Carácter y personalidad del general Gutiérrez

Por Pedro Ontoria Oquillas  (Publicado en El Día / La Prensa el 24 de junio de 2000).

 

          Existe suficiente documentación para conocer el carácter, temperamento y rasgos humanos del comandante general de Canarias, don Antonio Gutiérrez de Otero, bravo veterano que pasó por duros trances en su larga trayectoria militar y que con tesón y propios méritos alcanzó la máxima graduación de teniente general de los Reales Ejércitos de España.

          Con motivo del “Bicentenario de la Gesta del 25 de julio de 1797” se dieron a conocer diversos aspectos de la figura del ilustre general, que, llevado de su generosidad, puso las “banderas” británicas junto al altar de la iglesia de la Concepción en el momento del “Te Deum” de acción de gracias. Sin embargo, no apareció trabajo específico alguno que tratara y resaltara su carácter y personalidad.

          Por otra parte, un autorcillo de nuestros días (Nota 1), con cierto cariz de libelista, pretende denigrar su figura tildándole sin fundamento de irresoluto general y otros adjetivos que no concuerdan con la personalidad y carácter que aparecen en diversos documentos y que daremos a conocer como curiosidad. Curiosidad, en su sentido etimológico de deseo de conocer y averiguar una cosa.

          No se puede admitir de manera rutinaria e ilógica una serie de epítetos que contradicen el comportamiento que aparece en diversa documentación pertinente. Ni tampoco se puede marginar la personalidad del general Gutiérrez con el adjetivo de inepto por el hecho de querer resaltar las gestas del pueblo rebajando los méritos de sus dirigentes. Ya el mismo general Gutiérrez escribiría a Viera y Clavijo: “Los nivarios han tenido la gloria de derrotar a un enemigo poco acostumbrado a ser vencido y que han conseguido bajo mi mando” (2). El criterio peyorativo lo han seguido algunos autores canarios al negarle las cualidades de bizarría y pericia militar.

          Sin embargo, hace ya más de cincuenta años que el emérito profesor don Antonio Rumeu de Armas (3)afirmó y demostró que el comandante general don Antonio Gutiérrez con sus medidas de precaución se reveló como un experto soldado, que supo sacar todo el provecho posible de las fuerzas bajo su mando, y un diligente gobernante, atento al bien de su pueblo. Obliga la justicia a reconocer que cuantas medidas dictó desde la iniciación de las hostilidades estaban inspiradas en un sabio criterio, que utilizó las fuerzas a sus órdenes con extraordinaria habilidad, que supo disponer la defensa con pericia, que mostró singular entereza frente a las intimidaciones de rendición del invasor, y que fue magnánimo con el enemigo vencido. Benignidad y humanidad que evocarían y aplaudirían siglo y medio después en los sucesos del proceso de Nuremberg, como afirma otro autor. Los “curiosos” pueden comprobar estas afirmaciones del docto historiador Rumeu de Armas en su magna obra Ataques y piraterías... y en otras obras modernas publicadas en nuestros días (4).

          La “medalla”, que ahora le quieren colgar de “irresoluto general”, no resiste el mínimo análisis crítico. El texto donde aparece, unas cartas de un comerciante que, por cierto, no fue testigo directo, ni se encontraba en los puestos de decisión ni conocía el oficio militar. La cuestión hasta ahora, controvertida de la “capitulación de Tenerife” quedará aclarada y zanjada de forma definitiva en un próximo trabajo documental. No obstante, merece ser transcrito algún párrafo del ilustre Viera y Clavijo:

                "Habiendo apreciado siempre las prendas que en la persona de V. E. concurren, tiene hoy la imponderable satisfacción de verlas tan gloriosamente laureadas con la completa victoria que ha sabido obtener de los orgullosos enemigos de la Corona con crédito inmortal de la Plaza de Santa Cruz, honor de Tenerife y decoro de las armas y vasallos del Rey” (5).

          El presbítero Currás exclamará con líricos sentimientos:

                “¡Oh Tenerife! ¡amada Patría mía! El Grande, el Valeroso Gutiérrez, así en sus acciones militares, como en la honrosa capitulación, ha mirado por tu honor y tu fidelidad; en recompensa levántale tú un monumento de gratitud: dando gracias al Omnipotente por la esclarecida victoria, reconoce al mismo tiempo el mérito distinguido de tu General” (6).

          El monumento, al fin, está erigido (7), pero nuestro Ayuntamiento lo tiene un tanto abandonado. La desidia de nuestras autoridades hará que devenga en un evacuatorio público o, quizás, estercolero. ¿No se merece el promotor del villazgo de Santa Cruz de Tenerife se le acondicione decentemente su humilde monumento?

          Digamos que don Antonio Gutiérrez a lo largo de su carrera militar le encomendaron resolver y solucionar diversos y delicados asuntos de los que él, por temperamento, no le gustaba alardear:”Desembarco de las tropas destinadas al desalojo de los ingleses de Puerto Egmont, en la Gran Malvina; delicado y espinoso negocio de los Quintos de Cataluña; gobierno de las islas Baleares tras la recuperación de Menorca”, etcétera. Y esto por méritos propios, sin ningún título de grandeza, ni poder económico alguno. Simplemente “por el grande mérito y buenas circunstancias que concurren en este oficial”.

          Durante su mandato de comandante general de Canarias no sólo tuvo que resolver la magnánima capitulación, que lo hizo desde una posición de fuerza, pero conociendo sus debilidades (8), sino también diversos pleitos, altercados, nombramientos y otras cuestiones que le acarrearían posibles y probables enemistades. ¿Germen de su leyenda negra? Aunque su largo gobierno en las Canarias fue de suyo muy pacífico y en cierto modo paternal. Por otra parte, él ya no podría defenderse, no tuvo descendientes directos como le sucedería al “macho” Guinter, aunque su virilidad sería mejor transformarla de reconocimiento de algún hijo natural, como se desprende de los documentos.

          El “viejo”  y “achacoso” general tuvo agallas para resolver con prudencia, energía, diplomacia y sin miramientos humanos los asuntos y problemas que surgieron durante su gobierno en las islas Canarias. La vejez y enfermedad no aniquilan el carácter de una persona. Senectud no implica debilidad de carácter. Gutiérrez llevó su genio y figura hasta la sepultura. Genio fuerte que lo demostró en más de una ocasión. Ya en la “cuestión de las Malvinas” tuvo un encontronazo con el almirante Madariaga, motivo por el que juzgara a Gutiérrez como “hombre temible porque aparenta bondad, ingenuidad y hombría de bien, y en la trastienda es todo lo contrario”. Probablemente exagerara un poco Juan Ignacio Madariaga.

          Según el historiador de Santa Cruz de Tenerife José-Desiré Dugour, el general Gutiérrez  “tenía un don particular para resolver las cuestiones más arduas a satisfacción de todos” (9). Así lo reconoce también una graciosa “Letrilla” popular (10). No en vano era un “veterano” militar. Transcribamos por mor de ejemplo algunos documentos inmediatos del antes, durante y después de la “irresoluta capitulación”  para que los curiosos lectores puedan juzgar si el invicto general gozaba por aquellas fechas de energía, decisión y lucidez o era el “viejo chocho” que los libelistas pretenden vender. Debemos resaltar que en uno de los documentos no le es ajeno al general Gutiérrez la defensa de la “canariedad de las Islas” en sintonía con su españolidad. Su amor por las islas Canarias aparece en diversos documentos, como el siguiente párrafo de uno de 7 de diciembre de 1797:

               "La prosperidad de estas Yslas, que tanto deseo, y la defensa de ellas, en que tanto intereso, son objetos a la vedad tan importantes como difíciles de conciliar entre sí durante las críticas circunstancias y situación en que actualmente nos hallamos. Y habiendo meditado con detenida reflexión sobre los medios más conducentes para conseguirlo en la parte posible, he tenido por conveniente y determinado que se observen puntualmente las disposiciones”.

          I. En 16 de mayo de 1797 el conde de Sietefuentes proponía desde La Laguna una terna, según la facultad que tenía conferida, para cubrir el cargo de capitán de la Compañía de Cazadores del Regimiento de Milicias de La Laguna. Reseñaba los años servidos por los aspirantes D. Nicolás García Gómez, teniente de la segunda Compañía, D. Juan Jaques Pacheco, teniente de la cuarta Compañía y D. Antonio Monteverde y Ribas, teniente de la Compañía de Cazadores. La preferencia del conde de Sietefuentes era por este último aduciendo también el criterio “por su mayor robustez y agilidad”. Respuesta de puño y letra de don Antonio Gutiérrez:

               “Señor. Creo debe ser acreedor a este empleo D. Juan Jaques Pacheco consultado en segundo lugar, en quien concurren las circunstancias que para su desempeño se requieren y la de haverse hallado en la defensa de esta Plaza al ataque y desembarco de los enemigos, hecho en la noche del 24 mañana del 25 de julio de este año en cuia acción desempeñó sus funciones. V. M. se servirá resolver lo que más fuere de su Real agrado. =St.ª Cruz de Tenerife, 30 de Agosto de 1797. –Dn. Antonio Gutiérrez” (11).

          II. El 24 de junio de 1797 escribía Dn. Antonio Gutiérrez a Dn. Ignacio Pinto de Guisla este interesante e importante texto:

               “Enterado de quanto V.S., con referencia a sus oficios de 1º y 11 de mayo, me expone, con fecha del 2 de este mes, hallo fundado el que V. S. haya mandado aumentar el Destacamento de esa Ysla, hasta el número de cuarenta y tres Plazas, inclusos dos Sargentos 2ºs. y quatro cabos, a cargo todos del Sargento primero del batallón de Infantería de Canarias, con seis Atilleros de Retén para la Batería del Carmen; fuerza que de acuerdo con su teniente Coronel, con el Comandante de Artillería y con el Sargento amior de la ysla, ha graduado necesaria para desempeñar por  ahora el Servicio ordinario;  pues para en el caso de recelar V. S. alguna novedad extraordinaria, debo suponer que la gente de ese Vecindario capaz de Armas tomar, se halla dividida en Clases, y distribuida en partes proporcionadas, para emplearla con conocimientos, y utilidad en los lances que ocurran, no debiendo haber duda en que todos se prestarán a servir gustosos quando la ocasión lo exija, y sin gravamen del Real herario; pues además de que conocen que así lo requiere el interés y el bien común de la Patria, saben también que fuera de otros varios privilegios y exempciones, en consideración a esta clase de servicios, disfrutan el singular privilegio de que en su territorio no se use de papel sellado, según consta de Real Cédula expedida por el señor Rey Dn. Felipe IV, en Zaragoza a 20 de Agosto del año 1643. Por fin, tanto para en el caso de fundado recelo, quanto para en el de una alarma general, sabe V. S. las facultades anexas a su empleo, y por tanto espero que usando de ellas con el pulso y con el tino necesrio, aprovechará en las ocasiones y urgencias, todos los medios y recursos que el Arte y las circunstancias le proporcionen, para no dejarse sorprender, ni ser vencido, contando entre los principales con el celo y concepto de los Oficiales y de las demás Clases distinguidas, cuyo influjo y persuasión para con los inferiores será bastante, para que señalando V. S. la senda del honor nadie se separe de ella: acreditando todos, ser dignos sucesores de los antiguos canarios, o Ysleños, y sacrificándose como tales en Servicio del Rey, y en defensa de la Patria; quedando por mi parte pronto a franquear como hasta aquí, y con el propio objeto, quantos auxilios dependan de mi arbitrio. Dios guarde a V. S. muchos años. Santa Cruz 24 de Junio de 1797. Dn. Antonio Gutiérrez (Rubricado). Dn. Antonio Ignacio Pinto de Guisla” (12).

          III. El 28 de junio de 1797 escribía al conde de Palmar:

               “Por la adjunta noticia, quedará V. S. enterado, de la escandalosa deserción que contra todo buen Orden y disciplina Militar se experimenta en la Compañía de Granaderos del Regimiento de su cargo que se halla de Guarnición en esta Plaza; deserción, que ciertamente no hubiera llegado a tal punto si los Xefes en sus respectivos distritos hubiesen cumplido y hecho cumplir con la exactitud que el Servicio del rey y el concepto de sus mismos Cuerpos exige, las repetidas Ordenes que sobre el particular me ha sido preciso comunicarles, y estando Resuelto a hacer obedecer puntualmente las que diere, sin hacer mas que una sola prevención sobre cada asunto que se ofrezca: espero dispondrá V. S. que se arresten y remitan inmediatamente a esta Plaza los Desertores que comprende dicha noticia, y que en el inesperado caso de que otros individuos sigan en lo subcesivo tan pernicioso ejemplo se soliciten y remitan ygualmente a ella, sin aguardar que se les reclame, procediendo V. S. desde luego contra los Comandantes Militares de los Pueblos que assi en este como en otros cuantos exenciales del Servicio; lexos de acreditar el constante celo que debe animar en todo sus operaciones, olviden los Sagrados Empeños que como Vasallos y en virtud de sus Empleos y Comisiones han contraido con el Rey y con la Patria.-Dios guarde a V. S. muchos años. Santa Cruz 28 de Junio de 1797. Dn. Antonio Gutiérrez (rubricado). Sor Conde del Palmar”  (13).

          IV. Escrito de l7 de septiembre de 1797 de Dn. Antonio Gutiérrez a Dn. Antonio Franchi:

               “Con considerable atraso he recibido el Parte que V. E. me dirigió con fecha del 5, sobre lo observado a las quatro de aquella tarde desde el Puerto de los Cristianos y posteriormente ha llegado a mis manos la adjunta declaración recibida de Bartolomé Barrada en el Puerto de La Orotava por la qual consta haber los Enemigos puesto en tierra dos individuos en las Playas del cargo de V. S. admirándome no poco de que no haya comunicado con la debida puntualidad, sin que pueda servir a V. S. de excusa el no haberlo sabido, porque nada debe iganorar de lo que pasa en la Demarcación de su Cargo, como responsable de hacer cumplir exactamen5te su obligación a todos los que tiene baxo sus ordenes, assi por lo que hace a lo gubernativo como por lo que pertenece al Regimiento en que no sin sentimiento noto mucho descuido, y como en las actuales circunstancias el menor de ellos puede producir graves Conseqüencias encargo a V. S. que estreche, mortifique, y aun castigue a sus Subalternos, en el desgraciado caso de ser preciso para compelerlos a desempeñar sus respectivas obligaciones; pues por mi parte a la menor falta, ya no podré menos de  tomar una seria providencia que no le será a V. S. grata; sin que sirva de obstáculo el decirme que expide las órdenes necesarias, respecto a que los que mandan son gradualmente responsables de todo a sus inmediatos Gefes, y sinó zelan y hacen que se Verifique el cumplimiento de sus ordenes, lexos de aprovechar las mas bien dadas sirven solo a debilitar mas y mas una autoridad que debe ejercerse firme y decorosamente para llenar los fines que el Rey se propone en conferirla. Últimamente observará V. S. que Bartolomé Barrada en la precitada Declaración, dice entre otras cosas, que por donde  mismo echaron anoche en tierra al que declara, echaron también otro sugeto que el Declarante no conoce, el que fue apresado en una Fragata que con Vandera Genovesa salió del Puerto de Santa Cruz para la Ysla de Canaria, y conviniendo aclarar este particular, procederá V. S. inmediatamente a indagar las señas del tal sugeto, y a practicar cualquiera otra diligencia que resulte conducente a averiguar quien sea y a asegurar su persona, avisándome las resultas de todo a la mayor brevedad.- Dios guarde a V. S. muchos años. Santa Cruz 7 septiembre de 1797. Dn. Antonio Gutiérrez.- Sor Dn. Antonio Franchi” (14).

          V. El 10 de enero de 1798 enviaba al Ministro de la Guerra el siguiente texto, donde Gutiérrez expresa su concepto estricto del honor y disciplina militar al mismo tiempo que de la justicia conmutativa:

               “Exmo. Sor. La justa precisión en que la Real orden de 12 de Enero del año próximo pasado pone a todos los Jefes en punto a no retardar el curso de las instancias aun quando algunas parezcan infundadas, pudieran obligarme a pasar a manos de V. E. el adjunto Memorial y Documento que ha presentado Dn. Simón de Lara, Subteniente del Regimiento Provincial de La Laguna, en solicitud de que se le confiera la Tenencia-coronela del propio Cuerpo, Vacante por muerte de Dn. Juan de Castro, en vez de devolverselo, y darle una severa reprehensión, por la facilidad con que olvidado de la primera obligación de todo hombre honrrado, se atrevió a dejarse correr la pluma en una representación dirigida al mismo soberano, sentando en ella los delirios de su extravagancia como hechos verdaderamente acontecidos, sin omitir el atribuirse de resultas de una gloria singular, en descrédito del Concepto de los varios Oficiales que en el Puerto de que se supone unico Defensor, y en los demas de nuestra prolongada línea corrieron igual riesgo y se portaron con el debido honor Para la defensa del Boquete del Muelle que se halla flanqueado por la Artillería del Castillo de Sn. Cristobal, destiné la noche del ataque dos Cañones de Campaña, un Competente número de Tropas de Milicias y al dicho Lara con 37 Rozadores, y es cierto”  (15).

          VI. Gutiérrez no careció de energía en las disputas personales. Una de ellas ocurrió pocos días antes del desembarco de Nelson. El comandante general y presidente de la Real Audiencia mantenía con Vicente María Patiño, auditor de guerra de las Islas, un contencioso que le llevó a escribir a Godoy, quejándose de su comportamiento en un momento tan crítico y difícil para la isla, en el que me hallo, dice “como ahora, continuamente angustiado y embarazado con el genio y extraordinarios procedimientos de este Auditor de Guerra”. En el recurso achaca a Patiño su “altivez y arrebatamiento”, sus “juveniles juegos”, su “genio dominante y precipitado” que le hace “enardecerse, gritar y propasarse”. En esta memoria escrita a raíz de las dificultades que ponía el Auditor para que levara anclas el corsario francés Bonaparte, el cual, por cierto, había capturado la fragata americana El Correo de Virginia, se pueden vislumbrar algunos aspectos de la la forma de ser del general Gutiérrez, quien afirma que “nunca he sido celoso de autoridad…” y que los acontecimientos que vive la isla en aquel momento exigen “resoluciones prontas, prudentes y vigorosas” (16).

          VII. Transcribamos el siguiente párrafo, relativo a la cuestión de los desertores, enviado el 30 de diciembre de 1797 al Conde del Palmar:

               “Y por último reencargo a V. S. la persecución, aprehensión y pronta remisión a esta Plaza de los Milicianos que hayan desertad, o desertaren en ella con tanto escándalo, y al parecer con tanto disimulo, o apoyo de algunos de los que por todos títulos y razones debieron ser los más interesados en contener el Desorden: que si este continua, y no se verifica la pronta reunión de dichos Desertores a esta Plaza, me veré en la dura precisión de despachar oficiales de mi confianza que pasen a las Demarcaciones de los cuerpos y averigüen por medio de las Sumarias que formen quienes son los que han tenido parte o noticia, en su ocultación, para proceder contra ellos con el rigor que la naturaleza y circunstancias del asunto requieren; cuya providencia me persuado no será necesario por lo que hace a ese regimiento, pues espero que en el mismo instante en que V. S. reciba esta orden dará también las necesarias y oportunas para indefectiblemente lograr la aprehensión de los Yndividuos de el que hubieren desertado de esta Plaza, remitiéndolos inmediatamente a ella”  (17).

          VIII. Copiemos lo que dice Álvarez Rixo en sus  Anales del Puerto de la Cruz en el año 1797 y sopesen los lectores su contenido:

               “La circunstancia que vamos a referir no está puesta en los acuerdos pero la hemos oído a los mismos que representaron en ella. El Comandante General don Antonio Gutiérrez, pidió al Alcalde Mayor de La Orotava licenciado Minovés, algunos hombres para la artillería y éste señaló al Puerto diez. Opúsose nuestro Alcalde Real en unión de los vecinos alegando a favor de los pobres: que unos eran milicianos, otros artilleros, otros barqueros y no había mozos. Apretaba Minovés y los jóvenes visibles como don Bernardo Cólogan Fallon, don Mateo Commins, don Domingo Nieves, etc. tomaron la resolución de pasar a Santa Cruz y presentarse al General para que viese los únicos que había creyendo que por razón de su cuna, delicadeza y haberes, les respetase y al pueblo en su nombre, mandándoles restituir a sus casas. Mas no fue así, séase porque ya estuviese prevenido por algunos chismes de la vecina Villa o porque  S. E. se hallaba de mal humor, lo cierto fue que les tuvo esperando en el patio largo rato. A fin se les presentó en gorro y bata, les mandó a la mi…, les llamó amotinados, les hizo ir al cuartel de artillería y algunos como fue Cólogan, llegó el caso de hacer guardia en una batería. Y para restituirse a sus casas tuvo cada cual que dejar un hombre pago. Esta fortaleza de genio mostró S. E., con estos vecinos jóvenes, bien criados, cuando la defensa de Santa Cruz dicen fue necesario que los isleños y extranjeros a nuestro servicio le sostuviesen el ánimo”(18).

          Una vez más conviene recordar el concepto que se llevaron los invasores ingleses de nuestro “irresoluto” General:

               “No puedo separarme de esta isla, sin dar a V. E. las más sinceras gracias por su fina atención para conmigo, por la humanidad que ha manifestado con los heridos y muertos que estuvieron en su poder o bajo su cuidado, y por su generosidad para con todos los que fueron desembarcados” (Horacio Nelson).

               “Debo deciros que firmadas y ratificadas que fueron las proposiciones, el Gobernador nos obsequió del modo más político con una gran cantidad de vino, pan, etc., para refrescar a la gente, dándonos las mayores muestras de atención” (T. Troubridge).

          La fisonomía de los retratos pintados por Luis de la Cruz destacan los rasgos de una mirada fija, seria y penetrante, rostro aguileño y “cierta hemiplejía en el ictus des sus labios”, residuo físico de alguna enfermedad sufrida. Por tanto, su rostro aguileño refleja en su mirada penetrante un temperamento enérgico, curo y seco que se compagina con la hombría y caballerosidad de este castellano viejo, bizarro y pundonoroso, curtido por los años de servicios y acciones bélicas. Su rúbrica y firma, que se conserva en innumerable documentación, es elegante y constante, resaltando su pulcritud y sencillez.

          En su larga y fecunda trayectoria militar denotan la entrega, la disciplina y la prudencia de un excelente profesional de la milicia. Fue un fiel servidor de la monarquía y de la patria, y un valeroso y enérgico soldado. Fue un militar de hondo sentimiento religioso que se entregó con espíritu fervoroso a las prácticas más ascéticas al final de su vida preparándose para la toma de hábito de la Orden de Alcántara (19). En su biblioteca aparece alguna vida de santos y algún que otro libro de religión, como el De Sacris  de Antonio Roig (20).

          Dejemos ya en paz en su tumba de la capilla de Santiago de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife al invicto general Gutiérrez que defendió con valentía y amor a las islas Canarias. "Sit tibi terra levis".

 

NOTAS

1. EL DÍA / LA PRENSA, Sábado, 26 de febrero de 2000 pp. 1-3.; sábado, 22 de abril de 2000 pp. 1-3.
2. Francisco LANUZA CANO, Ataque y derrota de Nelson en Santa Cruz de Tenerife. Relato histórico. Servicio Geográfico del Ejército, Madrid 1955 p. 190.
3. A. Rumeu de Armas, Piraterías y ataques navales contra las islas Canarias. C.S.I.C., Madrid 1947-1950, 3 tomos en 5 vols. Vide vol. 5 pp. 836-837.
4. Entre las obras aparecidas con motivo de la Gesta del 25 de julio están: Fuentes Documentales del 25 de julio de 1797  por Pedro Ontoria Oquillas /Luis Cola Benítez/Daniel García Pulido; La Historia del 25 de julio de 1797 a la Luz de las Fuentes Documentales por Luis Cola y Daniel García; Puerto y Plaza Fuerte, Ataque anfibio de Nelson a Tenerife por Juan Calos Díaz Lorenzo; catálogo La Gesta del 25 de julio de 1797 coordinado por el coronel don Juan Tous Meliá; Apuntes Históricos sobre la gesta del 25 de julio de 1797 patrocinado por el Grupo Filatélico y Numismático de Tenerife; El general Gutiérrez y su época coordinado por el general don Francisco Santos Miñón;  El Monumento a los Héroes del 25 de julio de 1797 por Juan Tous Meliá y Sebastián Matías Delgado Campos y Tenerife 1797: La Victoria de la Isla sobre la Escuadra de Nelson por Agustín Guimerá Ravina.
5. A. Rumeu de Armas, Op. cit., pág. 921.
6. El presbítero Currás, Sermón de la victoria sobre las armas inglesas. Santa Cruz de Tenerife 1997 pág. 32.
7. DIARIO DE AVISOS, Domingo, 25 de julio de 1999 pág. 24.
8. EL DÍA/LA PRENSA, Sábado. 6 de mayo de 2000 pág. 6.
9. J. D. Dugour, Apuntes de la historia de Santa Cruz de Tenerife, desde su fundación hasta nuestros tiempos. Imp. J. Benítez, Santa Cruz de Tenerife 1875 p. 144.
10. Pedro Ontoria Oquillas, Florilegio poético al general Gutiérrez. Santa Cruz de Tenerife 1999 pág. 4.
11. BMSC. Fondo documental antiguo. Caja 65, 1/1.
12. BMSC. Fondo documental antiguo. Caja 53, 1/1 fols. 1-3.
13. BMSC. Fondo documental antiguo. Caja 53, 1/1 fols. 12-13.
14. BMSC. Fondo documental antiguo. Caja 53, 8/1.
15. BMSC. Fondo documental antiguo. Caja 53, 6/7.
16. AHN. Estado.  Legajo 569.
17. BMSC. Fondo documental antiguo. Caja 63, 6/5.
18. J. A: Álvarez Rixo, Anales del Puerto de la Cruz de la Orotava 1701-1872. Introducción: Mª Teresa Noreña Salto. Cabildo Insular de Tenerife/Patronato de Cultura Ayuntamiento Puerto de la Cruz. Santa Cruz de Tenerife 1994 p. 154.
19. "El general Gutiérrez toma el hábito de la Orden de Alcántara". EL DÍA/LA PRENSA, Sábado, 5 de septiembre de 1998 pp. 1-3.
20. "Faceta cultural del general Gutiérrez".  EL DÍA/LA PRENSA, Sábado 16 de mayo de 1998 págs. 2-3. RECUERDO DE UN BICENTENARIO  (1797-1997). Ayuntamiento S /C de Tenerife- Museo Militar Regional de Canarias 1998 pág.128-129.

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