Las Sociedades Económicas de Amigos del País de Tenerife

 
Por Emilio Abad Ripoll  (Pronunciada el 4 de noviembre de 2013 -dentro del Ciclo organizado por la Cátedra General Gutiérrez con el título genérico de Canarias después de Utrecht (2)- en la Sala de Conferencias del Centro de Historia y Cultura  Militar de Canarias, Almeyda, Santa Cruz de Tenerife).
 
 
 
Generalidades
 
          Si uno quiere navegar en el río de la Historia y desea subir a bordo en el embarcadero que se llama “Reales Sociedades Económicas”, es inevitable que el patrón pida un esfuerzo adicional y nos diga que agarremos los remos y boguemos aguas arriba para encontrar los afluentes que engrosarán el caudal dando lugar al nacimiento de aquellas Sociedades.
 
          Estamos en el siglo XVIII, y desde el punto de vista intelectual destaca en él aquel gran movimiento cultural que fue la Ilustración, con origen  en las doctrinas empíricas de los ingleses Locke y Newton, que, recogidas y ampliadas por los franceses, dieron pie al nacimiento del Enciclopedismo y de la mencionada Ilustración.
 
          ¿Qué caracterizaba especialmente a la Ilustración y a sus seguidores? Sin duda alguna la confianza absoluta que depositaban en la Razón y en la Ciencia para comprender y dominar la Naturaleza. Los ilustrados hacían gala de su tolerancia y su filantropía, y su influencia fue enorme, pues lograron situarse muy cerca de los centros de poder, si no en el mismo vértice desde donde se dirigían los destinos de prácticamente todos los países europeos. Nació con ellos, y en esa situación, la corriente política del Despotismo Ilustrado, aquella pretensión de mejorar la condición del pueblo, pero descartando absolutamente su participación en el gobierno,  y que se refleja perfectamente en la frase “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”.
 
          Las monarquías europeas se adhirieron a la idea, y vamos a encontrarnos con entusiastas seguidores de la misma entre las testas coronadas, como un Federico II en Prusia, una Catalina II en Rusia, un José I en Portugal, un Luis XVI en Francia, un José II en Austria y un Fernando VI y, sobre todo, un Carlos III en España.
 
Carlos III Custom
 
Carlos  III
 
          El Despotismo Ilustrado en España intervino en muchas facetas del desarrollo científico y cultural, pero, ciñéndonos a lo que nos interesa esta tarde, hay que resaltar que en el campo de la Enseñanza, en la Revolución de la Enseñanza que patrocinó, destacó la creación de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País.
 
          Juan Sempere y Guarinos, alicantino y Fiscal de la Real Audiencia de Granada, escribía allá por 1789 en  un Ensayo de una biblioteca española de los mejores escritores del reinado de Carlos III  que “uno de los sucesos más notables y gloriosos del reinado de Carlos III fue el establecimiento de las Sociedades Económicas. Sin grandes gastos, sin salarios y sin los demás embarazos y riesgos que suelen ocasionar otros proyectos menos importantes, se encuentra España con un gran número de escuelas utilísimas a quienes poder confiar el examen y ejecución de muchas providencias relativas al fomento de la Agricultura, Artes, Comercio y Policía.”
 
          Nacieron estas asociaciones con el objeto de fomentar la Agricultura, las Ciencias y las Artes, creando Escuelas, Laboratorios y Bibliotecas, mientras se concedían también becas para cursar estudios en el extranjero. La primera en aparecer fue la Real Sociedad Vascongada de Amigos del País, cuando corría el año 1765, y patrocinada por el Conde de Floridablanca. Merece la pena destacar que aquella primera Sociedad era de carácter privado, a diferencia de la inmensa mayoría de todas las que la seguirán, que fueron impulsadas por la Corona española.
 
          Pero la Real Sociedad que sirvió de modelo a todas las demás fue la de Madrid, “la Matritense”, como pronto se la conocerá (y que precisamente vive en estos momentos tiempos muy malos). Nació en 1775, convencidos sus fundadores de que el principal problema de España radicaba en la tremenda ignorancia y la gran incultura en que se hallaba sumido el pueblo.
 
Campomanes Custom
 
Conde de Campomanes
 
          Sus Estatutos fueron enviados por el Conde de Campomanes, Ministro de Carlos III, a las Autoridades gubernativas de todas las provincias españolas con la indicación de que intentaran la creación, en sus áreas de responsabilidad respectivas, de organizaciones similares. Por ello, la gran mayoría de las que fueron apareciendo se estructuraron siguiendo el modelo de la Matritense. Campomanes encomendaba a las Económicas las siguientes labores:
 
               - Una estimación cualitativa y cuantitativa de la riqueza de cada provincia.
 
               - Prestar una atención especial a la mejora y desarrollo de la Agricultura, la Ganadería, las Fábricas, el Comercio y la Navegación.
 
               - El estudio de la situación económica, sus deficiencias y causas y, en su caso, la propuesta de reformas y mejoras.
 
               - Otorgar premios para estimular los estudios y proyectos de todo tipo.
 
               - La publicación de sus trabajos.
 
          Es reseñable, con respecto a este último punto, la publicación de las Memorias Anuales de todas las Económicas, que ayudaron en gran manera al desarrollo económico español, y que hoy, siguen apareciendo no solamente de forma anual, sino también cuando algún ciclo de confrencias, exposiciones o trabajo merece la pena ser editado.
 
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Memoria de la Econcómica de Tenerife recogiendo las actividades del año 2009 
 
 
libro 1 Custom
 
Publicación de la Económica de Tenerife con motivo del bicentenario de la creación de la Junta Suprema de Canarias  (2008)
 
          Según nos detalla el conde de Barbate en su opúsculo La Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife, publicado por la Mancomunidad de Cabildos en 1979 e incluido en la colección “La Guagua”, dirigida por Francisco Morales Padrón, fueron nada menos que 107 las Económicas que se crearon en aquel siglo XVIII, lo que me hace suponer que no estaría incluida la de Santa Cruz de Tenerife, nacida, como luego veremos, en el XIX. De ellas, seguía diciendo don Enrique Roméu Palazuelos, en 1979 sólo seguían en activo 13, incluyendo las canarias de Las Palmas y La Laguna.
 
          Bien es verdad que en la década de los 80 del siglo XVIII comenzó un decaimiento de las actividades de las Económicas, e incluso en 1786 se editó una Circular que parecía querer provocar una recuperación a través de lo que hoy llamamos una autocrítica, pues pedía a todas que se preguntasen cuál era la causa de aquel “bajón”. Particularmente creo que, como en tantas actividades que emprendemos los humanos, pasados los primeros momentos de euforia, sumado a la decepción por la dificultad inherente a la aplicación práctica de las teorías expuestas en muchos importantes estudios llevados a cabo y, seguramente también, el cansancio y la desaparición física de aquellos de sus componentes que constituían su “núcleo duro” -ese pequeño grupo que es el que verdaderamente trabaja en cualquier asociación-, fueron las causas de aquel decaimiento. Y unámosle a todo ello, en el último año de la década y los primeros de la siguiente, la desilusión interna de muchos ilustrados -la mayoría intelectualmente afrancesados- ante el cariz que tomó la Revolución Francesa (como le pasó a nuestro Viera y Clavijo).
 
          No obstante, es innegable que las Reales Sociedades Económicas tuvieron una importancia capital en el cambio de la política española en lo referente a la producción y la Economía, sin olvidar, como acertadamente señala el conde de Barbate, que se produzco una especie de “descentralización”, actuándose sin esperar directivas “de Madrid” en temas propios de cada región, provincia o zona. Ello obligó, de forma implícita, a que las clases altas participaran, y de manera totalmente gratuita, en funciones de gobierno, dirección y gestión en muchos aspectos y en muchas partes del territorio nacional.
 
          Luego, con el paso de los años, otras formas de gobernar y la creación de entidades y organizaciones que en el siglo XVIII no existían, y que cubren las lagunas que en muchos campos económicos y culturales trataron las Económicas de llenar, han hecho que, como vimos antes, hayan desaparecido muchas y las restantes, en su mayoría, vivan una situación precaria, acentuada en los últimos tiempos por la dichosa crisis.
 
          Y puede que alguno de ustedes se esté preguntando: ¿tienen vigencia o sentido las Reales Sociedades Económicas hoy en día? Dejaremos la respuesta para el final, personalizando la pregunta en concreto hacia nuestra Económica de Tenerife.
 
Las Sociedades Económicas en Canarias
 
          Bueno, vamos a virar 180º nuestro bote y bajemos las aguas del supuesto río. Tenemos a nuestra vista otra vez el embarcadero de las Económicas, y vamos a fijarnos en los puntos de amarre relacionados con las que nacieron en Canarias. 
 
          Como consecuencia de las recomendaciones de Campomanes, a principios de 1776 las autoridades insulares comenzaron a meditar la creación de unas sociedades capaces de impulsar la agricultura y promover la industria popular. En Las Palmas el obispo fray Juan Bautista Cervera fue el más activo en este sentido, y a primeros de febrero reunió a casi una veintena de los personajes más destacados de la ciudad y acordaron la creación de la sociedad. Lo comunicó el obispo al Comandante General, Marques de Tabalosos, quien lo puso en conocimiento del Consejo de Castilla exactamente un mes después de la reunión, el 4 de marzo. Y dos meses después el Consejo contestaba que “queda enterado de los primeros pasos dados para el establecimiento de la Sociedad Económica de Amigos del País de la Ciudad de Canaria” y aconsejaba que se creasen otras “agregadas con un método uniforme a lo aprobado por Su Majestad para la de Madrid”.
 
Obispo Custom
 
El obispo Cervera
 
 
          El obispo aprovechó una visita pastoral que tenía prevista a las islas occidentales para difundir la iniciativa. Estuvo en Tenerife entre el 17 de febrero y el 23 de julio, pero sin grandes resultados (ni en esta primera estancia ni en la que realizaría a finales de septiembre a su regreso de las islas menores) por sus disensiones con el Cabildo motivadas por la tenaz oposición presentada por Cervera a la propuesta de traslado de la Real Audiencia de Las Palmas a La Laguna efectuada unos años antes. No sucedió así en La Palma, donde, terminando agosto convocó una reunión en las Casas Consistoriales, expuso sus ideas de creación de una “Sociedad de buenos patricios” y consiguió que en 48 horas los 33 concurrentes a la reunión aprobaran sus “constituciones fundamentales”. Lo intentó, otra vez sin suerte, en El Hierro, pero sí alcanzó su objetivo en La Gomera, pese a la oposición cerrada del Señor de la Isla.
 
          Y en resumen, que por nuestras islas nacieron en aquel 1776 tres Sociedades y por lo que respecta a las dos de Tenerife, dentro de unos minutos veremos su fundación.   Su antigüedad, según la fecha de elevación de solicitud de creación al rey, es la siguiente:
 
               - Las Palmas de Gran Canaria, el 4 de febrero de 1776.
               - Santa Cruz de La Palma, el 29 de agosto de 1776.
               - San Sebastián de La Gomera, el 25 de septiembre de 1776.
               - Tenerife (La Laguna), el 15 de febrero de 1777.
               - Santa Cruz de Tenerife, el 2 de junio de 1837.
 
          Creía que de ellas sólo seguían activas la de Las Palmas y la lagunera de Tenerife, pero, para cerciorarme envié un correo electrónico a don Manuel Poggio Capote, Cronista Oficial de Santa Cruz de La Palma, quien casi de inmediato me hizo saber que está cobrando, tras una desaparición y una casi defunción, una nueva actividad, que deseo sea duradera y fructífera.
 
          Y ahora vamos a hablar ya de las Económicas tinerfeñas. Y, al revés de lo que pasa en la milicia, vamos a dar prioridad a la más moderna.
 
La Sociedad Económica de Amigos del País de Santa Cruz de Tenerife
 
          Esta Sociedad nació en 1837, fecha bien tardía con respecto a las que se fundaron la gran mayoría de las Económicas, allá entre 1770 y 1780. ¿Cuál pudo ser la causa de este retraso tan importante, máxime si consideramos que por las fechas de su creación en casi toda España se estaban muriendo lentamente o descomponiéndose muchas de las primitivas?
 
        Don Alejandro Cioranescu, en su Historia de Santa Cruz de Tenerife, al hablar de la Sociedad y la Cultura de esta ciudad comenta que había existido en ella una Sección de la Real Sociedad lagunera, pero que desapareció a los pocos años. Pero en 1837 las cosas político-administrativas habían cambiado, y mucho, en las Islas. Santa Cruz no sólo no era ya, como en épocas anteriores, un Lugar dependiente de La Laguna, ni siquiera una Villa exenta desde 1803, sino que se había convertido, casi de la noche a la mañana, en la capital de la provincia de Canarias. Y recuerden que Campomanes había aconsejado más de medio siglo antes que se creara una Económica en cada capital de provincia.
 
          En consecuencia, el Jefe Político pidió al Ayuntamiento, -y este hecho me lo contó don Luis Cola- en aquel momento presidido por don José Fons, que le remitiera una lista de individuos que tuvieran méritos para formar parte de una nueva Asociación de Amigos del País. Así lo hizo el Ayuntamiento, pero el Jefe Político, a vuelta de correo, les comunicaba que había observado que no figuraba en la lista ninguna persona de las que componían el Consistorio Municipal, y que, por tanto, la completase con personas de valía del mismo. La carta del Alcalde no deja lugar a dudas sobre la modestia de aquellas gentes, cuando respondió que ellos no eran los más adecuados para autoevaluarse.
 
          Nos dice don Alejandro que nació con 37 miembros, siendo su primer director Joaquín de Villalba, y nos añade que muy poco más se puede decir de la Sociedad, que casi desapareció enseguida, para renacer en 1864, cuando tan sólo vivían ya 7 de sus fundadores. Los Estatutos, se redactaron en 3 sesiones desarrolladas los días 5, 8 y 24 de abril de aquel 1864. Luego se fueron confeccionando Reglamentos para el desarrollo de los Estatutos, como el relativo a la Biblioteca (5.11.1864), a los Premios que concedería la asociación (15.03.1865), a las Ciencias Naturales (02.03.1866), a la Contabilidad (23.03.1866) y hasta para el funcionamiento de una Sección en Cuba. Todos estos documentos se publicarían en un solo volumen editado en la imprenta de don José Benítez, y uno de cuyos ejemplares se conserva en la Biblioteca de la ULL, en el campus de Guajara. 
 
          A los 12 socios re-fundadores se agregaron pronto muchas más personas, alcanzando un total de 166 a finales de 1866, 288 en 1868 y 370 en 1881. El número de militares no era muy elevado, apenas el 6 % de los socios, lo que contrasta en gran manera con lo que sucedió, como luego veremos, en la Económica lagunera.
 
         En el artículo 1º de los Estatutos se hacía una declaración  de intenciones:
 
              “La Sociedad Económica de Santa Cruz de Tenerife es una reunión de amigos del país que se asocian con el objeto de promover el adelanto de la Agricultura, de la Industria, del Comercio y de la Enseñanza del Pueblo, contribuyendo por este medio y por cuantos otros estén a su alcance, al acrecentamiento de la riqueza pública y al propio de la instrucción.”
 
          En los mismos Estatutos, y derivándose de su primer artículo, se reseñaba la organización en 4 Secciones: Agricultura, Comercio, Industria y Artes e Instrucción Popular, aunque con posterioridad, en 1866, nacería una 5ª, la de Ciencias Naturales.
 
          La Sociedad, en esta segunda etapa, tuvo una vida social muy activa, reuniendo una biblioteca que alcanzó los 3.000 volúmenes, organizó varias exposiciones y publicó diversos trabajos sobre problemas de actualidad en las islas, destacando, por ejemplo, uno corporativo sobre la división territorial militar en 1893, otro del mismo año de Amado Zurita sobre los problemas de la Agricultura en el Archipiélago, y otro de Manuel de Cámara titulado Problemas de Canarias, publicado con motivo de la vista de Alfonso XIII en 1906. También editó una revista mensual que alcanzó casi 6 años de existencia. Nos dice Cioranescu que en la primera década del siglo XX entró en decadencia y desapareció “por abandono”. Es curioso reseñar que fue la Económica de Santa Cruz casi exactamente coetánea del famoso Gabinete Instructivo, fundado en mayo de 1869 y “autoliquidado” en 1901.
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Número 4 (mayo de 1866) de la publicación mensual de la Económica de Santa Cruz de Tenerife
 
 
          Acabamos de citar su revista, que se titulaba “El Amigo del País” y se editaba mensualmente también en la Imprenta de don José Benítez. En la Biblioteca de la Universidad de La Laguna existe una copia digitalizada de casi todos sus números, que pueden consultar entrando en la página web de la Universidad. El primer ejemplar digitalizado lleva el número 4 y es de mayo de 1866, lo que hace pensar que allá por febrero de aquel año nacería la revista. El último lleva la fecha de 1 de enero de 1871.
 
          Los temas que trataba eran de lo más variado. Así por ejemplo, en aquel ejemplar número 4 los artículos importantes eran un trabajo sobre el Canal de Suez, firmado por Fernando de Lesseps, su constructor; un estudio, dentro del área de Ciencias Naturales, sobre el camello y otro sobre el fósforo; la primera parte de otro estudio muy extenso sobre “La libertad y la esclavitud del trabajo”; unas Misceláneas con artículos cortos sobre el Polo Norte, temas aeronáuticos, los ferrocarriles en España, la viticultura en Francia, las carreteras en España, una manifestación proteccionista en Barcelona y otros; y por fin unos avisos a los socios.
 
          En otros números encontramos desde la refutación a las injuriosas valoraciones que sobre Canarias y España hacía un escritor francés, Santiago Arago, hasta los avances que iban a permitir la supresión de las coladas, o la aparición de una cocina automática, pasando por un estudio de las erupciones conocidas del Teide o la Exposición Universal de Londres. Como ven temas muy diversos, pero todos sin duda interesantes para la sociedad del momento.
 
          ¿Y donde se reunían los socios de la Económica santacrucera? En la Biblioteca Municipal se conservan muchas de las actas de aquellas reuniones, a partir del año 1867 (lo que corrobora lo expresado por Cioranescu cuando, como dije antes, nos hablaba del renacimiento de la Sociedad en los años 60), pero no es hasta la del 7 de julio de ese año cuando podemos saber que se habían reunido en “la Sala de Sesiones del la Academia de Bellas Artes”. De momento dejamos aparcada esta ubicación, que no va a volver a parecer en ninguna otra acta ni minuta, sin que tampoco se cite el lugar de reunión en las de varios años, hasta llegar a la de 13 de marzo de 1880, en que se hace constar que se ha producido en el Salón de Sesiones de la Diputación Provincial, lugar que se reseña también en otras actas, no en todas, hasta 1888. Sólo en esa serie hay una discordante de abril de 1884 en la que se dice que se reunieron en el Salón de Sesiones del Excmo. Ayuntamiento. Y a partir de 1892 (entre el 88 y este año no hay constancia del lugar en que se juntaban) va a ser siempre ese último Salón del Ayuntamiento el lugar elegido.
 
          Para saber donde estaban el Ayuntamiento y la Diputación, lo más cómodo y rápido es acudir a nuestra página web, y en la serie de don Luis Cola que lleva por título genérico “Retales de la Historia” encontramos nada más que seis capítulos contándonos las peripecias del Ayuntamiento hasta que tuvo casa propia. Así sabremos que desde 1813, cuando el Consistorio se ubicaba en la casa donde había nacido pocos años antes quien luego sería Presidente del Consejo de Ministros, el general don Leopoldo O’Donnell,  la Diputación estuvo “de realquiler” en los locales que fue ocupando el Ayuntamiento. Luego, entre agosto de 1837, hasta que en 1914 se trasladara al edificio de la calle Viera y Clavijo) fue el antiguo Convento de San Francisco la sede municipal, y el lugar, por tanto, en que se reunía la Económica. Y, según me informa don Sebastián Matías Delgado, también en el mismo ex-convento tenía que estar aquella Sala de Sesiones de la Academia de Bellas Artes donde se reunieron en 1867, pues el Ayuntamiento, en buena parte para poder pagar sus gastos, admitió en sus locales a varias entidades y no sobraban, precisamente, los sitios adecuados para juntarse un número medio de personas en Santa Cruz.
 
         La última acta que se conserva en la Biblioteca Municipal lleva la fecha del 3 de enero de 1899, y hay que resaltar que, comparándola con la mayoría de las anteriores, es muy pobre de contenidos y asuntos a tratar. Tenía que estar ya surtiendo efectos el “abandono” de que nos hablaba Cioranescu y que llevó a su desaparición. Para finalizar con ella, resaltar que en sus listados de socios figuran muchos de los personajes más destacados del XIX santacrucero, y entre sus Directores, por ejemplo, don Eduardo Domínguez Alfonso -quien andando el tiempo sería el primer Presidente del Cabildo Insular- y el arquitecto don Manuel de Cámara.
 
          Y sin más dilación vamos a hablar de la que perdura en nuestra isla:
 
La Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife
 
          De la existente no hablaré de toda su historia. Me limitaré al siglo XVIII, al fin y al cabo el límite que nos imponía, aunque no de manera tajante, la Dirección del Ciclo. Sólo decir que a desde finales de ese siglo, y a lo largo de gran parte del siguiente, la sociedad empezó a decaer. Cuando estaba en su punto más alto, con unos 350 socios la Económica santacrucera, la lagunera llegaba sólo a 6. Se pudo recuperar lentamente y renació de sus cenizas en el último cuarte del XIX. Y de este siglo también quiero destacar que en 1818 ingresó la primera mujer, una bordadora llamada Ignacia Llarena de Fernaud, y en 1829 la segunda, una hilandera, Cayetana González Pereira.
 
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Portada de la carpeta que contiene los facsímiles de los documentos iniciales de la Económica de Tenerife
 
          El año 2002, al celebrar el 225 aniversario de su fundación, la RSEAPT editó -siendo el responsable de la edición nuestro contertulio el coronel don Juan Tous- un libro relatando los inicios de la Sociedad, junto a una bella carpeta que contiene los facsímiles de 11 documentos en los que se puede  seguir la gestación de la asociación. En ellos me he basado para resumir los trámites de la creación de la Económica de La Laguna.
 
          Ya vimos hace un rato como el conde de Campomanes, en 1775, había remitido un ejemplar de los Estatutos de la Matritense a cada Provincia con objeto de sirviesen de guía para la redacción de los que deberían confeccionarse en cada una de las nuevas Económicas que se constituyesen. Resulta que en una reunión del Cabildo, o el Ayuntamiento de la isla, como deseen ustedes llamarle, celebrada en su sede lagunera el 18 de marzo de 1776, se presentaron para conocimiento de los asistentes dos cartas. La primera la remitía don Josef Vandewalle de Cervellón, apoderado del Cabildo tinerfeño en Madrid, (quien por cierto había enviado varias cartas desde el mes de diciembre anterior instando y animando a la creación de una Sociedad y su adhesión a la de Madrid) y a ella se adjuntaba una copia impresa de una Real Cédula de noviembre del año anterior en la que se aprobaba el establecimiento de una Sociedad Económica de Amigos del País en la capital de España.
 
          La segunda misiva procedía de Las Palmas y la remitía el Escribano de la Real Audiencia, acompañada de otro ejemplar de la Real Cédula y encargando se remitiera una copia de ésta al Alcalde real o mayor de La Orotava.
 
          Intervino entonces en la reunión el Síndico Personero, que era don Manuel Pimienta y Oropesa, quien expresó su satisfacción por la llegada de ambas cartas en los días en que, con el apoyo del Marqués de Tabalosos, Comandante General de Canarias, estaba intentando conseguir los medios oportunos que llevaran a la creación en Tenerife de una sociedad para el fomento de la Agricultura, especialmente en lo referente al cultivo de la vid, pues el vino aseguraba el señor Pimienta era el único producto comercializable con el que contábamos aquí, y con el plantío de morales, cuyas hojas eran el alimento básico para la crianza de gusanos que producirían una rica cosecha de seda.
 
          Comentó que antes de conocer las cartas había tenido dudas con respecto esas ideas de mejora en el agro tinerfeño, bien por no saber explicarlas, bien porque no se entendiese el alcance del proyecto o bien porque no se pudiera planificarlo adecuadamente. Pero que a partir de aquel momento, la Real Cédula “satisface y desvanece cuantas oposiciones se pudieran hacer y abre un camino llano para conseguir nuestras felicidades y el alivio de nuestros compatriotas.”
 
          Añadió que Madrid, con la creación de su Económica había querido recordar a toda España que había que sacudir de la Nación “la inacción y el ocio, padres legítimos de la infelicidad”, y que era necesario seguir su ejemplo y procurar establecer aquí una Sociedad Económica de Amigos del País y solicitar del Rey la aprobación a su fundación. Y, aunque estaba seguro del éxito, encomendaba al Cabildo solicitar el apoyo del Comandante General para, con su acuerdo, dar los primeros pasos que debían empezar por la redacción de los Estatutos.
 
          Así lo hizo el Cabildo, informando y pidiendo apoyo y consejo a la primera Autoridad de la Provincia. En su contestación del 22 de marzo, el Marqués de Tabalosos los animaba  a seguir en esa línea y les instaba a elegir como socios a personas “provectas por su ciencia y experiencia”, a redactar los Estatutos y a solicitar la Real aprobación. Expresaba que para él era un honor la invitación que se le había hecho para formar parte de la Sociedad y aconsejaba también que en el tema de la vid tuvieran a la vista los Estatutos de la recién creada Económica de Málaga. Y añadía que “Inútil me parece la segunda carta de la Audiencia al alcalde mayor de La Orotava, cuando el cuerpo de la sociedad debe ser en La Laguna… Soy del dictamen de dejarlo correr…”
 
          Abramos un paréntesis. ¿Y por qué en La Laguna? En primer lugar porque era la capital de la isla, pero puede que hubiera otras razones. Retrocedamos un poco en el tiempo. A lo largo del siglo XVIII, según recoge don Manuel de Ossuna en su obra El regionalismo de las Islas Canarias, había destacado La Laguna sobre todo por su ambiente cultural, que se condensó en la aparición de la Tertulia de Nava, una reunión no muy diferente de las que se celebraban en otras partes de nuestro país, y compuesta por caballeros aficionados a los estudios y en la que también participaban algunos representantes del clero lagunero. Nos dice el Conde de Barbate que la característica general de los componentes era “el afán de saber” y que, en un momento determinado, “se impusieron tareas de estudio e investigación”. Y se llamó de Nava porque las reuniones se celebraban en el palacio lagunero de ese nombre, agrupados en torno a su anfitrión, don Tomás Lino de Nava y Grimón, V Marqués de Villanueva del Prado.
 
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El Palacio de Nava (San Cristóbal de La Laguna)
 
          A ellas asistía lo más granado de la intelectualidad lagunera, como don Cristóbal del Hoyo, Vizconde de Buen Paso, don Juan Antonio Lope de la Guerra, don Juan Bautista de Franchy, etc.. Y a partir de 1757 se unió a ellos, y les marcó el camino a seguir, pues prácticamente se convirtió en su líder, un clérigo realejero -de “vanidoso, ambicioso y listo” lo califica Roméu Palazuelos- llamado José de Viera y Clavijo.
 
          La Tertulia empezó a hacerse notar por sus posiciones ideológicas avanzadas e innovadoras, lo que, unido a otros comportamientos casi infantiles, le hizo ganarse no pocas antipatías entre las clases conservadoras de la localidad. Eran partidarios de las ideas de los filósofos franceses, estudiosos, lectores empedernidos de libros prohibidos por la Inquisición, inquietos, descontentos con la realidad de la sociedad en la que se desenvolvían y de la española en general… en definitiva, unos ilustrados.
 
          Esa es la principal razón del asentamiento de la Económica en La Laguna, porque, como escribió el conde de Barbate, en la Tertulia de Nava “se encuentra la semilla intelectual, filantrópica y política que habría de dar paso, unos pocos años más tarde, a la Sociedad Económica lagunera.”
 
          Cerremos el paréntesis, hecho este inciso, y volvamos a la historia de la fundación de aquella asociación.
 
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Ayuntamiento de La Laguna
 
        Así las cosas, con todas las bendiciones, las mejores intenciones y mucha ilusión, se reunieron en las Casas Consistoriales el 11 de abril de aquel 1776 el Corregidor, los 5 Regidores Perpetuos, 2 de los Diputados del Común y el Síndico Personero para, entre otras cosas, acordar elegir para redactar los Estatutos -que debían tener como guía y modelo los de la Matritense, pero adaptándolos a las peculiaridades de Tenerife- al Marqués de Villanueva del Prado, el Marqués de San Andrés, el licenciado Manuel Pimienta Oropesa, nuestro conocido Síndico, y el doctor Amaro González de Mesa. 
 
          Faltaban unos días para cumplir los dos meses del encargo, el 8 de junio, cuando volvieron a reunirse los mismos 9 caballeros y el Síndico tomó la palabra para comunicar que estaban ya redactados los Estatutos, que se iban a leer buscando la aprobación de los presentes, a la vez que instaba al Cabildo a que hiciera todo lo posible para el establecimiento de la Sociedad, porque, dijo, “es el proyecto de la utilidad mayor que pueda presentarse en beneficio de esta Isla.” Luego añadió dos peticiones: Que era preciso “se franquease alguna de las Salas de las Casas Consistoriales para las Juntas de la Sociedad” y que era necesario que se habilitase algún fondo para los primeros gastos y la adquisición de libros. Y terminó con una propuesta: Que se pudieran celebrar Juntas, aunque aún no hubiese un número adecuado de socios, para “ir formalizando el establecimiento.”
 
          Seis días después, reunidos el Corregidor, los 5 Regidores Perpetuos, los 3 Diputados del Común y el Síndico Personero, una vez estudiadas las peticiones y propuesta citadas, acordaron pedir al Corregidor -que era don Fernando Ramírez y Layna- que cediera una de las salas de su vivienda para la celebración de las reuniones, a lo que éste accedió gustoso; y aunque la situación económica no era muy boyante, estuvieron de acuerdo en asignar 200 pesos de 15 reales de vellón, previa autorización de la Real Audiencia, para los fines expresados y en empezar la celebración de Juntas cuando se considerase oportuno.
 
casa corregidor Custom
 
Casa de los Corregidores  (La Laguna)
 
          En otra reunión, el 5 de septiembre, se encargó al señor Pimienta del “reclutamiento” de socios, y en carta de éste del 13 de enero de 1777, cuando se había alcanzado ya el número de 50, leemos su amarga queja porque “no he podido hasta ahora, con bastante mortificación mía, haber dado la competente razón a causa de la demora que han tenido en contestarme algunos de los alcaldes de los pueblos, y con especialidad el de Santa Cruz…” 
 
          Aquellos señores fueron citados para reunirse, en la que sería la que podríamos denominar como Junta constituyente, el siguiente 15 de febrero. Asistieron a ella 14 personas, cuyos nombres están recogidos en el Acta que se firmó a continuación de la reunión. Como parecía habitual, el señor Pimienta pronunció unas palabras que querían ser unas reflexiones a los presentes para “mover su ánimo al fervor y al desempeño de un establecimiento tan útil para la Patria, porque en cada una de vuesas mercedes conozco una columna muy sólida que sabrá sostenerlo sin otro impulso que el amor y el celo patriótico.” Y añadió que bien conocían los que le escuchaban que la institución se creaba para...
 
                  "fomentar la industria popular, adelantar la agricultura, aumentar los artefactos y auxiliar la enseñanza, ... porque en esto estriba principalmente la felicidad común.”
 
          En esa Junta del 15 de febrero de 1777 se eligieron los cargos directivos que se señalaban en los Estatutos, quedando constituida así la primera Junta de Gobierno de la Económica lagunera:
 
                Director: Don Tomás de Nava y Grimón,  Marqués de Villanueva del Prado.
                Censor: Don Fernando de la Guerra, Marqués de la Villa de San Andrés.
                Secretario: Don Antonio Josef Eduardo, Sargento Mayor de Milicias.
               Contador: D. Alexandro Tomás Saviñón, Ayudante Mayor de Milicias.
               Tesorero: Don Antonio Estanislao de Monteverde. Capitán de Milicias.
 
firma Custom
Firma de don Tomás de Nava y Grimón
 
          Y, ya constituida la Sociedad, se convocó la primera Junta que se celebraría exactamente una semana después. En ella se leyeron de nuevo los Estatutos para que fuesen examinados y corregidos por los socios antes de solicitar la Real aprobación. Además de incorporar al selecto grupo de socios fundadores al Marqués de Tabalosos y a don José de Vandewalle, se fijó la cuota anual de los socios: un doblón, o sea, 4 pesos de 15 reales de vellón. Y como no se había determinado cual era “el blasón o divisa de la sociedad” se acordó por unanimidad convocar concurso para elegir su diseño, premiando al autor del que se prefiriese con dos doblones.
 
          Baste decir a este respecto que se convocó el concurso, se designaron los miembros del jurado, se recibieron 73 diseños, con sus correspondientes “discursos” o explicaciones, y que resultó elegido el que sigue siendo el que hoy en día utilizado en toda la documentación de la Real Sociedad lagunera y que se entrega como insignia de solapa a los nuevos miembros de la asociación.
 
insignia Custom
 
Escudo-insignia de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Tenerife
 
          Los Estatutos lo explican así:
 
               “Se ha elegido para cuerpo único de  la empresa de la sociedad el famoso Pico Teide, Blasón de Tenerife, con alguna vista de Mar y de campos, imitando al natural. Es el concepto, que así como el Teide es útil por fijarse en él el primer Meridiano; por sus fuegos subterráneos; por su azufre y demás producciones; por su nieve (a la que se cree deben deberse los manantiales que riegan y fertilizan la Isla), etc., así la sociedad emprende ser útil a los que comercian, y a los que cultivan; a los Navegantes y a los habitadores; por lo que se pondrá por mote NAUTIS ET INCOLI; y por orla los atributos de las Artes, Navegación, Agricultura e Industria, que son los medios por los que la Sociedad ha de procurar el fin de la empresa.”
 
          El autor del diseño resultó ser don Pedro de Mesa y Baulén, capitán del Regimiento de Milicias de La Laguna.
 
          De esos primeros momentos de la Sociedad queda destacar la solicitud de aprobación elevada al Rey con fecha 31 de julio de aquel 1777, que mereció el Real refrendo el 14 de septiembre del año siguiente. Por cierto que en esa misma fecha, S.M. concedía a la RSEAPT “las salas necesarias para las Juntas y colocación de su biblioteca y archivo en el que fue Colegio de la extinguida Compañía de Jesús”. El edificio, de 1733, sería sede de la Universidad de San Fernando desde su creación en 1817 hasta su disolución en 1845. También ha sido Escuela Normal y ha albergado las Facultades de Química y de Derecho de la ULL, hasta que en 1959, tras un largo  peregrinaje por salas, salones y edificios particulares, sin olvidar los bajos del Ayuntamiento lagunero, la Económica volvió a instalarse en él.
 
sede Custom
 
Sede de la Real Sociedad Económica de Amigos del País (La Laguna)
 
          Y ya creo que sólo me queda resumir el número inicial de socios. El de fundadores fue de 50, de ellos 28 militares, y el mismo 1777 ingresaron otras 41 personas, de las que 17 eran también militares. Es decir, que de los 91 que figuraban en el listado de fin de aquel año, nada menos que 45 pertenecían a las filas del Ejército, prácticamente el 50%, y la mayoría, como es lógico, mandos de las Milicias Canarias, pues el Batallón de Infantería, la primera Unidad del Ejército regular creada en las Islas, acababa de constituirse. Y, como simple dato estadístico, añadir que desde su creación hasta fin del XVIII la Económica admitió 198 socios. Otro dato estadístico aunque dije que iba a hablar sólo del XVIII: Hasta el momento, la Económica ha tenido 57 directores, de los que 13 han sido militares.
 
          Pero además de todo lo que luego hablaremos, hay un hecho muy importante debido a la Económica que quiero resaltar antes que se me quede en el  tintero, lo que sería imperdonable. Siguiendo a mi contertulio y amigo don Rafael Zurita Molina, en su libro Tenerife con olor a tinta he leído que en 1780 la Económica de La Laguna adquirió la prensa que había traído desde Sevilla, 30 años antes, José Pablo Díaz Romero. Para regirla puso a un impresor italiano, Miguel Ángel Bazzanti, al que Zurita califica como el primer maestro impresor de Canarias. La Sociedad pudo así, desde muy pronto, editar sus propias publicaciones, como se puede comprobar en los aproximadamente 40 títulos que se conservan en su monumental biblioteca.
 
          Bueno, pues ya tenemos a la Económica de La Laguna, de Tenerife, creada, con Estatutos, con socios, con sede y hasta con distintivo…y ahora, ¿qué? Vamos a dar un somero vistazo a lo proyectado y lo realizado en los años que quedaban para cerrar el XVIII.
 
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Materias útiles
 
          El año 2002, una cuidadísima edición -como todas las suyas- de nuestra Real Sociedad Económica (y digo “nuestra” porque es un patrimonio invaluable de los tinerfeños) presentaba una obra, Materias útiles, que resume los muchos años de investigación sobre el tema de don Manuel Rodríguez Mesa y don Francisco Macías Martín. A lo largo de sus páginas los autores demuestran que la Económica fue la impulsora de la renovación y el progreso en la Isla, pues a partir de su creación se produjo un punto de inflexión social y económico en Tenerife.
 
          Es imposible reseñar en los pocos minutos que me quedan disponibles el vasto contenido de la obra; por eso aconsejo a quienes tengan interés se acerquen a la lagunera calle de San Agustín y la adquieran en la propia sede de la Económica. Pero es obligatorio que tenga que decirles algo de los trabajos en sus primeros años de andadura, y para ello creo de corazón que sería incapaz de mejorar la síntesis que  plasmó don Andrés de Souza Iglesias, Director de la Real Sociedad cuando vio la luz el libro que cito, en sus Palabras liminares de introducción al mismo. Por ello, y con su permiso, me voy a permitir entresacar algunos párrafos de esa presentación para resumir aquellos primeros tiempos de la Económica.
 
          Nos dice el señor de Souza que aquellos primeros socios...
 
                “pusieron los pilares sobre lo que entendieron que era la base en torno a la cual debía girar el futuro para lograr una sociedad más justa y desarrollada a través de la dignificación del trabajo manual, creando los montepíos e impulsando otros establecimientos… Asimismo formularon propuestas encaminadas a orientar la necesaria formación profesional de los vecinos y a estructurar un cuerpo de maestros bajo principio de considerar a la educación como eje fundamental para el progreso de los pueblos.”
 
          Nos resalta también don Andrés que merecieron una especial atención...
 
               "las investigaciones en materia como los tintes y el tratamiento de los tejidos, las máquinas adecuadas para su manufactura, y, en definitiva, el esfuerzo por crear una industria textil… al igual que el empeño en conseguir un aprovechamiento útil de las materias primas procedentes del mundo animal, vegetal y mineral de que disponía la isla.”
 
          Y añade que aquellos hombres...
 
             “fueron conscientes de la insoslayable necesidad de diversificar la actividad productiva insular, a la vista de las malas experiencias en la economía isleña de los sistemas de monocultivos que habían llevado a las islas a períodos de verdadera depresión. Los precedentes del azúcar y el vino, con la consecuencia directa de las oleadas migratorias en los períodos críticos, les hicieron ver como imprescindible esa diversificación. Propician por ello la creación de fábricas de sombreros, de peines, de artilugios para mejorar el cultivo de la tierra con mayor eficiencia, e introducen una incipiente industria textil para lo cual forman artesanos que hilan y tejen, prestando singular atención a las sedas.”
 
          Y sigue el señor de Souza escribiendo que...
 
               “entendieron… que si se deseaba mejorar las condiciones de la Isla era a través de la formación, pero también mediante la adecuada utilización de todo aquello que la misma ofrecía… De este modo se preocuparon de expandir la industria del barro, trayendo artistas extranjeros, con la creación de fábrica de tejas en La Laguna, y desarrollando la cestería artesana. Asimismo se tomaron iniciativas para el mejor aprovechamiento de los recursos del mar, de la miel y de la cera, y hasta se desarrolló la investigación en materias útiles para la medicina.”
 
          Cabe hoy preguntarse si Canarias no ha caído en el mismo error en la época que nos ha tocado vivir, poniendo todos los huevos en tan sólo dos cestos: el del turismo y el del ladrillo -por otra parte bastante interrelacionados- y cuya consecuencia estamos sufriendo. Y al caer en el mismo error, si queremos aminorar sus secuelas, sólo les queda a los que nos dirigen, y nos queda a nosotros mismos,  emular a los que vivieron en estos roques hace más de dos siglos en la búsqueda de alternativas, en su ilusión y en su trabajo. Y don Andrés de Souza añade que también en su generosidad.
 
          Voy a terminar, con una reflexión que no quiero que suene a demagógica, porque no lo es. He tenido la suerte de ser Miembro de Número de la Económica, y el honor de formar parte de su Junta de Gobierno durante poco más de dos años. En las mensuales reuniones de la Junta, en muchos casos en desapacibles noches laguneras, de aquellas “de lluvia y de frío” que cantó el poeta, más de una vez, mientras escuchaba a mis compañeros -a la mayoría de los cuales acababa de conocer- debatir temas que podían ir desde la Historia a la Ecología, pasando por la Economía, las Ciencias, la Educación, etc.; oír sus palabras, siempre encendidas e ilusionadas, con las que a lo mejor podía no estar de acuerdo, pero que respetaba porque no eran dichas al azar, sino meditadas y sentidas, me preguntaba qué era lo que hacía que estuviesen allí, sacrificando horas de familia o de ocio o de su trabajo, ofreciéndose para redactar informes, preparar exposiciones, escribir libros… Indudablemente no era el afán de “figurar”, pues su modestia era notoria; ni tampoco el de medrar, ni económica ni socialmente… Y también más de una vez, con las manos en el chaquetón y camino del tranvía, me respondía que aquello se hacía sólo por amor. Amor a su tierra y a sus gentes. Un amor semejante al que tuvieron que sentir aquellos personajes del XVIII que tanto tiempo ha que se fueron y que se perpetúa en este siglo XXI, en unas condiciones tan distintas a las de entonces. Todos aquellos compañeros, los del XVIII y los del XXI, dicho en otras palabras querían ser útiles.
 
          Pero también a veces me entraba una sensación de desánimo, pues consideraba que aquel rico caudal, o capital, de hombres -y ahora también mujeres- con “ciencia y experiencia”, como recomendaba el Comandante General Marqués de Tabalosos, podía desparramarse sin que sus destinatarios, los conciudadanos sacaran ventaja alguna.
 
        Hoy la sociedad confía en que “papá Estado” y “mamá Administración Pública” le solucionen todos los problemas, pues ambos prevalecen y están presentes en todas las ramas de la actividad ciudadana. Y, a  la vez, hoy no hay Ayuntamiento, Cabildo, Diputación o Comunidad Autónoma, es decir, ese mismo Estado y esa misma Administración Pública, que no cuente con asesores, en un número normalmente muy elevado, al menos nominalmente especialistas en los más variados campos y temas. Asesoramientos que, no sé si mucho o poco, si bien o mal, se pagan con los impuestos de todos los ciudadanos. Pues bien, ahí están las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, compuestas por voluntarios que desinteresadamente ofrecen su colaboración a los poderes públicos, quienes, por su parte, saben, o deberían saber, que en ellas podrán encontrar asesoramientos sobre la situación social y económica, y posibles soluciones a los problemas existentes.
 
            Para muestra, les reseño el objeto de la Económica de Tenerife, según recogen sus Estatutos vigentes:

                  “Promover y fomentar toda clase de adelantos morales, económicos, sociales, ambientales, científicos y tecnológicos, coadyuvando con los medios a su alcance a los fines primordiales del Estado y de la Comunidad Autónoma de Canarias: estimular la práctica de las virtudes cívicas y patrióticas así como procurar la prosperidad del País”

 

          Y algunos de los fines:

 

              “Gestionar todo cuanto redunde en beneficio de Tenerife, de cualquier orden, ante los organismos correspondientes.” Y también “Prestar asesoramiento o emitir informes en todas aquellas cuestiones que le sean solicitadas”

 

          O hablando en plata: tendiendo la mano a los gobernados y a los gobernantes.

         A lo peor sobran asesores y falta confianza en las Económicas, que, de verdad así lo pienso, siguen siendo muy útiles, y podrían serlo mucho más, en su intento de ayudar a mejorar la condición de la Sociedad en la que se desenvuelven, en muchos casos con graves dificultades, sus más que bicentenarias existencias.
 
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