"Real Club Náutico de Tenerife (1902-2002)" de Juan Arencibia

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 30 de enero de 2003).
 
 
 
        Si existen tres detalles que, en líneas generales, ha impactado en el público -por su difusión- con motivo del I Centenario del Real Club Náutico de Tenerife, han sido, por orden de aparición, el libro escrito por Juan Arencibia, el acto institucional celebrado en el Casino de Tenerife y el gran baile de gala donde, oliendo a mar, se interpretaron rigodones, polkas y mazurcas. Pero ahora, de momento, lo que nos interesa analizar es ese extraordinario volumen que se ha editado, con tanto celo como fibra histórica, sobre la citada entidad. 
 
          Juan Arencibia de Torres, escritor, polifacético comentarista, erudito y hombre para la historia, autor de tomos tan placenteros como Calles y plazas de Santa Cruz de Tenerife y Diccionario biográfico de literatos, científicos y artistas militares españoles, por mencionar, y según nuestro particular prisma, sus cotas, han vuelto a revivir otra historia, la que atesora el Real Club Náutico, con la principal intención de recoger su generosa actividad cultural; sus riquísimas manifestaciones del músculo, con fieles intérpretes a la máxima de Juvenal: “mens sana in corpore sano”. Estas parcelas de poros laboriosos deberían tenerse muy en cuenta por las gestas deportivas que esa enraizada sociedad santacrucera ha cultivado en la natación, en el tenis, en el baloncesto, en la vela y en otras múltiples facetas, como en el frontenis donde, curiosamente, y como para predicar con el ejemplo, el actual presidente del RCNT, Víctor Juan Rodríguez, libó las mieles de un título nacional. Las deberían tener muy en cuenta, decíamos, para que no pasaran desapercibidas estas cimas -no solo locales, sino nacionales y mundiales, que han beneficiado a toda la Isla- en estos próximos Premios Canarias del Deporte que nuestra Comunidad Autónoma viene convocando cada dos años.
 
          Para acentuar la opción a este prestigioso galardón ahí permanece, como fidedigna y sólida referencia, el libro de Juan Arencibia, donde a través de casi trescientas páginas, clasificadas en once amenos capítulos, e ilustradas con unas variadas y escogidas fotografías, impregnadas de grandes recuerdos y nostalgias, nos introduce, con su habitual fluidez y deleitabilidad, en el espectáculo, en el ocio, en la materialización del deseo de una sociedad en evolución, no exenta de sentimentalismo y romanticismo, binomio que, por ejemplo, queda perfectamente demostrado en ese bello y entrañable artículo que en dicho tomo nos ofrece la fina y observadora pluma del malogrado compañero y amigo José Miguel Juan-Togores Veguero, que hace resaltar, de una forma muy sintomática “el carácter especial del personal laboral del Club”. También hay que resaltar los notables apuntes complementarios que, sobre la natación, inserta en este volumen Julio Doblado Claverie, cuyo hermano, Pedro fue, por cierto, y en épocas pretéritas “un magnifico bracista” y, ahora, un paradigma del minué.
 
         Repasando el libro de Juan Arencibia que, incluso, nos ofrece como referencia, un índice onomástico, que facilitará a los numerosísimos protagonistas el “a ver si estoy”, surge, inevitablemente, la nostalgia, el inexorable paso de los años, aquel manido recurso poético de que “el tiempo pasado fue mejor”. Y lo fue, por ejemplo, con aquella pléyade de ínclitos del baloncesto, a los que tanto aplaudimos en aquel pabellón cubierto -primero de tales características que tuvo Canarias- y a través de nuestra balbuceante y primigenia televisión con los familiares comentarios de aquel “todoterreno deportivo” que respondía por Pascual Calabuig. Vamos a recordar, bebiendo en esta fuente, los nombres de aquellas “leyendas de la canasta” que jugaron, nada más y nada menos, y casi todos del terruño -léase cantera- en la mismísima División de Honor: Alejandro Plasencia, Manuel Asensio, Martos Fragoso, Toni Cejas, Pancho Monje, los hermanos Tavío, Alfambra, Santacreu, hermanos Sánchez del Río, Cristóbal y Tato Rodríguez, Moliné, Yusi Wehbe, Sansegundo, Peri Quintero, Paqui Sanza, Pedro Febles, Pepe Cabrera, que también fue destacado preparador. Etc.
 
          También ha brotado esa tristeza melancólica cuando Juan Arencibia, meticuloso en su rigor histórico, nos hace retroceder a los XLIII Campeonatos Nacionales de Natación y Saltos cuando, con la vitola de bachilleres de “pantalones bombachos” presenciábamos, alborozados, en aquellas improvisadas y solidas gradas del vetusto recinto, las proezas de aquel peculiar matriarcado tinerfeño que respondía por Juana Rosa Leng Lenton, las hermanas Concha y Encarna Fernández de Misa, Merceditas Martín y María Adela Martínez, que un año antes, en 1952, había sido la vencedora absoluta de aquella popular Travesía del Puerto de Santa Cruz, de 1.300 metros de recorrido y que según los datos recopilados por el autor, “fue presenciada por cuatro mil personas”. Hay que resaltar que María Adela Martínez Díaz-Flores ha sido la más laureada de las nadadoras tinerfeñas.
 
          Juan Arencibia -que, precisamente, y de la mano de un trío excepcional formado por Pedro Doblado, Luis Cola y Sebastián Matías Delgado, nos viene descubriendo Santa Cruz de una forma muy particular y didáctica en el espacio Canarias siglo XX, que en la actualidad emite la televisión local tinerfeña Canal 7 del Atlántico- ha logrado con su última obra revivir una historia que todos, de una forma u otra, conocíamos, pero que ahora la podemos desempolvar en cualquier momento, gracias, insistimos al celo y a la persecución de este hiperactivo y veraz investigador que escudriñó las actas de dicha sociedad y buceó en las hemerotecas de la Isla para encontrar noticias de y sobre esta entidad santacrucera, resaltando siempre el espíritu, en especial, deportivo que la ha caracterizado desde su orígenes que, curiosamente, fueron gestadas el 26 de diciembre de 1902 en el Casino de Tenerife.
 
 
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