La escultura de Mercurio y otras pinceladas artísticas del Real Casino de Tenerife

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en el Diario de Avisos el 4 de febrero de 2021).
 
 
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Fotografía: Manuel Díaz Febles
 
 
 
          Siempre fue una escultura que nos llamó y nos llama aún la atención, posiblemente porque nos era y nos fue muy familiar en nuestras docentes ramas y escudos mercantiles. Y tuvimos la oportunidad de observarla con toda minuciosidad y detalle durante varios años, en nuestra etapa como directivo del Casino de Tenerife; primero, como vocal (1998-1999) y, luego, como secretario (2000-2008). En la referida etapa, y concretamente en el mes de noviembre de 2001 y en el número 9 de la Revista del aludido Casino, ya nos ocupamos de la referida obra, que ahora, transcribiendo sus perfiles más destacados, complementamos el texto original con otras incorporaciones afines.
 
          El Mercurio que se halla en el entresuelo de la sociedad, constituye una de las pocas esculturas del patrimonio del Casino. Se trata de una copia en bronce del Mercurio de Juan de Bolonia que se conserva en el Museo del Louvre. Tal vez fue adquirida en el año 1929, ya que el 6 de febrero de la citada fecha, se acordó, por acuerdo de la Junta Directiva, “comprar una figura de bronce en 310 ptas., para el descanso primero de la escalera principal”.
 
          Debemos tener en cuenta que existió una anterior escultura de Mercurio, posiblemente de mármol, ubicada al pie de la escalera principal del antiguo Casino, que apareció hecha pedazos en la mañana del 1 de agosto de 1902.  Este mismo día, el “conserje, con gran consternación, lo ponía en conocimiento de la Junta Directiva.” 
 
          Antes de seguir ocupándonos de la singular escultura, debemos recordar a nuestros amables lectores que el Real Casino de Tenerife, de 180 años de antigüedad, y cuyo actual edificio es obra del virtuosísimo arquitectónico de Miguel Martín Fernández de la Torre, que lo inauguró en 1935.El Casino, decíamos, atesora, en sinópticas pinceladas, esculturas y dibujos de Francisco Borges; espléndidos y ciclópeos lienzos de José Aguiar y Néstor de la Torre, hermano del referido arquitecto; y el mural pétreo de César Manrique, amén de un total de 454 cuadros- la mayoría, colgados y, el resto depositados- de los que 39 de éstos pertenecen a las firmas más representativas de la plástica canaria, los cuales han sido declarados Bien de Interés General, en la categoría de Bien Mueble, según decreto del Gobierno de Canarias del 16 de marzo de 2006, y cuyos autores son los siguientes:
 
          Ángel Romero, César Manrique, Cristino de Vera, Diego Crosa y Costa, Francisco Bonnin Guerín, Francisco Borges Salas, Guillermo Sureda, José Aguiar García, Manuel González Méndez, Manuel López Ruiz, Manuel Martín González, Néstor Martín, Pedro González y Teodoro Ríos.
 
          Y siguiendo con el hilo inicial de este artículo, diremos que,  a Mercurio, dios romano del comercio, la elocuencia y mensajero de Júpiter, se le representa con un caduceo, sombrero de anchas alas y sandalias aladas. El caduceo es una varilla con dos alas en la punta, rodeada de dos serpientes, que lo usaban los griegos como símbolo de paz y hoy en emblema del comercio. Las serpientes aluden a la prudencia y las alas, a la actividad.
 
          El autor del original, Juan de Bolonia, también conocido por Jean Boulogne y por Giambologna, franco-flamenco, nació en Boulogne en 1529, y se halla sólidamente vinculado a la escultura italiana. Trabajó algún tiempo al lado de Miguel Ángel y más tarde se estableció en Florencia, donde contribuyó como nadie al embellecimiento de los jardines con estatuas para las fuentes. Falleció en esta ciudad el año 1608 y se le considera uno de los artistas más representativos de la última fase de la escultura italiana del Renacimiento. Su “Mercurio” se tiene por la más bella manifestación de manierismo escultórico El profesor Martín González (Historia de la Escultura, pp. 205-207) nos dice que está dotado de un gracioso movimiento, abriendo ostentosamente sus líneas, como queriendo proclamar la hermosura y esbeltez de sus miembros; es el auténtico pregón de la línea abierta, que predominará en el barroco.
 
          Este Mercurio no es aquel Mercurio que baja las almas a la barca de Caronte, sino el dios mensajero que sube al Olimpo con una fausta nueva, anticipando algo de lo que él también va a participar. La cara, de facciones algo impersonales, como todas las obras de Juan de Bolonia, carece de pasión. Y esto, que en otros casos es un defecto, es un acierto psicológico, tratándose de Mercurio. También los griegos representaron Hermes-Mercurio como un dios sin amores, odios ni rencor. A pesar de la gran originalidad del Mercurio volando de Juan de Bolonia, se ha observado que una primera idea pudo inspirarla la pequeña estatuita de Mercurio que va en el pedestal de la estatua de Perseo, por Benvenuto Cellini.
 
          Pero allí Mercurio brinca para enseñar a Perseo el acto de volar. El Mercurio de Juan de Bolonia no salta, flota en el aire. Se ve la atmósfera o el éter entre sus miembros.
 
          Para concluir, añadir que la candorosa imaginación de Carmen Bethencourt García- Talavera en un reciente cuento, notablemente ilustrado por Carlos Ruiznavarro Izquierdo, y tan breve como ameno y divertido titulado El Casino y yo, hace que el aludido Mercurio, “volando”, le enseñe, a su jovencísima protagonista, todas y cada una de las numerosas  instalaciones de tan señera y longeva sociedad tinerfeña.
     
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