El barranco de La Leña

 
Por Miguel Ángel Noriega Agüero (Publicado en asotavento.com el 1 de marzo de 2016).
 
  
          Santa Cruz de Tenerife y sus habitantes han tenido siempre muy presente la existencia de barrancos dentro de la morfología urbana de la ciudad y sus barrios. La disposición en ladera de la parte baja del área metropolitana Santa Cruz-La Laguna, acrecentado con la cercanía del macizo de Anaga, que cierra la urbe por el noreste, hacen que esta zona de la isla se encuentre atravesada por las cortaduras y tajos de varios cauces, encontrándose en la actualidad algunos de ellos soterrados e invisibles a la mirada del ciudadano que transita por las calles y plazas de la ciudad. Así tenemos, los “ocultos” San Francisco y San Antonio que desembocaban en el entorno entre la Alameda y el comienzo de la Avenida Francisco La Roche, respectivamente. Semisoterrados tenemos al de El Hierro, que desde Ofra serpentea entre barrios chicharreros de Camino del Hierro, Tío Pino y Somosierra, para desembocar en La Hondura, después de atravesar la refinería, y El Barranquillo o del Aceite, que nace en las faldas de Las Mesas y junto al Camino Óliver pasa a estar oculto descendiendo por el subsuelo chicharrero por las calles Horacio Nelson, Costa y Grijalba y Robayna y ya en Weyler, pasa a desviarse hacia el Barranco de Santos. Hasta los años 30 del pasado siglo este bajaba por Imeldo Serís hacia el mar, de ahí que esa calle sea conocida aún por su antiguo nombre «calle del Barranquillo». Pero sin duda el Barranco de Santos es el que adquiere mayor importancia para la vida diaria del santacrucero. Sus profundas hendiduras y notable anchura han supuesto desde la conquista de la isla un obstáculo, a veces infranqueable, que ha dividido en dos la ciudad y ha ocasionado la construcción de varios puentes (Zurita, Galcerán, del Cabo, etc).
 
          Yendo más hacia el norte, teniendo mayor influencia pues el agreste relieve de Anaga, sin rebasar al de Tahodio, sin duda uno de los más destacados del macizo, se encuentran dos modestos cauces que se unen antes de desembocar en el mar. Uno de ellos, el de Ancheta o de Almeyda, como es conocido en su curso bajo, nace en el entorno de Las Casillas-Los Campitos para descender bruscamente bajo los barrios de Ifara, Pino de Oro y Los Lavaderos, soterrándose junto a la trasera del Colegio de Arquitectos. Unas decenas de metros aguas abajo este cauce se une al de La Leña, bajo la calle Carlos JR Hamilton, para juntos desembocar ocultos, atravesando la avenida y puerto, en el entorno de Almeyda.
 
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Lugar en donde el barranco de Ancheta pasa a soterrarse (al fondo Finca Fumero y Residencial Anaga)
 
          De entre ambos barrancos, el de La Leña es quizás el más desconocido. Su desembocadura, como hemos visto, se encuentra soterrada bajo las dársenas y calles de esta zona de la ciudad y únicamente es visible dentro del entorno urbano a su paso junto a Residencial Anaga, frente a la Finca Fumero. Pero la cuenca hidrográfica de este cauce se extiende hacia arriba en altitud llegando a formar un singular y humilde valle totalmente ignorado y desconocido para el chicharrero medio.
 
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Cauce y cuenca del Barranco de La Leña, sobre ortofoto. (Fuente: GRAFCAN)
 
          La longitud del cauce (exceptuando la parte soterrada) es de 1,88 Km, naciendo en la Degollada de La Asomada, bajo el Roque de las Cabezadas, a 370 metros sobre el nivel del mar. Así, flanqueado al noreste por el cordal del Risco de los Perros y la Cortadura Chica y al suroeste por la cresta que une la Meseta con la Montaña de la Leña y continuando esta hasta el mencionado Roque de las Cabezadas, se conforma un valle de 56 ha de superficie (salvando de nuevo la parte soterrada del barranco).
 
          Hoy en día, como todos podremos ver al visitar la zona, la desembocadura de La Leña y Ancheta se encuentra soterrada bajo la Explanada Anaga del Puerto de Santa Cruz de Tenerife. Antaño a esta zona del litoral se la denominaba “El Varadero” debido a que en ese lugar se construían y arreglaban barcos durante varios siglos. Ambos barrancos (La Leña y Ancheta) eran conocidos en este último tramo como Barranco del Varadero, hasta que arraigó el topónimo “Almeyda” para esta zona de la villa, desde que una serie de terrenos en este lugar fueron propiedad de un hombre de origen portugués apellidado de esa manera.
 
          Continuando con la toponimia el de “Ancheta” quizás tenga un origen guanche, viniendo del término Areheta, como era conocido este valle por los aborígenes. Respecto al de La Leña, como bien apunta Luis Cola en uno de sus “Retales de la historia“, este topónimo podría tener relación con la bajada de madera desde las cumbres hacia el ya citada Varadero, y así embarcarla con destino a otras islas. Y es que la explotación maderera de los montes de Anaga, bien sea legal o ilegal, se ha realizado desde recién conquistada la isla, y esa leña, arquetas, varas y demás solían tener como destino las tres islas orientales canarias.
 
          Este topónimo de La Leña, si bien está muy arraigado en la zona, es raro verlo reflejado en referencias documentales y cartográficas históricas. Tras consultar varios planos antiguos de la ciudad, en los que en su mayoría sí bien nombrados los de Ancheta y sobre todo Almeyda, solo uno de los años 30 hace referencia al “Barranquillo de La Leña”.
 
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          El valle de La Leña podríamos dividirlo en tres tramos. Por un lado, la parte alta, que aún mantiene restos de la actividad agrícola, ligada al cultivo de cereales, que antaño se desarrolló en la cabecera de este barranco. Prueba de ello son los numerosos muros de bancales que aún persisten a pesar del paso del tiempo y el abandono y, sobre todo, la existencia de una era junto a la degollada. Esta se encuentra hoy en día colonizada de vegetación (inciensos, verodes, tabaibas y herbáceas) y solo es visible in situ si se presta atención y se encuentran entre el matorral el empedrado y los muretes perimetrales.
 
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Captura de ortofoto de la cabecera de La Leña, en el entorno de La Asomada (marcada con flecha roja, la era; en azul, el cauce)
(Fuente: GRAFCAN)
 
          Toda esta zona, dominada por restos de bancales, se halla invadida por vegetación potencial de la zona, en donde destacan la tabaiba, el cornical, el incienso y varias especies de herbáceas. Junto al cauce llama la atención un rodal de piteras y en la ladera izquierda de este, de mayor pendiente que la diestra y más rocosa, sobresalen los cardones. El aspecto de esta parte alta de La Leña, debió de ser muy diferente tiempo atrás, debido al uso agrícola de la zona. Probablemente el acceso a la misma fuera principalmente por Los Campitos, hacia donde se sacarían las cosechas, ya que se dispone de mejor salida del valle hacia a ahí que aguas abajo hasta la costa. Vemos por lo tanto vestigios de actividad agraria en zonas altas (cabeceras de valles o cumbres) como ya ocurre en enclaves similares de esta zona del macizo de Anaga, por ejemplo el Roque Chiguel, la Mesa del Cautivo o la Mesa del Ramonal.
 
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Cabecera del valle, con el Roque de Las Cabezadas en el centro y degollada de La Asomada a la derecha
 
          El curso medio del barranco se caracteriza por una mayor pendiente de las laderas y con ello en encajonamiento del cauce, siempre rocoso y sin grandes saltos. Aquí ya la vegetación cambia ligeramente, siendo cada vez más predominante, según se desciende por el valle, la presencia del balo, junto a la tabaiba, el cornical y, sobre todo, el invasor y foráneo rabo de gato. La huella humana destaca en este tramo por la aparición de diferentes infraestructuras ligadas a la actividad hidráulica. Así, el valle es cruzado por varios canales, entre ellos el de Catalanes, que llega a este desde el vecino de Tahodio por la Cortadura Chica y continua hacia el de Ancheta por la Cortadura Grande. Además, en este lugar se adentra al valle mediante túnel una tubería de gran tamaño, y finaliza aquí una pista que permite el acceso con vehículo hasta este lugar desde el inicio de la calle Carlos JR Hamilton, tras la Comandancia de Obras. Esa pista fue construida en el año 2003 y fue mejorada en cuanto a anchura y firme (en la actualidad está hormigonada) en 2010.
 
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Tramos de canales a su paso por laderas y cauce de La Leña
 
          Hasta hace algo más de una década en el cauce existía la Presa Fumero que surtía a la finca homónima cercana para el riego de las plataneras que poblaban sus bancales hasta hace unas décadas. Además, en la ladera noreste, bajo un pequeño bosquete de eucaliptos y una pequeña cantera puede verse aún un almacén de agua techado y en ruinas. En cambio, siguen en uso tres depósitos en la cumbre y faldas de la montaña de La Meseta. El de la cima y uno de los dos de la ladera son para abastecimiento urbano, y el tercero, el más bajo, es propiedad de la Autoridad Portuaria.
 
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Tramo central del valle, con pista junto al cauce y depósitos sobre la ladera (aguas abajo, la zona de Rambla y Residencial Anaga)
 
          El fondo del barranco comienza aquí a verse modificado y alterado de su morfología natural. A la ya citada presa, en la actualidad convertida en dique, se le une otro compuesto por una malla metálica dinámica levantado en 2011, y el encauzamiento hormigonado y escalonado del cauce de este desde su paso entre la Finca Fumero y Residencial Anaga y hasta su soterramiento, obras estas realizadas en 2003.
 
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Tramo escalonado del cauce, entre Finca Fumero (a derecha)  y Residencial Anaga (a izquierda)
 
          Por último tenemos el curso bajo, soterrado como ya hemos visto en líneas anteriores. Al haberse urbanizado esta zona y desarrollado el puerto mediante dársenas y explanadas, es más que necesario, como es lógico, este enterramiento del cauce. Eso sí, ante fenómenos atmosféricos adversos extraordinarios, este punto de la ciudad se nos presenta como de alto riesgo de avenidas e inundaciones. Un ejemplo de ello es todo lo ocurrido en la fatídica jornada del 31 de marzo de 2002. Esta fue una de las zonas de Santa Cruz que más sufrió los embates de las fuertes lluvias y las consecuentes riadas que acaecieron en esa tarde de Domingo de Resurrección. A la crecida desmedida del cauce de La leña y Ancheta se unió, además, el peligro de rotura de la citada Presa de Fumero. Los varios miles de metros cúbicos que almacenaba tuvieron que ser drenados y la presa suprimida.
 
          Centenares de viviendas de la zona tuvieron que ser desalojadas, entre ellas todas las pertenecientes al Edificio Barlovento, y garajes, bajos y locales sufrieron las consecuencias del agua y el barro. Incluso la parte baja de la Comandancia de Marina sufrió aquella tarde los efectos del temporal. Pero lo peor de aquel día y los posteriores fue sin duda el fallecimiento de 8 vecinos de la ciudad a consecuencia de las lluvias.
 
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Comienzo de la calle Carlos JR Hamilton, dos días después de las lluvias del 31 de marzo de 2002
(bajo este tramo de la calle transita parte del soterramiento de La Leña y Ancheta)
 
          Estoy seguro que son muchos los miles de chicharreros que a diario transitan junto o sobre este barranco sin conocer de su existencia. Sirva este atril, que la red de redes me ofrece, para dar a conocer este modesto valle de Anaga, que nace en la cumbre y muere bajo nuestros pies. Les invito a que se adentren en él, bien sea desde la degollada que lo separa de Los Campitos o aguas arriba, desde Residencial Anaga (en la curva confluencia de las calles Fernando H. Guzmán con Profesor Peraza Ayala). Podrán tener esa agradable percepción de estar aislado en el macizo a apenas unos minutos de la urbe. Además, con esas recompensas que la naturaleza nos ofrece. Unas extraordinarias vistas de las cumbres de Anaga (Montes de Aguirre, Pico del Inglés, Cabezo del Viento, La Fortaleza, La Muela, la Mesa del Cautivo, el Roque Chiguel, la Mesa del Ramonal y La Altura) y de Santa Cruz de Tenerife dirigiendo la vista hacia el mar.
 
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Vistas hacia la cumbre desde la degollada de la Asomada
 
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Santa Cruz de Tenerife, desde los restos de la era de La Asomada
 
 
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