Barrancos de Añazo

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por Luis Cola Benítez

 

Prólogo de Manuel Álvarez de la Rosa
Colaborador: Jesús Llabrés Olmo

Primera edición: Goya Ediciones  (Tenerife, 1986)
Segunda edición: Goya ediciones (Tenerife, 1995)
Número de páginas: 147

Se puede adquirir en las principales librerías de Tenerife.

 

       

          En su primera edición, pretensión reiterada en la segunda, Barrancos de Añazo intentó lanzar a los cuatro vientos una llamada de atención, “un grito a la vera del cantil”, con una doble intención. Por una parte, destacar lo que los barrancos de Santa Cruz habían representado en la historia de la Ciudad y por otra denunciar los malos usos y los abusos del pasado, a la vez que advertir de la necesidad de cambiar esa nefasta forma de actuación.

         Y, en síntesis, esa es la obra: una rememoración histórica, basada en una exhaustiva labor de investigación, en la que se hace un concienzudo repaso a la importancia que, a través de los siglos, tuvieron los principales barrancos que de poniente a levante surcan la Ciudad, a veces como vías de penetración, otras como suministradores de la preciada agua, y en algunos casos representando obstáculos casi infranqueables que sólo la técnica permitió hacer soslayar, abovedándolos y creando sobre ellos nuevas calles o tendiendo puentes que uniesen las orillas.

         En el último capítulo del libro, titulado El futuro: un reto, Cola se adelanta a los acontecimientos posteriores, solicitando un uso multifuncional del Barranco de Santos, y, como muestra, esto es lo que escribía nuestro contertulio sobre el reto de la utilización futura de los barrancos: “especialmente el de Santos, encierran unas enormes posibilidades para la ciudad. En ellos tiene cabida las vías de enlace, y las zonas de aparcamientos (…) y las calzadas de penetración en sentido Este-Oeste que la ciudad demanda; incluso instalaciones recreativas (…), canchas deportivas (…) son posibles en sus márgenes y cornisas (…), cauces limpios y perfectamente canalizados…”. Palabras que casi podríamos calificar de proféticas de Luis Cola hace ya un cuarto de siglo.