El Metro de Moscú, un verdadero goce visual entre estatuas, pinturas, mármoles, bajorrelieves, vidrieras y mosaicos (III)

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 1 de noviembre de 2008).
 
 
Stalin ordenó que fuese un palacio para disfrute de la masa trabajadora; un símbolo de orgullo proletario urbano. 
 
 
          Siempre habíamos oído, y ahora acabamos de ratificarlo in situ, que en la época de Stalin (que significa “hecho de acero”) este había dado órdenes para que el Metro de Moscú fuese un palacio para disfrute de la masa trabajadora. Ahora muchísimos años después, además de ser el medio de transporte más práctico y más rápido, constituye una obra arquitectónica única en su género. Los denominados “palacios subterráneos” son una de las principales curiosidades de la capital. Con más de 250 kilómetros de vía, 10 líneas, 120 estaciones y casi 8.000 trenes diarios a velocidades cercanas a los cien kilómetros/hora, el metro de Moscú traslada diariamente entre 6 y 8 millones de pasajeros. Las líneas más madrugadoras y noctambulas funcionan de 5,30 de la mañana a 1 de la madrugada. Su puntualidad, como los trenes británicos, es extraordinaria y representa una institución absolutamente primordial en la vida de la ciudad. 
 
Londres, pionero
 
          Haciendo un poco de historia, es conveniente recordar que el primer metropolitano casi totalmente subterráneo se construyó en Londres en 1863. A medida que el tráfico de la superficie se hizo más intenso, los ferrocarriles subterráneos crecieron en importancia y actualmente forman uniones vitales en los sistemas de transporte rápido de las grandes ciudades. La red subterránea coexiste a veces con tramos aéreos. A comienzos del siglo XXI el número de ciudades que, en el mundo, contaban con ferrocarriles metropolitanos, sobrepasaban el centenar (más de la mitad de Europa). Las redes más extensas y que cuentan con más estaciones son las de Nueva York (392 kilómetros y 474 estaciones), Londres (404 y 272, respectivamente), París (301 y 430) y Tokio (218 y 214).
 
          Volviendo a nuestro principal objetivo diremos que muchas estaciones del metro de Moscú merecen una visita especial porque es como adentramos en parcelas distinguidas de palacios y museos. Para sus respectivos ornatos se emplearon más de veinte especies de mármoles de los Montes Urales, Altai, de Asia Central, Ucrania y del Cáucaso y, además, granito, pórfido, rodonita, ónix y otros variados materiales. Los solemnes interiores de las estaciones están adornados con estatuas, bajorrelieves, pinturas, mosaicos y vidrieras de colores, ejecutadas por los maestros destacados del momento.
 
Una opulencia de mármol
 
          Las estaciones del centro, construidas entre las décadas de 1930 y 1950, se visitan como un museo de arquitectura neoclásica estalinista y del realismo soviético. Vertiginosas escaleras mecánicas nos sumergen en una opulencia de mármol; los vestíbulos y los andenes están decorados con estatuas de atletas victoriosos, “campesinos colectivistas felices”, obreros hercúleos y “soldados invencibles”. Tenemos que detenernos, a pesar del inevitable ruido ambiental, ante aquellos frescos heroicos, cubiertos de banderas rojas “para enjugar las lágrimas de las esperanzas y de las utopías defraudadas”… Cada una de las estaciones está construida en un estilo propio y se basa en un tema diferente. 
 
          Es prácticamente imposible, en época de verano, evitar las horas de mayor afluencia de gente para poder apreciar, con detenimiento, estos goces visuales, donde participaron los mejores arquitectos de la época que, entre otros múltiples detalles, se esforzaron en crear las condiciones de viaje más cómoda posible, forjando la fisonomía estructural y artística de cada estación con su propio decorado. 
 
           En algunas de las estaciones más modernas, que se construyeron con presupuestos menos ambiciosos, destacan los diseños y, sobre todo, la iluminación, que da la sensación de intemperie soleada. En otras estaciones se pueden contemplar un equilibrio a menudo exquisito y otras veces, algo kitsch, entre arte y propaganda donde, inevitablemente, irrumpe la Coca Cola y los McDonald’s…
 
Mayakovskaya, elegante y majestuosa
 
          Por consenso general, una de las estaciones más bella es la denominada Mayakovskaya, de aspecto elegante como majestuoso donde, en su andén, destacan esbeltas columnas de acero inoxidable y granito rojo. En las bóvedas del techo hay mosaicos, realizados según los bocetos de pintores consagrados. En 1937, los autores de Mayakovskaya, fueron galardonados con el Gran Prix en la Exposición Universal de París. Allí mismo, las primeras estaciones del metro moscovita adquirieron un premio por “urbanismo subterráneo”.
 
        El metro de Moscú empezó a construirse en 1931 y los trenes comenzaron a circular el 15 de mayo de 1935 cuando fueron inauguradas las primeras trece estaciones. Todas están señaladas con una “M” luminosa. Desde el exterior, y a menudo, tienen aspecto de entradas de teatros, con frontones de estilo clásico y columnatas.
 
         Como bien se ha interrogado, ¿quién no ha oído hablar del metro de Moscú? Y es que arquitectos, diseñadores, escultores, pintores, iluminadores y artesanos trabajaron durante muchos años para convertirlo en un “símbolo de orgullo proletariado y urbano”.
 
Apocalípticos vocablos
 
          Por si no fuera todo ello suficiente, el metro de Moscú está vinculado desde su origen a leyendas -algunas ciertas- de túneles y líneas secretas y de ciudades en la sombra, en este caso, del subsuelo. Gran parte de la estrategia de defensa bélica durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el ejército alemán estaba apenas a diez kilómetros del centro, se forjó en la citada estación de Mayakovskaya y en la de Prudí, entre el hambre, la miseria, el miedo y la represión, apocalípticos vocablos que tan magistralmente supo  reflejar el extinto escritor soviético Alexander Solzhenitsin, ganador del Nobel de Literatura por su memorial titulado Archipiélago Gulag.  
 
           Por último recordar que en la estación Novoslobodskaya, abierta en 1952, se pueden contemplar unos panales de cristal emplomado que le otorga un resplandor muy particular. Por todo lo expuesto, y lo reiteramos, visitar el metro de Moscú es como adentrarnos  en parcelas distinguidas de palacios y museos.
 
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