Presentación del libro "Diego Martel Alemán (1872-1912). Un barítono grancanario en la Guerra de Filipinas."

 
A cargo de Miguel Ángel Noriega Agüero  (Almeyda, Santa Cruz de Tenerife, 14 de diciembre de 2016).
 
 
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          General González Arteaga, resto del personal militar y civil de este Centro de Historia y Cultura Militar de Canarias, familiares de Diego Martel Alemán que me acompañan en esta mesa, Armando y Alfredo Cabrera Martel (quienes se han desplazado desde Las Palmas de Gran Canaria para poder participar en este acto), compañeros de la Tertulia Amigos del 25 de Julio, amigos, amigas. Buenas tardes y gracias por su asistencia e interés hacia este acto.
 
          Hace ocho meses escribí un artículo en mi web personal (asotavento.com) y en la de la Tertulia Amigos del 25 de Julio (amigos25julio.com) dedicado a la vida de José Hernández Arocha, lagunero que participó en la guerra de Filipinas y formó parte del glorioso plantel de militares españoles considerados como “Los últimos de Filipinas”. Quise centrar mi escrito en su persona al ser de esta isla, pero, por los motivos que todos ustedes saben, esta cincuentena de hombres bien merecen muchas más líneas, homenajes, recuerdos y vanaglorias. 
 
          La redacción y posterior divulgación de mi artículo vino seguida de una aparición, el 7 de abril de 2016, en el programa radiofónico “Secuencias de la historia” (en la emisora ESRadio Canarias) de mi amigo y compañero de la Tertulia Amigos del 25 de Julio, Jesús Villanueva. Esa emisión fue emitida, como todas las de aquel programa, para todo el archipiélago. Tal es así que días más tarde, recibo una llamada telefónica de uno de sus escuchantes grancanarios. Su nombre, Alfredo Cabrera, corresponsable, en el mejor sentido de la palabra, de que hoy estemos todos nosotros aquí esta tarde de diciembre. 
 
          Alfredo se me presentó y tras ello me habló, con entusiasmo desde el primer segundo de la conversación, sobre la figura de su abuelo y el libro que hoy presentamos en Tenerife. Fue en ese momento cuando oí hablar por primera vez de Diego Martel, figura más conocida en la vecina y hermana Gran Canaria, que en el resto de las islas. A los pocos días de aquella conversación telefónica recibo en mi casa un ejemplar de este libro, el cual devoré desde que lo tuve entre mis manos. Agradezco de nuevo, hoy públicamente, a Alfredo Cabrera el envío de esta obra, que vino, además, con dedicatoria a mi persona y a los miembros de la Tertulia Amigos del 25 de Julio, de la cual tengo el honor de formar parte. 
 
          En las sucesivas conversaciones telefónicas con él a lo largo de los días siguientes me propuso la idea de hacer llegar la figura de su abuelo fuera de Gran Canaria. Uno de los siguientes pasos a dar, del cual hoy formamos parte, era llevar la vida y obra de Martel a la isla de Tenerife mediante la presentación del libro en cuestión. Desde un primer momento me sumé a esa propuesta y fuimos definiendo fecha y lugar en las semanas siguientes. Mi idea inicial fue, y así ha sido desde el inicio, que la presentación del libro se hiciera en este Fuerte de Almeyda y así se lo hice llegar a Alfredo. Este lo vio con muy buenos ojos y tras su conformidad le trasladé la propuesta al General Ruiz de Oña, anterior director de este Centro de Historia y Cultura Militar de Canarias, en el cual hoy nos encontramos. Mi paisano y artillero, Ruiz de Oña, quedó entusiasmado con la idea y dejamos que pasara el verano, en vistas a encontrar fecha llegado el otoño. 
 
          Hace tres meses me puse de nuevo en contacto con el equipo de dirección de este Centro y fuimos cuadrando agendas hasta llegar a la fecha de hoy, 14 de diciembre, como momento idóneo para el acto que hoy nos ocupa. Agradezco pues por ello a los Generales Ruiz de Oña y González Arteaga, anterior y actual directores respectivamente de este Centro de Historia y Cultura Militar de Canarias, así como al resto del personal civil y militar que hacen posible este evento: Coroneles Iglesias y Castillo, Cabo Primero Yagüe, etc. 
 
          Es necesario decir que este libro lleva en las librerías canarias desde hace dos años. Ya fue presentado en su momento en Las Palmas de Gran Canaria. Así, el día 17 de noviembre de 2014, se presentó la obra en el Museo Poeta Domingo Rivero, situado en la calle Torres, en pleno Barrio de Triana. El acto contó con la presencia del autor, Pedro Schlueter, Armando Cabrera Martel, colaborador y copromotor de la obra junto a su hermano Alfredo, así como de Fernando Redondo Rodríguez. 
 
          Como ya dije anteriormente, tanto los nietos de Martel como yo mismo, sabiendo que el libro ya fue presentado en Gran Canaria, convenimos que podría ser interesante hacer lo propio también en Tenerife, con el objetivo de hacer llegar a más canarios la figura de Diego Martel. De ahí que hoy se vuelva a presentar esta publicación de nuevo, esta vez en un marco y frente a un público diferentes al de 2014. Estoy seguro que tanto Alfredo como Armando, asistentes a aquel evento en el Museo Poeta Domingo Rivero podrán contarnos a continuación cómo fue ese acto de estreno y muestra pública de esta tan interesante obra. 
 
          Unos meses más tarde y ya con el libro en la calle se celebró un nuevo evento en homenaje a Diego Martel. El 12 de junio de 2015 se llevó a cabo un modesto, pero no menos importante acto en la calle Cano de Las Palmas de Gran Canaria, con la colocación de una placa conmemorativa en la última casa donde vivió el que fuera barítono y militar grancanario. Se da la casualidad que esta antigua edificación canaria alberga actualmente la sede del Diputado del Común en la capital grancanaria. Cabe destacar aquí la figura del expresidente Jerónimo Saavedra, hoy Diputado del Común, clave en la realización y culminación de ese evento. De nuevo, emplazo a los nietos de Martel para que, tras mis palabras, nos trasladen con su relato a ese día de junio de 2015 y lo que eso supuso para la familia.
 
          Y paso a hablar del autor, como preludio de mis palabras acerca de la obra. Pedro Schlueter Caballero, nacido en la capital grancanaria en 1942, es perito, profesor, librero y escritor. Además de todo esto, Schlueter es un gran amante de la música y su divulgación. Así, ha pertenecido varios años a la Directiva de la Sociedad Filarmónica de Las Palmas de Gran Canaria, ha regentado una tienda de venta de discos, ha participado en numerosos programas de televisión y radio dando a conocer aspectos de la música clásica y tiene en su haber un nutrido rosario de publicaciones, además de esta que hoy presentamos. Paso a citarles algunas de ellas: Las obras de teatro “Sombras” (1965) y “Leyenda de una sonata: estampa romántica en un acto, dividido en dos cuadros, "Nueve relatos en negro y rojo" (1978), "Cuentos tímidos" (1983), "Agustín Millares Carló y la colección Arcón Canario" (en Boletín Millares Carló, nº19, año 2000), "Conquista de la isla de Gran Canaria" (2001), "Dos piezas teatrales canarias en un acto. La isla de Marcialito. Al furunto le faltaba un hervor". (2015) y su última obra, de este mismo año “Pérez Galdós y la música” (2016). Tras mis palabras, los hermanos Cabrera Martel podrán contarnos porqué pensaron en él para escribir esta obra y, al mismo tiempo, excusar su no presencia en este acto. 
 
          Y paso ya a hablar de la obra, por este orden: su apariencia, su estructura y, lo mejor de todo, como es natural, su contenido.
 
         El libro, editado por Beinbook Ediciones, se presenta en formato A5 (15x21cm) y consta de 268 páginas. En gran parte de estas, pertenecientes a la segunda parte de la obra se reproducen extractos del diario que el propio Martel escribió desde el mismo momento de zarpar de su isla rumbo a Filipinas. Este hecho, unido a la muestra completa o por secciones de cartas personales entre él y su familia, hacen que esta obra sea tremendamente interesante. Leyendo esas líneas redactadas por el propio protagonista, que como digo son numerosas, el lector cree tener la sensación de que el mismo Diego Martel le está relatando sus días en el barco y en el archipiélago filipino. Aquí es clave, lógicamente el buen hacer de Schlueter, quien logra hilar todos esos documentos y darle forma a la obra, sin perder el hilo ni el relato cronológico. Posee 46 fotografías, una de ellas es una imagen del diario de Diego Martel. Aparecen además 2 dibujos, 1 de ellos obra del propio Martel y pintado en su diario. 
 
          La estructura es sencilla. Pivotando sobre el viaje y estancia filipina que Martel realiza entre el 9 de marzo de 1897 y el 21 de marzo de 1899, tenemos el antes, el durante y el después. Su estancia en la isla en dos tramos de su vida rotos por la mitad por su periplo en el archipiélago asiático.
 
          Así, la primera parte transcurre en Gran Canaria, son sus años de infancia y juventud. Diego Martel Alemán nace el 10 de noviembre de 1872 en la Vega de San Mateo y es bautizado con el nombre de Diego José Avelino del Patrocinio. Es hijo de Diego Martel, quien muere en 1875, cuando nuestro protagonista tenía solo tres añitos, y María Belén Alemán. La muerte de su padre hace que Diego esté durante toda su vida muy ligado a la figura de su madre y su hermano José Ignacio. Las cartas intercambiadas entre ellos bien lo atestiguan, y nos muestran el amor que se tenían. 
 
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Diego Martel Alemán
 
          Comienzan a consolidarse en plena adolescencia la tres patas que van a sustentar la vida de Diego Martel. Por un lado su religiosidad. En 1884 (con solo 12 años) marcha a la capital al Seminario Conciliar de Canarias, y en 1894 (con 21) ya era profesor suplente en el Seminario.  Por otro el mundo militar. En 1891 (con 19 años) ingresa como mozo en la Caja Sucursal de Reclutamiento de Las Palmas. Comienza en ese momento una carrera militar que seguirá hasta 1907 pasando por los empleos de soldado, cabo, sargento y segundo teniente de infantería. Y en tercer lugar la música. Ya desde chico apuntaba maneras y talento para la canción, ingresando en la Sociedad Filarmónica en 1895.
 
          La segunda parte de la obra se desarrolla durante el viaje de ida y vuelta y estancia en el archipiélago de Filipinas, a donde llega en los últimos años de la presencia española en esas islas. El 13 de diciembre de 1896 entra en sorteo de clases con destino a Filipinas y embarca, como sargento, el 9 de marzo de 1897, rumbo a Cádiz a bordo del Dominic. Es en ese preciso momento cuando comienza su diario, una de las joyas del legado de Martel y que se conserva aún en la actualidad. Relata en la primera página del diario: “Su nombre es Dominic; ya están en las operaciones de desatracar el vapor. Pronto saldremos, dia 9 de marzo de 1897… Es la primera vez que me alejo de mi patria, sabe Dios hasta cuando. …”
 
          Hace la primera escala del trayecto en Santa Cruz de Tenerife. Tras salir de su puerto relata Martel: “Ya no se ve Tenerife; mar y cielo nada más. Qué imponente es esto, la inmensidad arriba y la inmensidad abajo…”.
 
          A partir de aquí será el diario y las cartas las que relaten el viaje: las duras condiciones del pasaje, la llegada a Filipinas, la guerra, la añoranza por su familia y su tierra, el regreso, … El lector, como ya dije anteriormente, tiene la sensación de que el propio Diego le está contando en directo sus aventuras. El barco a Cádiz, después en tren a Barcelona. Allí toma el vapor Montevideo, zarpando el 26 de marzo de 1897. Dice en el diario, anotado para esa jornada: “Llevamos unos 300 y pico soldados de la reclutada voluntaria. ¡Qué cara tienen! Muchos parecen presidiarios y asesinos de profesión”.
 
         En el Mediterráneo avistan Cerdeña, Sicilia y Creta, llegan a Port-Said y la nave atraviesa el Canal de Suez. Navega por el Mar Rojo y el Índico (frente a Sri Lanka, Sumatra, Singapur …) para llegar a Manila el 23 de abril del año 1897. 45 días después de salir de Gran Canaria y tras más diez mil millas de navegación. Pocos días después es ascendido a oficial. 
 
          A partir de aquí el libro nos regala numerosos detalles de la vida de Martel en aquella campaña militar: qué comía, qué le dolía, la morriña por su isla, lo que le costó el uniforme de oficial, cómo llueve o mejor dicho diluvia, las vestimentas de los filipinos (de ellas y de ellos), los momentos más duros y tensos del conflicto, su encuentro con Emilio Aguinaldo (quien fuera uno de los líderes del movimiento independentista y presidente del primer gobierno de la República de Filipinas), su regreso a casa, etc, etc, etc.
 
          Y como tercera y última parte de la obra, su vuelta a Gran Canaria y, tras ello, los últimos 13 años de su vida. Sigue la carrera militar unos años más, cerrando su hoja de servicios como 2º Teniente de Infantería con las condecoraciones de la Orden del Mérito Militar de 1ª clase, medalla obtenida por su presencia en la campaña de Filipinas, y la Orden de María Cristina de 1ª clase. 
 
          Conservará el resto de su vida su ferviente religiosidad y retomará sus actividades artísticas. Es aquí en donde el autor de la obra nos ofrece su conocimiento musical detallándonos las actuaciones líricas de Martel que lo confirman como un gran barítono. Uno de esos actos musicales en los que Martel participa tiene lugar en octubre de 1899, al actuar en el concierto homenaje que se brindó en Las Palmas de Gran Canaria a Eustaquio Gopar, majorero y segundo canario de los "últimos de Filipinas" (junto a Hernández Arocha, antes citado) en sobrevivir al sitio de Baler. 
 
          Continúa en esos primeros años del siglo XX la estrecha relación de Diego Martel con la Sociedad Filarmónica de Las Palmas de Gran Canaria, llegando a estar varias veces en su Directiva. Apunta, además, Schlueter la relación más o menos directa, según cada caso, de Martel con Camile Saint-Saëns compositor francés que recaló varias veces por la isla, y Nestor de la Torre, barítino grancanario, contemporáneo del protagonista de la publicación que hoy nos ocupa. 
 
          Mientras tanto Martel forma una familia al casarse con Aurelia Perdomo Olivar, con quien llegaría a tener seis hijos, tres de ellos caídos en desgracia bien chiquititos por temas de salud. Como es lógico, ha de trabajar, ya que al haber abandonado la carrera militar y no poder vivir de la música, tiene que mantener a la familia. Esto hace que, por motivos laborales recale dos veces en la isla de Fernando Poo (la actual Bioko, perteneciente hoy en día a Guinea Ecuatorial).
 
          De manera trágica, Diego Martel Alemán fallece casi a punto de cumplir los 40 años en la casa antes citada de la Calle Cano. Se apaga con ello la vida de un hombre bueno, que este libro tan bien saca a la luz. El autor de esta obra y sus descendientes, dos de ellos hoy presentes con nosotros, realizando una encomiable labor de custodia e investigación de documentos y enseres de Martel, son los responsables de ello. Gracias a ustedes y a Pedro Schlueter por ello. Mi más sincera felicitación por el resultado. 
 
          Y para finalizar quisiera traer a esta palestra las últimas líneas del libro, que el autor nos ofrece a modo de “breve epílogo”. Las comparto plenamente y estoy seguro que muchos de ustedes también. 
 
                     "... Tras varios años de trabajo nos alegra haber rescatado la vida de un ser casi anónimo, que hubiese seguido así si no hubiera sido por los objetos y escritos conservados por sus familiares, y en donde, como se ha podido comprobar, el diario de su viaje a Filipinas ha jugado el papel más importante.
 
                      Y aquí, como siempre, la misma pregunta: ¿cuántas familias no guardarán papeles de un antepasado que, como en el caso presente, permitiría estudiar aspectos de la vida de una ciudad como lo hemos hecho? O lo que es peor, ¿cuántos papeles no se habrán tirado a la basura por viejos, inservibles o por pertenecer a un antepasado del que sólo se sabe que destacó en algo por encima de los de su época, pero del que esas características se veían más como un defecto que como algo valioso?
 
                    No nos cansaremos de decir que la vida y los acontecimientos que distinguen a una ciudad no surgen porque sí, sino que provienen de la forma de ser de sus antepasados que se esforzaron en legarnos su saber. Un tesoro que hoy tenemos la obligación de proteger para continuar alimentando tanto la memoria histórica de la isla como de su capital."
 
         Muchas gracias a todos por su asistencia hoy aquí. Gracias también al equipo humano que dirige, gestiona y administra este Centro de Historia y Cultura Militar de Canarias por permitirnos dar a conocer la figura de Diego Martel al cobijo de estos vetustos pero siempre robustos muros de Almeyda. Gracias al autor de la obra, Pedro Schlueter Caballero, por el amor, la pasión y el saber que ha puesto en la redacción de esta publicación. Y gracias a Armando y Alfredo Cabrera Martel por pensar en mi para la presentación de este libro que me ha permitido conocer la vida y obra de su protagonista, Diego Martel Alemán, un noble, culto y fraternal ser humano que estoy seguro que estaría muy orgulloso de la labor y esmero que sus nietos han llevado a cabo en la defensa de su figura y la custodia y puesta en valor de su legado. Lo dicho, muchas gracias.
 
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