Villa y Puerto (Puerto y puerta - 117)

Por Rafael Zurita Molina  (Publicado en el Diario de Avisos el 7 de julio de 2013).

  

          Escudriñando en las cercanas crónicas del puerto tinerfeño, en busca de alguna coincidencia con la renombrada fecha festiva del 7 de julio pamplonica, hallé dos fotos de archivo de hace cuarenta y tres años, con sus correspondientes breves textos aclaratorios.

          En la primera se muestra un buque en maniobra de atraque, próximo a un muelle repleto de gente: “Jornada emotiva la vivida el día 6 de julio de 1970 en el que millares de personas se congregaron en el muelle de Ribera, del puerto de Santa Cruz de Tenerife, para recibir a un numeroso grupo de emigrantes de Garachico que, a bordo del trasatlántico español Begoña, regresaban a la Isla para asistir a las tradicionales fiestas del Cristo de la Misericordia, a celebrar en su localidad natal”.

          Y en la segunda foto se destaca la soberbia estampa de un trasatlántico, entre otros, atracado en el muelle: “El mismo día arribó a este puerto, en su primera escala en Tenerife, el trasatlántico liberiano Fairstar, de 23.764 toneladas; procedía de Southampton, en viaje a Australia, con 1.618 pasajeros. Tomó atraque en el muelle Sur y a las tres de la tarde prosiguió el viaje con destino a Capetown, Sydney, Melbourne y Fremantle”.

          Entre los pretéritos dos cuadros, en lo fundamental, se perpetúa en el que significa las fiestas lustrales que, periódicamente, celebra la Villa y Puerto de Garachico.

          Y si la oportunidad nos situó en el año 1787, cuando se concluyeron las obras del primer muelle de piedra fabricado en el Archipiélago, ahora, arguyendo la supremacía del concepto isla, la de Tenerife, nos predispone a recordar que el volcán que emergió el 5 de mayo de 1706 arruinó el puerto de Garachico. Hasta entonces rivalizaba en importancia con el de La Laguna (Santa Cruz) y con el de La Orotava (Puerto de la Cruz); en oportuna cita de Cioranescu, “los puertos son anclajes del mismo complejo portuario tinerfeño”.

          Tal lo expresa la lírica prosa de Dulce María Loynaz en su Verano en Tenerife: “Era un bello día de la primavera de 1705, y era el puerto de Garachico, la perla de Nivaria, el más próspero de la Isla, donde fondeaban diariamente naves venidas de todos los confines del planeta. Tenía ese puerto una elegante curva de herradura con boca angosta seguida de un buen ensanche y mejor calado. Que permitíale albergar crecido número de embarcaciones, ofreciendo a la vez seguro resguardo para las contingencias de un mar siempre batido por el viento”.

          Inexorablemente. ¡Un antes y un después!

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