La Compañía Nacional Española de Telégrafos Submarinos (III)

 
Por Alastair F. Robertson  (Traducido del inglés por Emilio Abad Ripoll y publicado en el Diario de Avisos el 9 de julio de 2023).
 
 
Mensajes
 
          Una vez que se tendieron los cables submarinos y se montaron las estaciones de retransmisión en tierra, el tráfico diario consistía mayoritariamente en rutinarios telegramas de mensajes personales y de asuntos comerciales, con noticias de movimientos de barcos realizando rutas largas retransmitidos a Londres y de los que se informaba en la prensa, con algún que otro drama puntual, como en los siguientes casos:
 
          El 17 de noviembre de 1884, los agentes marítimos de Lloyd's en Tenerife telegrafiaron que el Valparaíso, un vapor alemán que navegaba de Hamburgo a Montevideo, había arribado a Tenerife con averías en su maquinaria.
 
          En junio de 1892, los agentes de Lloyd's en Las Palmas telegrafiaron vía Tenerife que el vapor Tamar había localizado en alta mar al buque portugués Elisa, que, por tener la maquinaria averiada, le había pedido ser remolcado.
 
          En junio del año siguiente, Lloyd's en Tenerife telegrafió que el vapor Durban, perteneciente a la Union Steamship Company, en ruta desde Ciudad del Cabo a Southampton, había varado en un fondo rocoso cerca de Güimar, y que varios barcos de vapor y algunas gabarras (embarcaciones de fondo plano para llevar a cabo operaciones de carga y descarga en el mar) habían sido enviados en su ayuda.
 
          En 1888 ocurrió un hecho histórico. Tras la muerte en 1885 del general británico Charles George Gordon, conocido como “Gordon Pasha”, a manos de las tropas del rebelde Mohammed Ali, también llamado "el Mahdi”, en Jartum (Sudán), surgió la preocupación por el destino de Emin Bey, gobernador de la provincia egipcia de Equatoria. En 1886, Henry Morton Stanley, el hombre que pronunció la famosa frase “Dr. Livingstone, supongo”, fue enviado a buscarlo. Después de un difícil viaje por el Congo y la pérdida de dos tercios de los expedicionarios, Stanley encontró a Emin el 28 de abril de 1888. La noticia viajó rápidamente río abajo, y solo tres semanas después del evento, en mayo, Mr. Wilson, el superintendente en Cádiz de la Compañía Nacional Española, pudo retransmitir a Londres un telegrama, recibido vía Senegal y Tenerife, anunciando el éxito de la expedición de Stanley.
 
          Inevitablemente había rumores y preocupaciones. Así, en diciembre de 1889 apareció en un periódico británico este titular:
 
                 “ESCARLATINA EN TENERIFE
 
                 Se han propagado rumores de que una epidemia de escarlatina se ha extendido en Tenerife, Islas Canarias…”
 
          Sin embargo, gracias al telégrafo, este rumor fue rápidamente acallado:
 
                    “… la Union Steamship Company telegrafió [a través de la Compañía Nacional Española] una consulta a sus agentes, los Sres. Hamilton & Co. La respuesta con fecha de Tenerife, 12 de diciembre a las 8 p. m., es la siguiente: “Rumores completamente falsos; no hay enfermedad aquí, y nadie contagiado.”
 
          Hubo algún problema técnico ocasional del que se informó en la prensa. En octubre de 1897, la empresa de armamentos Sinclair Hamilton & Co. en Londres fue informada por Hamilton & Co. en Tenerife que las comunicaciones a través de la Compañía Nacional de España estaba interrumpidas y que se utilizaría como alternativa la línea Bathurst desde Gambia, operada por Eastern Telegraph Company.
 
          Y cinco años después, el 28 de octubre de 1902, apareció un brevísimo comunicado en La Opinión informando que:
 
                    “Ayer se interrumpió la comunicación por cable con la Península y el tramo a Tejitas [cerca de El Médano]”.
 
          Por lo demás, todo parecía funcionar sin problemas.
 
Finanzas
 
          Por supuesto, los accionistas de la Compañía Nacional Españoña de Telégrafos Submarinos iban a ganar dinero. Desde poco más de un año después de su fundación hasta 1893, los poseedores de bonos y obligaciones de la compañía obtuvieron rendimientos a sus inversiones, que cotizaban al valor nominal más el seis por ciento de interés. Dos veces al año, en mayo y noviembre, se anunciaban los pagos que se realizaban en la oficina de la empresa en Cannon Street, 106, Londres, o en el Banco Nacional de Escocia, Nicholas Lane, Londres.
 
Nuevo Alastair - 3
 
Enviando de Londres a París el primer mensaje a través del cable submarino (1852)
 
 
          En febrero de 1885, al transmitir un informe favorable de la compañía India-Rubber, el Glasgow Herald informaba que:
 
                 “Tanto en ventas generales como en la instalación de cable ha sido bastante superior el volumen de negocio al de 1883, y aún sin tener en cuenta los cables fabricados para la Compañía Nacional Española de Telégrafos Submarinos, cuyo tendido está terminado, las subvenciones de los gobiernos españoles y franceses se han pagado regularmente."
 
          Se emitían nuevas acciones para aumentar el capital en curso. En la 21ª Junta General de Accionistas de la Compañía, también en febrero de 1885, las obligaciones del 6 por ciento de la Nacional Española, que habían sido aceptadas por la India-Rubber Co. como pago parcial de sus cables, y se incluyeron en la partida de 130.737 libras (12,336,050 euros de hoy) en el balance de la empresa, parecían ser una buena inversión, por lo que, en una oportunidad favorable, la Compañía pretendía emitirlas.
 
          De vez en cuando aparecían anuncios sobre ventas de acciones;  por ejemplo, el 6 de agosto de 1888, el Surrey Advertiser anunciaba:
 
                    “En venta por subasta: Compañía Nacional Española de Telégrafos Submarinos, S.L. – 105 acciones de 10 libras esterlinas (totalmente pagadas).
 
           Y el 10 de diciembre de 1890, el London Evening Standard publicaba:
 
                  “Se venden, al valor actual, acciones de 10 libras esterlinas de la Compañía Nacional Española de Telégrafo Submarino S.L. . M. Taylor, Sec. [retary], 106, Cannon-street, Londres”.
 
          También hubo bonificaciones ocasionales; por ejemplo, en 1891 los directivos aprobaban un dividendo a cuenta de 2 chelines por acción (es decir, 10 peniques, con un valor actual de 9,40 euros).
 
 
Continuará...
 
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