La Laguna y Santa Cruz (y 2) (Retales de la Historia - 65)

Por Luis Cola Benítez  (Publicado en La Opinión el 15 de julio de 2012).

 

          En el Retal anterior hemos visto dos ejemplos, los primeros, de iniciativas de La Laguna sobre lo que entonces se pensaba podía ser el futuro de las dos ciudades cabeceras de la Isla.

          Pasó el tiempo y aquellas cuestiones planteadas con tanta franqueza, sin reticencias de ninguna clase, tuvieron el debido eco por parte de un gran patriota, al que pienso que todavía no se le han reconocido sus méritos como defensor de Tenerife, su tierra de adopción. En 1881, Pedro Mariano Ramírez de Atenza se expresaba en los siguientes términos:

               “...puede llegar un día en el cual La Laguna y Santa Cruz se hallen más íntimamente unidos... lo dejamos escrito estimulando a los buenos patricios de La Laguna y Santa Cruz, que los hay en gran número, que contribuyan a extinguir los funestos sentimientos de inmotivadas rivalidades, de envidiosos rencores injustificados, excitando los generosos impulsos de una noble emulación de fraternal concordia, y esperar con entera fe, llegue un día en que La Laguna y Santa Cruz sean un solo pueblo, que sí llegará."

          Y añadía:

               "Y en efecto, las antiguas rivalidades que enemistaban hasta el odio, y dividían un barrio de otro barrio, un territorio de otro territorio, eran consecuencia natural de la ignorancia...; hoy las naciones han cambiado radicalmente su modo de ser político y social; entonces, los privilegios que despertaban las ambiciones, las vanidades, los egoísmos, formaban las parcialidades o bandos; ahora, la igualdad del derecho que amparando el de todos, armoniza los intereses y los concierta sobre la base de la justicia; y ¿quién se atrevería hoy a sostener esos deplorables y egoístas exclusivismos locales, rémora que detiene a los pueblos en el camino del progreso hacia su prosperidad, su paz y bien estar, sin recurrir en la animadversión pública?”

          Tal vez valga la pena releer este texto con detenimiento. A todos nos despertará recuerdos y nos traerán a la memoria ejemplos de insólitos casos, a través de los años y hasta tiempos bien recientes, en los han quedado a la vista “esos deplorables y egoístas exclusivismos locales”, calificados por algunos como propios del aldeanismo más ramplón, cuando no defensa a ultranza de particulares intereses.

          Pero aún hay más. Un periódico lagunero, Las Noticias, en su edición del 28 de septiembre de 1928, publicaba la crónica de una reunión celebrada en el Ayuntamiento de la ciudad de los Adelantados, preparatoria de la cesión de La Laguna a Santa Cruz de parte de su territorio, con definición de nuevos límites jurisdiccionales. A la reunión asistieron treinta y cinco de los más sobresalientes ciudadanos de La Laguna, que habían sido convocados expresamente para conocer sus opiniones y puntos de vista sobre el importante tema que se iba a tratar.

          En la reseña de Las Noticias, entre otras cosas, se decía:

               “Nos place, como tinerfeños, lo que ayer se acordó en este Ayuntamiento, que es algo así [...] como un abrazo cordial que La Laguna tiende al pueblo hermano que sube a dar con ella, y que andando el tiempo [...] tan apretado puede llegar a ser, que fundiéndose amorosamente los dos pueblos en uno solo, [...] surja esplendorosa, con la vitalidad e importancia que ya algunos vislumbran, la nueva y grande ciudad de Tenerife...”

          Acordados en esta reunión preparatoria los términos de la cesión, el acta correspondiente se firmó el 12 de octubre del mismo año. Por parte de Santa Cruz, firmaron: Pedro Schwartz y Mattos, Arturo Ballester y Martínez Ocampo, Juan Martí Dehesa, Diego Guigou y Costa y José Maldonado Dugour. Representando a La Laguna, lo hicieron: Enrique González Medina, José Rodríguez Moure, Juan Reyes Vega, Agustín Cabrera Díaz y Domingo García Cruz.

          Todos ellos grandes próceres de nuestra tierra, entre los que basta  destacar al citado en último lugar, Domingo Cabrera Cruz, quien se definía a sí mismo como “barro y espíritu de La Laguna” y que, según sus propias palabras, proclamaba “a los cuatro vientos” -decía- su profunda convicción, no sólo de las indudables ventajas que a ambas ciudades reportaría su unión, sino que con ella, y vuelvo a citarle textualmente, “la vieja ciudad de los Adelantados... volverá a ser guía y antorcha de Tenerife.”

          Debo reconocer que no entiendo de estos asuntos y que cuando se ha tratado de ellos en tiempos recientes, suelen asombrarme las incongruencias que se leen o escuchan. Por tanto, me limito a contar las historias. Los que sí podrían decir algo son los economistas, los urbanistas, los sociólogos, los juristas, los expertos en territorio…

          Y a lo mejor, tal vez, también podrían decir algo algunos políticos.

          Algunos.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - -