Magallanes en Tenerife. Incógnitas de una escala. (Retales de la Historia - 256)

 
Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 20 de marzo de 2016).
 
 
Este Retal constituyó, con ls variaciones lógicas en una intervención oral, el núcleo principal de la disertación que Luis Cola pronunció en la Cámara de Oficales del Buque Escuela Juan Sebastián Elcano con motivo de la recepción oficial de la Ciudad de Santa Cruz, en la escala efectuada por el barco en marzo de 2016. 
 
 
 
 
          En el “Paseo de Visitantes Ilustres”, que por iniciativa de la Tertulia Amigos del 25 de Julio está a punto de inaugurarse en el puerto de esta capital, el primero de los hitos es el dedicado a Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, que aquí hicieron escala. Hacía 25 años que se había fundado el Lugar y Puerto de Santa Cruz de Añazo, y su población rondaría los 200 habitantes: marineros, pescadores algún funcionario, artesanos y pequeños comerciantes, ya que los grandes se instalaron en La Laguna, a la sombra del poder, es decir, del Adelantado. Era alcalde del lugar Marcos Pérez, nombrado por el Cabildo en 1515, y todavía no existía el castillo de San Cristóbal, por lo que guarnición necesaria tenía que bajar de La Laguna. 
 
         La escala de Magallanes nos plantea varias incógnitas. La flota, formada por cinco naos -Trinidad, San Antonio, Concepción, Victoria y Santiago-, había salido de Sanlúcar el 20 de septiembre de 1519 y, según documentos del Archivo General de Indias dados a conocer por Pedro Torres y Lanzas, fue debidamente pertrechada antes de hacerse a la mar. El detalle del equipamiento recibido es exhaustivo, desde el número de armas y municiones, tales como falcones, ballestas, lanzas, pólvora, plomo, etc., hasta el detalle de los comestibles embarcados. Este renglón comprendía bizcocho, vino, aceite, vinagre, pescado seco, bastina seca, tocinos añejos, habas, garbanzos, lentejas, harina, ajos, quesos, miel, almendras, anchoas, sardina blanca, pasas, ciruelas pasas, higos, azúcar, carne de membrillo, alcaparras, mostaza, arroz, vacas, puercos y sal. Al final de esta exhaustiva relación, se dice, “cantidad suficiente, en todo su conjunto, para el viaje de dos a tres años.” 
 
           A la vista del abundante equipamiento embarcado, no parece lógico admitir la opinión generalizada de que la escuadra precisaba suministrarse en Tenerife, cuando sólo hacía seis días que había zarpado de su puerto de origen. Por eso cabe preguntarse, ¿Cuál fue el motivo de la escala en Tenerife? ¿De verdad venían a suministrarse?
 
          Aunque no hay, o al menos no conocemos, datos que los confirmen ni nada consta en las actas capitulares, hay quien supone que Magallanes subió a La Laguna a cumplimentar al Adelantado, lo que tampoco parece que pudiera ser cierto, puesto que don Alonso había marchado a la Corte del rey Carlos, entonces en Barcelona, y aunque no se libró del segundo juicio de residencia que se le hacía, sí logró que se le reconociera seguir como Adelantado de Tenerife y La Palma.
 
          En junio Carlos I había sido coronado en Aquisgrán emperador y pudo ocurrir que fuera la expedición de Magallanes la portadora de la noticia. El Cabildo organizó en La Laguna grandes festejos a celebrar el día 26 de septiembre, el mismo día en que la escuadra fondeaba en la bahía de Santa Cruz. Como curiosidad señalaremos que el Cabildo pidió que en las celebraciones se incluyera una fiesta de correr toros, que pudiera ser la primera vez que se organizaba en Tenerife.
 
          Pero hay que llamar la atención sobre una segunda incógnita en la escala tinerfeña de los ilustres navegantes, que se nos presenta al tratar de explicar el traslado de la escuadra a un segundo fondeadero, al Sur del primero, en la costa de Granadilla de Abona, al abrigo del llamado “Monte Roxo”, es decir de Montaña Roja, que separa la playa de El Médano de la de La Tejita. ¿Cuál fue el verdadero motivo del traslado?
 
          Hay diversas opiniones que intentan explicar esta circunstancia. Dicen que trataba de ocultar su presencia al recibir aviso por un barco llegado a Santa Cruz, posiblemente de la pesca de Berbería, sobre navíos portugueses que iban rumbo al Sur, tal vez siguiendo sus pasos, puesto que como es sabido Portugal no veía con buenos ojos una expedición apoyada por el rey de España. Si ello era así, no cabe duda de que su escondrijo en La Tejita le dio resultado. También hay quien supone el encargo de alguna misión del duque de Medina Sidonia, por estar Abona vinculada a este señorío, o bien que trataba de aprovisionarse de pez para calafatear las embarcaciones.
 
          Y llegamos así a la tercera incógnita, ¿quién era el “Pedro de Tenerife“ que figura entre los supervivientes del viaje de circunvalación? De los 245, cifra que se acepta como total de tripulantes que salieron de Sanlúcar, tres años después volvieron 18 con Juan Sebastián Elcano, pero una docena más había quedado retenida por los portugueses en Cabo Verde, entre ellos el citado Pedro de Tenerife, que unos identifican como Pedro de Indarchi, o como experto en la fabricación de pez, otros le llaman maestre y lo sitúan como tal en una de las naves, incluso se habla de que había viajado por los mares de las islas de las especias y se valoraba su experiencia.
 
          La identidad de este curioso personaje tinerfeño y el verdadero motivo de sus escalas en Santa Cruz y La Tejita, forman parte del arcano isleño de los mayores navegantes de la historia, Fernando de Magallanes y Juan Sebastián  Elcano. 
 
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