Un visitante sorprendente (Relatos del ayer - 12)

 
Por Jesús Villanueva Jiménez  (Publicado en el número de mayo de la Revista NT de Binter)
 
 
           La soleada mañana del viernes 26 de mayo de 1797, fondeaba en la rada de Santa Cruz de Tenerife la corbeta de la República francesa La Mutine, armada con 18 cañones y con 148 hombres a bordo. Desde la plataforma alta del castillo de San Cristóbal, algunos soldados observaban los tres botes que acercaban al desembarcadero del muelle a parte de la tripulación. Procedente de Brest, dieciocho días de navegación ininterrumpida sumaba el barco, cuya marinería ansiaba visitar las tabernas y burdeles del pueblo, conocedores de la larga singladura que aún les quedaba por hacer hasta Coromandel, en la lejana India, su puerto de destino.  
 
         El capitán de La Mutine, Louis Estanislao Xavier Pomies, atendiendo a las instrucciones del comisionado de la Convención Republicana, Christian Julius Prediger, custodio de importantes documentos y desconocidos bienes que se guardaban en sendos cofres blindados, solicitó al capitán de Puerto, don Carlos Adán, que tales bienes fueran puestos a buen recaudo en algún lugar que pudiera ser vigilado por hombres armados de su tripulación. Luego de la pertinente consulta al Comandante General de las Canarias, don Antonio Gutiérrez, los cofres se guardaron en dependencias del castillo Principal. "¿Le ha dado a vuestra merced alguna pista de lo que guardan esos cofres, el capitán de la corbeta francesa?", le había preguntado Gutiérrez al capitán de Puerto. Pero nada había podido averiguar don Carlos. 
 
          Ya tranquilo Pomies, al saber protegida la secreta carga, departía con Adán, fumando ambos sobre la escollera del muelle, observando a la tripulación que desembarcaba en un segundo viaje de los tres botes. En esas estaban, cuando un pasajero que pisaba tierra, con arrogancia y malos modos, se dirigió al capitán de la corbeta quejándose de algo que no pudo interpretar Adán, que aunque entendía razonablemente el idioma gabacho, no así aquel habla provinciano, de marcado acento. Se sorprendió de que aquel hombre se dirigiese de tal modo al capitán del barco, y que además éste se lo permitiera. 
 
          —¿Quién es ese sujeto que osa hablaros con esos malos modos? —inquirió Adán al marino francés.
 
          —Ufff… —suspiraba Pomies—. Un garrulo venido a más… 
 
         El capitán de La Mutine explicó al oficial español que aquel arrogante se llamaba Jean Baptiste Drouet, el maestro de postas que, la noche del 21 de junio de 1791, reconoció en la estación de Varennes (cerca ya de la frontera con Austria) a Luis XVI, cuando el rey huía con su esposa e hijos, en busca del amparo de la familia de María Antonieta. Drouet mandó detener al rey y a sus acompañantes, evitando que escapara del juicio de la Revolución, circunstancia que le convirtió en un personaje sumamente popular. Al poco de su reconocida acción, se mostró un exaltado jacobino, cercano al mismísimo Robespierre. 
 
          Sorprendido se quedó don Carlos Adán, que raudo fue a contar al general Gutiérrez la curiosa circunstancia. "De manera que ese tal Drouet evitó que los reyes de Francia conservaran sus cabezas”*, observó meditabundo don Antonio.
 
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El 21 de enero de 1793 fue decapitado en París Luis XVI, y el 16 de octubre sufrió la misma suerte Maria Antonieta. Jean Baptiste Drouet fue uno de los más enconados jacobinos empeñados en que la austriaca acabase bajo la afilada y tétrica hoja de la guillotina.
 
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