Cuarta sede consistorial (Retales de la Historia - 91)

Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 13 de enero de 2013).

 

          En lo que parecía un peregrinar sin fin de la bisoña corporación municipal santacrucera, su cuarta sede conocida fue repetición de la segunda, a la que volvía once años después. Se trataba del espacioso convento franciscano de San Pedro de Alcántara,  que de nuevo desalojado forzosamente por los frailes se consideraba entonces con todas las probabilidades de convertirse en definitiva.

          Inmediatamente, el alcalde Francisco Meoqui sometió a la aprobación del gobierno civil el presupuesto de los gastos necesarios para adecuar el edificio a sus nuevas funciones, contando con que la Junta de Enajenación de Conventos Suprimidos contribuiría aceptando descontar de los alquileres el importe de las obras. Como la falta de efectivo era el principal problema, se intentó que algún maestro de obras accediera a hacerlas para cobrarse de las rentas, lo que no se logró, por lo que se comisionó al regidor Gregorio Asensio Carta, autorizándole hasta 1.000 reales a librar según las disponibilidades, ante la urgencia en trasladar las salas consistoriales y la secretaría. En junio de 1837 el regidor Francisco Roca hizo ver que el piso de la sala que se iba a ocupar estaba muy deteriorado y propuso que se comprara “una estera de esparto que son bien decentes, del tamaño de toda la sala”. La estera costó 396 reales y el total del arreglo de salas y secretaría, según cuenta presentada por Carta, rebasó los 146 pesos.

          En agosto, bajo la alcaldía de José Fonspertuis, se celebró sesión en la “nueva” sede, después de comprar para secretaría media docena de sillas de madera americana, a 20 reales cada una, y palmatorias de metal para las tres mesas existentes. Desocupada la casa de la plaza de la Iglesia se envió la llave al beneficiado, recordándole que debía dar cuenta de la renta que se obtuviera para pago de médico y maestro, pero dado el estado de deterioro en que había quedado el beneficiado devolvió la llave al alcalde para que se hiera cargo de su administración y de los arreglos imprescindibles para poder alquilarla, más aún cuando el Ayuntamiento había dejado de deber varios años de renta.

          A los ediles les preocupaba que ya se llevaban gastados más de 2.000 pesos en arreglos y reformas en una propiedad ajena y todavía quedaba mucho por hacer, por lo que se pidió a la Diputación Provincial que intercediera para que el viejo convento se traspasara definitivamente al municipio, junto con el de Santo Domingo en el que se proyectaba construir un mercado público. Los arreglos se prolongaron durante años, y en 1840, por no reunir las salas condiciones, las elecciones de diputados a Cortes se celebraron en la iglesia de San Francisco. Por lo pronto se acordó elevar exposición a S. M. pidiendo poder seguir aplicando el arbitrio sobre vino y licores establecido para las obras de las aguas, para emplear su producto en las mejoras necesarias. Una de ellas era dotar de cortinas a los balcones de la sala capitular, para lo que se compraron 60 varas de damasco rojo.

          En 1846 la Diputación había dejado libres algunas piezas y se acordó pedirlas para mejorar la secretaría, pero resultó que ya habían sido cedidas al juzgado de 1ª instancia para salas de audiencia pública. El juez, que no debía estar al tanto de las circunstancias, pidió al Ayuntamiento que las adornara y adecentara, y se le hizo ver la imposibilidad de atenderle por no disponer de fondos. Entre otros, aún se le debían a Benito Baudet 1.500 reales que había prestado en 1823 para arreglos de la primera casa en la plaza principal. Dos años más tarde la situación no había mejorado, la sala en la que se celebraban las juntas seguía estando destartalada, y se citó a los mayores contribuyentes para decidir sobre las obras de acondicionamiento y pedir aportaciones. Al mismo tiempo, se estudiaba la propuesta de abrir una calle entre el edificio del exconvento y su huerta, calle que se llamaría del Consistorio y hoy José Murphy.

          Todo siguió igual, haciendo arreglo sobre arreglo, que más bien  eran remiendos, sin que se encontrara una solución definitiva, por lo que transcurridos quince años, en 1861, se empezó a pensar en construir unas casas consistoriales nuevas sobre el mismo solar del viejo convento. Tal era así que al conocerse que la prolongación de la calle del Norte hasta la de La Rosa se presupuestaba en 40.000 reales, se acordó aplazar su ejecución para dedicar todos los recursos a la terminación del teatro y de la recova, pero dando preferencia siempre a una nueva sede municipal. También se acordó solicitar al Gobierno de S. M. autorización parta negociar un empréstito de 300.000 reales para estos proyectos, lo que no sabemos si llegó a realizarse.

          Por expediente del 7 de mayo de 1869 se pidió la cesión definitiva del exconvento de San Francisco para construir las casas consistoriales.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - -