Cuestión de temperamento

 
Por la Redacción de El Día  (Publicado en el extra Dia de Canarias de El Día el 30 de mayo de 2020).
 
 
 
          Pescadores, labradores y artesanos poco preparados y escasamente armados, protagonizaron a lo largo de la historia gestas sin las cuales hoy, posiblemente, no estaríamos celebrando este 30 de mayo como Día de Canarias. Piratas y almirantes trataron de conquistar este territorio atlántico que es nuestro Archipiélago a base de muerte y destrucción aunque en ningún caso lograron su objetivo gracias a la defensa que los isleños hicieron de su tierra. En el siglo XVII, la piratería en Canarias se intensificó, en gran medida por el debilitamiento del imperio español y a las numerosas guerras con Francia y Flandes. La inseguridad, no solo para navegar por las islas, sino también de la vida de los isleños frente a los ataques piratas, hizo que se creara la figura del Capitán General con funciones tanto militares como políticas. En las calles de Santa Cruz de Tenerife, Las Palmas de Gran Canaria o la Villa de Teguise, por solo citar algunas de las ciudades atacadas, actuaron piratas y sanguinarios militares de todas las nacionalidades, pero principalmente fueron ingleses, franceses, berberiscos y de los Países Bajos quienes sembraron el terror entre una población que, como pudo, se las ingenió para frenar el asalto de los vándalos llegados a bordo de barcos o que incluso le hicieron frente, como es el caso de las batallas contra el inglés Horacio Nelson en Santa Cruz de Tenerife, uno de los episodios bélicos más importantes de las Islas. En el siglo XVIII, los ataques inglese se multiplicaron y ya no solo se realizaban con el objeto de obtener tesoros y hacer rapiña, sino también con la intención de invadir y ocupar las islas.  
 
          Entre el 22 y el 25 de julio de 1797 una escuadra británica, formada por nueve barcos bajo el mando del contralmirante Nelson, trató de tomar el puerto de Santa Cruz de Tenerife y conquistar esa plaza fuerte, la única de Canarias en ese momento, para ocupar posteriormente el resto de la isla y el conjunto del archipiélago. La jugada fue tal desastre para la flota inglesa que el militar perdió incluso un brazo -el derecho- a manos de las defensas isleñas que, con mucha cabeza y buenas dosis de temperamento, repelieron el ataque. Las pérdidas británicas ascendieron a 233 muertos y 110 heridos; por parte española fueron de 24 muertos y 35 heridos.
 
          En Las Palmas de Gran Canaria fue el corsario holandés Pieter Van der Does quien atacó la ciudad, dejando un saldo de 1.400 muertos a su paso. La flota holandesa se lanzó sobre la humilde urbe el 25 de junio de 1599, conquistándola el 28. Los isleños abandonaron la ciudad y se reagruparon en el interior de la isla, recibiendo el refuerzo de un destacamento de la vecina isla de Tenerife. -Van der Does transmitió una oferte de capitulación al gobernador en funciones, teniente Pamochamoso, exigiendo un tributo de 400.000 ducados de oro de una sola vez y de 10.000 ducados cada año a cambio de la libertad de los habitantes de la isla. La oferta fue rechazada por Pamochamoso, lo cual decidió a Van der Does a ordenar la conquista de la isla. El sábado 3 de julio, una columna compuesta por 4.000 hombres y al mando del general Duccal, se dirigió al interior de la isla, con el propósito de capturar a las autoridades de la misma, pero el destacamento sufrió una emboscada de tropas insulares muy inferiores en número, teniendo que retirarse desordenadamente después de perder más de 100 hombres, incluyendo al oficial al mando y a un alférez. Sin elección y con el rabo entre las piernas, el holandés abandonó la actual capital grancanaria tras saquearla e incendiarla. Luego repetirían lo mismo en La Gomera.
 
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