¿Una imagen o mil palabras?

 
A cargo de Juan Manuel Valladares Expósito  (Comunicación en Radio Muelle el 22 de abril de 2022).
 
 
          Esta pregunta bueno sería que la tuviéramos en cuenta para valorar lo que hemos de hacer en cuanto tenemos la ocasión de expresar un pensamiento que queremos dar a conocer públicamente. ¿Nos desahogamos, vaciamos todo nuestro lenguaje en la defensa de una creencia, sobre la historia, la vida social de una comunidad, su cultura relacionada con la patria en que nos tocó vivir o lo dejamos todo a la puesta en escena de una imagen  que reúna en si todos esos sentimientos?
 
          Estamos entonces en el momento de elegir. Una imagen o mil palabras.
 
          Cada día nos vemos inundados de prensa escrita, televisada, difundida en radios, o centros de cultura con mejor o peor acierto. Y que cada cual escoja el suyo…. Pero una vez hecho el silencio, dejado el periódico en la papelera más cercana, felicitado el conferenciante por sus amigos,  no solo por su documentada exposición, sino igualmente por haber respondido a las preguntas  de algún testigo presencial, algunas de ellas con un tanto de carga  comprometedora de esas que hacen que tengas que tomar partido evidenciando el lado que no creías oportuno desarrollar en ese momento ni lugar, pero que tienen el valor y la convicción de que no vale la tibieza y el esconder la cabeza bajo el ala... llega el momento de retener y recordar toda aquella información, las caras de los presentes a la charla o conferencia, el recuerdo de  lo visto, leído o escuchado. Y es en ese preciso momento cuando aparece la imagen. 
 
          Imagen que ya dejado atrás el momento vivido en su tiempo y espacio puede ser usada, diría que hasta hábilmente manipulada, para  crear un sentimiento que no siempre refleja lo que fue y lo que representó en su contemporaneidad. 
 
          Todos hemos leído en alguna ocasión como se enviaban retratos entre las Cortes europeas de bellas damas  para que el rey soltero  o viudo reciente tomara esposa a la que no había visto nunca físicamente y de la que solo iba a conocer por el retrato que envió la Corte de otro reino. No entremos en detalles, porque la iconografía  dio para muchos disgustos. Gracias a Dios la pintura mejoró en los siglos de Rubens, Velazquez o tantos otros, como nuestro genial Goya, y cada cual fue apareciendo con su aspecto real.
 
          Dejemos este espinoso asunto  y mejor vayamos al aventurado intento de valorar nuestras imágenes escultóricas o pictóricas, tantas veces símbolos de nuestras creencias religiosas y tantas otras soporte de nuestra humana vanidad. 
 
          Nos gustaría tener un conocimiento profundo de las imágenes que fueron de uso, disfrute y devoción de nuestros ancestros canarios, pero no tenemos la suficiente formación para entrar en un campo tan necesario de estudio por parte de arqueólogos propios y extraños. Solo pedimos, por amor a nuestra tierra, no se haga un uso equivocado o intencionado de nuestra cultura y  no hagamos aparecer a nuestros antepasados con imágenes de lo que nunca fueron, pero que satisfacen visiones modernas mas dignas de culturas ajenas a la nuestra. 
 
          Mejor pues entrar en el terreno de nuestras más queridas imágenes, pero dejando solo una referencia bibliográfica por su profundo estudio a la obra de María Jesús Riquelme Pérez  La Virgen de Candelaria y las Islas Canarias, edición 1990. Un texto que ningún canario puede ignorar. Y nunca olvidar la gran labor de Constanza Negrín Delgado o Carlos Rodríguez Morales.
 
          Porque la antigüedad de nuestra cultura o creencias religiosas nos hace llegar a fechas  contemporáneas a la incorporación de Canarias a la cultura europea. No entramos a comentar imágenes tan antiguas como Nuestra Señora de La Peña de Francia, Fuerteventura, aportadas por los normandos en los primeros años del siglo XV. O vagos recuerdos a imágenes aportadas por la evangelización mallorquina en Gran Canaria, hoy desaparecidas. Pero ya en Tenerife, más concretamente en Taganana, teníamos desde 1505 una imagen de Nuestra Señora de Las Nieves. No por casualidad si ya el Adelantado  Fernández de Lugo veneraba la misma advocación desde años antes de la conquista de Tenerife, en Agaete. Curiosamente todo lo que pisa el Adelantado acaba rezando a la Virgen de Las Nieves. ¿Recordaba Don Alonso a su Señora Das Neves y su antiquísimo culto en Galicia de donde su familia era original?  Haga cada uno sus conjeturas.  Pero sigamos en Taganana. Esta primitiva imagen, pequeña en su tamaño y de bulto sin ropajes añadidos, nada tiene que ver con la actual. La leyenda viene muy bien para cambiar una imagen por otra, y así  vemos a Gregorio Tabordo, canario prehispánico, uno de los fundadores de Taganana, recogiendo esta nueva imagen en la playa del Retiro, hoy llamada Baja de Las Nieves. Una larga historia que una vez más nos ayuda a comprender como a lo largo de los siglos vamos acomodando  las imágenes al pensamiento imperante. Baste ver la imagen de Nuestra Señora de Candelaria conservada en Adeje, conocida como copia de la original aparecida a nuestros ancestros, y la actual imagen venerada en la Basílica del mismo nombre. 
 
          Esta sustitución, a mi juicio cargada de lógica por acomodo a los nuevos tiempos, es frecuente en todas las culturas,,aunque algunas veces aún puede verse en un apartado lugar de la iglesia renovada la imagen antigua olvidada en algún trastero o rincón. Durante algunos años, vimos a la original Santa Catalina de Tacoronte ignorada en el lugar del baptisterio. 
 
           Y hablando de Tacoronte  ¿por qué no hablar con más amor que conocimiento de su Cristo, un auténtico regalo de una familia a la que se ha intentado manipular desde las páginas de los mas prestigiosos genealogistas para darles una ascendencia entre la nobleza de España y Portugal a la  importante familia de los mercaderes  Pereira de Castro, naturales de Barcelós en Portugal, acompañantes en la gestión económica del recaudador de Rentas Reales Duarte Enríquez, judeo conversos tanto él mismo como estos Pereira? Para conocer la génesis de su culto hay que profundizar en el sonado pleito que causó ante la Inquisición canaria del momento la presencia de nuestro Cristo en Tacoronte. Una maravillosa talla de Cristo en pie abrazado a la cruz, lugar de su sacrificio, negándose a rendirse ante la adversidad y dándonos una lección de fuerza y aliento. Perdonen mi manera, seguramente no muy vaticana de pensar, pero para mí el Cristo de Tacoronte es mi amigo “el carpintero”. 
 
          He visto otras imágenes similares en Serradilla, Cáceres o Madrid. Por cierto la orden religiosa que la venera en Cáceres tiene de su Cristo un grado de conservación ante todo riesgo ambiental que debiera  ser estudiado por los conservadores del Cristo de Tacoronte. No hay más de tres imágenes del mismo autor, Rioja, con esta presencia. 
 
          Pero hay algo que no puedo dejar de comentar porque recientemente he tenido dos ocasiones de hablar sobre el andalucismo de alguna de nuestras imágenes. Una de  esas charlas con este buen amigo Ezequiel, tan vinculado a la Macarena de nuestra parroquia de la Concepción. La otra, una conversación, para mi una lección de historia, con un prestigioso sacerdote, culto hasta la saciedad y defensor ardiente de nuestro patrimonio, cuyo nombre callo por el gran respeto que le profeso y sin su permiso jamás daría su identidad. 
 
          ¿Por qué imágenes canarias de aspecto andaluz? Nos tendríamos que remontar a los orígenes cristianos de nuestra cultura  a partir del siglo XV  y la llegada de los hombres de la baja Andalucía en los predios de Medina Sidonia, Sanlúcar o Sevilla. Y digo estas fechas porque las imágenes mas antiguas en Canarias, algunas del siglo XIV, son imágenes de bulto,,tallas de madera,,alabastro o piedra sin el aspecto que hoy tienen nuestras vírgenes procesionales y son además de origen mallorquín o normando. 
 
          En la actualidad,  ¿no es menos cierto que todas la imágenes de culto y procesión están más informadas por la cultura andaluza con sus desfiles y sus presencias cargadas de emoción? No será pues menos cierto que, aunque  sea rigurosamente canario, el culto a nuestras vírgenes esta contaminado, perdón por la expresión de  la cultura visual y sentimental andaluza?
 
          ¿Sacamos a nuestras calles  lo mejor de Lujan y Estévez con algún matiz de  barroco andaluz, o vemos con más claridad la presencia de la mujer canaria? Pero sin dejar de mencionar la gran figura de nuestro orotavense Ezequiel de León, fallecido en  2008, al que debemos buena parte del acervo procesional de nuestras iglesias actuales. 
 
          Sacamos a procesionar nuestra cultura, la mejor muestra de la  Canariedad. 
 
          Ya lo insinué al inicio de este trabajo… ¿Vale más una imagen o mil palabras?
 
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