250 años del Lazareto como lugar de cuarentena

 

Por José Manuel Ledesma Alonso (Publicado en El Día el 13 de junio de 2021).

 

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Lazareto  (1906)
       
 
 
           El 15 de octubre de 1740, ante las numerosas epidemias que asolaban nuestras Islas, la Corona española encargó a la Justicia de La Laguna la vigilancia y visita de las naves que arribaran al puerto de Santa Cruz, además de crear un reglamento ante cualquier acto de desobediencia. 

           Como estas visitas nunca llegaron a realizarse, pues el Diputado residía en La Laguna, el 13 de julio de 1784 el Cabildo y el Comandante General de las Islas Canarias y presidente de la Junta de Sanidad, crearon las ordenanzas para que la Diputación Provincial de Sanidad dispusiera de Regidores que residieran en el puerto de Santa Cruz y fueran ellos los que diesen las boletas de salud para evitar los perjuicios que sufrían los oficiales de las embarcaciones en las demoras de subir hasta La Laguna a solicitarlas; además, que los 4 ducados que se le exigían a los barcos por los derechos de la visita de sanidad se distribuyeran 20 reales a la Diputación, 10 reales al Escribano que la autorizaba; 10 reales para el Médico que se acercaba al barco; y 26 reales para gastos.

          También dotaron a Santa Cruz de un Lazareto de Observación, en el que se les aplicaría la cuarentena a las personas sospechosas de contagio o que procediesen de países contaminados, nombrando al alcalde y a un vecino de la Villa como encargados de proveer de todo aquello que se precisara para la buena sanidad de este establecimiento sanitario. 

          Para ello, en 1774 arrendaron el edificio que Matías Rodríguez Carta y Bartolomé Antonio Montañés poseían en la zona denominada El Calvario, lindando al Norte con el camino y muralla que conduce al Barranco Hondo, y al Sur con el mar, donde éstos pensaban abrir unos almacenes para secadero de pescado, negocio que no llevarían a cabo ante la situación negativa de esta actividad. En 1842, el citado edificio sería comprado por 22.000 reales de vellón.

           Para adaptar el edificio a las condiciones y necesidades de un moderno degredo, al año siguiente comenzaron a realizarse reformas y reparaciones, las cuales se sucederían de manera constante en 1847, 1851 y 1861. En 1890 se le llegó a dotar de una estufa de desinfección. 

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Lazareto  (1930)

           

           Como el Lazareto se hallaba en un llano espacioso de cara al mar, lo que favorecía considerablemente la circulación del aire, el frente fue destinado a patios de expansión y ventilación,  mientras el edificio se distribuyó en tres zonas: una sección de una sola planta, otra de dos alturas, y en el centro un torreón desde el que se vigilaba las entradas y salidas de los buques al puerto.

          La zona de una sola planta estaba dotada con dos puertas de acceso a las dependencias y diecisiete ventanas distribuidas de manera regular por sus paramentos. 

           La sección de dos alturas se distribuía en departamentos para apestados, sospechosos, sucios y limpios. El departamento para apestados estaba destinado exclusivamente a recibir a personas infectadas; el de sospechosos sólo alojaba a este tipo de personas; el de sucios acogía a los viajeros llegados de puertos en los que existía una epidemia declarada, o los pasajeros que en el viaje hubieran tenido síntomas de una enfermedad sospechosa de ser epidémica, por lo que el barco entraba a puerto con bandera amarilla; mientras que el departamento de limpios acogía a los empleados del Lazareto, procurando de esta manera evitar el contacto con los confinados. Esta zona tenía una entrada-salida independiente con el exterior. 

           El torreón contaba con puerta propia y dos ventanas de mayor tamaño para cada uno de sus pisos.

          También existía un muelle propio e independiente, del que queda algún vestigio.

          Muy próximo al edificio existía un huerto, dedicado a la horticultura y las plantas medicinales. 

           El Lazareto volvería a ser utilizado como Hospital de Aislamiento durante la epidemia de peste de 1906, en la que de los 83 enfermos ingresados sólo fallecieron ocho, gracias a la humanitaria labor realizada por el doctor Pisaca durante los cinco meses que duró el confinamiento. 

           El edificio, junto con los terrenos colindantes, fueron cedidos al Ayuntamiento de la capital el 23 de abril de 1911, modificando el uso sanitario que hasta la fecha se le había otorgado. En su lugar se construiría el Parque Marítimo Cesar Manrique.

 

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