buscaba reformar el sistema tributario para equilibrar su presupuesto. Sin embargo, en lo que se refería al negocio del cable telegráfico, había noticias reconfortantes y las acciones de las empresas de telégrafos en general mostraron una ligera mejora en 1893.
 
Semblanzas personales
 
          De vez en cuando encontramos algo sobre los directivos y el personal de la Compañía Nacional de Telégrafos Submarinos de España. Sin embargo, a pesar del título, los nombres localizados son todos ingleses.
 
          La primera persona que aparece citada fue uno de los iniciales directivos de la empresa, Henry Owen Lewis. El Sr. Lewis presidió la primera reunión en septiembre de 1883, era Juez de Paz y se convirtió  en director de una amplia variedad de empresas recién creadas, incluida la Compañía de Ferrocarriles de la Ciudad de Madrid, fundada en 1885.
 
          Las columnas de cotilleo social de los periódicos informaban a los lectores sobre quién era quién, dónde se alojaba y sus idas y venidas. El 12 de mayo de 1890 el Diario de Tenerife publicaba que William J. Mitchell, segundo jefe de máquinas de la Nacional Española, “nuestro querido amigo”, había regresado a Las Palmas.
 
          En 1896, un secretario de la Compañía, William James Tyler, murió a la edad de 60 años en su casa de Blackheath, en Londres, dejando un patrimonio personal de poco más de 11.798 libras (aproximadamente 1.060.800 euros actuales) a su esposa.
 
          Fue la muerte en Tenerife de Arthur Henry Bechervaise lo que despertó mi curiosidad (y de ahí esta investigación) sobre la Compañía Nacional de Telégrafos Submarinos de España. El Sr. Bechervaise era el superintendente mayor de la empresa y falleció en Santa Cruz el 12 de enero de 1898, siendo enterrado en el cementerio de San Rafael y San Roque. Dejó a su viuda, Bessie María Bechervaise, algo más de 1.285 libras (equivalentes hoy a unos 115.600 euros).
 
          También está enterrado en San Rafael y San Roque el canadiense Francis Cornwall Crawford, nacido en 1863 en Toronto pero que, cuando aún era adolescente, se trasladó a Inglaterra con su madre viuda y su hermano. Se hizo ingeniero de cables submarinos y es muy probable que trabajara para la Nacional Española. Vivía en Kensington, en Londres pero estaba en el mar, cerca de Tenerife, cuando falleció el 9 de febrero de 1924. Legó a Mary Eliza Crawford, su viuda, unas 1.185 libras, más o menos 56.350 euros actuales. Sería interesante conocer las circunstancias de su muerte, ¿sucedería mientras trabajaba?
 
          Hablando de temas menos serios, desde julio de 1886, el periódico de investigación británico Truth incluía una sección titulada “Nuestros rompecabezas”, uno de los cuales, el  “Colonial and Foreign Puzzle No. 6” fue ganado por “Picaflor” de Santa Cruz de Tenerife, seudónimo utilizado por Mr. W. McBride de la Compañía Nacional de Telégrafos Submarinos de España, y el premio conseguido fue de 2 libras y dos chelines, es decir unos 200 euros actuales.
 
          William Alma Field Davis fue uno de los directores de la Empresa en Santa Cruz y había nacido en 1855. En 1878 se casó con Jane Olive Colburn en Londres, con la que tendría un hijo, George Frank, que vino al mundo en 1882. Por desgracia, Jane fallecería en mayo de 1898 y poco más de un año después, en octubre de 1899, La Opinión informaba que William Davis había contraído matrimonio con Hilda Gwendoline Nanson, veinte años menor que él y una joven bastante excepcional para su época.
 
          Hilda, nacida en 1875 en Carlisle, Cumbria, Inglaterra, era hija de John Nanson, abogado, y su esposa Lucy. Hilda estudió en la Carlisle High School, y luego pasó a la Universidad de Londres, donde se matriculó en Ciencias enenero de 1894, lo que era muy inusual para una mujer de la época victoriana. Tras un tiempo trabajando como pasante en el University College de Bangor, en Gales, en noviembre de 1898 realizó sin compañía un crucero de veintisiete días que navegó de Londres a Gibraltar y luego a Marruecos, Canarias y Madeira. En la lista de pasajeros se recogía que su ocupación era "ninguna". Menos de un año después se casó con William Davis; tal vez la escala en las Islas Canarias la llevó al amor.
 
          El matrimonio tuvo dos hijos: una niña, Inés Hilda, cuyo nacimiento se comunicó en el Diario de Tenerife el 23 de octubre de 1900, y un niño, Cuthbert, nacido en 1903 también en Tenerife. Lamentablemente, William murió en 1903 y Hilda regresó a Londres donde vivió con sus hijos en una casa de cinco habitaciones en Paddington. Curiosamente en el censo de 1911, cuando Hilda, ahora de 35 años, registró su ocupación hizo constar que de nuevo era estudiante de Ciencias. A principios de la década de 1920, después de que los niños terminaran los estudios y se independizaran, ella regresó a Canarias para vivir en Las Palmas. Sin embargo, su estado de salud no debía ser bueno porque volvió de nuevo a Inglaterra, a Oxfordshire, donde murió a la edad de 53 años, siendo enterrada el 16 de enero de 1929.
 
          Con la titulación e inclinación científica de Hilda, sería interesante saber si utilizó sus conocimientos como empleada de la Compañía Nacional de Telégrafos Submarinos española en Canarias.
 
Continuará…
 
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