Reconstrucción del primer muelle de Santa Cruz de Tenerife (Patrimonio histórico-monumental - 16)

 
Por José Manuel Ledesma Alonso  (Publicado en El Día / La Prensa el 29 de diciembre de 2013).
 
 
 
          Ante la imposibilidad de conservar en su emplazamiento original los restos del primer muelle de piedra basáltica, construido en Santa Cruz entre 1750 y 1787, debido a las obras de la Vía Litoral como eje viario para reorganizar el tráfico rodado en la ciudad y el puerto, la Tertulia Amigos del 25 de Julio, con el fin de salvar el mencionado muelle-embarcadero, se reunió (2010) con representantes del Gobierno de Canarias, Cabildo Insular de Tenerife, Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife, y Excmo. Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife.
 
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Localización de parte de los sillares del muelle cuando se inicaron las obras de la Vía Litoral (1)
 
 
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Localización de parte de los sillares del muelle cuando se iniciaron las obras de la Vía Litoral (2)
 
          En la citada reunión, la propuesta presentada por la Tertulia Amigos del 25 de Julio de salvaguardar los sillares y su montaje en una nueva ubicación fue aceptada por todas las partes al considerar que la nueva ubicación constituía un acierto desde la perspectiva de la puesta en valor del bien patrimonial, aunque quedara desplazado unos 100 metros con respecto a su ubicación original; además, al estar situado junto a la Farola del Mar (1863) y la Marquesina (1913), en una zona bastante transitada por viajeros y ciudadanos, el conjunto divulgará los aspectos históricos y patrimoniales del puerto y  la ciudad de Santa Cruz de Tenerife.
 
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Nueva localización propuesta por la Tertulia  (1) 
 
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Nueva localización propuesta por la Tertulia  (2) 
 
          Con fecha 18 de octubre de 2010, la Dirección General de Infraestructura Viaria del Gobierno de Canarias remitió al Servicio de Cultura y Patrimonio Histórico del Cabildo Insular de Tenerife documentación relativa al “Proyecto complementario de traslado de elementos patrimoniales afectados por las obras de la Vía Litoral, T.M. de Santa Cruz de Tenerife (Tramo 1. Fase A)”.
 
          La documentación resaltaba que el citado patrimonio correspondía a los restos del primer muelle de Santa Cruz, construido entre 1750 y 1787, que se encontraba bajo la Plaza de España, la avenida Marítima, y la vía de servicio del Puerto, a la vez que hacía constar que el muelle mostraba un aspecto aceptable en toda su extensión, y que varios sillares de piedra basáltica presentaban las marcas dejadas por los impactos de bala de cañón durante el ataque de una escuadra inglesa a Santa Cruz, en 1797, al mando del contralmirante Horacio Nelson.
 
          Las obras a realizar consistirían en su desmontaje, recuperación, adecuación y posterior traslado a los aledaños de la Farola del Mar y la Marquesina, donde se reconstruiría fielmente, adosándolo a un muro de hormigón preexistente; además, cada elemento patrimonial del conjunto histórico (Muelle, Impacto, Farola y Marquesina), contaría con cartelas informativas de sus características más reseñables.
 
          El 28 de octubre de 2010, la Sección Técnica de Patrimonio Histórico del Cabildo Insular de Tenerife informó favorablemente el citado proyecto, desde la perspectiva de la conservación y difusión del patrimonio histórico, si bien advertía que el traslado del muelle estaba sujeto al régimen jurídico de los Catálogos, así como a lo dispuesto en el articulo 58 de la Ley 4/1999, de 15 de marzo, de Patrimonio Histórico de Canarias; de igual manera, reseñaba que el proyecto no afectaba a Bien de Interés Cultural declarado o con expediente de declaración incoado, ni se inscribía en el entorno de protección de BIC alguno. El citado informe remarcaba que, desde una perspectiva técnica y de conservación y difusión del patrimonio de la ciudad, la intervención propuesta se consideraba absolutamente acertada.
 
          El presupuesto para llevar a cabo los trabajos quedó incluido -como añadido- en las obras del citado túnel de la Vía Litoral, pero, terminada la primera fase, los sillares de piedra quedaron sobre la azotea del citado túnel, a la espera de un nuevo presupuesto para iniciar su montaje en la nueva ubicación. Ante esta situación, la Autoridad Portuaria, consciente de su valor patrimonial, se hizo cargo de su terminación, destinando para ello 70.000 euros.
 
          Por ello, la Tertulia Amigos del 25 de Julio, a la vez que se felicita por ver este proyecto hecho realidad, agradece a la Autoridad Portuaria el apoyo recibido para la recuperación de este legado histórico.
 
          A partir del 12 de diciembre de 2013, el Puerto de Santa Cruz de Tenerife se congratula de haber rescatado el muelle inaugurado el 3 de marzo de 1787 -primer muelle de piedra del Archipiélago-, realizado con los 9.105 pesos que aportaron los vecinos del Puerto y Plaza Fuerte de Santa Cruz.
 
          El encargado del desmontaje, catalogación, y posterior colocación en su nueva ubicación ha sido el maestro cantero, especialista en piedra natural, Régis Chaperon, quién ha logrado una fiel interpretación de la obra.
 
Antecedentes históricos
 
          El interés del Adelantado Alonso Fernández de Lugo y de los primeros comerciantes de Santa Cruz fue el de poseer un muelle donde pudiesen embarcar y desembarcar las lanchas pues, en la playa de Añazo, las barcas debían esperar la marea propicia para llevar a cabo la varada; por consiguiente, como era preciso dotar a Santa Cruz de un puerto más seguro, el Cabildo mandó (1526)  un mensajero a la Corte con la petición de que “en el puerto de Santa Cruz, que es el Puerto Principal de dicha Isla, donde hay mayor carga y descarga, por estar cerca de la ciudad -La Laguna-, hay mucha necesidad de hacer un muelle para evitar los daños y peligros que continuamente se producen al cargar los navíos que van a las Indias, Islas y la Especiería, así como los que se avituallan de bastimentos y otras cosas que en la dicha Isla hay para sus viajes….” 
 
          Hubo que esperar hasta 1548 para que el muelle empezara a construirse al norte de la playa de la Carnicería, junto a la ermita de la Consolación. Como este rudimentario muelle, mitad de mampostería y mitad de madera, no disponía de un lugar donde los pasajeros pudieran descender a tierra, había que trasladarlos en lanchas desde el costado de los navíos fondeados, donde un golpe de ola podía volcar a la gente y a la mercancía.
 
          Como en octubre de 1551 un temporal lo arrasó totalmente, el Cabildo acordó su reparación urgente, pero, en el mes de julio del año siguiente, al parecer “a causa de la mucha mar”, la débil construcción volvió a sufrir otro serio desperfecto; por ello, en 1564 se pidió a la Corona la concesión de las penas de cámara por un periodo de treinta años.
 
          Aunque los trabajos se dieron por concluidos en 1583, el temporal del año 1600, causó su destrucción definitiva; entonces, el Cabildo manifestó que “el muelle se ha vuelto a rendir por las avenidas”. Para poder reanudar el comercio, se aprovecharon los materiales del primitivo muelle y se excavaron escalones en las rocas de la Laja de San Cristóbal.
 
          Por tanto, durante más de un siglo, las operaciones portuarias se realizarían por la caleta de Blas Díaz, conocida más tarde como la caleta de La Aduana -solar que en la actualidad ocupan los palacios del Cabildo Insular y Correos-, hasta que en 1747, Juan de Urbina, Comandante General de Canarias, con el fin de impulsar los trabajos del nuevo muelle, reunió en su domicilio a los comerciantes más importantes de Santa Cruz y ciñéndose a las Ordenanzas del Rey Carlos III, concernientes a la regulación de las obras portuarias que debían construirse a costa de los arbitrios o caudales públicos de carácter local, estableció contribuciones a los barcos procedentes de América, a los que cubrían el tráfico insular, a las lanchas de La Caleta, a la exportación de pipas de vino y a los comercios. La única discrepancia de esta junta se produjo acerca del lugar de ubicación del muelle, puesto que unos querían emplazarlo en el arrecife inmediato a la Aduana, mientras que otros lo preferían junto al castillo de San Cristóbal, prevaleciendo este último criterio.
 
          Los planos del nuevo muelle, trazados por los ingenieros Francisco La Pierre y Manuel Hernández, fueron aprobados en la Corte a principios de 1750. En su expediente leemos: “En la Laja de San Cristóbal sobre una escollera de piedra perdida, establecida parte en una roca y parte en la arena, revestido de sillería de basalto, extendiéndose perpendicularmente a la dirección de la costa rematado por un martillo en forma de media luna para abrigo de las escaleras de acceso….”
 
          En 1755, cuando las obras ya estaban terminadas, se le ocurrió al Comandante General construir una batería en la cabecera del muelle, con la intención de aumentar las defensas de la plaza, pero, el 29 de enero de 1758, una embestida del mar se llevó 16 metros de la escollera, sin embargo el muelle dio muestras de extraordinaria solidez y ni el paso de los años ni las aguas arrastraron más sillares de los que había desprendido el temporal.
 
          El nuevo comandante general de Canarias, Miguel López Fernández de Heredia, con el objeto de imponer un nuevo tributo para terminar el Muelle, reunió (1768) al gremio de comerciantes, encontrándose con la oposición rotunda del vecino de La Laguna y personero del Cabildo, Amaro José González de Mesa, por lo que no pudo ni tan siquiera iniciar los trabajos, ya que las quejas presentadas por González de Mesa -quien opinaba que era mejor hacer el muelle en la caleta de la Aduana- incitó al Supremo Consejo de Castilla a pedir informes sobre el particular. Con toda la información recibida, el fiscal del Consejo decretó “que se reconstruyese el muelle del Puerto de Santa Cruz con la sola salvedad de que las obras las costearan los comerciantes y acaudalados del lugar y que fuese reprendido el personero por su falta de respeto y actitud descortés para el Comandante General”.
 
          De esta forma, el muelle se mantuvo sin alteraciones hasta que en 1784, el comandante general Miguel de la Grúa Talamanca, Marqués de Branciforte, celebró en su vivienda una junta de vecinos y comerciantes, durante la cual, con más fortuna que sus predecesores, consiguió reunir los 9.105 pesos necesarios para llevar adelante las obras portuarias, las cuales fueron encomendadas al ingeniero militar Andrés Amat de Tortosa.
 
          Las obras finalizaron el 3 de marzo de 1787, y consistieron en la cimentación, construcción y ampliación del martillo del muelle, con una batería para siete cañones, emplazada en su frente y protegida por un recio muro con troneras; en el cambio de la disposición de sus escaleras de acceso, de manera que se comunicaran unas con otras; en la conducción subterránea de agua, para que los navíos pudieran abastecerse; en la colocación en su pavimento de unos cajones, a modo de pretiles, con el fin de sostener las tierras; una casilla para los oficiales de guardia, etc.
 
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Plano del Puerto en 1847
 
 
 
          Por primera vez se podía decir que Santa Cruz tenía un muelle de verdad, digno de la importancia de su tráfico, corría en dirección Oeste-Este, sobre una distancia de 137,15 metros. No era un muelle de atraque pues sólo servía -como la playa anexa de La Carnicería- de punto de desembarco para las lanchas y las barcas, ya que los navíos seguían fondeando lejos del muelle.
 
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El muelle en 1850
 
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El muelle y su entorno en 1901
 
          Diez años más tarde, en la madrugada del 25 de julio de 1797, en el ataque de la armada inglesa, al mando del Contralmirante Horacio Nelson, a las milicias tinerfeñas, al mando del General Antonio Gutiérrez, varios impactos de bala de cañón dejaron su huella en el muro de  sillería de piedra de basalto o molinera que formaba su espaldón.
 
          Como testimonio físico de tal importante Gesta tinerfeña, el alcalde de Santa Cruz de Tenerife (1972-1975) Ernesto Rumeu de Armas, mandó numerar estas piedras con el fin de su posterior desmonte y colocación en un lugar destacado. Cuarenta años más tarde se ha cumplido la premonición de tan ilustre personaje tinerfeño.
 
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Impacto de bala de cañón producido durante el ataque de la armada inglesa en 1797
 
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