Las coplas de Pedro Tabares de Lugo "Aceviño"

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 13 de junio de 2000).
 
 
 
          Fue un acto de justicia, de agradecimiento, de exaltación regional, de canariedad. Allí se cultivó el espíritu, se relajó la mente, se oyeron voces muy timbradas y rapsodas de postín. En ese teatro de modélica acústica ubicado en el Círculo de Amistad XII de Enero, un  buen ramillete de personajes con la vitola de la gratitud se reunieron hace unos días para seguir testimoniando su afecto a un poeta de tanta veteranía como linaje. Y todo ello en un escenario ahora convertido en jardín de rosas. 
 
          Don Pedro Tabares de Lugo, el de la voz cadenciosa y profunda, nos ofrecía ahora, incentivado en su momento por Trino Peraza de Ayala, en casi doscientas páginas y bajo el titulo de Violetas y volcanes, un seleccionado repertorio de esas coplas, muchas de las cuales han servido de alimento para saciar a tantos grupos folclóricos con esa composición poética que consta sólo de una cuarteta de romance, de una seguidilla, de una redondilla o de otras combinaciones breves, y por lo común sirve de letra en las canciones populares. ¿Qué sería de la copla sin los copleros? Ya lo dijo Manuel Machado: “Hasta que el pueblo las canta // las coplas, coplas no son, // y cuando las canta el pueblo // ya nadie sabe su autor”.
 
          Pero aquí, en Tenerife, los copleros sí conocen al autor de lo que ellos, con pasión, cantan. Y por eso, todos ellos, con la justificación de la edición del mencionado tomo, acudieron, insistimos, a mostrar su beneplácito, su sentir, su afabilidad al vetusto poeta, que, frecuentemente, se oculta bajo de ese florido pseudónimo de “Aceviño”, amante del pinar y la laurisilva, productor de varas y horquetas.
 
          De casta le viene al galgo. Don Pedro, como nieto, bebió en aquella inagotable fuente que le proporcionó José Tabares Bartlett, que hilvanó su época de alcalde en la ciudad de los Adelantados con aquella fibra poética de la transición del regionalismo al modernismo. Ahora, Tabares de Lugo sigue, con ojos observadores, nunca cansados, descifrándonos su entorno favorito: “Vieja casa lagunera, // una puerta y un postigo, "/ verodes en el tejado / y unas tejas que gotean // sobre un charco empedrado”. Y se muestra nostálgico con ese calendario que le ha sido tan pródigo: “Qué pocos vamos quedando // de mi niñez lagunera, // recuerdos van caminando // por una calle cualquiera”.
 
          Allí, en el Círculo de Amistad, colmaron de regalos a Don Pedro, cuyos ojos se humedecieron al comprobar la entrañable e inolvidable compensación que, una y otra vez, oía del desfile de poetas que quisieron -y lo consiguieron plenamente- testimoniar su cariño y recuerdo y de aquellos vibrantes timples y guitarras, piano y flauta que, en inspirada velada, muy bien organizada y con un excepcional maestro de ceremonias, Manuel Pérez Rodríguez, dejaron en todos nosotros un poso  de justicia, agradecimiento, exaltación regional y canariedad. 
 
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