La ruta de las Catedrales rusas (I)

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 13 de septiembre de 2008).
 
 
Este año, miembros de la Asociación de Amigos de la Catedral de La Laguna efectuaron un recorrido por diferentes catedrales, templos, iglesias y conventos de Moscú y San Petersburgo.
 
 
          Adhiriéndonos a una, para nosotros, atinada iniciativa por su proyección cultural y artística, y gestada por la Asociación de Amigos de la Catedral de La Laguna, que preside, con pulso y entusiasmo, Teófilo López López, hemos tenido la oportunidad de incorporarnos a la denominada “La Ruta de las Catedrales de Rusia”, en cuyo programa e itinerarios, tan densos como interesantes, íbamos a visitar, tanto en Moscú como en San Petersburgo, una serie de catedrales, templo e iglesias con sellos católicos y ortodoxos.
 
Bizancio = Constantinopla = Estambul
 
          Junto a los demás países de la cristiandad, Rusia recibió de Bizancio sus primeros modelos de arquitectura religiosa. Todo lo que estuviera relacionado con la planificación y decoración de las nuevas iglesias rusas se atenía al modelo bizantino y el esquema corriente en las iglesias griegas, es decir, la planta cruciforme y la cúpula apoyada sobre pechinas, que se convirtieron en el tipo aceptado por templos ortodoxos.
 
          (Bizancio, antigua ciudad griega a orillas del Bósforo fundada hacia el 660 A.C., fue destruida por los persas y colonizada por los espartanos en el 479 A.C. En el año 330 Constantino la hizo capital de su imperio y le dio el nombre de Constantinopla -hoy Estambul-).
 
La Iglesia católica y la ortodoxa
 
          La Iglesia Oriental ortodoxa, titulada oficialmente la Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia, constituye una rama desvinculada de la Iglesia católica, con predominio en Europa Oriental. Gran parte de la teología y ritos de la Iglesia Oriental guarda relación con los de la Iglesia Católica, como consecuencia del desarrollo primitivo a entrambas. Lo mismo que en la iglesia occidental, los ortodoxos reverencian a los santos y reconocen siete sacramentos. En notable contraste con la iglesia católica, la ortodoxa no mantiene el celibato sacerdotal, si bien elige sus obispos de entre el clero, regular o monacal, célibe.
 
          Por lo general y abundando en este tema, las iglesias orientales no celebran misa todos los días, a diferencia de las occidentales. Como su liturgia es siempre cantada, no existe ninguna ceremonia que se corresponda con la misa rezada católica. La iglesia oriental emplea en la eucaristía pan fermentado a diferencia de la occidental, en que es ritual el pan ázimo. En la ortodoxa oriental pueden confirmar los sacerdotes y los obispos; en la católica este derecho se reserva a los obispos. La confesión se practica exactamente igual en ambas. En la oriental se da la comunión a los niños menores. Esta se realiza bajo las especies de pan y vino, mientras que en la occidental los fieles únicamente participan de la hostia. Las iglesias católicas y ortodoxas coinciden en su aceptación de la doctrina de la transubstanciación. Los puntos principales en que difieren estas son los que ocasionan el cisma, es decir, la negativa de la iglesia oriental a administrar la supremacía papal y aceptar el “filioque” del credo. 
 
“Solo de pie o de rodillas”
 
          Añadir que en las catedrales y templos ortodoxos que íbamos a visitar no había ni bancos ni sillas. “Aquí -nos dijeron- permanecemos de pie o de rodillas, pues así ofrecemos más sacrificios al Señor”.
 
          Y en Moscú, y tutelados por expertas y especializadas guías, tuvimos la oportunidad de admirar, junto al Kremlin y la Plaza Roja, y en la denominada Plaza de las Catedrales, cuatro de estas, muy bien agrupadas y de fácil acceso.
 
          En el exterior de la Asunción apreciamos la sobriedad de su arquitectura, de hermosas proporciones, donde las columnas, pilastras y arcos que dominaban la fachada, le conferían un aspecto de fuerza tranquila.
 
          En su interior, un despliegue artístico de frescos, iconos y madera tallada. Dice la historia que la lámpara de araña situada junto al trono del metropolitano se fundió con la plata confiscada a las tropas napoleónicas en el momento de su retirada. Dicha lámpara alumbra, con tenuidad, las tumbas de casi todos los jefes de la iglesia ortodoxa. 
 
Pinturas, murales, frescos e iconostasios
 
          En la catedral del Arcángel San Miguel están enterrados los Grandes Duques de Moscovia, los zares de Rusia y otras jerarquías que no gobernaron. Los mejores pintores de Moscú tomaron parte en el decorado del templo. Cerca del pilar sudeste se encuentra un baldaquín especial de piedra blanca conmemorando la tumba del zarevich Dmitri, canonizado como mártir por la iglesia ortodoxa.
 
          En la Anunciación se conservan algunos de los frescos más antiguos del Kremlin. Aquí se celebraban los bautismos y casamientos monárquicos. Aquí cada día rezaban los zares. El colorido de las pinturas, denso y brillante, corresponde al fasto y suntuosidad de los aposentos de los zares unidos a la catedral por un paso especial. El pavimento, muy artístico, está hecho de losas de jaspe de muy rara especie. Contemplan las riquezas del templo, las puertas de hierro forjado, adornadas con dibujos de temas evangélicos en la complicada técnica del oro fundido. Y, por supuesto, frescos, murales e iconostasios de los más reputados maestros.
 
          En la catedral de los Doce Apóstoles sobresalía, de una forma muy especial, un magnífico iconostasio de madera dorada, donde el impecable trabajo de los detalles consagraba el esplendor de la miniatura religiosa rusa. En él representaba el martirio de los apóstoles, de ahí el nombre del recinto sagrado.
 
Antagonismo entre relieve y espiritualidad 
 
          Sin el membrete de catedral, estaba anexa la iglesia de la Deposición del Manto de la Virgen. Comparada con las reseñadas, presentaba un carácter íntimo dada sus pequeñas proporciones. Sobresalían, empero, sus arcos conopiales. En su interior, notables frescos y una tan insólita como interesante exposición de escultura religiosa de los siglos XIV al XVII, de las que había muy pocas en otras iglesias rusas ya que, si en general, la pintura triunfaba, la escultura estaba mal vista porque “se acercaba demasiado a la realidad, era demasiado prosaica”. Para los ortodoxos, relieve y espiritualidad, no podían convivir en el arte. De ahí que numerosos calvarios fueran destruidos.
 
          La idea de templo-monumento determinó el estilo único de la catedral de San Basilio el Beato, pues su composición consta de diez iglesias colocadas sobre un alto pedestal. Su emplazamiento, en la mismísima Plaza Roja y junto a sus características y numerosas cúpulas, es objetivo predilecto para los amantes de la imagen, ya que en dicho recinto se encuentran “el festival de bulbos policromos más emblemáticos de Rusia”. La armonía del conjunto responde a una compleja alquimia de estilos que revelan audaces compromisos arquitectónicos.
   
“El cabello femenino invita a la seducción”
 
          La catedral de Cristo el Salvador, de gigantesca cúpula e impresionante pavimento, de estilo neobizantino, es obra del mismo arquitecto que erigió el Gran Palacio del Kremlin. Este templo es una reproducción exacta del que en 1931 fue dinamitado en este mismo lugar. Aseguran los expertos que los frescos actuales son idénticos a los que destruyeron; su iconostasio reproduce el estilo del siglo XVI. La riqueza de la decoración, la abundancia de dorados, los mármoles policromos, las sólidas y artísticas verjas, en fin, su propia desmesura, justifican de sobra la visita donde, por cierto, se prohíbe entrar con gafas de sol, mangas cortas y escotes; y es obligado llevar velo o pañuelo porque “el cabello femenino incita a la seducción”.
 
          En las afueras de Moscú visitamos el Monasterio Novodevichi, donde su peculiar convento está rodeado de una muralla almenada con doce torres. Su decoración barroca muy festiva le confiere un carácter laico. Y a setenta kilómetros de la capital rusa nos encontramos con otro monasterio, el de La Trinidad y San Sergio, conocido como el “Vaticano ruso”, de gran interés artístico e histórico, que atrae a numerosos fieles, peregrinos y turistas. El conjunto, de vidente majestuosidad, está adornado con notables frescos e iconostasios que, por cicaterías en el alumbrado eléctrico, no se pudieron contemplar en su justa medida. Y las guías, con tanto ruido ambiental hablaban para las paredes…
 
San Petersburgo y Agustín de Betancourt
 
          Después de Moscú, un salto a San Petersburgo, “que existe en los mapas del mundo desde apenas hace trescientos años, pero su belleza desde hace tiempo es conocida por dicho universo”. Y en esta “Perla del Báltico” estuvimos en estas dos catedrales: en la de San Pedro y San Pablo; y en la de San Isaac. En la primera, se guarda la mayor colección de pinturas de la época de Pedro I El Grande (1672-1725), un monarca que “inventó” y sacó a flote a San Petersburgo -antes Leningrado-. En la citada catedral, la composición de su impresionante iconostasio incluye cuarenta y tres iconos. Es el panteón de todos los emperadores y grandes príncipes rusos, que reposan bajo iguales sarcófagos de mármol blanco. Aseguran que, por su construcción, recuerda en algo a un barco del siglo XVIII: la alta pared del altar, una popa; la empinada aguja, un mástil. Presenta una mezcla de tradiciones de la arquitectura religiosa occidental y de la eclesiástica rusa antigua, común para esta espectacular ciudad, de la que, al igual que Moscú, hablaremos, de forma pormenorizada, en ediciones posteriores. 
 
          La catedral de San Isaac se alza “en una plaza ciclópea y desprovista de encanto”. Modesta y de madera en su origen, sufrió diversas transformaciones antes de adoptar el aspecto de “mastodóntico pastel de mármol piedra, hierro colado, bronce, cobre y oro”. Aquí nada parece agradar a determinado sector de público porque de la catedral se ha dicho que es una iglesia tan fría como gigantesca, donde un fresco de más de ochocientos metros cuadrados cubre la inmensa cúpula. Se construyó en terrenos pantanosos y requirió un proyecto de ingeniería del portuense Agustín de Betancourt y Molina -muy apreciado y recordado por estos predios-, quien contribuyó decisivamente  al diseño y la preparación de la planta de la citada catedral, donde caben unos diez mil fieles y que está acabada de forma exquisita con obras de grandes artistas y piedras semipreciosas en abundancia. Como ha manifestado recientemente Desiré Hernández, cineasta y autora del filme Agustín de Betancourt, una historia europea, es el canario más universal de la ciencia y la tecnología. Huelga decir que al oír a nuestra erudita guía pronunciar el nombre y la procedencia de tan insigne paisano, junto a la maqueta del trabajo que llevó a cabo en este templo, un evidente orgullo se apoderó de nuestras mentes. 
 
“Cúpulas acebolladas de vistosos colores”
 
          Sin la etiqueta de catedral -que aquí, en Rusia, y como habrán podido comprobar, es vocablo pródigo- también tuvimos la oportunidad de visitar la denominada, y observen el nombre, iglesia de la Resurrección de Cristo o de la Salvación sobre la Sangre Derramada. Es la más concurrida y espectacular de la ciudad. Aseguran los eruditos en la materia que llama la atención  porque evoca una Rusia demasiado antigua para la ciudad del río Neva y añaden que es una iglesia muy caprichosa, con un estilo de dudoso encaje en una ciudad tan moderna como San Petersburgo, que sigue aguantando sus cúpulas acebolladas de vistosos colores. En su interior -y fue una opinión generalizada de los miembros de la Asociación de Amigos de la Catedral de La Laguna- impresiona la riqueza y diversidad de los elementos expuestos, de forma especial los miles de diminutos mosaicos, representando pinturas de maestros inmortales rusos; y su espléndida iconografía ortodoxa, así como su peculiar pavimento, compuesto de diferentes mármoles italianos, que nos recordó la estampa de un tapiz sui generis. 
 
          Como ultílogo a este sinóptico texto con pretensiones meramente divulgativas y anecdóticas, tenemos que dejar constancia de la figura del sacerdote Juan Carlos Alameda, de verbo sencillo y convincente, que todas las mañanas, antes de emprender nuestras variadas rutas donde ejerció, entre otros detalles, la faceta de impecable organizador, nos saludaba, desde el interior de la guagua, de esta manera: “Buenos y santos días  los de Dios nuestro Señor”.
 
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Bibliografía consultada en esta serie:
 
•Astrajantserva, Tatiana; Kaláshnikov, Victor. Serguiev Posad. La Laura de la Trinidad y San Sergio. San Petersburgo, 2007.
•Grigoriy, Yar. Tsárskoye Seló. Palacio de Catalina. San Petersburgo, 2008.
•Tórshina, L. El Ermitage. Paso a paso. San Petersburgo, 2008.
•Herrera de la Muela, Juan José. Moscú. San Petersburgo. Guía viva. Madrid, 2006.
•Gloaguen, Philippe; Duval, Michel. Trotamundos. Moscú. San Petersburgo. La guía del routard. Madrid, 2006.
•Popova, Natalia. San Petersburgo y sus alrededores. San Petersburgo, 2007.
•Davis, Wilfred G. Iglesia oriental ortodoxa. Nueva Enciclopedia Universal. Madrid, 2005.
 
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