Diario de un confinamiento por coronavirus, pensamiento y acción.

 
Por Carlos Hernández Bento  (Publicado en el mejicano Diario de Colima el 5 de abril de 2020).
 
 
"La infelicidad del ser humano se basa sólo en una cosa: que es incapaz de quedarse quieto en su habitación". (Blaise Pascal)
 
 
 
- DÍA 0: El amor y el humor, los dos brazos del escritor.
 
- DÍA 1: Un virus altamente deshumanizador va a machacar parte de nuestra esencia. No se puede abrazar, besar y se sospecha de todo vecino.
 
- DÍA 2: Matemáticas razonables: (Año de Galdós) + (Año de confinamiento domiciliar en España) = Lectura de los Episodios Nacionales.
 
- DÍA 3: Hay quién no puede cumplir con el deber de confinamiento en su domicilio.
 
- DÍA 4: Acabo de darme una vueltita por el baño y la cocina. Y bien, la verdad.
 
- DÍA 5: Hoy, todo el día fuera, en la azotea. Desde luego, nada como llegar al dulce hogar.
 
- DÍA 6: Cuando acabe todo esto, vendo la casa. 
 
- DÍA 7: Esto al final va a ser una estrategia comercial de las grandes cadenas alimenticias: Walmart, Soriana y, en España, Mercadona. Tiempo al tiempo.
 
- DÍA 8: Me entero de que ahora resulta que los médicos tampoco te dejan echar un polvo (1). Pero, bueno... ¿qué estúpido fin de mundo es éste?
 
- DÍA 9: ¡No me acordaba del trastero! ¡Qué bueno! Desde mañana tempranito tiro para abajo.
 
- DÍA 10: ¡Diez días, ya! Me estoy pensando lo de monje de clausura. Veo que aguanto bien.
 
- DÍA 11: Brevísima y extraña historia del tipo que no podía acercarse a la puerta de la calle, porque siempre se olvidaba de algo. ¡Quédate en casa!
 
- DÍA 12: El mundo, el de ahí fuera, está escrito en los libros. ¡Quédate en casa!
 
- DÍA 13: Caigo en la cuenta de que en una hipotética situación, el mundo quedaría en manos de los concursantes de Supervivientes de Telecinco (España); un minúsculo grupo de zánganos que hablan discutiendo y se encuentran confinados en una isla caribeña desde hace meses. Más no digo, más no escribo.
 
- DÍA 14: Advertencia in extremis a mis amigos de las redes sociales: “Atención, atención. Cuidado con los mensajes que te sugieren quitar tu foto de perfil para colocar una velita. Creo que son una estafa viral (¡y dale con los virus!), para entrar en vuestras computadoras a robar datos bancarios, etc. Pon la vela en tu casa, si quieres. Nunca debajo de una cortina o junto a la bombona del gas, que bastante desgracia tenemos ya”.
 
- DÍA 15: ¡Quédate en casa! Yo no salgo ni a por alcohol, chico. Total, no queda.
 
- DÍA 16: Píldoras contra la crispación política: 1) Si opinas gris, el del blanco verá que opinas negro y el del negro que opinas blanco. 2) De ésta se sale con mucha paciencia, paz y ciencia.
 
- DÍA 17: Hoy estaré de natación en la bañera. Menos mal que al final no puse el plato de ducha.
 
- DÍA 18: Ayer, natación en la bañera. Tuve que hacerla en pelotas, porque el bañador se me quedó en La Gomera. Por lo demás, bien.
 
- DÍA 19: Ante las malas previsiones para el futuro de la Economía, he ideado un “Plan hidrológico casero. Economía para tiempos difíciles”: Llenar la bañera y al agua todos. No discriminen, hasta el perrito y el loro. Luego, pueden aprovechar para fregar la loza, el suelo y, finalmente, regar el huerto. (Nota: No me hago responsable del sabor de las papas).
 
- DÍA 20: Llega el viernes de nuevo… ¡Ánimo! ¡Nada como un fin de semana para romper la rutina!
 
- DÍA 21: Al poema dedicado Al beso, le voy a poner un título que me parece más universal y adecuado a su letra: Al abrazo. "En ese instante/ En ese preciso instante/ En que todo se hace gigante/ El cuerpo inicia el camino/ Que le va marcando el alma."
 
- DÍA 22: Gracias a Dios que en España tenemos el Sálvame y en México el Ventaneando para pasar este mal trago. Ironías, lo justito.
 
- DÍA 23: Voy a comprarme una tele nueva. La que tengo no da sino malas noticias.
 
- DÍA 24: Mea burro.
 
- DÍA 25: Ya está bien de confinamiento. Me voy a dormir. Hasta el año que viene, amigos. Por el derecho a la hibernación… ¡Quédate en casa!
 
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(1) La expresión echar un polvo, es una forma picante y vulgar de referirse al acto sexual, muy común en España y varios países americanos. La etimología más fiable dice que procede de la extendida costumbre de los siglos XVIII y XIX, de consumir entre las clases altas el polvo de tabaco o rapé, el cual era aspirado por vía nasal, provocando molestos estornudos. Los caballeros preferían retirarse de la estancia de una reunión para echarse el polvo. Con el tiempo, esta coyuntura comenzó a utilizarse como excusa para tener fugaces y apasionados encuentros sexuales con la amante de turno, quién esperaba al fogoso caballero en otra sala.
 
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