"Una palabra ganada" de Humberto Hernández y los "Dardos" de Lázaro Carreter

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 20 de noviembre de 2002).
 
 
 
          En el ecuador de la década de los 70, y en estas mismas columnas de El Día, Fernando Lázaro Carreter, de la Real Academia Española, empezó a mostrarnos aquellos “dardos en la palabra” que se habían gestado, primeramente, en el vespertino madrileño Informaciones, que dirigía Jesús de la Serna y, más adelante, a través de la agencia Efe, de Luis María Ansón. Los “dardos” nacieron como un desahogo ante rasgos que deterioraban nuestro sistema de comunicación, precisamente en y por los medios de que él se sirven. Aquellas saetas semanales las había inventado el genial filólogo para apresar el vocablo y verlo de cerca, procurando que sus comentarios fueran breves “para ser leídos entre parada y parada de metro”. Aquel espacio concitaba nuestra atención porque su lectura no solo resultaba amena y didáctica sino que, a cada momento, nos descubría la forma en que teníamos que usar ciertas y determinantes aceptaciones. Fue tal el éxito de aquellos “dardos”  publicados en distintos periódicos españoles entre los años 1975 y 1996 que, los que habíamos recortado y archivado aquellos más de doscientos artículos, tuvimos la gratísima sorpresa de verlos recopilados en un generoso y lujoso tomo que siempre ha tenido lugar destacado en nuestra modesta biblioteca.
 
          Y ahora, junto a El dardo en la palabra, hemos puesto otro libro-hermano, Una palabra ganada, de Humberto Hernández, catedrático de Lengua Española de la Universidad de La Laguna que, cogiendo el ilustre testigo de Lázaro Carreter, también, en las columnas de El Día, y desde 1998, empezó a publicar, los domingos, un espacio que, inmediatamente, cobró para nosotros una personalidad propia. Una selección de aquellas Notas lingüísticas que dignificaban el citado rotativo tinerfeño le valieron al joven catedrático el Premio Leoncio Rodríguez. Y es que el admirado Humberto Hernández, ensayista preocupado por el uso correcto, que no purista, del idioma, había impactado, como lo había hecho su aludido antecesor, vertiendo ahora en sus artículos, llanos y sencillos, aquellas experiencias que, como docente, venía impartiendo en la Facultad de Ciencias de la Información. Ahora, Humberto Hernández también ha reunido 74 Notas lingüísticas en un impecable tomo que ha venido a sustituir a aquellos otros recortes que, semanalmente, habíamos archivado en nuestra carpeta de artículos preferenciales y de consulta obligada.
 
          En la presentación del citado volumen, que se llevó a cabo en el atrevido y modélico edificio de la Facultad de Ciencias de la Información, la peculiar “Pirámide”, aún recordamos la magistral exposición que del último libro de Humberto Hernández realizó Ramón Trujillo, profesor emérito de la ULL y catedrático de Lengua Española. Y no nos olvidamos de las palabras de Ricardo Acirón, catedrático de Periodismo y subdirector de El Día, que bordó su actuación con un riquísimo vocabulario, que envolvió en conceptos de gran profundidad. Ni las de Juan José Delgado, director de Altasur Ediciones que, de forma premonitoria, pedía acierto en la distribución, faceta que parece no haber sido muy afortunada. 
 
          “Nada del idioma le es ajeno a Humberto Hernández”, como atinadamente escribe Manuel Seco en el prólogo del libro comentado, “y siempre tiene algo que decir de este milagro del lenguaje, aunque sea para mostrar los tristes harapos que con él nos hacemos los hablantes”.
 
          En fin, en su espacio Notas lingüísticas el catedrático siempre se mostró vivo y moderno, latente y actualizado; erradicó de su diccionario particular palabras ya muertas. Nunca, en sus párrafos, surgieron frases como la que, en cierta ocasión, nos pusieron como ejemplo de decrepitud y que ahora transcribimos para que los amantes del castellano lo pasen mucho más entretenido que con el más enrevesado de los crucigramas: El parrafejo es este: “Luego ruaré hasta la morada de mi dilecta motilona que no es daifa ni combleza, sino una rútila sin azumar, ojizarca, con hermoso pastorejo y cutis overo…”
 
          Esperemos que con Una palabra ganada no se colpasen estas Notas lingüísticas que durante los últimos años han venido iluminando y abriendo caminos a los que, como nosotros, siempre hemos procurado recordar aquella frase de García Márquez. “La mejor noticia no es la que se da primero, sino la que se da mejor”.
 
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