El destierro del Infante don Enrique de Borbón en Tenerife

 
Por Miguel Ángel Noriega Agüero  (Publicado en asotavento.com el 15 de febrero de 2015).
 
 
           Alfonso XIII fue el primer monarca en visitar el archipiélago canario, allá por el año 1906. Hasta ese momento ningún rey español había puesto el pie en ninguna de las ya en ese momento perdidas colonias americanas ni tampoco en Canarias. El 26 de marzo de 1906, a bordo del vapor Alfonso XII y con solo 20 años y a dos meses de contraer matrimonio, el rey Alfonso XIII llegaba al puerto de Santa Cruz de Tenerife. Comenzaban así 11 días de un histórico viaje oficial, visitando seis de las siete islas del archipiélago (en El Hierro no pudo desembarcar debido al mal estado de la mar y tener dificultades para el atraque). Se trata, como ya se ha dicho, del primer monarca en Canarias, pero no el primer miembro de familia real en las islas. Poco más de cuatro décadas antes, un antecedente suyo ya estuvo en Tenerife, pero esta vez no de visita oficial si no de destierro.
 
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           Enrique María Fernando Carlos Francisco Luis de Borbón y Borbón-Dos Sicilias, más conocido como Enrique de Borbón, nieto de Carlos IV, fue Infante de España y Duque de Sevilla. Era hijo de Francisco de Paula de Borbón, el menor de la descendencia del rey Carlos IV,  y la princesa Luisa Carlota de Borbón-Dos Sicilias, hija del rey Francisco I de las Dos Sicilias. Y este Borbón, el Infante Enrique, fue precisamente la primera persona con sangre real en llegar a las islas Canarias.
 
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Enrique de Borbón
 
 
             Enrique de Borbón, estaba muy ligado a Isabel II, al menos en parentesco. Era primo y, al mismo tiempo, cuñado de la reina, ya que el marido de esta, Francisco de Asís de Borbón, era su hermano. Esta unión de sangre no era todo lo amistosa y fraternal que se esperaba entre la reina y el infante, y eso que este era una de los pretendidos para casarse con la monarca. Don Enrique, reconocido masón, participó en una revuelta contra la monarquía en los años 40 del siglo XIX, motivo por el cual fue desterrado a Francia, en donde ya había estado en esa situación una década antes, a causa de las desavenencias entre su madre y su tía, la regente María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII. De nuevo, Enrique vuelve a España, pero su boda en secreto en Roma con Elena María de Castellví y Shelly provocó el enfado de Isabel II, siendo expulsados a Francia, refugiándose en Toulouse.
 
         Años más tarde, tras tener el perdón de la reina, regresan a España, viviendo en Valladolid, y Enrique ya sin el título de Infante. Poco después, de nuevo Enrique y su familia son obligados a trasladarse a Francia, para regresar después a España, esta vez residiendo en Valencia. Posteriormente, tras manifestar sus ideas revolucionarias e izquierdistas es de nuevo expulsado al país galo, regresando en 1860 y obteniendo el grado de Teniente General tres años más tarde, momento en el que enviuda.
 
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Enrique de Borbón
 
          Sigue a ello un periodo de duros ataques al gobierno y a la reina, queriendo incluso ser senador. Así, los miembros del gobierno, presidido por Narváez, se reúnen en Consejo de Ministros el 9 de noviembre de 1964, ordenando el destierro de Enrique de Borbón a Canarias por: "… tener pujos revolucionarios, ser partidario acérrimo del reino de Italia, pretender una alianza más estrecha con Nápoles, mantener amistad con los progresistas y otras hierbas que saldrán pronto y de cuyo veneno el propio infante será la víctima…" . Así, a las 9 de la noche del 13 de noviembre, y sufriendo la falta de respuesta de la reina ante las súplicas de perdón, el Duque Enrique de Borbón sale del puerto de Alicante a bordo del vapor Isabel II, rumbo a Canarias.
 
         La nave llega al puerto de Santa Cruz de Tenerife el 21, pero no pude fondear frente a la costa de la ciudad debido al mal estado de la mar, lográndolo al día siguiente y desembarcado, por lo tanto, Enrique de Borbón y el resto de la tripulación y pasajeros el 22 de noviembre de 1864. La llegada de este miembro de la familia real supuso todo un acontecimiento en la ciudad, teniendo una recepción digna de un Príncipe de Asturias: 21 cañonazos de salvas; un enorme gentío en las calles; coche oficial para el traslado a su nueva residencia (que no llegó a utilizar ya que se desplazó a pie); las ventanas, balcones y azoteas llenas de personas; los sones de la Marcha Real; la presencia en el puerto del alcalde, el gobernador civil, el gobernador militar, el capitán general y el brigadier comandante de marina; y para colmo, finalizando el día con una serenata nocturna al pie de su casa. La reina y el gobierno montaron en cólera al saber de esta acogedora recepción, ordenando que no se repitieran estas fastos en Santa Cruz ni en ninguna de las localidades que visitara el desterrado. Pero, Enrique de Borbón visitó La Laguna y La Orotava, entre otros lugares y allí donde fue era recibido con honores. Además, durante los poco más de dos meses que residió en Tenerife, concretamente tuvo su prestada casa en la calle San Francisco, gracias al hacendado orotavense Francisco García Gutiérrez, quien hizo entrega de las llaves de una de sus viviendas al ayuntamiento de Santa Cruz para que dispusiera de ella el honorable invitado, Enrique de Borbón acudió a varias fiestas privadas organizadas por las entidades sociales y de recreo de la isla. Finalmente, este destierro tan peculiar finaliza el el 29 de enero de 1865, fecha en la cual el Duque parte de nuevo hacia la península.
 
          Los años siguientes seguirán siendo muy convulsos para él, finalizando su vida en un trágico episodio con su primo Antonio de Orleans, Duque de Montpensier, con quien tenía desde hace décadas una afrenta que iba más allá de la personal, acrecentada al dejar el trono la reina Isabel y pretender ambos ocupar su lugar en el trono. Así, el 12 de marzo de 1870, Enrique fallece tras un duelo con pistolas, con su primo Antonio, en las cercanías de Leganés.
 
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          Enrique de Borbón, al no ser infante, no fue enterrado en el Monasterio de El Escorial, y sus restos yacen en el Cementerio de San Isidro de Madrid.
 
 
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