La salud y su cuidado al estilo guanche (Los guanches - 2)

 
Por Alastair F. Robertson (Publicado en inglés en Tenerife News, en su número 488 de 15 de noviembre de 2013). Traducción de Emilio Abad.
 
 
 
          Los guanches de Tenerife, al igual que otros pueblos neolíticos de todo el mundo, llevaban una vida activa al aire libre, lo que no es nada sorprendente si tenemos en cuenta que eran agricultores. Se supone que eran muy fuertes y ágiles, y parece ser que los pastores corrían tan deprisa que podían alcanzar a cualquier cabra que se separara del rebaño. También practicaban algunos deportes, como la lucha., que sigue siendo popular hoy en día, y los saltos a pie firme o apoyándose en un palo (ambas actividades muy necesarias para salvar barrancos), y juegos de guerra, como el lanzamiento de piedras y lanzas.
 
         Pero, ¿qué aspecto tenían? En Candelaria hay nueve estatuas masculinas representando a los nueve reyes o menceyes guanches.  Las figuras presentan miembros bien proporcionados y una noble apariencia, algo distinta a la de la anterior fila de estatuas que se colocaron en los años 70 del pasado siglo, toscamente talladas, macizas y de gruesos miembros. Quizás la razón para este cambio en el aspecto estribe en el descubrimiento hecho mediante análisis de ADN de que un alto porcentaje de isleños descienden de los guanches y, para alivio de muchos, los guanches verdaderos no se asemejaban a aquellos. Nadie querría tener relación con aquellos siete enanos y un par de sus colegas, que parecían volver de una noche de copas.
 
          Por lo que se refiere a la salud de los guanches, en el estudio de las momias efectuado hace varios años aparecieron muy pocos indicios de enfermedades infecciosas comunes, pero se identificaron otros aspectos, como la nutrición, las dolencias y los traumatismos de aquellos individuos, así como los remedios y tratamientos que se utilizaban. Mediante métodos modernos se examinaron 170 momias, lo que hizo salir a la luz muchos detalles íntimos. Los resultados mostraron que el hombre medio era de constitución robusta y de una altura de 1,71 m., mientras que la media para las mujeres era de 1,57 m. Su dieta era baja en componentes vegetales, predominando en ella la carne y los alimentos lácteos (se dedicaban más al pastoreo que al cultivo de la tierra), y la harina, o gofio, se obtenía a partir de la cebada; existen pocos indicios de alimentos procedentes del mar. Popularmente se cree los únicos líquidos que ingerían eran el agua y un licor fabricado con los frutos del pequeño árbol llamado mocán. Todo lo anterior suena como a muy saludable, pero las momias mostraron que, al igual que nosotros, los guanches padecían enfermedades, dolores y sufrimientos.
 
          El problema de los dientes estaba generalizado entre todos los guanches adultos. Aunque había pocas incidencias como consecuencia de caries o daños causados por el azúcar, el dolor de dientes era un mal provocado por la forma en que se preparaba la harina de gofio. Los nativos, como todos los pueblos prehistóricos, desconocían que las piedras con que trituraban los granos de cereal, a mano o con molino, iban dejando residuos de ellas mismas, un polvo que al mezclarse con la harina formaba una pasta que desgastaba las coronas de los dientes hasta llegar al nervio; esto derivaba en abscesos incurables en las mandíbulas. A lo largo de sus vidas, el simple hecho de comer se convertiría en un proceso muy doloroso.
 
          Las dolencias más comunes y las escasas enfermedades infecciosas eran la sinusitis frontal, la osteomielitis post-traumática,  un tipo de osteoperioctitis sin determinar (yo tampoco sé lo que es) y probablemente la tuberculosis. Tambien aparecen evidencias de tumores benignos. Otras dolencias naturales se relacionaban con los huesos, pues la artritis, la osteoartritis y otros problemas de articulaciones son muy comunes conforme aumenta la edad, pero en el caso de los guanches se adquirían más comúnmente como consecuencia de deterioros y roturas.
 
          Eran frecuentes las fracturas de huesos, incluyendo un alto porcentaje de heridas en el cráneo (quizás al golpearse la cabeza continuamente de forma accidental contra los techos de sus sombrías cuevas), aunque el índice de recuperación de heridas de cabeza era muy alto. Hay indicios  de problemas hereditarios en la escasa población de la isla, destacando la elevada aparición de malformaciones congénitas, especialmente la espina bífida, que supera el 50% de los casos en algunas zonas.
 
          Vivir en cuevas, donde la existencia de fuegos encendidos para iluminarse y comer debía ser frecuente, si no permanente, también ocasionaba problemas. La inhalación de humos causaba dificultades pulmonares y endurecimiento de las arterias.
 
          La poco variada dieta, basada en la carne y en los productos derivados de la leche, ocasionaba también su propio cupo de enfermedades. Fuentes de información escritas describen ataques de gastroenteritis y diarrea que, a menudo, resultaban fatales. Sorprendentemente, también la neumonía era una enfermedad común, igualmente mortal, quizás debido al frío y la humedad de algunas zonas de Tenerife. Luego, para remate, durante los últimos días de independencia de los guanches, apareció el tifus, que los invasores españoles trajeron con ellos. Poco después de la conquista, una gran epidemia llamada “modorra” causó la muerte de una gran parte de la población nativa, a una media, mientras duró la crisis, de 100 fallecimientos diarios.
 
          Para combatir todas estas dolencias los guanches utilizaban unas prácticas medicinales que no parecen perores que las empleadas por los curanderos de Inglaterra en la antigüedad. La grasa de carnero era la panacea universal, pues se utilizaba para curarlo todo; la leche se empleaba como purgante; una miel fabricada a partir del mocan servía para aliviar la gastroenteritis, la diarrea y la neumonía; y la “sangre de drago”, extraída del famoso árbol, se administraba también par la diarrea, la disentería, las hemorragias y los eczemas. Se pueden observar en las momias fracturas totalmente curadas, lo que indica que los guanches conocían la importancia del reposo absoluto durante la convalecencia, mientras que las intervenciones quirúrgicas consistían en la cauterización de venas y heridas, así como su contraria, aquella vieja receta medieval que lo curaba todo: el sangrado; pero también practicaban cirugía cerebral. ¿Cirugía cerebral? Consistía en abrir un agujero en el cráneo utilizando un trozo de obsidiana, una piedra que en Tenerife es la equivalente al pedernal, a fin de dejar salir a los espíritus diabólicos. Y uno se pregunta asombrado. ¿qué tipo de anestesia se empleaba en esta operación? ¿drogas alucinantes? ¿alcohol? ¿o, sencillamente, inmovilizar al paciente? Es insufrible pensar sobre ello, pero, así y todo, las momias demuestran que, al final, la gente sobrevivía a este procedimiento.
 
          Dejando de lado lo expuesto, la vida en esta paradisíaca isla era buena, siempre y cuando a alguien no le importase morir a la edad de 30 años*. 
 
         Si tras la lectura de este artículo desea usted conocer algo más sobre la vida de los guanches, le recomiendo que visite el Museo de la Naturaleza y el Hombre, en Santa Cruz, y que vaya preparado para pasar allí todo el día.
 
 
* Una excepción fue un tipo que vivió hasta la "avanzada" edad de 55 años.
 
- - - - - - - - - - - - - - - - - - -