Comentarios al libro "Todos los magos son del Barça" de Andrés Chaves

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en nuestra página web el 19 de noviembre de 2019
 
 
          Aseguran que un minuto de risa equivale a media hora de relajación. La risa hace bajar la hipertensión, combate el estrés y favorece la digestión. Es terapéutica y su manifestación es señal de curación. Y ahora una recomendación muy particular, ¿saben cómo se consigue tan acción y efecto? Vayan a la librería más próxima y pidan Todos los magos son del Barça, de Andrés Chaves. De entrada, la atinada portada, obra de José Carlos Gracia, ya incita a la sonrisa, con ese par de magos exponiendo a pecho descubierto sus devaneos culés.
 
          Seguimos recordando que la risa abre el pecho, activa la respiración y expulsa el aire polucionado de los pulmones. Por eso distiende el cuerpo y favorece el tan difícil equilibrio de la salud e, insisto, si quiere conservar ésta, abra uno cualquiera de los quince capítulos del reseñado libro y comprobará que, ahora, el citado autor, nos habla, en su quinta entrega, de los magos a los que, de entrada, considera nobles  y buena gente…Pero luego, a nuestro elemento rural, lo desnuda, escruta y radiografía como nadie lo había hecho hasta la fecha, exponiendo su comportamiento habitual. Y no le perdona una, afirmando que no es precisamente un filósofo, que hace cosa inverosímiles y, a veces, resulta ocurrente.
 
          Una sonrisa no cuesta nada y produce mucho; ella enriquece a aquellos que la reciben, sin empobrecer a aquellos que la brindan. Dicen que solamente dura un instante, menos cuando tenemos la oportunidad de comprobar el increíble y variado escaparate que nos brinda Chaves cuando, por ejemplo, coloca al mago en el médico, con su “ursula” y el “caño del orín”; o cuando lo analiza como venezolano irredento, “chamo, ¿estás fabricando la “Polar”?, chico”. O cuando nuestro personaje convierte el carrito del supermercado como asadero en la romería. No se pierdan el capítulo cuando el mago descubre el palé, que luego convierte en su mobiliario, su mesa de patio, su puerta de garaje y su pared de gallinero. O cuando le habla al guiri en infinitivo: “¿Tú querer más vino? ,¿De dónde tú venir?”.
 
          No pretendemos, por supuesto, olvidarnos de seguir apuntando pinceladas de Todos los magos son del Barça. Pero si la nostalgia es el recuento de la melancolía, ustedes me van a permitir el siguiente paréntesis:
 
          (Alboreaba la última década de los 70. Y allí, en el periódico La Tarde, que dirigía el ínclito e inolvidable Don Víctor Zurita, surgió, un buen día, un joven, de 23 años, espigado, inquieto, con gafas de sol, buenos modales y atildado. Era Andrés que, con su título recién obtenido, entraba en la Sala de Redacción de su primer periódico, como también lo habían hecho en otros rotativos, aquellos compañeros de su generación: Juanito Cruz Ruiz, Olga Álvarez, Mariano Vega, Luis Ortega, etc. Allí, en La Tarde, insistimos, iba a encontrar a dos grandes maestros: Don Víctor Zurita, siempre iluminado con su lámpara flexor, envuelto por el aroma de su habano y dispuesto a hilvanar aquella elegante e inigualable prosa en defensa de su Tenerife del alma. Y también encontró a Alfonso  García Ramos, extrovertido, magnífico, de peculiar sonrisa, que luego nos iba a sorprender con su  “Pico de Aguila”. Y entre todos ellos, Andrés también encontró a Don Ángel Acosta, poeta y dramaturgo, serio como las figuras del Greco. Y a Paco Pimentel, un personaje genial que parecía no estar en este mundo.
 
          Allí, en La Tarde, se forjó, inicialmente, Andrés, que prefirió, en la escritura, la claridad, el léxico directo y la construcción escueta frente a los barroquismos, a ese lenguaje esotérico e inescrutable. Allí empezó a cultivar su espíritu  crítico y disidente, que le anima de principio a fin, con ese carácter espontáneo y lozano que le ha distinguido, donde no existe la oquedad sino la sustancia. Y una tripleta que siempre le ha acompañado: su viveza de ingenio, su amenidad y su excepcional fibra laboriosa.)
 
          No se pierdan ahora, reiteramos, los impactantes capítulos de su nuevo libro donde retrata a nuestro espécimen rural más genuino, del que jamás se burla sino constata los disparates que comete y  las cancaburradas que imagina. Al que no perdona el autor es a los “velillos” , “peleones, propietarios de coches tuneados, horteras sin remedio, de peinados tiesos, con crestas de gallo picudas, con mucha gomina y bastante grasa.”
 
          Sólo al palparlo da muestras de calidad. Es un libro que, apoyado en un impecable y artístico diseño y maquetación, posee ese sello inconfundible de Litografía Romero. Y en sus páginas, donde el generoso tamaño de las letras se agradece, el autor nos recuerda que el mago solamente baila con su pareja cuando tocan canciones tipo “El polvorete”, “Francisco Alegre y olé” y “El medio peso”. Y nos ofrece las palabras más apreciadas de su personaje: obsoleto, evento, almóndiga y toballa y, de paso, añade que el mago prefiere el tractor a las vacas y que el  bidón es uno de los utensilios que más estima.
 
          Y la sonrisa, la risa y la carcajada cobran una entonación muy especial cuando nos adentramos en el apéndice fotográfico donde se manifiesta una auténtica antología del disparate, un desprecio absoluto a la ortografía en vallas,, cancelas, carteles, puertas y afines: “hojo pinta”, “proivido echar vasura”, “ay bino”, “se vende myel y juevos”, “proivido coger llerva que esta asofatado”, “se venden pollos bibos y mastao”
 
          Andrés Chaves, ante una gran afluencia de público, presentó hace algún tiempo este libro en el Real  Casino de Tenerife. Y nos quedamos con algunas de las acertadas matizaciones que hizo, en su intervención, el entonces presidente de la citada sociedad, José Alberto Muiños y Gómez-Camacho: “El autor, con su característico sentido del humor y su afinado espíritu crítico, ha redactado una semblanza mordaz; un auténtico estudio etnográfico al describir de una forma muy sui géneris los usos y costumbres de esta figura tan querida e, igualmente,, tan denostada del hombre del campo canario”.
 
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