Remembranzas y pinceladas del Camino de Santiago

 
Por Antonio Salgado Pérez  (Publicado en El Día el 5 de octubre de 2019).
 
 
 
¡Buen camino, peregrino!
 
¡Siga la flecha amarilla!
 
Bosque de piedra y mar de viñedos
 
 
          Oiga, ¿qué dirección lleva el Camino de Santiago? Siga su sombra, peregrino. Conchita y Enrique, paradigmas del vínculo y de la amistad, habían aglutinado a un buen número de amigos tinerfeños en torno a esta ruta jacobea que, aquel año, tocaba tierras de León, Lugo, y por supuesto, la del Santo Apóstol. 
 
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El Camino de Santiago puede presentar panoramas como éste, donde la soledad enriquece o sobrecoge  (Foto: Ansalpe)
 
 
Las piedras de Foncebadón
 
          El Camino de Santiago, arteria medieval de toda la Cristiandad europea, atraviesa la tierra entera de León por donde va dejando señales que ayudan a pasar los puertos cuando nieva, como la sencilla cruz hincada en Foncebadón, localidad enclavada a algunos metros de altura, 1.439, pero con escasísimos habitantes, dos... La cruz está erguida sobre un montón de guijarros, arrojados, uno a uno, por los peregrinos que cumplíamos así con el ancestral rito. Cruces y puentes; aquéllas, para advertir y, éstos, para vadear. Si las piedras gritaran al pisarlas, estos parajes resultarían ensordecedores. 
 
Bordón y vieira
 
          El Camino de Santiago entremezcla historia, fe y tradición. Misteriosa y mística, la ruta jacobea discurre por tierras leonesas envuelta en un especial halo mágico. El auténtico viajero no es el mismo al principio que al fin de su periplo, que comienza bordón en mano y retorna con la vieira en el corazón. Andar por aquí es recorrer un verdadero camino interior de aprendizaje espiritual.
 
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El camino entremezcla historia, fe y tradición
 
         
          Poniéndonos en la piel del peregrino y retrocediendo en el tiempo, un milenio más o menos, podemos reconstruir nuestro Camino de Santiago en su etapa leonesa. Después de las largas jornadas esteparias, de la sed de la Castilla plana y trigal, estábamos en tierras más suaves de León que, no hay que olvidarlo, antes fue centro de muchos reyes y de algunos emperadores. En esta tierra dura y batalladora donde en su historia entran tantos guerreros como frailes, proliferaron hospitales para los peregrinos, como el conocido Hospital de Órbigo.
 
Maizales, acelgas y alfafa
 
          Entonces, por aquellos contornos, surgían maizales, acelgas y alfalfa; surcos, azadas y regadíos. Y fragancias ambientales. Y vacas, muchas vacas, pastando, mostrándonos sus generosísimas ubres, productos de tanto y tanto pasto. Nos persigue, sin cesar, el dulce compás del agua canalizada y, de vez en cuando, nos quedamos contemplando a aquellos lagartos, verdes como esmeraldas, tostándose al sol que, por cierto, era de justicia. No importaba que el astro rey te derrita hasta las suelas de las botas...
 
          León, parada y fonda, calzada, puente y hospital en esta ruta jacobea hollada por reyes y pícaros; caballeros y juglares, que trajeron remotas tradiciones y arquitecturas; abundantes riquezas y algunas epidemias.
 
Príncipe de Asturias de la Concordia
           Antaño, y como reconocimiento a diez siglos de fraternidad, se le concedió a El Camino de Santiago el premio Príncipe de Asturias de la Concordia por ser considerado elemento vertebrador de la conciencia común europea. Más adelante procuraremos seguirles hablando de la señalización, convivencia, paisajes, comunicación y gastronomía que experimentamos por aquellos caminos donde, a cada instante, y fieles en seguir el rumbo que nos indica una flecha amarilla, nos saludaba, así: ¡Buen camino, peregrino!
 
Tradición nacida en el siglo IX
 
          La concesión del premio Príncipe de Asturias de la Concordia al Camino de Santiago coincidió con la celebración del Año Jacobeo 2004, en una tradición que nació en el siglo IX cuando se consideró que se había producido el hallazgo de los restos del apóstol Santiago El Mayor, en el bosque de Libredón, en el lugar en el que hoy se asienta la Catedral que se supone que los alberga. 
 
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La Catedral de Santiago de Compostela desde el Mirador de la Herradura
 
 
Santiago, Roma, y Jerusalén
 
          Desde entonces se viene produciendo la peregrinación de millones de personas, un fenómeno generador de una extraordinaria vitalidad espiritual, social, cultural y económica que muchos han considerado como uno de los principales ejes vertebradores de la conciencia común europea, con una pujanza que hoy se mantiene, como lo demuestra el hecho de que se ha calculado que, durante el pasado año jacobeo, Santiago recibió cerca de seis millones de visitantes. De este modo, Compostela se convierte, junto con Roma y Jerusalén, en uno de los tres principales centros de peregrinación de los pueblos cristianos.
 
El Puente del Paso Honroso
 
          Uno de los muchos tópicos que alimenta la milenaria ruta de las estrellas que lleva a Santiago dicen que hay tantos caminos posibles como peregrinos en marcha. En efecto, en tierras leonesas, por ejemplo, habíamos comprobado que, en este Camino, y es una opinión muy particular, sus trochas, sus senderos, sus vericuetos, eran tan variados como los peregrinos que transitaban por ellos, más silentes que dicharacheros y más pendientes del enriquecedor entorno que de sus propios pasos, como pudimos comprobar en lo que se considera "una joya de etapa", el Puente del Paso Honroso. Hospital de Órbigo, hoy plagado de albergues, hoteles y buenos restaurantes. El camino nos llevaba, al final del citado pueblo, a cruzar por el puente romano del Paso, con diecinueve arcos, cuatro de ellos del siglo XII que hacían que fuese el de mayor importancia de todo el Camino desde el Porto de Somport o Roncesvalles, hasta Pedrouzo Santiago de Compostela. La popularidad del puente del Paso Honroso se debe a un hecho acaecido en el año 1434 y protagonizado por don Suero de Quiñones. Éste, para conquistar el amor de una dama, ofreció al apóstol proteger el puente, ayudado por nueve de sus guerreros y rompiendo las lanzas de todos aquellos caballeros que osasen cruzarlo. En total, él y sus afines partieron trescientas... Juntos y victoriosos marcharon en peregrinación a Compostela para depositar una cinta azul que el caballero había llevado en el brazo durante todas las contiendas.
 
El comportamiento del peregrino
 
          Entonces, por el citado puente pasaban los peregrinos o bien, caminando o en bicicleta, con sus abultadas o pequeñas mochilas, soportando estoicamente el empedrado. Entonces por aquellos parajes, comprobábamos el pregonado comportamiento del peregrino: humilde, sensible, sacrificado, de afable trato, siempre agradecido, jamás exigente, en todo lo que gratuitamente se le ofrece.
 
Sigue la flecha amarilla
 
          Desde los primeros pasos se apreciaba la exhaustiva señalización -concha, flecha amarilla, etcétera- que acompañaba al peregrino a lo largo de toda la aventura. Resultaba imposible perderse a lo largo de los más de setecientos kilómetros que van de Roncesvalles hasta Compostela. Y si alguien se despistase en el trayecto y preguntara al lugareño, éste le respondería apuntando a un mojón, un poste o a una simple red: "Siga la dirección que le señala aquella flecha amarilla".
 
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Astorga y Gaudí
 
          De sobra era conocido que el reto que nos ofrecía el Camino de Santiago, mejor a pie que en bicicleta, era el disfrutar de algunos de los paisajes más enriquecedores, bellos e intensos de la geografía norte española, donde el citado desafío, léase, también, como vocación, podía salpicarse con interesantes rutas culturales por las que era posible cruzarse con algunas de las mejores obras del románico al medievo. Y ahí, para demostrarlo, estaba, por ejemplo, Astorga, con su muralla, su catedral y su palacio arzobispal; los dos últimos están tan próximos que parecían mantener un duelo de estilos; la catedral, gótica, renacentista y barroca, varias veces centenaria y con un retablo para el recuerdo perenne del caminante; el palacio, juvenil, modernista, otra genialidad de Gaudí... 
 
Tierra de Maragatos
 
          En Astorga confluyen dos calzadas de peregrinación: Camino Francés y Vía de la Plata. Si atendemos a los eruditos, esta localidad leonesa fue el lugar español, después de Burgos, que más hospitales levantó para los amantes de la Ruta Jacobea, veintidós. 
 
          Por estos contornos el peregrino parecía aligerar su carga con el goce visual de lo que nos ofrecía la región de los maragatos, que siempre fueron arrieros hasta que vino el ferrocarril y les hundió el trasiego entre Galicia y la meseta. El caminante tiene la oportunidad de aliarse con el sosiego en la recoleta Plaza Mayor de Astorga oyendo sonar el reloj de su vetusto Ayuntamiento donde dos figuras, maragato y maragata, tañen una campana que nos ofrece vibraciones tan celestiales como kinderianas, oídas pon un singular fervor por los que sienten pasión por estos caminos que ven en este rincón solaz y alivio. 
 
Castrillo de los Polvazares
 
          Y seguimos hollando pueblos tan singulares como austeros, Murias de Rechivaldo o Cacabelos, cuyas calles principales son propiamente caminos jacobeos, donde sus habitantes, hospitalarios y desprendidos con el peregrino, nos invitaban a un refrigerio, a que pasáramos a ver su jardín o a compartir una breve charla donde, fundamentalmente, el sitio de procedencia tenía un sello de inmediatez para iniciar el diálogo. Pero hay otros pueblos abandonados, tristes, aplanados bajo sus lustrosos techos de pizarra; remotos, como ausentes de los siglos que imponen por su soledad y dan motivo de una visión especial, escrutadora. Aquí podrían saciarse esos pintores de mutismos y aislamiento del planeta... Otros, diminutos y espectaculares, como Castrillo de los Polvazares, todo un bosque de piedra que contrasta, frontalmente, con aquel mar de viñedos de El Bierzo leonés, una cubeta cruzada por las aguas del Sil, río famoso desde antiguo por el oro mezclado en sus arenas. El Sil es el que patrocina toda la prosperidad berciana. Y quien refresca en verano es la playa fluvial de Burbia, donde se prodigan los baños; un río caudaloso, limpio, de gran transparencia. Villafranca del Bierzo, aposentada en su valle, entre corrientes de agua, tiene un sabor especial, con su castillo enlucido y habitado; su Parador de Turismo, por cierto, sin aire acondicionado; su iglesia románica de Santiago, su acogedora Plaza Mayor donde, al anochecer, y siguiendo una sanísima costumbre, todos la dejan desierta como preludio al deseado descanso. 
 
          Y al amanecer, filas de peregrinos, silentes y ágiles, comenzaban a ejercer su vocación jacobea. Felices y contentos aún parecían estar saboreando la rica y variada gastronomía de estas tierras: el cocido maragato; y el botillo del Bierzo, una vianda, que sepamos es la única que tenía erigido todo un monumento en su honor.
 
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