Noticias antiguas de Canarias (43). La batalla de Santa Cruz de Tenerife (1).

Por Alastair F. Robertson  (Traducido del inglés por Emilio Abad Ripoll y publicado en el Diario de Avisos el 10 de julio de 2022)

 

NOTICIAS ANTIGUAS DE CANARIAS

(En el British Newspaper Archive)

 

 XLIII - La batalla de Santa Cruz de Tenerife (1)

Se reciben en Inglaterra noticias muy tristes

 

A lo largo del siglo XVIII, de vez en cuando aparecían en la prensa británica noticias relacionadas con las Islas Canarias y otras zonas cercanas. Disponemos de una maravillosa fuente “on line”, el British Newspaper Archive (Archivo de prensa británica) (www.britishnewspaperarchive.co.ukque proporciona una información fascinante sobre hechos que ocurrieron hace cientos de años y de la que estamos extrayendo las noticias que recogemos en esta serie, que empezó en 1720 y finalizará cuando dentro de pocas semanas celebremos el 225 aniversario de la Gesta del 25 de Julio.

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         En aquellos tiempos, las noticias internacionales viajaban con lentitud, aún a bordo del más veloz de los veleros, y si el viento y la climatología lo permitían, de manera que varias semanas después de que la escuadra de Nelson zarpara de Cádiz rumbo a Tenerife era cuando se decía a los británicos que Tenerife era “la más importante de las Islas Canarias, tanto por sus riquezas y comercio como por su extensión”. Y que “sus defensas no son en absoluto formidables, por lo que su captura sería posible con poca o ninguna dificultad.” (Hereford Journal, 30 de agosto de 1797).

         Y fue tan solo una semana más tarde cuando llegó la noticia de que la “poca o ninguna dificultad” no había sido en absoluto tal, sino que había resultado insuperable.

         El 7 de septiembre de 1797 el Caledonian Mercury y otros periódicos publicaban un relato muy completo de lo sucedido, precedido por otra noticia:

                   “Plymouth, 31 de agosto.

                   Está mañana ha arribado a Hamoaze (1) el cúter alquilado HMS Flora de 14 cañones, mandado por el teniente Yawkins, perteneciente a la flota de Lord San Vicente (2) y que hace 13 días zarpó de Cádiz. A bordo traía como pasajero al capitán Waller, del HMS Emerald, portador de documentos para el Gobierno con los que inmediatamente continuó viaje hacia Londres. Esos documentos contienen noticias muy tristes con respecto a la expedición que, mandada por el contralmirante Nelson, se emprendió contra Tenerife…”

 

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Sir John Jervis, Lord de San Vicente. Óleo de William Beechey (National Maritime Museum, Greenwich, Londres)

 

         Curiosamente, en la confusión de los combates, el cúter Flora no aparece en ningún relato de la batalla de Santa Cruz, porque, posiblemente y de forma casi milagrosa, nadie de su tripulación o de las tropas que transportaba resultó muerto o herido, por lo que no figuran en la lista de bajas de Nelson, donde sí se recoge el hundimiento del Fox con casi todos los que llevaba a bordo. Sin embargo, el Flora tiene su propia historia:

                   “El escuadrón mandado por Nelson llegó a Santa Cruz cinco días después de zarpar de Cádiz, y al poco de encontrarse en la bahía unos 1.000 marineros fueron transbordados a los cúteres Fox y Flora, (ambos de 14 cañones) y a los botes de los barcos…

                   El cúter Flora, mandado por el teniente Yawkins, pudo huir con grandes dificultades; un proyectil que estalló sobre su mástil le cortó la verga de gavia en dos partes. Más de 40 disparos de treinta y dos y cuarenta libras atravesaron sus velas; pero, afortunadamente, ninguno de los tripulantes recibió el menor daño. Cuando el Flora abandonó Tenerife, todo el escuadrón estaba anclado en formación.”

         (La noticia fue publicada también el 4 de septiembre por el Gloucester Journal, el 7 por el Dublin Evening Post, el Derby Mercury, el Saunders’s News-Letter y el Hereford Journal, y el 9 por el Oxford Journal.)

 

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Horatio Nelson por Lemuel Francis Abbot (National Maritime Museum, Greenwich, Londres) 

        

          A la vez que se relataba la batalla (con algunas imprecisiones debidas a la deficiente información o por motivos de propaganda –en particular en lo referente a la rendición), las críticas a la operación aparecieron casi de inmediato en la prensa británica:

                   LA EXPEDICIÓN A TENERIFE

                  Nos preocupa observar que la operación contra Tenerife no parece haberse planeado correctamente, tanto si se trataba de apoderarse de la isla como de llevar a cabo un ataque por sorpresa a la fortaleza de Santa Cruz. En el primer caso, tan solo la guarnición militar de la localidad de Santa Cruz llega casi hasta los 1.000 hombres, incluso en tiempos de paz, comprendiendo 600 hombres del ejército regular y entre 200 y 300 artilleros, número que debe haber sido aumentado considerablemente con efectivos llegados de España desde el comienzo de las hostilidades.

                Además, la milicia de la isla alcanza una fuerza de 5.000 hombres, encuadrados y disciplinados desde el momento en que España se unió a la alianza contra Francia. Por consiguiente, era imposible que cualquier intentona contra la isla pudiera alcanzar el éxito sin la participación de un importante contingente de fuerzas terrestres.

              Un ataque que tuviese como único objetivo la fortaleza no parecía ofrecer muchas posibilidades de éxito, ya que está protegida por el lado del puerto tanto por un muelle de una altura poco común y bien artillado, como por un brazo de agua de considerable anchura que se extiende entre el muelle y la fortaleza. También sería muy peligroso un asalto a la parte de costa al sur del muelle, dado que los atacantes se expondrían al fuego oblicuo de los cañones del muelle y al frontal de la propia fortaleza, a la vez que las dificultades del desembarco se incrementarían en demasía por las escarpadas rocas sobre las que se levanta y la violencia del oleaje. Parece existir tan solo una posibilidad de desembarcar que consiste en atacar la pequeña muralla que, partiendo de la fortaleza, se extiende hacia el sur.

                Aún admitiendo que, como parece haber sido el caso, se lograra desembarcar de esa forma, seguiría siendo necesario apoderarse de la fortaleza, una operación totalmente imposible de llevar a cabo por la falta de artillería y la situación de nuestros hombres, recibiendo fuego tanto de la fortaleza cono de unidades enemigas ubicadas en la parte más alta del pueblo.

             Abrumados por esas consideraciones, mientras deploramos el resultado de la expedición no podemos dejar de admirar lo suficiente la perseverante valentía de nuestros marineros, que lograron superar dificultades casi insalvables, y la firme y enérgica conducta del almirante Nelson para alejarlos del inminente peligro en que los había involucrado su coraje y las demasiado optimistas esperanzas de éxito.”

             El comunicado oficial del fracaso de la expedición contra Tenerife publicado en la London Gazette del Sábado (3) es uno de los resúmenes más escuetos e imperfectos de un hecho de importancia que jamás se haya presentado al público: solo se recoge el triste resultado, y así sabemos que 263 de nuestros valientes compatriotas, incluyendo oficiales, fueron muertos, heridos y ahogados, en aquella desafortunada ocasión.

 

Foto 43 - 3

Primera página de The London Gazette (Núm. 14041, 29 de agosto a 2 de septiembre de 1797) con la noticia del desastre en Santa Cruz de Tenerife.

        

                  Sin embargo, nos sentimos muy satisfechos por poder subsanar las deficiencias de la comunicación oficial al ofrecerles copia del Diario de a bordo del barco del almirante Nelson, que ofrece una descripción satisfactoria del valiente pero desafortunado ataque contra la localidad de Santa Cruz. Dice así:

               “25 de julio (sic. Era el día 24). A la una de la tarde se ordenó anclar. A las cinco y media, el escuadrón se encontraba anclado a unas pocas millas al norte de Santa Cruz.

                   A las seis se hicieron señales para que los botes se prepararan para actuar tal y como previamente se había ordenado. A las once, entre 600 y 700 hombres embarcaron en los botes del escuadrón, 180 hombres lo hicieron en el cúter Fox y unos 70 u 80 en una barca de la que nos habíamos apoderado, y se organizaron en seis divisiones bajo el mando de los capitanes Troubridge, Hood, Thompson, Miller y Waller; los capitanes Freemantle y Bowen ayudarían al almirante en la organización y dirección del ataque. A la una y media de la madrugada, cuando nos encontrábamos a medio tiro de cañón de la cabeza del muelle sin haber sido descubiertos, empezaron a sonar las campanas de alarma, y abrieron fuego contra nosotros 30 ó 40 cañones, y fusilería de un extremo de la población al otro. Dado que la noche era muy oscura, tan solo el almirante y los capitanes Thompson, Freemantle y Bowen, con cuatro o cinco botes encontraron el muelle, que, aunque defendido por 400 ó 500 hombres, fue inmediatamente ocupado y sus seis cañones de 24 libras clavados; pero fue tal el fuego de fusilería y la metralla disparada desde la fortaleza y las casas contra el muelle, que no pudimos avanzar y casi todos fuimos muertos o heridos. Los capitanes Troubridge, Hood, Miller y Waller desembarcaron con parte de los botes justo al sur de la fortaleza, en medio de un furioso oleaje que destrozó las embarcaciones y mojó toda la pólvora. A pesar de estas dificultades, sobrepasaron la muralla enemiga y sus baterías y se concentraron en la gran plaza de la ciudad 80 infantes de marina, 80 piqueros y 180 marineros con armas cortas, y después ocuparon un convento. De allí marcharon contra la fortaleza, pero no no pudieron acercarse a ella. Al amanecer, el capitán Troubridge supo, por declaraciones de prisioneros, que 8.000 españoles armados y 100 franceses, con cinco cañones de campaña se habían concentrado en la entrada de la ciudad; y viendo la imposibilidad de recibir ayuda de los barcos, a las siete de la mañana envió al capitán Hood con un mensaje al Gobernador ofreciéndole que si les permitía reembarcar libremente por la cabeza del muelle en aquellos botes propios que no se hubieran hundido y en otros que proporcionaría el Gobernador, no volverían a ser molestados por el escuadrón que en aquellos momentos se encontraba frente a la ciudad.

                   El Gobernador dijo al capitán Hood que creía que los ingleses debían rendirse y considerarse prisioneros de guerra, pero Hood replicó que el capitán Trowbridge le había encargado transmitir que si en cinco minutos no eran aceptados los términos expuestos, incendiaría la ciudad y atacaría a los españoles a punta de bayoneta; ante ello, el Gobernador aceptó inmediatamente la propuesta; más tarde, el capitán Trowbridge y sus hombres, con la bandera inglesa desplegada, desfilaron hacia el muelle donde embarcaron de regreso a sus barcos en aquellos de sus botes que no se habían hundido y en otros proporcionados por los españoles  

                   Y aquí es de justicia resaltar la noble y generosa conducta de don Juan Antonio Gutiérrez, el Gobernador español. Desde el momento en que el acuerdo se cerró, envió a nuestros heridos a recibir atención en los hospitales, y a toda nuestra gente se le suministraron los mejores alimentos que se pudieron conseguir; y autorizó que los barcos pudieran libremente abastecerse en tierra de aquellas provisiones que necesitasen mientras durase su estancia en aguas de la isla.

                   Cuando se acercaba a tierra, el cúter Fox recibió un disparo de una de las baterías enemigas por debajo de la línea de flotación y se hundió inmediatamente, pereciendo ahogados su comandante, el teniente John Gibson. y 97 hombres. A las siete levamos anclas y el escuadrón permaneció en formación barloventeando; el 27, habían reembarcado todos los oficiales, marineros e infantes de marina. Se ordenó que el cuerpo del capitán Richard Bowen fuese arrojado al mar recibiendo los honores de guerra reglamentarios.”

                   (En el Kentish Weekly Post y el Canterbury Journal el 5 de septiembre de 1797, y en el Dublin Evening Post el siguiente día 9).

         Esta información se podría describir como “endulzando un mal trago” para que fuese digerible por los lectores británicos.

         En el próximo capítulo aparecerá la segunda parte de la versión británica de la batalla.

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NOTAS

(1)     Estuario cercano a la bahía de Plymouth Sound (Inglaterra).

(2)     El almirante John Jervis, quien con su flota estaba bloqueando el puerto de Cádiz.

 (3) The London Gazette es uno de los periódicos oficiales del Gobierno del Reino Unido. y su diario más antiguo, ya que fue publicado por primera vez el 7 de noviembre de 1665 bajo el nombre de The Oxford Gazette.

 

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