Las cruces de Santa Cruz (1) (Retales de la Historia - 159)

 
Por Luis Cola Benítez (Publicado en La Opinión el 4 de mayo de 2014).
 
 
          La ciudad de Santa Cruz de Tenerife debe su nombre al capitán de las huestes castellanas Alonso Fernández de Lugo, quien en 1494 plantó una cruz de madera en la pedregosa playa en que había desembarcado, en un paraje de Anaga que los guanches llamaban Añazo, e impuso al lugar el nombre de puerto de la Santa Cruz. También la primera iglesia, la actual matriz de Nuestra Señora de la Concepción, recibió el nombre de iglesia de la Santa Cruz, bajo cuya advocación fue conocida hasta 1636.
 
          La capital se estableció en La Laguna y, con el paso del tiempo, el poblado que en la costa se había formado al amparo del movimiento de los barcos que portaban mercancías y personas, fue conocido como Lugar y Puerto de la Santa Cruz de Añazo. En 1803 le fue concedido de forma oficial el título de Villa exenta con jurisdicción propia, alcanzando el de Ciudad en 1859.
 
          La Cruz Fundacional, olvidada por muchos, se mantuvo en el pedregoso litoral soportando vientos, soles y maresías durante muchísimo tiempo, hasta que los sacerdotes hermanos Logman decidieron construir una casa que sirviera de carnicería, con la intención de que su renta ayudara a los pobres recursos de la parroquia. La construcción se levantó entre la Cruz y la muralla que servía de parapeto defensivo junto al rompiente de las olas, con lo que si bien le servía de protección ante al mar, se vio afectada por un entorno degradado, espacio conocido como Placeta de la Cruz o de la Carnicería, hasta que el alcalde Juan de Arauz y Lordelo, en 1745, le construyó una capilla adosada a la misma casa de la carnicería que le sirviera de lugar de culto. Así nació la capilla del Santo Sudario. Pero aquí no acabaron las vicisitudes.
 
          Crecía la población del puerto y, lógicamente, también sus necesidades, y no era la menor la de ampliar la carnicería al aumentar la demanda de aquel servicio, lo que llevó a la desaparición de la capilla. ¿Qué fue entonces de la Cruz? Todo parece indicar que algunos frailes franciscanos, que después de intentar establecerse allí continuaban en el barrio de El Cabo aún después de fundado su convento de San Pedro de Alcántara, la tomaron a su cargo y la llevaron a la ermita de San Telmo, situación que alternaba con la capilla del hospital de los Desamparados. En 1892 se le hizo el relicario de níquel y cristal que la protege y pasó a custodiarse en la iglesia matriz de Nuestra Señora de la Concepción, donde se encuentra.
 
          Esta Cruz de la Fundación se considera el máximo símbolo de nuestra ciudad. Junto a ella, a su sombra o, si se prefiere, bajo su protección, se establecieron las primeras familias de colonos, se comenzó a formar el poblado, nacieron las primeras calles y comenzó la cotidiana e inevitable lucha por la supervivencia.
 
          La población posee otras cruces, memoria de los lugares de descanso en los antiguos Vía Crucis callejeros, como los pequeños Calvarios que la devoción popular levantaba en algunos lugares, plazas o cruces de caminos. Existió en los Llanos de Regla, un denominado "camino de Las Cruces" que guarda relación con lo expuesto. Pero también existe otra Cruz importante y de singular historia: la Cruz de San Agustín.
 
          Los frailes agustinos que acompañaron al Adelantado en su llegada a las playas de Añazo fundaron en La Laguna, aunque alguno debió quedar en el puerto, puesto que uno se contabiliza entre los muertos en el ataque de Blake en 1657. En Santa Cruz dispusieron de una casa de apeo o pequeño convento situado en la parte alta del pueblo, en lo que entonces se consideraban “las afueras”, hacia las actuales calles Puerta Canseco y San Francisco de Paula, enclave que presentaba el inconveniente de su inmediatez con el más importante e influyente  convento dominico de Nuestra Señora de la Consolación, donde hoy se encuentran el Teatro y la Recova Vieja. Es posible que  esta fuera la razón de que los agustinos decidieran mudarse hacia el Norte del pueblo, al barrio de El Toscal, al final de la calle de La Marina alta, donde fundaron hospicio.
 
          En la fachada de su casa había una cruz, que al suprimirse el hospicio en 1767 se ha conservado en lugar cercano al original y que en algún momento dio nombre a aquel sector, conocido como "barrio de la Cruz de San Agustín". En 1836 se ensanchó la calle de la Marina desde su inicio, lo que propició un mejor acceso, hasta el punto de que llegó a ser muy concurrida y popular la fiesta que en su entorno organizaban los vecinos los días 2 y 3 de mayo, con enramado, puestos de turrones y verbena. En 1908, Felipe Poggi, en nombre de la comisión del barrio, pidió al ayuntamiento la cesión de una parcela para construirle a la Cruz una pequeña capilla, pero el influyente Tomás Clavijo y Castillo, cuya vivienda estaba inmediata, se opuso y todo quedó en nada. Hoy, gracias a la sensibilidad de los actuales “toscaleros” se conserva el único testimonio urbano que nos queda de la presencia de los agustinos en Santa Cruz.
 
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